sábado, 15 de noviembre de 2025

El texto




- Cómo que no has escrito el texto? 

Le pregunté con cara de asombrado. 

- Es que no me ha dado tiempo...

La escena ocurría en el salón, ella acababa de llegar, yo había llegado un rato antes, me había dado tiempo de darme una ducha y ponerme cómodo, y relajado y paciente la había estado esperando en el sofá. Allí estaba cómo tantas otras veces de pie frente a mí, con aquellos vaqueros rotos, que dejaban ver algo de piel.

- No me digas que no has tenido tiempo, has tenido una semana.

- Ya, pero cada vez que me he puesto a hacerlo, ha pasado algo.

- Menuda coincidencia.

- El fin de semana me pongo, te lo prometo.

- No, el plazo terminaba hoy.

Y es que el texto que le estaba pidiendo, formaba parte de un castigo. Tenía que escribir un texto descriptivo sobre las sensaciones del jengibre y leermelo. Había tenido una semana de plazo y no tenerlo listo pasado el plazo, significaba una falta muy grave cómo incumplir un castigo.

- Ayer te pregunté y me dijiste que hoy lo tendrías, que ha pasado?

- Pues...que me ha surgido un imprevisto 

- Ir a tomar café o lo que hayas hecho es un imprevisto?

- Pfffff no te enfades, te prometo que mañana lo escribo.

- Yo no me enfado, de hecho me resulta hasta gracioso, tu tendencia a procrastinar, esto viene del fin de semana pasado, si te hubieras puesto el fin de semana, esto no hubiera pasado. Además mucho más fácil porque lo tenías más fresco en la memoria. 

- Tal vez si hubieras insistido más

- Nena!!! No eres una niña, creo que ya tienes una edad para no tener que andar encima de ti y sobre todo para aceptar consecuencias.

Ahí empezó a morderse el labio inferior y sonrojarse levemente.

- Tranquila que no voy a calentarte la cabeza con ningún sermón. Sabes perfectamente cuál es la consecuencia de incumplir una tarea asociada a un castigo, o no?

Ahora ya estaba más ruborizada.

- Te he hecho una pregunta 

- Si 

- Si, qué?

- Se cual es la consecuencia 

- Y cual es?

- Pfff...un castigo severo 

- Desde luego que esa va a ser la consecuencia, así que vas a preparar todo para tu castigo. Ve a buscar la silla roja, la libreta y el bolígrafo, lo dejas todo en la mesa, cuando termines, tu misma prepara un buen dedo de jengibre y lo dejas en la cocina y cuando lo tengas de camino para en el baño y trae el cepillo, el que más odias. Está claro?

- Y no podemos hablarlo 

- No y no tientes a la suerte que todo es susceptible de empeorar.

- Puedo cambiarme de ropa?

- No, se me está acabando la paciencia.

Resopló, pero se dió media vuelta y desapareció por el pasillo, cuando volvió a aparecer llevaba consigo la silla roja, el cuaderno y el bolígrafo que dejó junto a la mesa, sin decir nada se volvió a perder, la escuchaba en la cocina y me la imaginaba pelando un buen trozo de jengibre a sabiendas de dónde acabaría. Finalmente escuché sus pasos acercarse una pequeña pausa y otra vez más cerca en dirección a mí. Entró en el comedor, yo seguía sentado esperando pacientemente, sin mirarme me alargó la mano, y cogí el cepillo, realmente no era un cepillo del pelo, era de cepillar ropa, con forma ovalada y bastante alargado, de buena madera y temido por su efectividad y precisión. Cuando me lo dio, lo dejé en el brazo del sofá. Le indiqué el hueco entre mis piernas, suspiró y se acercó. 

- Las manos sobre la cabeza.

Lo hizo acompañado de un suspiro, y nada más hacerlo empecé a desabrocharle los vaqueros rotos.

- Pffff sin calentar ni nada?

- No estás en condiciones de elegir desde el momento que elegiste incumplir un castigo.

Empecé a estirar los vaqueros hacía abajo cómo pude con paciencia a partir de las rodillas fue imposible y simplemente allí se quedaron vueltos como un calcetín. Le levanté la camiseta y de un tirón le bajé el tanga, entre alguna queja. 

- Pon el culo sobre mi pierna izquierda 

Eso significaba, que si bien el pecho y la cara las podía apoyar en el sofá, los pies permanecían en el suelo. Se colocó, pasé mi pierna derecha por encima de las suyas y mi brazo izquierdo rodeando su cintura, bien sujeta. Entonces empecé a acariciar su piel desnuda, suave y fría, frotamiento que de vez en cuando alternaba con un cachetito.

- Ya sabes que la consecuencia a incumplir un castigo, siempre es en forma de otro castigo más severo y por supuesto no te exime de tener que cumplir el anterior.

En ese momento mi mano empezó a calentar su culo, al empezar directamente desprotegido, empecé despacio y suave, repartiendo bien, pero continuado y aumentando un poco la intensidad cada x tiempo. Poco a poco la piel de las nalgas se le fue sonrosando al ritmo de las palmadas, haciendo que éstas también aumentasen la intensidad, hasta llegar a ese ritmo de castigo, con palmadas constantes y alternas que además suenan tan bien. Y el rosa se fue volviendo rojo. Momento en el que aún la sujeté más fuerte de la cintura, para seguir con un punto más de velocidad, hasta dejárselo bien rojo, unos diez minutos después de haber empezado. 

