- Cómo que no has escrito el texto?
Le pregunté con cara de asombrado.
- Es que no me ha dado tiempo...
La escena ocurría en el salón, ella acababa de llegar, yo había llegado un rato antes, me había dado tiempo de darme una ducha y ponerme cómodo, y relajado y paciente la había estado esperando en el sofá. Allí estaba cómo tantas otras veces de pie frente a mí, con aquellos vaqueros rotos, que dejaban ver algo de piel.
- No me digas que no has tenido tiempo, has tenido una semana.
- Ya, pero cada vez que me he puesto a hacerlo, ha pasado algo.
- Menuda coincidencia.
- El fin de semana me pongo, te lo prometo.
- No, el plazo terminaba hoy.
Y es que el texto que le estaba pidiendo, formaba parte de un castigo. Tenía que escribir un texto descriptivo sobre las sensaciones del jengibre y leermelo. Había tenido una semana de plazo y no tenerlo listo pasado el plazo, significaba una falta muy grave cómo incumplir un castigo.
- Ayer te pregunté y me dijiste que hoy lo tendrías, que ha pasado?
- Pues...que me ha surgido un imprevisto
- Ir a tomar café o lo que hayas hecho es un imprevisto?
- Pfffff no te enfades, te prometo que mañana lo escribo.
- Yo no me enfado, de hecho me resulta hasta gracioso, tu tendencia a procrastinar, esto viene del fin de semana pasado, si te hubieras puesto el fin de semana, esto no hubiera pasado. Además mucho más fácil porque lo tenías más fresco en la memoria.
- Tal vez si hubieras insistido más
- Nena!!! No eres una niña, creo que ya tienes una edad para no tener que andar encima de ti y sobre todo para aceptar consecuencias.
Ahí empezó a morderse el labio inferior y sonrojarse levemente.
- Tranquila que no voy a calentarte la cabeza con ningún sermón. Sabes perfectamente cuál es la consecuencia de incumplir una tarea asociada a un castigo, o no?
Ahora ya estaba más ruborizada.
- Te he hecho una pregunta
- Si
- Si, qué?
- Se cual es la consecuencia
- Y cual es?
- Pfff...un castigo severo
- Desde luego que esa va a ser la consecuencia, así que vas a preparar todo para tu castigo. Ve a buscar la silla roja, la libreta y el bolígrafo, lo dejas todo en la mesa, cuando termines, tu misma prepara un buen dedo de jengibre y lo dejas en la cocina y cuando lo tengas de camino para en el baño y trae el cepillo, el que más odias. Está claro?
- Y no podemos hablarlo
- No y no tientes a la suerte que todo es susceptible de empeorar.
- Puedo cambiarme de ropa?
- No, se me está acabando la paciencia.
Resopló, pero se dió media vuelta y desapareció por el pasillo, cuando volvió a aparecer llevaba consigo la silla roja, el cuaderno y el bolígrafo que dejó junto a la mesa, sin decir nada se volvió a perder, la escuchaba en la cocina y me la imaginaba pelando un buen trozo de jengibre a sabiendas de dónde acabaría. Finalmente escuché sus pasos acercarse una pequeña pausa y otra vez más cerca en dirección a mí. Entró en el comedor, yo seguía sentado esperando pacientemente, sin mirarme me alargó la mano, y cogí el cepillo, realmente no era un cepillo del pelo, era de cepillar ropa, con forma ovalada y bastante alargado, de buena madera y temido por su efectividad y precisión. Cuando me lo dio, lo dejé en el brazo del sofá. Le indiqué el hueco entre mis piernas, suspiró y se acercó.
- Las manos sobre la cabeza.
Lo hizo acompañado de un suspiro, y nada más hacerlo empecé a desabrocharle los vaqueros rotos.
- Pffff sin calentar ni nada?
- No estás en condiciones de elegir desde el momento que elegiste incumplir un castigo.
Empecé a estirar los vaqueros hacía abajo cómo pude con paciencia a partir de las rodillas fue imposible y simplemente allí se quedaron vueltos como un calcetín. Le levanté la camiseta y de un tirón le bajé el tanga, entre alguna queja.
- Pon el culo sobre mi pierna izquierda
Eso significaba, que si bien el pecho y la cara las podía apoyar en el sofá, los pies permanecían en el suelo. Se colocó, pasé mi pierna derecha por encima de las suyas y mi brazo izquierdo rodeando su cintura, bien sujeta. Entonces empecé a acariciar su piel desnuda, suave y fría, frotamiento que de vez en cuando alternaba con un cachetito.
- Ya sabes que la consecuencia a incumplir un castigo, siempre es en forma de otro castigo más severo y por supuesto no te exime de tener que cumplir el anterior.
En ese momento mi mano empezó a calentar su culo, al empezar directamente desprotegido, empecé despacio y suave, repartiendo bien, pero continuado y aumentando un poco la intensidad cada x tiempo. Poco a poco la piel de las nalgas se le fue sonrosando al ritmo de las palmadas, haciendo que éstas también aumentasen la intensidad, hasta llegar a ese ritmo de castigo, con palmadas constantes y alternas que además suenan tan bien. Y el rosa se fue volviendo rojo. Momento en el que aún la sujeté más fuerte de la cintura, para seguir con un punto más de velocidad, hasta dejárselo bien rojo, unos diez minutos después de haber empezado.
Sin soltarla cogí el cepillo que reposaba en el brazo del sofá.
