Estaba metido en la habitación que uso de despacho, con la puerta abierta, cuando la vi salir de baño, sólo cubierta con una toalla.
- Nena, ven un momento por favor.
Se quedó en el umbral de la puerta, me llegaba ese olor tan especial a gel y cremas. Me miraba con media sonrisa, la miré.
- Entra y cierra la puerta por favor.
Lo hizo, yo estaba sentado tras la mesa, tenía el portátil abierto, me crucé de brazos y la miré.
- Santi, tendría que ir vistiéndome, he quedado en un rato.
Miré la pantalla del portátil fugazmanente, aún quedaba un largo rato hasta la hora que me había dicho antes.
- Está bien, ya hablaremos en otro rato.
- Gracias.
No dijo nada más y salió cerrando la puerta. Diez minutos más tarde salí yo, para mí sorpresa estaba sentada en el sofá aún con la toalla y jugueteando con el teléfono. Me fui para allá, directo, sin titubeos, le quité el teléfono y la cogí del brazo con fuerza haciendo que se levantase.
- ¿Que haces? -dijo sorprendida-
- ¿No tenías tanta prisa?
- Bueno no viene de 10 minutos!!!
- Llevas toda la tarde buscándome y al final me has encontrado.
Durante los pocos metros que separan el comedor del dormitorio forcejeamos, ella intentaba liberarse de mi agarre, mientras yo la arrastraba a la fuerza hasta la habitación, cuándo entramos cerré la puerta con el talón, en un gesto más simbólico que otra cosa, me senté en la cama a la vez que estiraba la toalla que le cubría el pecho justo por encima, al abrirse y caer quedó completamente desnuda. Un tirón enérgico y cayó en mi regazo, desnuda en indefensa, empezó a moverse pero pasé mi pierna derecha por encima de las suyas y con mi brazo izquierdo rodeé su cintura, sin decir nada más una lluvia de fuego empezó a caer sobre sus nalgas desnudas, aún las podía notar algo húmedas pero sobre todo suaves e hidratadas.
Durante un par de minutos mi mano cayó implacable y rápida sobre su culo. Cuándo paré estábamos los dos jadeantes del esfuerzo, aunque sus músculos ya se habían relajado.
- He aguantado tus niñerías toda la tarde ¿Pensabas que por salir hoy no iban a tener consecuencias? Vas a pasarte una cena de amigas muy divertida sin saber cómo sentarte cómodamente y te vas a acordar de mí.
Metí mi mano izquierda por debajo de su cadera haciendo fuerza hacía arriba y empecé otra vez a aplicarle el tratamiento para las niñas traviesas, esta vez más metódico y rítmico no cómo antes más caótico y errático.
- No me has dejado hacer la siesta, has estado picando toda la tarde, si querías "atención" especial, objetivo cumplido.
Durante unos cinco minutos estuve cocinando a fuego lento su culo, hasta dejarlo en el punto de cocción ideal, rojo uniforme.
- Levanta.
Se levantó y nada más hacerlo, llevó las dos manos al culo suspirando. Le di un cachete en el muslo
- Las manos encima de la cabeza!!!
- Pffff
Una mirada y se cortó el soplido las manos subieron a la cabeza. La miré un momento, no solía castigarla totalmente desnuda, pero aquel día no iba a hacerla vestir para después desnudarla. Tenía los pezones erectos y el pubis hinchado. Me levanté, arranqué las almohadas y las puse en el centro de la cama.
- Túmbate sobre ellas.
- Santi...se me va a hacer tarde...
- Quiero ver ese culo bien levantado o te quedas sin ir a cenar.
Bajó la mirada y se tumbó, las almohadas debajo de sus caderas levantaban aún más de lo ya naturalmente abultadas. Cogí aire profundamente, me desabroché el cinturón, al susurro del cuero al estirar de él para sacarlo, le siguió el campaneo del hierro de la hebilla, lo doblé y el siguiente sonido fue el del cuero impactando rápido y veloz sobre la piel ya caliente y roja. Una docena de azotes con el cinturón. Una leve pausa, le di la vuelta a la cama para ponerme en el otro lado y repetí con otra docena rápidos y seguidos.
Al terminar volví a ponerme el cinturón. Pase mis dedos por las franjas de fuego que había dibujado el cinturón en su piel.
- Levanta.
Cuando se levantó, la cogí le brazo y la puse mirando a la puerta, con la nariz pegada y las manos detrás de la espalda.
Abrí el armario, y puse sobre la cama un vestido, de manga larga por encima de las rodillas. A los pies de la cama unas botas hasta las rodillas de cuero negro, también un sujetador de encaje negro y unas medias autoadhesivas musleras negras. Entonces la llamé.
Se acercó.
- Vístete y arréglate. Cuando termines te espero en el comedor.
Cuando sentí los pasos de las botas acercarse, levanté la mirada y sonreí.
- Me gusta, y esta vez sin tener que escuchar "no sé qué ponerme"... acércate.
Se acercó cuando estuvo frente a mis rodillas...
- Date la vuelta
Lo hizo.
- Levántate el vestido y aguántalo.
Lentamente se levantó el vestido hasta la cintura, aún tenía el culo muy rojo y caliente cómo pude comprobar al pasar mis dedos por toda su piel.
- Date la vuelta
Lo hizo soltando el vestido. La cogí de la mano y la llevé de nuevo a mi regazo, le levanté el vestido, para descubrir otra vez sus nalgas.
- Tengo que asegurarme que te acuerdes de mí.
La sujeté de la cintura otra vez y le di una dosis de palmadas de recuerdo, para asegurarme que salía de casa con el culo palpitante. Cuando me detuve llevé mis dedos entre sus piernas y empecé a jugar con ellos, no sólo saldría con el culo rojo y palpitante, también con el sexo mojado. Entonces sonó el portero, ya estaban aquí.
- Diles que ya bajas...que tardas un minuto.
Se levantó corriendo y cogió el telefonillo del interfono.
- Ya estoy, un minuto...y colgó.
Vino a coger el bolso. Le di un beso a la vez que le levantaba el vestido y jugueteaba unos segundos más con mis dedos entre sus piernas.
- Venga va que te esperan...
Exquisito!!! Simplemente Exquisito.
ResponderEliminarYa extrañaba despertar los sábados con tan fascinante lectura.
Deliciosa historia, un tratamiento eficaz para chicas feas que carecen de atención ;-)
ResponderEliminarMe encanta…