Sin soltarla cogí el cepillo que reposaba en el brazo del sofá.

- Te escurres, levanta bien el culo 

Se movió un poco ofreciéndome más sus nalgas sobre mi pierna. Empecé a cepillarle las nalgas, pasando muy suavemente las cerdas del cepillo por su piel roja, caliente y sensible. Hasta que me cansé le di la vuelta al cepillo y empecé a acariciar la con la lisa y dura madera. Hasta que aún la sujeté con más fuerza de la cintura y tirando un poco hacia arriba, empecé a castigarle el culo a base de cepillo. Si me gusta este arma es porque no es necesario aplicar apenas fuerza, sólo por insistencia es muy efectivo y preciso, te permite acertar siempre dónde quieres dar y mi objetivo era la mitad inferior de las nalgas. No tardé mucho tiempo en dibujarle dos círculos en cada cachete visiblemente más rojos que el fondo. Hice una pequeña pausa antes de seguir, dibujando el contorno de los dos círculos con la yema de mi dedo y así darle un respiro. Cuando me puse otra vez aumenté un poco la fuerza y la velocidad, pero muy poco, cada golpe el círculo se volvía un instante blanco, para al momento coger aún más color y ya no me detuve hasta que los dos círculos estaban más cerca del morado que del rojo y ella empezaba a dar síntomas de estar en el límite. 

Dejé el cepillo otra vez en el brazo del sofá, lo que significaba, que podía volver a usarlo si era necesario. Durante un rato dejé que recuperase el aliento, sobre mi pierna, pero a la vez sin tocarla , ni acariciarla, para que sintiera bien el fuego que había provocado con su actitud en su culo. Pasado un rato la acaricié muy suavemente, hasta que le dije.

- Ahora te levantarás, te sentarás en la silla y no te levantarás hasta que tenga el texto escrito y a punto de leer. Esta claro?

Su respuesta fue un resoplido, levantándose y caminando hasta la silla, sentarse fue una odisea, que le llevó un rato, saber cómo ponerse de forma más cómoda, hasta que empezó a escribir. 

Un rato después, se giró hacía mi y me dijo.

- Ya estoy 

- Bien traeme el cuaderno.

Se levantó suspirando de alivio y me acercó el cuaderno, se lo cogí sin leer nada y le dije.

- Vete a buscar el jengibre 

- Pffffff

De inmediato sonó un cachete atronador en su culo.

- Ya está bien de soplidos!!!!

Y empezó a caminar a la vez que se frotaba donde había impactado mi mano. 

De vuelta llevaba consigo un pequeño cuenco que me entregó, en el había un dedo de jengibre pelado. Lo puse también en el brazo del sofá.

- Date la vuelta.

Lo hizo de pie frente a mí, pasé los dedos por lo que ya empezaban a verse cómo marcas, estuve así un instante. 

- Agárrate los cachetes.

Otro suspiró, cogí el jengibre y le dije.

- Separa 

Tímidamente separó un poco las nalgas.

- Cojo el cepillo otra vez?

Cogió aire profundamente y me expuso todo separándose las nalgas.

- Así me gusta 

Empecé a jugar con la bala de jengibre alrededor de su más oculto agujero, cómo si fuera un pintalabios ardiente. Hasta que me incorporé un poco, puse mi mano izquierda en su pubis y empecé a presionar el jengibre en su agujero, haciendo pequeños movimientos giratorios a lado y lado haciendo que entrara despacio, hasta meter tres cuartas partes del dedo de jengibre.

- Las manos en la cabeza, no te muevas hasta que te diga y si se cae, volverás a probar el cepillo. 

Así de pie, frente a mí, con el culo rojo y marcado y el jengibre dentro la tuve un cuarto de hora.

Entonces la mandé de nuevo a poner las manos sobre la cabeza, le saqué el jengibre, lo dejé en el cuenco, cogí la libreta, la hice ponerse de nuevo de frente, se la di y le hice leer el texto en voz alta. Cuando terminó, le pedí la libreta de nuevo, me levanté y le dije.

- Ponte sobre el brazo del sofá

Lo hizo, aunque era amenazante la petición. Yo recogí todo, silla, jengibre, cepillo.

Cuando volví allí me esperaba sobre el brazo del sofá, con el culo marcado y ardiente por fuera y por dentro, sin saber si aún iba a quemar más. 

Por eso cuando sintió el aceite resbalar por su piel ardiendo, suspiró aliviada y más aún cuando mis dedos empezaron a extenderlo suavemente por toda esa piel castigada. Después de un rato de masajito algo de alivio transmitía, pero aún faltaba algo por refrescar, me agaché separé sus piernas y luego con mis manos, las nalgas y empecé a pasar mi lengua alrededor de la piel rugosa de su culo, fue instantáneo, notar mi lengua ahí y erizarsele toda la piel alrededor, seguí un rato, con el juego, muy excitante pero no finalista, de vez en cuando hacía una pequeña incursión en su coño, para beber un poco, porque se podía beber, pero enseguida volvía a su culo, con mi lengua podía calmarle el efecto externo del jengibre, pero me faltaba el interno y ese sólo había una forma de calmarlo, lubricado, relajado y en la posición ideal, no me costó mucho, entrar en el con mi polla y follarle el culo hasta correrme. 


















sábado, 8 de noviembre de 2025

Es de buena educación aceptar los regalos.

