El silencio era absoluto y la paz también, salía de la habitación de cambiarme y entraba en el comedor, para sentarme en el sofá, ella estaba sentada en la mesa escribiendo, en silencio.
Me senté o más bien me dejé caer por fin, tan solo el ruido de tráfico de la calle de fondo. Sabía que no iba a durar mucho, la escuché resoplar una vez, dos, a la tercera el soplido se acompañó de unas palabras.
- Al menos podrías decirme cuántas tengo que copiar.
- Sigue copiando, hasta que te duelan los tendones de la mano.
- Pfffffff
- Y vale ya de resoplar!!!!
- Es que me parece injusto.
- ¿En serio? ¿Sabes que me parece injusto a mi? Llegar a casa y tener que aguantar impertinecias e insolencias de quinceañera malcriada. Que siempre estamos igual, se te va la fuerza por la boca. Pero y aprenderás autocontrol, por la buenas o por las malas, sigue copiando.
Se volvió a hacer la paz momentáneamente, y es que nada más llegar a casa hubo tormenta, una simple y educada sugerencia terminó en una serie de groserías subidas de tono, que no venían al cuento y tuve que "relajarla", unos azotes de pie sujeta del brazo y a copiar líneas, sentada en el taburete duro. Pero me temía que sólo funcionaria un rato y pronto empezaba a dar síntomas.
- Valeeee...lo siento, siento haberme puesto así, es que estoy nerviosa.
- Pues hacer algo rutinario, silencioso y pesado cómo copiar te va genial para relajarte. Sigue copiando.
Para mí sorpresa su reacción a mis palabras fue tirar el bolígrafo enfadada y cruzarse de brazos.
- Recoge el bolígrafo ahora mismo.
- No...
Me levanté cómo un rayo, cuando me vio ir hizo la intención de levantarse, pero no le dio tiempo, cuando quiso darse cuenta mis dedos le pinzaban la oreja y de la oreja la llevé a donde había caído el bolígrafo.
- Recógelo
- Si no me sueltas, no puedo!!!
Sonaron un par de azotes y de inmediato se agachó a recogerlo.
- Has visto cómo puedes? Ahora lo vas a dejar en la mesa correctamente que luego ya volverás a copiar relajada del todo.
Sin soltarla en ningún momento dejó el bolígrafo en la mesa y de la oreja la llevé hasta el sofá, allí la solté.
- Pon las manos sobre la cabeza.
Suspiró, pero lo hizo. Sin más cuentos de un tirón le bajé el pantalón del pijama, no tuve que bajarle nada más, sabía que no llevaría nada debajo. Allí la tuve un rato de pie frente a mí con el pantalón del pijama en los tobillos, quieta, en silencio y expuesta a la espera. Hasta que de repente a mis rodillas, pierna por encima de la suya y manos sujetas a la espalda.
- Ahora te lo voy a poner rojo como un tomate maduro y caliente como una sartén al fuego, a ver si esto te relaja.
Ya no dije nada más, dejé que hablara mi mano derecha directamente con su culo desnudo, cocinandolo a fuego lento y constante, primero Rosarito y después subiendo un poco el fuego para que se hiciera bien hasta dejárselo rojo vivo. Cuando paré, le di un par de palmaditas.
- Ya puedes sentarte y seguir copiando.
Se levantó sin mirarme se dio la vuelta, fue hasta la mesa, se sentó poniendo una leve mueca y empezó a copiar. Otra vez se hizo la calma, incluso demasiado, levanté la vista un par de veces y estaba con la mirada perdida y sin copiar. No le dije nada, me levanté y fui para la cocina, cuando entré de nuevo, seguía igual o más bien peor de brazos cruzados. Me fui para ella la cogí del brazo y la levanté conmigo venía en mi mano izquierda la cuchara de madera para cocinar culos traviesos e iniciamos un extraño baile, ella dando vueltas alrededor mío, mientras trataba de evitar los azotes.
- Está claro que hoy no te vas a quedar a gusto hasta que te marque el culo.
Cuando me cansé del baile, la llevé a la fuerza hasta el sofá, me senté y a mis rodillas, dejé la cuchara en la grieta entre sus nalgas un momento, mientras volvía a pasar mi pierna por encima de las suyas. Cogí la cuchara le di una rápida y larga ráfaga de azotes bien repartidos.
- ¿No quieres escribir más líneas? Bien, pues voy a escribir yo en tu culo con la cuchara.
Retomé la azotaina apuntado bien ahí donde se unen el muslo con las nalgas y ligeramente más arriba. Empezó a moverse.
- ¿Pica?
No me contestó sólo un soplido.
- Pues te aseguro que va a picar mucho más.
Tras un buen rato ocupándome de la zona dulce de su culo, hasta dejársela llena de circulitos bien rojos, le agarré una mejilla y la separé dándole unos cuantos en la cara interna de piel fina y dolorosa, luego hice lo mismo con la otra mejilla y terminé con una nueva tanda en la unión de muslo y nalgas.
- Vete un ratito a mirar la pared mientras se te enfría.
Se levantó, caminó hasta la pared y allí se quedó, con las manos sobre la cabeza. Me levanté y fui a dejar la cuchara, de vuelta me senté. Y entonces le dije.
- Da un paso atrás y pon las manos detrás de la espalda.
Lo hizo ya sin soplidos.
- Inclínate quiero ver la punta de la nariz tocando la pared.
Ahí ya tardó más, pero imagino que el ardor del culo, le hizo pensar que no era buena idea resistirse.
- Las manos al culo y lo mantienes separado
Esperé un poco que asimilase, lentamente vi descender las manos agarrar las nalgas y separarlas.
Esperé un par de minutos. Tenía que hacer que sintiera la abrumadora vergüenza de semejante exposición.
- ¿ Cuál crees que es el motivo de hacerte estar así?
No respondió, sólo un suspiro profundo.
- Seguro que piensas que es una forma de hacerte sentir vergüenza, expuesta y rendida y parte de razón llevas, pero el motivo principal es otro. Me levanté y me acerqué por detrás, mi mano se fue a su coño bien visible, le di unas palmaditas desde atrás y empecé a frotárselo.
- El motivo principal es este, que seas consciente de cómo te pones cuando te castigo. Que aquí estás con el culo rojo, pero goteando y ofreciéndome todo. Metí la mano en el bolsillo y saqué el pequeño plug de acero estriado, que empecé a pasar por su raja mojándolo de su lubricación, hasta que lo llevé a su destino, apreté despacio y desapareció en su culo, le quité las manos de las nalgas y las apoyé en la pared. Empecé a jugar con mis dedos en su coño, cada vez de forma más intensa y lasciva, empezó a dejarse llevar y gemir, entonces paré de repente.
- No creo que tu comportamiento y actitud hasta ahora merezcan de momento un premio adulto, tienes unas líneas esperando.
Suspiró, pero resignada se sentó y por un rato volvió a ser todo una balsa de aceite.
Desde luego que es efectivo este castigo!! Aunque copias debo reconocer que es algo aburrido.
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