- Te escurres, levanta bien el culo
Se movió un poco ofreciéndome más sus nalgas sobre mi pierna. Empecé a cepillarle las nalgas, pasando muy suavemente las cerdas del cepillo por su piel roja, caliente y sensible. Hasta que me cansé le di la vuelta al cepillo y empecé a acariciar la con la lisa y dura madera. Hasta que aún la sujeté con más fuerza de la cintura y tirando un poco hacia arriba, empecé a castigarle el culo a base de cepillo. Si me gusta este arma es porque no es necesario aplicar apenas fuerza, sólo por insistencia es muy efectivo y preciso, te permite acertar siempre dónde quieres dar y mi objetivo era la mitad inferior de las nalgas. No tardé mucho tiempo en dibujarle dos círculos en cada cachete visiblemente más rojos que el fondo. Hice una pequeña pausa antes de seguir, dibujando el contorno de los dos círculos con la yema de mi dedo y así darle un respiro. Cuando me puse otra vez aumenté un poco la fuerza y la velocidad, pero muy poco, cada golpe el círculo se volvía un instante blanco, para al momento coger aún más color y ya no me detuve hasta que los dos círculos estaban más cerca del morado que del rojo y ella empezaba a dar síntomas de estar en el límite.
Dejé el cepillo otra vez en el brazo del sofá, lo que significaba, que podía volver a usarlo si era necesario. Durante un rato dejé que recuperase el aliento, sobre mi pierna, pero a la vez sin tocarla , ni acariciarla, para que sintiera bien el fuego que había provocado con su actitud en su culo. Pasado un rato la acaricié muy suavemente, hasta que le dije.
- Ahora te levantarás, te sentarás en la silla y no te levantarás hasta que tenga el texto escrito y a punto de leer. Esta claro?
Su respuesta fue un resoplido, levantándose y caminando hasta la silla, sentarse fue una odisea, que le llevó un rato, saber cómo ponerse de forma más cómoda, hasta que empezó a escribir.
Un rato después, se giró hacía mi y me dijo.
- Ya estoy
- Bien traeme el cuaderno.
Se levantó suspirando de alivio y me acercó el cuaderno, se lo cogí sin leer nada y le dije.
- Vete a buscar el jengibre
- Pffffff
De inmediato sonó un cachete atronador en su culo.
- Ya está bien de soplidos!!!!
Y empezó a caminar a la vez que se frotaba donde había impactado mi mano.
De vuelta llevaba consigo un pequeño cuenco que me entregó, en el había un dedo de jengibre pelado. Lo puse también en el brazo del sofá.
- Date la vuelta.
Lo hizo de pie frente a mí, pasé los dedos por lo que ya empezaban a verse cómo marcas, estuve así un instante.
- Agárrate los cachetes.
Otro suspiró, cogí el jengibre y le dije.
- Separa
Tímidamente separó un poco las nalgas.
- Cojo el cepillo otra vez?
Cogió aire profundamente y me expuso todo separándose las nalgas.
- Así me gusta
Empecé a jugar con la bala de jengibre alrededor de su más oculto agujero, cómo si fuera un pintalabios ardiente. Hasta que me incorporé un poco, puse mi mano izquierda en su pubis y empecé a presionar el jengibre en su agujero, haciendo pequeños movimientos giratorios a lado y lado haciendo que entrara despacio, hasta meter tres cuartas partes del dedo de jengibre.
- Las manos en la cabeza, no te muevas hasta que te diga y si se cae, volverás a probar el cepillo.
Así de pie, frente a mí, con el culo rojo y marcado y el jengibre dentro la tuve un cuarto de hora.
Entonces la mandé de nuevo a poner las manos sobre la cabeza, le saqué el jengibre, lo dejé en el cuenco, cogí la libreta, la hice ponerse de nuevo de frente, se la di y le hice leer el texto en voz alta. Cuando terminó, le pedí la libreta de nuevo, me levanté y le dije.
- Ponte sobre el brazo del sofá
Lo hizo, aunque era amenazante la petición. Yo recogí todo, silla, jengibre, cepillo.
Cuando volví allí me esperaba sobre el brazo del sofá, con el culo marcado y ardiente por fuera y por dentro, sin saber si aún iba a quemar más.
Por eso cuando sintió el aceite resbalar por su piel ardiendo, suspiró aliviada y más aún cuando mis dedos empezaron a extenderlo suavemente por toda esa piel castigada. Después de un rato de masajito algo de alivio transmitía, pero aún faltaba algo por refrescar, me agaché separé sus piernas y luego con mis manos, las nalgas y empecé a pasar mi lengua alrededor de la piel rugosa de su culo, fue instantáneo, notar mi lengua ahí y erizarsele toda la piel alrededor, seguí un rato, con el juego, muy excitante pero no finalista, de vez en cuando hacía una pequeña incursión en su coño, para beber un poco, porque se podía beber, pero enseguida volvía a su culo, con mi lengua podía calmarle el efecto externo del jengibre, pero me faltaba el interno y ese sólo había una forma de calmarlo, lubricado, relajado y en la posición ideal, no me costó mucho, entrar en el con mi polla y follarle el culo hasta correrme.

Un texto que desde principio a fin me provocó emociones, me imagino que soy yo quien está ahí con su Santy.
ResponderEliminarVerdaderamente maravilloso, excitante, mágico.
Mi escena ideal