 



Había sido una vuelta a la escuela después del verano bastante dura. Entre el trabajo, las clases, el gimnasio, etc. Estaba bastante estresada y agobiada. A mi me debían aún vacaciones y me iba cogiendo días sueltos antes que terminara el año, para completarlas y un día de esos, decidí darle una sorpresa. Ella tenía un examen y sabía que sobre las 11 terminaría, así que le dije que la iría a buscar al terminar y que tenía un plan para hacer algo diferente y desconectar.

A la hora prevista la esperaba y la vi salir, se acercó al coche, entró y me dio un beso.

- Que puntual!!!!

- Ya sabes que es una manía muy mía.

- Ya veo ya, pues venga sorpréndeme ¿Dónde vamos?

- Ahora lo verás.

Arranqué el coche y me puse en marcha, charlamos distendidamente, pusimos algo de música y llegamos a nuestro destino, el parking de un centro comercial.

- ¿Vamos de compras? 

- Si, bueno lo correcto sería decir: vas de compras...Yo me voy a limitar a comprarte unas cositas y luego tienes un presupuesto de libre disposición y al terminar nos vamos a comer al italiano ese que tanto te gusta ¿Te parece bien?

- Me parece genial ¡Gracias!!!! Por la sorpresa.

Aparcamos y subimos al centro comercial, la primera tienda que visitamos, fue una de lencería casual. Allí le hice elegir un pijama de invierno, cómodo y calentito y le compré tres pares de braguitas, con un toque infantil pero sexys a la vez, unas blanca, unas rosas y unas en azul celeste. Cuando salimos de esa primera tienda, le dije el presupuesto que tenía y empezamos a recorrer tiendas, cayeron un par de vestidos, unos vaqueros, un jersey y unas deportivas. Cargados con las bolsas por los pasillos, decidimos ir ya a comer. Entonces se paró frente al escaparate de una zapatería. 

- Me encantan!!!!

- ¿El que?

- Esas botas

Me dijo señalando unas botas negras.

- Si, tienes un par que son clavadas....

- Noooo, estas son preciosas...

- Pues pídelas a los Reyes, porque el presupuesto se ha agotado...

- Se ha acabado tu presupuesto, pero las puedo comprar yo.

- Nena, autocontrol....creo que ya está bien de compras por hoy y si tanto te gustan, devuelve algo de lo que llevas y coges las botas.

- Pfffff, es que todo lo que he cogido lo necesito... además, que más te da, las voy a pagar yo.

- Venga va, no quiero discutir hoy, además tengo mesa reservada y vamos tarde.

Puso morros, pero no dijo nada más. Nos fuimos a comer al restaurante italiano, lo cierto es que se comía muy bien, al terminar los postres, me levanté un momento para ir al baño y de paso pagar la cuenta, mientras nos tomábamos los cafés, al salir no estaba en la mesa, estaban las bolsas y pensé que habría ido al baño también. Me tomé el café y no aparecía, algo me extrañó, pero minutos después, la vi venir por el pasillo con una bolsa en la mano.

- ¿Y eso?

- Las botas - me respondió poniendo sonrisa de pícara -

- Nena, hemos quedado que no, es más te he dado la posibilidad de hacer un cambio, no puedes salirte siempre con la tuya. Así que ya puedes ir a devolverlas. 

- Las he pagado con mi dinero!!!! Que más de ta da!!!

En ese momento, el murmullo del restaurante se convirtió en silencio, cómo si todo el mundo estuviera pendiente de aquella conversación, la miré muy serio y no dije nada más. Se sentó orgullosa, cómo quien acaba de salirse con la suya, pedí otro café y nos lo tomamos tranquilos aunque en silencio.

- ¿Nos vamos?

- Vale...

Nos levantamos cogimos las bolsas y empezamos a caminar por el centro comercial, al llegar a un punto vi que a la derecha había un pasillo secundario, que iba a un baño y al llegar a la altura me cambié las bolsas a una mano y con la otra la cogí del brazo. 

- ¿Que haces?!!!!!

No respondí, simplemente la guíe, directo al baño de discapacitados, abri la puerta, cerré el pestillo, dejé las bolsas en el suelo y le hice dejar las suyas también. Sin decir nada la llevé contra la pared, le hice apoyar las manos en la pared y sin pensarlo le subí la falda con la mano izquierda y con la derecha empecé a darle una sonora azotaina, allí en aquel baño, sin parar, le solté un discurso.

- Nena, hay dos cosas que te van a quedar muy claras hoy. La primera es que hay límites y si te digo que hay un límite de gasto, te ciñes a él, ni un céntimo de más y la segunda es que no voy a tolerarte un numerito más de niña caprichosa en público, no tengo las más mínimas ganas, de sentirme observado y menos por una actitud de niñata caprichosa. 

En ese momento cesaron los azotes. 

- Ahora, voy a salir discretamente, te adecentas y te espero fuera ¿Está claro?

No respondió, salí y esperé un minuto, salió con cara de enfadada, al llegar a mi altura la cogí de nuevo del brazo y le dije.

- Ahora señorita, vamos a ir juntos a devolver las botas y tienes suerte que no tengo ganas de andar más por el centro comercial, porque si fuera por mí ahora mismo, lo ibas a devolver todo. Pero en casa ya ajustaremos cuentas. 

De la mano entramos en la zapatería, dónde avergonzada y bajo mi atenta vigilancia devolvió las botas. Al terminar y en silencio nos fuimos hasta el parking, nos montamos en el coche y volvimos a casa. Imagino que sabía que al llegar le esperaba una buena y no estaba equivocada. 

