miércoles, 14 de agosto de 2024

Enough is enough (por E.)

 



Era sábado por la mañana y ya estaba sobre sus rodillas con el culo rojo y lloriqueando.


Llevaba toda la semana cansada. Tenían una compañera de baja y la sobrecarga de trabajo era notable. La guardia del miércoles habia sido muy mala y el cansancio empezaba a hacer estragos.


Durante esos días estuvo irritable, contestona y desafiante. Era su forma de liberar el estrés, pero todo tenía un límite.

Él capeó como pudo el temporal, con varias advertencias serias de por medio, pero, como dicen los ingleses "enough is enough".


Esa noche durmió muy mal. Se despertó varias veces, se levantó al baño, se puso con el móvil...no descansó lo que quería. A las ocho y media decidió levantarse. Él seguía dormido plácidamente. 

Se fue a la cocina y preparó café. Estaba irritable, se lo notaba. No tuvo ningún cuidado en no hacer ruido, es más, en su interior deseaba despertarle. No era un sentimiento bonito, era más bien infantil y caprichoso, pero era lo que sentía...


Empezó a mover cacharros, a entrar y salir de la habitación sin cuidado hasta que obviamente él se despertó. 

Tampoco había tenido buena semana. El bochorno ya era agobiante y estaba cansado. Se habría quedado más tiempo durmiendo, pero parece que los planes eran otros.


- Joder nena, no podías ser más silenciosa? Me has despertado!

- Vaya con el señorito! Son ya casi las nueve. Si quieres silencio absoluto vete a un monasterio!

- Así estamos ya por la mañana? Me da a mí que se va a hacer largo el fin de semana...


No dijo más y se fue al baño a lavarse la cara. 

Al minuto empezó a oír golpes en la cocina. Se acercó y la vio golpeando la cafetera.


- Para! La vas a romper! Qué te pasa??

- Pasa que no funciona! No tiene ni seis meses y ya está dando problemas!

- Déjame a mí. - la apartó y se puso a mirar.


El problema no era más que que no tenía agua .


- No tiene agua. Eso es todo. Puedes tranquilizarte por favor?


No dijo nada, pero le lanzó una mirada asesina. 


Se pusieron los cafés y ella se hizo una tostada. 

Empezaron a desayunar en silencio. Ella todavía mosqueada. 

Él decidió ir al grano.


- Nena, qué te pasa? Por qué te has levantado de mal humor? - intentó ser suave.

- Dejame Santi!

- Así vamos a estar todo el fin de semana? Porque si es así me busco un plan y me largo!

- Haz lo que te dé la gana.


Se terminó el café y decidió irse a la compra. Un poco de distancia les iría bien.


- Me voy al súper.

- Adiós.


Ella se quedó remoloneando. Estaba cansada, había dormido mal y se notaba nerviosa. En el fondo sabia que él no tenía la culpa, pero le costaba controlarse. Necesitaba que la frenara e, inconscientemente le estaba buscando.


Volvió del supermercado una hora después cargado con varias bolsas.  Hacía calor y eran solo las diez y media.


- Qué calor hace! Ayúdame a guardar esto anda.


Ella se acercó y empezó a colocar las cosas. Todo más o menos normal hasta que vio el suavizante.


- Y esto??

- Suavizante. No me dijiste que se había acabado?

- Sí, pero no es este.

- No sé Nena, nunca me aclaro con estas cosas. Por eso es mejor que lo cojas tú.

- Claro! Es muy difícil acordarse de una marca. A que la de cervezas no se te olvida?? - empezaba a sonar demasiado impertinente.


Se paró, la miró a los ojos y serio pero tranquilo le dijo:


- Ya vale, eh? Se acabó la tontería. Baja el tono y relájate. 

- Que baje el tono? Te equivocas tú y la que tiene que bajar el tono soy yo?

- Llevas toda la semana inquieta y de mal humor. Entiendo que estás cansada, pero yo también lo estoy. Vamos a tener la fiesta en paz.

