Ella sabía cuando le llegó la propuesta que iba a ser duro, pero ese sentimiento de "responsabilidad" tan interiorizado desde pequeña le hacía imposible decir que no. Tenia que preparar una asignatura completa en poco tiempo y no iba a ser fácil.
Me lo comentó y cómo siempre, la apoyé en su decisión, pero me temía que eso iba a traer "problemas" aquel semestre.
Llevaba ya varias semanas. Eran muchas horas, más de quince por clase, y empezaba a pasarle factura ...
Estaba cansada, a ratos se arrepentía de haber aceptado y tendía a pagarlo conmigo. Hubo alguna que otra advertencia, pero nada serio hasta el momento.
Quise sorprenderla y sacarla de la rutina, así que organicé una noche de descanso. Eran fiestas en el pueblo y habría feria.
La avisé con tiempo para que se organizara y el sábado por la mañana se nos fuimos para allá.
Tuvo que llevarse el portátil porque no le dió tiempo, pero esa noche se la tomó libre.
Ya la tarde fue convulsa. Le costó ponerse a trabajar, internet iba lento y su paciencia estaba ya al límite. Tuve que intervenir en un par de ocasiones, incluso la amenazó con dejarla castigada en casa si seguía por esa línea pero al final todo transcurrió normal. Hasta que le dije, que lo dejara y nos preparamos para ir a la feria.
Nos pusimos, ropa cómoda, vaqueros, deportivas y nos fuimos.
Llegamos y era la típica feria de pueblo, con sus paradas de tiro, atracciones y demás, empezamos a pasear, aunque era ya Octubre no hacía nada de frío, ni tan siquiera fresco.
- Hala!!! Algodón de azúcar!!! Cuanto tiempo!!! Quiero uno!!!
- Nena son casi las 9, no sería mejor para después de cenar.
- Noooo!!!
Y se fue disparada para la parada, yo la miraba desde lejos y me hacía gracia, además pensaba que al menos, estaba distrayendo la cabeza. Se acercó con el algodón de azúcar...
- Que dulce!!!! ¿Quieres?
- No gracias y claro que es dulce, es algodón de azúcar.
- Pues no lo recordaba así...
- Venga va, vamos a dar un vuelta.
Estuvimos media hora, paseando por la feria y yo empezaba a tener hambre, conocía una terraza cerca, donde se comía muy bien y le dije de ir.
Nos sentamos en una mesa y nos dieron la carta, decidimos que cenar y al final, pedimos unas raciones variadas, para picotear. Nos sirvieron y empecé a cenar, y digo empecé, porque ella sólo movía el plato con el tenedor y hablaba.
- ¿No vas a cenar?
- Si algo picaré, pero no tengo mucha hambre.
- Ya te dije que esperaras al algodón de azúcar.
Entonces hizo algo que no esparaba, levantando la voz, dijo.
- Claro tú siempre lo sabes todo!!! El señor perfecto.
La miré serio y con calma sin levantar una octava, la voz le dije.
- Nena...baja la voz y el tono, que sabes que tengo razón.
- ¿Lo ves? Siempre con es tonito de superioridad, de sabelotodo
Se cruzó de brazos, mirando en otra dirección y desde alguna mesa ya nos miraban.
- ¿Entonces no vas a cenar?
- Te he dicho que no!!!!
Dijo aún levantando más la voz. Ya no dije nada más, terminé de cenar, ignorándola, escuchando de vez en cuando algún suspiro. Cuando terminé, sin decir nada me levanté a pagar y salí.
- ¿Vamos?
Se levantó y la cogí de la mano, caminamos otra vez por la feria, pero en un momento determinado salí de ella.
- ¿Dónde vamos?
- Al coche
- ¿ Y eso? A mi me apetece quedarme un rato más.
Miré alrededor para asegurarme que nadie nos podía ver y le di un par de azotes fuertes.
- Pues haberte portado bien y no cómo una niña caprichosa de 6 años.
La cogí aún más fuerte y empecé a caminar rápido, al llegar al coche, me dijo
- Llevo un mes sin parar. Sin descansar ni los fines de semana. Quería darme el gusto. Es eso un delito?? - seguía con un tono elevado.
- Sube al coche y vete preparando cuando lleguemos a casa.
Nos montamos en el coche y dirección a casa. El trayecto hasta la casa del pueblo duraba 10 minutos, en silencio. Entramos en la casa y nada entrar, me dijo.
- ¿Estás enfadado? Lo siento, no debería haberte hablado así, pero llevo mucha tensión encima y...
La cogí del brazo y la llevé a la habitación, sin decir nada. Allí la solté y fui a su maleta, saque aquel camisón rosa y le dije.
- Levanta los brazos.
Me miró extrañada.
- ¿A qué esperas?
Lo hizo y le quite la camiseta.
- Te portas cómo una niña, pues así te voy a tratar.
Le quité el sujetador, luego me senté en la cama y le quité las deportivas y los calcetines, y entonces le desabroché los vaqueros y se los bajé, quitándoselos también, supongo que estaba tan sorprendida, que no dijo nada y se dejó hacer, entonces la miré, fui a la maleta cogí unas braguitas más infantiles, que las braguitas de encaje negro que llevaba. Le quité las braguitas y le puse las que había cogido y después el camisón. Cómo a una niña pequeña, la vestí y la desvestí. Al terminar le dije.