Nada más entrar, le cogí las bolsas y le dije.

- Vete a la habitación, te pones a mirar la pared, ya preparada, es decir, cuando vaya a buscarte, quiero encontrarte con la falda levantada, las medias y el tanga a medio muslo, las manos sobre la cabeza y la nariz pegada a la pared ¿Estamos?

Suspiró y se fue para la habitación. Yo cogí las bolsas y las dejé sobre la mesa del salón. Estuve un rato haciéndola esperar, que su cabeza anticipara lo que le esperaba, cuando fuera a buscarla. 

Unos 20 minutos más tarde, entré en la habitación, allí estaba, plantada frente a la pared, con la falda levantada, medias y tanga a medio muslo, mostrando las nalgas blancas que me iba a encargar de dejarlas incandescentes.

Me fui para ella, sin decir nada puse mi mano izquierda encima de su pubis obligándola a sacar el culo hacia detrás y allí frente a la pared de pie, empecé a darle una ráfaga de palmadas en el culo, de forma metódica y procurando cubrir bien toda la zona.

- Tu y tú actitud ha querido que lo que se suponía iba a ser un día diferente vaya a terminar así, aunque a veces pienso que es lo que necesitas. 

La estuve azotando allí de pie, hasta que se me cansó la mano y le puse el culo cómo un tomate. 

- ¿Tienes algo que decir?

Al darse la vuelta, estaba seria y en su mirada había cierta dosis de orgullo.

- Está bien

La cogí del brazo y la llevé hasta el salón. Una vez allí, le dije.

- Apoya las manos en la mesita y presenta bien el culo. 

Resopló y la miré fijamente hasta que se dio la vuelta y se inclinó, apoyando las manos sobre la mesita del sofá. Nada más hacerlo, me desabroché el cinturón, haciendo el máximo ruido posible, tanto al desabrocharlo, cómo quitármelo y doblarlo después. 

- Creo que el cinturón, te va a hacer reflexionar, ya lo verás.

Apunté bien y le di una ráfaga de una docena de azotes con el cinturón seguidos y rápidos. Sin soltarlo, me lo cambié de mano y le pasé los dedos por la piel, roja y caliente, un instante, tras el cual le di una nueva ráfaga de azotes. A la que siguió una tercera y última. Al terminar volví a colocarme el cinturón, fui a las bolsas, cogí el pijama y las braguitas blancas.

- Ve a ponerte esto, que esa ropa que llevas no encaja con tu actitud. 

Se levantó cogió la ropa y se fue para la habitación, yo me senté en el sofá a esperar. Cómo tardaba, le dije.

- Nena, es para hoy, te estoy esperando.

Entonces apareció, con el pijama y se acercó cuando estuvo justo delante de mis rodillas, le hice poner las manos sobre la cabeza de nuevo y muy despacio le bajé el pantalón del pijama y las braguitas, para seguidamente mandarle a poner de nuevo las manos sobre la cabeza.

- ¿Y bien tienes algo que decir?

Cogió aire profundamente y soltó

- Siento mucho haberme comportado así y haber estropeado el día....

La miré y sonreí. Mi mano fue directamente a comprobar cómo estaba su sexo... pasé un dedo entre sus labios y se lo mostré, haciendo que su rostro se pusiera casi tan rojo como su culo.

- Vaya...parece que una buena zurra, no sólo te calienta el culo...separa las piernas.

Suspiró de nuevo, aún se puso más roja, pero lo hizo y mis dedos empezaron a jugar con su sexo.

- No consideres esto un premio, es más bien parte del castigo, sólo las "niñas" muy traviesas se mojan cuando les ponen el culo ardiendo por portarse mal.

Empecé a masturbarla de pie frente a mí, con las manos sobre la cabeza, el culo rojo y la ropa en los tobillos...Cada vez mis dedos eran más rápidos y empezaba a moverse un poco y jadear...y cuando estaba a punto, paré. Le subí las braguitas y el pantalón del pijama.

- ¿No estarás pensando que iba a dejar que te corrieras, verdad? Para eso te debes comportar primero cómo una adulta. Así que ahora ve a guardar las compras y si de aquí a después de cenar te portas bien, me lo pensaré. 



sábado, 25 de octubre de 2025

A última hora

 



Habíamos salido a comer fuera aquel domingo, al volver a casa nos pusimos cómodos y nos apalacamos, sofá, mantita y tele, pero también siesta. Me despertó ruido de sillas y movimiento, abrí el ojo y me sorprendió verla levantada antes que yo.

- ¿Que haces?

- Voy a preparar la clase.

- ¿ La clase? 

- Si, no te acuerdas que te dije que mañana daba una clase a las alumnas en prácticas...

Recordaba vagamente algo, de hacía diez días por lo menos.

- Vaya, pues me apetecía ver una temporada de Derry Girls contigo...

- Ya la puedes ver, yo voy a ponerme no creo que tarde mucho. 

No dije nada para no meterle presión que la conozco, pero eso de dejar las cosas para última hora suele traer problemas. Encendí la tele y como me apetecía ver la sería con ella, me puse a ver un partido de baloncesto.

Ella se sentó y abrió el portátil y una libreta con apuntes. Un rato después me levanté a por una cervecita y al volver la tele estaba sin volumen y lo volví a subir, se giró.

- Santi...estoy intentando concentrarme.

- Si es que no sé cómo te pones a hacer eso aquí teniendo el despacho, que para algo lo monté.