- No me da la gana! - sonó enfadada y caprichosa.

- Qué has dicho?

- Éste es una porquería!

- Nena...ya! - a él ya le picaba la mano.

- Ve al súper y lo cambias.

- No voy a ir a ninguna parte. 

- Pues yo con esto no lavo! 

- Suficiente! 


La cogió de la muñeca y tirando de ella la llevó hasta el salón.


- Nos hemos levantado con el pie cruzado, no? Pues no te preocupes que enseguida lo arreglo.  De cara a la pared ya!

- No!


La llevó hasta el rincón, la colocó a la fuerza y tras media docena de azotes la soltó.


- No quiero oír ni una mosca. Voy a colocar la compra y ahora vengo. Y vete preparando. Las niñerías en esta casa se han acabado!.


Obedeció por primera vez. Por dentro sentía demasiadas cosas. Estaba rabiosa, enfadada, cansada y a la vez ese golpe de autoridad empezaba a calmarla. 

En días así en los que perdía un poco el control que él tomara las riendas era su mejor medicina.


Tardó unos cinco minutos. Le oía colocar las cosas. Mientras ella le esperaba en silencio.

Le oyó entrar al salón 


- Te parece normal este comportamiento? Con tu edad y teniendo rabieta como una cría de siete años? - ahora el que sonaba "enfadado" era él.


Se acercó hasta el rincón donde estaba ella. 


- Sabes cómo se calman las rabietas en casa, verdad?


Ella bajó la cabeza un poco avergonzada.


- Contéstame.

- Sí...

- Cómo? 

- Con unos azotes...

- Eso es. Poniéndote el culo rojo con unos buenos azotes hasta que te tranquilices. Eso necesitas. 


La cogió de la mano y la llevó con él hasta el sofá. Se sentó y la puso entre sus rodillas aún de pie. 


- Ahora te vas a bajar el pantalón y las braguitas y tú misma me vas a pedir que te castigue por portarte mal.


Cuando le oyó notó de inmediato el calor en su cara. Sentía mucha vergüenza.


- Santi...

- No me hagas contar hasta tres. Vamos, se buena y obedece.


Tímidamente empezó a bajarse el pantalón. Se quedó parada después.


- Las braguitas.No me hagas esperar.


Tiró de los extremos hacia abajo intentando juntar sus piernas para cubrir su intimidad.


- No, no! Qué te vea bien. El derecho a la intimidad la perdiste cuando decidiste portarte como una niña pequeña.

Y ahora te quiero oir bien clarito.


- No puedo...- sonaba muy vergonzosa. Toda la fuerza que derrochaba en la cocina se había esfumado.


- Claro que puedes. Te da vergüenza? Haberlo pensado antes.. Como me lo hagas repetir volveremos a hacer lo mismo esta noche. Tú eliges.


Tragó saliva y cerrando los ojos le dijo 


- Me he ganado un castigo por portarme mal. - lo dijo muy bajito y con mucho esfuerzo.

- Y qué has hecho? - sabía llevarla al límite. Estaba seguro de que si comprobaba su estado en ese momento la encontraría empapada.

- He sido grosera e impertinente...

- Y qué les pasa a las niñas groseras e impertinentes?

- Que les ponen el culo rojo...

- Eso es. Les ponen el culo rojo para que aprendan bien la lección. Ven aquí.


La colocó sobre su pierna izquierda y echada sobre el sofá. Desde ahí confirmó su teoría. Sus labios estaban hinchados y brillantes. 


Empezó con los azotes. Uno tras otro iban cambiando el color de su piel. Ella se iba relajando. Era lo que necesitaba aunque le diera vergüenza reconocerlo.

Picaban y dolían pero a la vez le iban generando una calma interna muy necesaria.

Estuvieron así cerca de diez minutos. Callados. Solo se oía el sonido de la palma sobre su culo. 