- Ahora ve al baño, te lavas los dientes y te espero en el comedor.
Me fui y me senté a esperar en el sofá. Cinco minutos más tarde apareció, con la mirada baja y el rostro enrojecido.
- Ven aquí le dije, señalando mis rodillas.
Se acercó, la miré.
- Bueno, aquí tenemos a una adulta, que se porta como una niña caprichosa y ya sabes que pienso, de esa actitud y cómo corregirla ¿verdad?
- Santi, ya te he pedido perdón y te he explicado los motivos, ha sido un momento, producto de la presión.
- Vaya, ahora hablas cómo una adulta, ahora que le ves las orejas al lobo...pero ahora es tarde y no me vale. No te voy a permitir que me levantes la voz en público, eso para empezar, tampoco que te portes cómo un cría caprichosa e insolente y no, la excusa de la tensión no me sirve. Bájate las braguitas.
Resopló, pero metió las manos bajo el camisón y se bajó las braguitas, que cayeron solas hasta los tobillos.
- Levántate el camisón
Volvió a suspirar y se levantó el camisón, justo, para que no se viera nada.
Le di un cachete en el muslo fuerte.
- Por encima de la cintura!!!!
Lo hizo, ahora sí con su rostro encendido.
- Mira a que lleva tu comportamiento, a no tener derechos, aquí estás con las braguitas en los tobillos y sin intimidad, sabiendo que te voy a poner el culo cómo un tomate. Ahora camina al rincón, con el camisón levantadito y sin perder las braguitas.
Esperé a verla cara a la pared y me fui a cambiarme yo. De regreso la fui a buscar del rincón, la cogí de la oreja y al llevé hasta el sofá, me senté.
- ¿Ya sabes lo que va a pasar ahora?
- Que me vas a castigar.
- A castigar ¿cómo?
- Cómo a una niña caprichosa e impertinente.
- ¿Y cómo se castiga a las niñas con esa actitud?
Aún se puso más roja.
- Con unos azotes...
- Unos azotes ¿dónde?
- En el culo...-dijo con voz aniñada -
- Muy bien, pues ya sabes, preséntate bien en mis rodillas, para tu corrección.
Suspiró y se colocó sobre mis rodillas.
Nada más ponerse le di, unas palmaditas, en el culo suaves, mientras le decía.
- Te voy a dar un consejo adulto, aprende a decir que no.
Ya no dije nada más, empecé a zurrarle el culo a mano, de forma progresiva y a ritmo constante de 3 o 4 palmadas seguidas alternas en cada nalga, poco a poco aumenté velocidad y fuerza, su culo se fue sonrosando y cogiendo color, hasta dejárselo de un rojo pálido.
- Ahora señorita, te vas a ir a la habitación, sacas la zapatilla de los castigos del armario, la dejas sobre la cama y me esperas en el rincón.
Le di media docena más de azotes y le dije.
- Vamos.
La zapatilla, era lo que usaba para este tipo de comportamientos infantiles y conocía perfectamente sus efectos.
Cinco minutos más tarde, entré en la habitación.
- Ven aquí
Salió del rincón y se acercó. Le hice darme la zapatilla y le dije.
- Túmbate boca arriba y levanta las piernas
- Santi...me da mucha vergüenza.
La cogí del brazo le di la vuelta y se llevó tres zapatillazos fuertes.
- ¿Lo tengo que repetir?
No hizo falta. Se tumbó boca arriba, levantó las piernas, la cogí de los tobillos, en esa postura todo estaba a la vista y su sexo estaba muy hinchado y la rajita brillante de humedad. Pero tenía algo que hacer antes y empecé a zurrarle el culo con la zapatilla, mientras le decía.
- Cómo te portas cómo una niña caprichosa, además de dormir calentita hoy, vas a estar una semana castigada y siendo tratada cómo una niña, por las mañanas, te vestiré, cuando vuelvas a casa, te ducharé y te pondré el pijama y por supuesto, cuando termines de trabajar, nada de tele, ni ordenador, ni teléfono y a las 10 y media a la cama.
Terminé de ponerle el culo bien rojo y caliente a zapatillazos. Entonces sin soltarle los tobillos, dejé la zapatilla y me fijé en su sexo, aún estaba más hinchado y mojado, tanto que le metí un par de dedos.
- Vaya, vaya ¿así te pone que te trate como a una niña y te ponga el culo ardiendo?
Cerro los ojos y mis dedos empezaron a entrar y salir, cada vez más rápido, a la vez que su respiración era también más rápida y empezaba a jadear, iba a parar, pero no me dio tiempo, se corrió entre jadeos...
Un rato después, ella estaba solo con el camisón boca abajo, las almohadas le levantaban el culo castigado y bien rojo y yo le estaba haciendo un masaje el culo con mucha crema hidratante. Pero yo también me había excitado mucho y aquella posición era ideal, para desahogarme y eso hice, follarmela desde atrás, chocando contra su culo rojo y caliente.
Ufff, qué historia y final!! Un Santi en la vida de todos!!
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