- Pffff no me gusta nada el despacho, me hace sentir una niña haciendo los deberes. 

Por no seguir bajé el volumen casi al mínimo.

De repente y golpe inesperado.

- Joder con el portátil este!!!! Que lento es!!!!

- Dándole golpes no va ir más rápido 

- Ya lo sé!!!! Pero necesito desfogar!!!!

La miré serio, no hizo falta decir que no me gustaba el tono de voz levantado.  Se calló pero al rato empezó un concierto de soplidos y gruñidos y cómo el que se estaba poniendo nervioso era yo, apagué la tele y me fui a la cocina. Allí estaba leyendo un libro cuando apareció, la miré.

- ¿Que pasa?

- Pfffff que necesito tomar el aire un rato.

- ¿Te queda mucho?

- Un rato aún.

- ¿Y porque no te das una ducha? Y despejas..

- No es mala idea.

- Pues ya sabes.

Se dio media vuelta y se metió en el baño, cómo empezaba a ser tarde, decidí preparar algo de cena. La vi salir del baño con la toalla meterse en la habitación y salir con el pijama.  Desde la cocina le dije.

- Vente a cenar que esto ya está.

- Pffffff estoy para cenar con el lío que tengo.

Me sequé las manos con el paño y fui para el salón.

- No te vendrá de 15 minutos nena, venga va que te sentará bien una sopa caliente.

- Pfffff que no!!!!! Cena tú!!!! Yo ya cenaré algo cuando termine.

Y ahí su actitud caprichosa empezó a calentarme.

- Es que ya te vale, has tenido todas las santas tardes desde que me lo dijiste y te acuerdas la última, un poquito cada tarde y ya estaría hecho.

- Santi no empieces. Yo hago las cosas a mi manera. Punto.

- Desde luego, sin pensar en nadie más que ti, y además encima hay que aguantarte el mal humor. 

- Pues es lo que hay y si no te gusta , vete a dar una vuelta.

- ¿Cómo?

- Nada...

-¿Nada? Ya me tienes harto hoy, cuento hasta tres y como cuando llegue a tres no hayas levantado el culo de la silla y lo muevas hasta la cocina para cenar, ese culo va a tener un serio problema. Uno, dos...tres 

Me fui directo a su oreja y para arriba. 

- Suelta!!! Que me haces daño.

Sin soltarla la puse a tiro y le di tres o cuatro azotes fuertes de pie y cogida por la oreja. La solté y le dije.

- Tira para la cocina y siéntate a cenar. Ya.

Esperé que empezara a caminar y me puse detrás de ella. Se sentó en la mesa de la cocina, que ya estaba puesta, abrí la sopera y le llene el plato con el cazo, después me serví yo y me senté. Empecé a cenar pero estaba cruzada de brazos, toda digna y orgullosa, sólo le faltaba aguantar la respiración en plan niña de pataleta, la miré un par de veces y a la tercera ya vi que seguiría con el desafío y me cansé. Me levanté de golpe la cogí del brazo.

- Tira para el comedor.

Sin soltarla cogí la cuchara de madera del bote, la que lo único que cocinaba de vez en cuando era su culo. 

De camino, por el pasillo ya se llevó algún cucharazo por encima del pijama. Al llegar al salón, dejé la cuchara en la mesa y sin soltarla le di una vuelta a una silla y me senté. 

- Pon las manos en la cabeza ahora!!!

- Santi....aún me queda un rato está a medias.

- Tienes toda la noche, así aprenderás a que dejar las cosas para última hora sólo trae problemas. Imagina que te quedas sin conexión, que hay una avería, que se va la luz, mil cosas y cómo vas con el tiempo justo, no hay tiempo a buscar una solución!!!

- Pffff ya sabes que soy así, lo intento pero siempre tengo excusa y ya lo haré mañana, hasta que no hay mañana y no tengo más remedio.

- Pues eso va a cambiar porque ya ves el resultado, malhumor, nervios, agobio sin necesidad, te voy a quitar esa manía. 

De un tirón le bajé el pantalón del pijama y resopló, con lo que se llevó un par de cachetes en el muslo.

- Se han acabado los soplidos por hoy. 

Después de bajarle el pantalón del pijama hasta los tobillos, hice lo mismo con el tanga. La cogí de la mano y a mis rodillas. En la silla no estaba tan cómoda cómo en el sofá y aumentaba la sensación infantil con pies y manos medio colgando. Cogí la cuchara y empecé a acariciar con ella sus nalgas desnudas.

- Cuando termine contigo, te sientas y terminas. Y pobre de ti que te escuche una queja más . 

Mi brazo izquierdo la sujetó bien por la cadera y la cuchara empezó a picar. Era de un poco más de un palmo de larga, de madera de olivo. Cómo es ligera y manejable, en un primera tanda me puse a cubrir bien toda la piel de las dos nalgas, golpes rápidos y seguidos, hasta dejárselas como una especie de mar a topos rojos. Entonces le di una pausa, jugando con la cuchara en su piel.

- ¿A qué hora das la clase?

- A las 9....

- Pues la vas a dar de pie 

La cuchara volvió a atacar sus nalgas, sólo que ahora apuntando bien a la mitad inferior de las nalgas e insistiendo, para asegurarme que sentarse no iba a ser cómodo a base de insistir en esa zona ya no había una serie de circulitos rojos, toda ella eran un par de grandes círculos rojos en nalga y nalgas que en algún punto cogía un poquito de muslo. 