Su piel estaba ya muy roja y empezaba a moverse un poco. Decidió darse un descanso.


Paró sin tocarla. La tenía cogida por la cintura con su mano izquierda. Su derecha está a apoyada en el sofá.


- Llevas toda la semana pidiendo esto a gritos.


Ella se mantuvo en silencio.


- El estrés te pasa factura y no sabes gestionarlo. 

- Lo siento Santi...- sonó sincera.

- Con sentirlo a veces no es suficiente. Tienes que aprender a controlarte o si no ya sabes cómo acabas.


Ella apretó un cojín entre sus manos sin decir nada. Cuando la regañaba la hacia sentirse una cría. Esa sensación le avergonzaba y la excitaba a partes iguales.

Él lo sabía y quería incidir en ello.


- Te has puesto muy impertinente antes. Dime, eso está bien?

- No...

- Y todo ese ruido que has hecho está mañana? Querías despertarme, a qué sí?


Encogió sus piernas nerviosa.


- Te conozco muy bien nena y sé cuando estás en ese modo... Pero como comprenderás no lo puedo dejar pasar. 

- Santi...

- Levántate y coge la paleta de madera del despacho. Está colgada de la puerta.


Era una paleta en forma de raqueta de ping pong que compraron en una tienda vintage en un viaje. Tenía una inscripción grabada " para corregir culos traviesos".


Se levantó despacio y fue al despacho. Descolgó la paleta de la puerta y volvió al salón. Él la esperaba al lado de la mesa grande. Al verle le puso carita de pena.


- Echate sobre la mesa. El culo bien levantado.


Le obedeció. Él se acercó por detrás y terminó de colocarla. Le separó un poco las piernas dejándola expuesta y le levantó un poco la camiseta del pijama.


- Llevas desde el lunes comportándote como una cría. Son seis días de aguantar niñerías. Esto se acaba aquí, entendido? Te quiero el resto del fin de semana calmada y obediente, me has entendido?

- Sí Santi...

- Serán treinta. Los diez últimos los contarás y repetirás en alto " En esta casa no se permiten las rabietas". Si no te oigo bien empezaremos desde el principio. Está claro?

- Sí...


Uno tras otro empezaron a caer los azotes. Era una paleta un poco pesada y dolía. Él lo sabía y módulo la fuerza para poder acabar sin demasiado esfuerzo. 

Cuando acabó los veinte primeros le dijo.


- Empieza a contar. Y que te oiga bien.


- Uno...en esta casa no se permiten las rabietas 

- Dos...


Los últimos fueron más fuertes. Tenía ya el culo de un rojo oscuro. Pero la notaba calmada y tranquila. Eso es lo que conseguía con ella con unos buenos azotes.


Tras el último se intentó levantar.


- No te he dado permiso para levantarte.  


Se la acercó por detrás y le acarició el culo con su mano. Desprendía mucho calor. La oyó suspirar aliviada.


- Duele?

- Sí...

- Es lo que les pasa a las niñas insolentes, o no es así?

- Sí...

- Qué tienes que decir?

- Siento mucho haberme portado asi Santi...

- No quiero próxima vez, me has entendido?

- Sí...


Llevó su mano entre sus piernas. Desprendía el mismo calor que sus nalgas . Estaba empapada. Con dos de sus dedos recorrió la zona interior de sus labios. Estaba muy excitada y la oía respirar. Le metió los dedos en su coñito y empezó a moverlos cada vez más. Ella no podía contener el movimiento de sus caderas. 

Continuó cada vez más rápido dejando oír el chapoteo de su interior.  Cuando estaba a punto sacó sus dedos, le dió un par de azotes fuertes y le agarró de una de sus nalgas 


- Lo que queda de fin de semana vas a estar castigada. Cuando me demuestres que eres más que una cría rabiosa ya veremos si te dejo terminar, hasta entonces nada. Vete a reflexionar al rincón. Y las manos quietas...


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