Me detuve de nuevo y en vez de caricias me incliné para soplar un poquito cerca de sus piel roja y caliente. Hasta que me cansé, entonces le quité el pantalón del pijama y el tanga, que estaban enrollados en sus tobillos y los dejé sobre la mesa.

- Separa las piernas.

Las abrió un poco.

- Más...-le dije cogiendo con mi mano su muslo derecho para ayudarla.

Y entonces volví a coger la cuchara, que es un instrumento que tiene una ventaja, llega a zonas dónde otros no llegan. Con la mano izquierda apoyada al final de su espalda le estiré la piel de la nalga derecha y apunté bien una serie de azotes en la parte baja de las nalgas con la piel estirada, que la hicieron resoplar, después hice lo mismo con la otra nalga. Eso sí haría que sentarse al día siguiente fuera complicado. Pero aún no había acabado, separé su nalga izquierda y apunté bien con la cuchara a esa piel oculta, fina y muy sensible de la cara interna de la nalga, media docena de azotes suficientes para hacer que se retorciera. Un pequeño descanso, la mano en la otra nalga y su ración correspondiente. Y por si acaso un rápida ráfaga final está ya repartida. 

La tuve un momento resoplando en mi regazo aún, hasta que le dije.

- Ahora siéntate y termina.

Se levantó, le puse la silla, se sentó despacio y soplando, yo me fui al sofá y ella se quedó allí terminando de preparar la clase. No la escuché quejarse ni una vez, sólo se movía de vez en cuando para cambiar el peso de estar sentada a un lado y al otro. 

- Pfffff ya estoy.

La miré y le dije.

- Las 11 de la noche del domingo...si es que te merecerias otra ración de cuchara, pero venga va ve a cenar y te espero en la cama.

Yo me fui para la cama y apareció a los 20 minutos, seguía sólo con la camiseta del pijama y nada más y en la mano llevaba el bote de crema.  La miré y sonreí, anda túmbate.

Se tumbó boca abajo y empecé a pasar mis dedos por su culo en seco.

- ¿Pica?

- Quema....odio esa cuchara cualquier día tiene un accidente.

En ese momento un chorro de crema caía en su piel, y un pequeño suspiro salía de su boca. Empecé a extenderla con mucho mimo por lo más visible, pero claro después tuve también que "calmar" el escozor de las partes menos visibles y eso llevo a zonas que si bien no había castigado estaban igual de calientes o más. 

Mis dedos empezaron a jugar entre sus piernas, ella cerró los ojos, abrió las piernas y arqueó la espalda, mis dedos dejaron de investigar y se centraron ahí en jugar en su centro de placer, los suspiros se hicieron gemidos, cada vez más seguidos y audibles, pero entonces me quedé quieto. Le di un besito en cada nalga y le dije.

- Es tarde y mañana lunes, así que a dormir.

Soltó un soplido de resignación pero aún tenía el culo hirviendo cómo para arriesgarse. 

A la mañana siguiente, cuando yo me levanté ya no estaba. A media mañana le puse un mensaje.

- Hola ¿Cómo va la clase?

- Muy bien...

- ¿Te has sentado?

Me puso un montón de emoticonos de vergüenza como respuesta y le contesté.

- Pues hoy cuando llegues a casa me esperas, que haremos revisión de marcas y de braguitas...

sábado, 18 de octubre de 2025

Para que te acuerdes de mí





Estaba metido en la habitación que uso de despacho, con la puerta abierta, cuando la vi salir de baño, sólo cubierta con una toalla. 

- Nena, ven un momento por favor.

Se quedó en el umbral de la puerta, me llegaba ese olor tan especial a gel y cremas. Me miraba con media sonrisa, la miré.

- Entra y cierra la puerta por favor.

Lo hizo, yo estaba sentado tras la mesa, tenía el portátil abierto, me crucé de brazos y la miré. 

- Santi, tendría que ir vistiéndome, he quedado en un rato. 

Miré la pantalla del portátil fugazmanente, aún quedaba un largo rato hasta la hora que me había dicho antes. 


- Está bien, ya hablaremos en otro rato. 

- Gracias.

No dijo nada más y salió cerrando la puerta. Diez minutos más tarde salí yo, para mí sorpresa estaba sentada en el sofá aún con la toalla y jugueteando con el teléfono. Me fui para allá, directo, sin titubeos, le quité el teléfono y la cogí del brazo con fuerza haciendo que se levantase. 

- ¿Que haces? -dijo sorprendida- 

- ¿No tenías tanta prisa? 

- Bueno no viene de 10 minutos!!!

- Llevas toda la tarde buscándome y al final me has encontrado. 

Durante los pocos metros que separan el comedor del dormitorio forcejeamos, ella intentaba liberarse de mi agarre, mientras yo la arrastraba a la fuerza hasta la habitación, cuándo entramos cerré la puerta con el talón, en un gesto más simbólico que otra cosa, me senté en la cama a la vez que estiraba la toalla que le cubría el pecho justo por encima, al abrirse y caer quedó completamente desnuda. Un tirón enérgico y cayó en mi regazo, desnuda en indefensa, empezó a moverse pero pasé mi pierna derecha por encima de las suyas y con mi brazo izquierdo rodeé su cintura, sin decir nada más una lluvia de fuego empezó a caer sobre sus nalgas desnudas, aún las podía notar algo húmedas pero sobre todo suaves e hidratadas. 

Durante un par de minutos mi mano cayó implacable y rápida sobre su culo.  Cuándo paré estábamos los dos jadeantes del esfuerzo, aunque sus músculos ya se habían relajado. 

- He aguantado tus niñerías toda la tarde ¿Pensabas que por salir hoy no iban a tener consecuencias? Vas a pasarte una cena de amigas muy divertida sin saber cómo sentarte cómodamente y te vas a acordar de mí.

Metí mi mano izquierda por debajo de su cadera haciendo fuerza hacía arriba y empecé otra vez a aplicarle el tratamiento para las niñas traviesas, esta vez más metódico y rítmico no cómo antes más caótico y errático. 


- No me has dejado hacer la siesta, has estado picando toda la tarde, si querías "atención" especial, objetivo cumplido. 

Durante unos cinco minutos estuve cocinando a fuego lento su culo, hasta dejarlo en el punto de cocción ideal, rojo uniforme. 

- Levanta. 

Se levantó y nada más hacerlo, llevó las dos manos al culo suspirando. Le di un cachete en el muslo 

- Las manos encima de la cabeza!!!

- Pffff

Una mirada y se cortó el soplido las manos subieron a la cabeza. La miré un momento, no solía castigarla totalmente desnuda, pero aquel día no iba a hacerla vestir para después desnudarla. Tenía los pezones erectos y el pubis hinchado. Me levanté, arranqué las almohadas y las puse en el centro de la cama. 

- Túmbate sobre ellas.

- Santi...se me  va a hacer tarde...

- Quiero ver ese culo bien levantado o te quedas sin ir a cenar. 

Bajó la mirada y se tumbó, las almohadas debajo de sus caderas levantaban aún más de lo ya naturalmente abultadas. Cogí aire profundamente, me desabroché el cinturón, al susurro del cuero al estirar de él para sacarlo, le siguió el campaneo del hierro de la hebilla, lo doblé y el siguiente sonido fue el del cuero impactando rápido y veloz sobre la piel ya caliente y roja. Una docena de azotes con el cinturón. Una leve pausa, le di la vuelta a la cama para ponerme en el otro lado y repetí con otra docena rápidos y seguidos. 

Al terminar volví a ponerme el cinturón.  Pase mis dedos por las franjas de fuego que había dibujado el cinturón en su piel. 

- Levanta.

Cuando se levantó, la cogí le brazo y la puse mirando a la puerta, con la nariz pegada y las manos detrás de la espalda.

Abrí el armario, y puse sobre la cama un vestido, de manga larga por encima de las rodillas. A los pies de la cama unas botas hasta las rodillas de cuero negro, también un sujetador de encaje negro y unas medias autoadhesivas musleras negras. Entonces la llamé.

Se acercó. 

- Vístete y arréglate. Cuando termines te espero en el comedor.

Cuando sentí los pasos de las botas acercarse, levanté la mirada y sonreí. 

- Me gusta, y esta vez sin tener que escuchar "no sé qué ponerme"... acércate.

Se acercó cuando estuvo frente a mis rodillas...

- Date la vuelta

Lo hizo.

- Levántate el vestido y aguántalo.

Lentamente se levantó el vestido hasta la cintura, aún tenía el culo muy rojo y caliente cómo pude comprobar al pasar mis dedos por toda su piel. 

- Date la vuelta 

Lo hizo soltando el vestido. La cogí de la mano y la llevé de nuevo a mi regazo, le levanté el vestido, para descubrir otra vez sus nalgas.

- Tengo que asegurarme que te acuerdes de mí.

La sujeté de la cintura otra vez y le di una dosis de palmadas de recuerdo, para asegurarme que salía de casa con el culo palpitante. Cuando me detuve llevé mis dedos entre sus piernas y empecé a jugar con ellos, no sólo saldría con el culo rojo y palpitante, también con el sexo mojado. Entonces sonó el portero, ya estaban aquí. 

- Diles que ya bajas...que tardas un minuto.

Se levantó corriendo y cogió el telefonillo del interfono.

- Ya estoy, un minuto...y colgó.

Vino a coger el bolso. Le di un beso a la vez que le levantaba el vestido y jugueteaba unos segundos más con mis dedos entre sus piernas. 

- Venga va que te esperan...





sábado, 11 de octubre de 2025

A la cama calentita.

 



Salía de trabajar cuando recibí un mensaje.


- Me voy un rato al gimnasio, necesito desfogar. 

No me extrañó, sabía que estaba en un época de mucha presión y cargas, me fui para casa tranquilo, me di una ducha, me puse cómodo y empecé a preparar algo de cenar. Cómo suponía que había tenido un día difícil, preparé algo más elaborado y así poder pasar página al día. 

Estaba a medio hacer cuando llegó un aún con la ropa del gimnasio, me saludó sin mucho entusiasmo.

- Me voy a dar una ducha.

- Muy bien, yo voy terminando y pongo la mesa. 

No me contestó, estaba en su mundo, yo terminé de hacer la cena, puse la mesa y serví la cena justo cuando ella apareció ya con el pijama y se dejó caer en el sofá suspirando.

- Venga va siéntate en la mesa que se enfría.

- Pffffff no tengo nada de hambre.

- Ya sé que estás agotada, pero no cenar no va a solucionar nada, así que venga va.

- Que no joder!!!! No tengo hambre!!!

- Baja el tono de voz ¿quieres  que te prepare otra cosa?

- Pfffff ¿que parte de no tengo hambre no entiendes?

- Llevas todo el día fuera, has ido al gimnasio a la cama no te vas a ir sin cenar.

- Déjame en paz!!!! No soy una niña!!!!

- Nena...relájate, respira y cuenta hasta diez, yo no tengo la culpa, al revés me he puesto a cocinar con la intención de pasar un rato juntos y olvidar todo.

- Yo no te he pedido que lo hicieras, así que no me hagas sentir culpable.

- Estás siendo injusta y te estás comportando cómo una mocosa malcriada. 

- Que no voy a cenar nada!!!! Nada es nada ¿Lo entiendes? 

- Siéntate en la mesa cómo una persona adulta ahora mismo y no lo voy a repetir. 

Me ignoró totalmente, encima con esa actitud altiva y fría.

- ¿ Te has quedado sorda? 

Otra vez la callada por respuesta y mi paciencia tiene un límite. Me levanté y me fui para ella, la cogí del brazo e hice que se levantase. Nada más ponerse de pie le di un par de azotes, pero fueron sólo el inicio, a la fuerza me senté en el sofá, la tumbé cruzada sobre mi regazo, mi pierna derecha por encima de la suyas para que no escapase.

- Si buscabas esto enhorabuena y si no, otro día calcularás mejor.

Mi mano empezó a caer rítmicamente en sus nalgas, protegidas por el pantalón del pijama, pero caía con ganas, rápida y constante. 

- No te voy a tolerar más esta actitud de niñata caprichosa. 

Seguí durante unos cinco minutos sin pausa. Cuando paré ya no había resistencia.

- Levanta!!!

Nada más levantarse la cogí del brazo y la llevé hasta la esquina. 

- Ahora voy a cenar tranquilo, cuando termine, te sentarás a cenar y cuando vea el plato limpio recogerás y ya te diré que harás después, pon las manos detrás de la espalda.

Suspiró y lo hizo, nada más hacerlo le bajé de un tirón el pantalón del pijama hasta los tobillos. 

- Y no quiero oír ni un soplido, ni una queja ¿Está claro? . 

Me senté en la mesa, la cena estaba medio fría ya, pero cené, siempre con la vista puesta en ella, tenía el culo bastante rojo a pesar de que había recibido toda la azotaina sobre el pantalón del pijama. Cuando terminé un cuarto de hora más tarde, le dije que se sentará a cenar. 

Para mi sorpresa no contestó, ni se quejó, salió del rincón y se sentó a cenar en silencio. Al terminar me dijo.

- ¿Puedo subirme o quitarme el pantalón del pijama? Es muy incómodo recoger así.

- No, otro día te medirás mejor. 

Suspiró y empezó a recoger, y si debía ser incómodo caminar del comedor a la cocina con el pantalón del pijama enrollado en los tobillos. Cuando estuvo se acercó a mí. 

- ¿Estás?

- Si 

- Pues prepárate para ir a la cama que ahora voy. 

Fue al baño y poco después la escuché entrar en la habitación, entonces fui para allí. Estaba sentada en la cama.

- Dame el pantalón del pijama.

Terminó de quitárselo y me lo dio. 

- Ahora mientras voy al baño quiero, que pongas las almohadas  en el centro de la cama, te tumbes boca abajo y presentes bien el culo. Que te aseguro que hoy vas a dormir muy relajada y sin humos. 

Cerré la puerta y me metí en el baño. Al volver a la habitación estaba tumbada boca abajo sobre las almohadas. Puse mi mano izquierda sobre la parte baja de su espalda.

- Levanta bien el culo y separa las piernas.

Le di un par de sonoros cachetes y lo hizo de inmediato, momento en el que empecé a ocuparme metódicamente de sus nalgas desnudas. Alternando mejilla y mejilla.

- Cómo ves lo único que vas a conseguir con esa actitud es irte a la cama "calentita".

Seguí durante unos minutos hasta que su piel empezó a enrojecerse y paré, empecé a acariciariarle las nalgas, calientes y enrojecidas, pero también los muslos y aprovechando que tenía las piernas separadas mis dedos fueron a investigar entre sus piernas....

-  ¿Señorita y este charco? Al final voy a pensar que te gusta, pero ya sabes que les pasa a las niñas traviesas que se mojan cuando las castigan ¿Verdad?

Yo sabía que ese comentario la mortificaba y ni aun enterró más su rostro en las sábanas.

Abrí el armario y cogí uno de mis cinturones, lo doble y lo dejé sobre la piel roja y caliente de su culo, un momento. Lo cogí de nuevo.

- Quiere ver ese culo bien levantado. 

Esperé un momento, arqueó ligeramente la espalda y elevé el cinturón para dejarlo caer seco cruzando su piel, de inmediato se dibujo una franja roja, que cruzaba ambas nalgas. Dejé pasar unos segundos antes del segundo, y el tercero y el cuarto, así hasta la docena. Dejé el cinturón en la mesita de noche, me senté en la cama y empecé a pasar la yema de los dedos rozando los bordes de las franjas del cinturón, al notarlos se relajó y se dejó caer sobre las almohadas...la piel se le erizó de inmediato.

- ¿Más tranquila? ¿Se te ha pasado la pataleta? .

Suspiró profundamente y seguí un rato con las caricias, que se fueron extendiendo a más zonas, hasta que mis dedos visitaron de nuevo el charco caliente que había entre sus piernas y empezaron a sumergirse en el y ya no salieron hasta hacerla gritar de placer. Después y en la misma posición, me tocó a mi, boca abajo, desde atrás con mi cuerpo pegado al calor de su culo travieso...






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