martes, 9 de julio de 2024

La segunda adolescencia (por A)

 



Llevaba ya cuatro días castigada; no era habitual alargar la penitencia, pero la última falta había sido provocada por no descansar suficiente y quería asegurarse de que aprendiera a anteponerse por encima del resto de cosas. Esta vez le había puesto toque de queda; a las 21.30h en casa, hora suficiente para que pudiera cenar tranquila e irse a la cama temprano.

Lo estaba cumpliendo bien, alguna que otra queja pero abortada con solo una mirada, sin necesidad de nada más.

Él sabía que ese día ella tenía una reunión importante y que, si salía bien, irían después a celebrarlo. La celebración empezaría sobre las siete, dos horitas era tiempo suficiente para disfrutar del éxito, así que decidió no alargarle la hora. Ahí si costó un poco más, ella protestó varias veces, se puso en plan mimosa, incluso intentó convencerle con armas de mujer fatal...pero no consiguió nada y al final, enfurruñada, salió esa mañana casi sin despedirse.

A media mañana él decidió mandarle un mensaje para relajar la situación.


- Hola nena, mucha suerte con la reunión, estoy seguro de que saldrá bien! Estoy deseando celebrarlo contigo.


- Gracias, pero podrías celebrarlo dejando que me quede de fiesta esta noche...


- Nena, ya sabes que eso no es posible. Debes descansar y yo me voy a asegurar de que se te grabe a fuego en esa cabecita. No te enfades; un beso!


Ella ya no contestó. Le gustaba sentirse cuidada y protegida por él, pero a veces se le volvía en contra. Sí, la última discusión fue por una serie de malas contestaciones por estar agotada, pero no era para tanto...

La reunión fue genial, un éxito para el Servicio que se merecía una celebración. Fueron a la terraza de siempre y empezaron a disfrutar. Ella miraba el reloj constantemente, tenía intención de obedecerle, pero se lo estaba pasando tan bien que cada vez esperaba cinco minutos más, y luego otros cinco, y de nuevo cinco más...hasta que eran ya las 21.20h y sabía que iba a llega tarde sí o sí, así que ya de perdidos al río, y decidió terminar de disfrutar y ya afrontaría las consecuencias al llegar a casa.


Santi esperaba en casa, sabía que estaba siendo un poco estricto con ella, pero llevaba un par de meses de mucho estrés y realmente necesitaba que la ayudaran a parar y a descansar lo que debía. La esperaba sentado en el sofá, ya cenado. Le extrañó ver que tardaba en llegar, pero quizá había tráfico. Eran ya las 22.00h y nada, ni siquiera un mensaje.

Decidió llamarla, pero no cogía el teléfono, y empezó a imaginarse que la señorita le estaba toreando. Esperó hasta las 22.45h, pero en vista de que no llegaba decidió darle una lección.

Él sabía dónde solían celebrar después del trabajo, más de una vez había ido a recogerla, así que se vistió, cogió el coche y se plantó allí.

Desde el coche la vio, sentada en la terraza, tomando una caña con limón y pasando del toque de queda y de todo.


Se acercó hasta el grupo, ella lo vio venir desde el coche e inmediatamente miró el reloj. Eran ya las 23.15h, se le había ido por completo...su idea era quedarse solo un ratito más. Inmediatamente se puso roja, un calor le subió por todo el cuerpo y empezó a despedirse rápidamente de sus compañeros. Antes de levantarse llegó él, ya conocí a casi todo el grupo. Les saludó tranquilamente, como si no pasara nada, pero al llegar a ella la ´cogió de la mano muy firme. Ese gesto que pasaba inadvertido para los demás a ella ya le anunciaba tormenta.

Tras un par de minutos de conversación intrascendente se alejaron del grupo agarrados, él caminando levemente por delante y tirando de ella.. Él iba serio y en silencio, ella no se atrevió a decir nada.


Al subir al coche ella fue a abrir la puerta del copiloto, pero él la paró. Abrió la puerta de atrás, la hizo sentarse en uno de los asientos y él mismo le colocó el cinturón. En silencio se dirigió al asiento del conductor y entró en el coche.


- Cariño, no pretendía llegar tarde, pero es que nos ha salido tan bien que tenía muchas ganas de celebrarlo...


- No quiero oir ni una sola palabra. Y prepara el culo que te lo voy a poner como un tomate.


Eso fue todo lo que se oyó de camino hasta casa. Al llegar de nuevo el mismo ritual, primero se bajó él, se dirigió a la puerta de ella, la abrió, desabrochó su cinturón y la sacó de la mano, tirando de ella como si fuera una niña.

En el ascensor ella hizo un conato de decir algo, pero dos azotes rápidos cortaron el discurso.

Entraron en casa y él la llevó hasta el rincón. Iba vestida con falda  tacones, él se fue a la habitación, cogió algo de ropa y volvió al salón. La sacó del rincón y en completo silencio, y con el gesto serio empezó a desnudarla. Le quitó todo, y cuando ya estaba sin ropa empezó a vestirla con la ropa que había cogido, unas braguitas blancas de algodón, lisas, y un pijama cortito de verano en tonos pastel. Fuera tacones y le puso unas zapatillas de estar por casa. Y así vestida, de nuevo al rincón.

Ella se dejaba hacer en silencio, le veía demasiado serio como para desobedecerle.

Cuando ya llevaba unos diez minutos en el rincón él por fin la llamó. Se dio la vuelta despacito, pero se quedó en el sitio.


- Ven aquí, te quiero delante de mi.


Se acercó tímidamente, mirando al suelo en todo momento.


- Puedes explicarme lo que significa estar castigada para ti?


Esa pregunta la pilló desprevenida, no sabía qué decir.


- Te he hecho una pregunta. - Insistió


- Cumplir con lo que me dices... - dijo bajito.


- Y crees que es lo que tú has hecho esta noche? - La cara de ella era un poema, estaba colorada.


- Es que se me hizo tarde y ya no iba a llegar a tiempo..- su voz sonaba muy infantil


- Y como ibas a llegar tarde decidiste que total, ya para qué obedecer, no?


Ahí se quedó callada. La había pillado de pleno, la conocía demasiado bien.


- Muy bien, pues ahora voy a decidir yo. Quítate el pantalón y las braguitas.


- Santi por favor...- se moría de vergüenza


- Lo tengo que repetir? - su tono no dejaba margen de discusión. Así que despacito se quitó la ropa quedando solo con la camiseta de tirantes del pijama.


- Dóblalo y déjalo en el cajón. No lo vas a necesitar esta noche.


Ella obedeció saliendo del salón con las dos prendas, casi un alivio poder dejar de sentir su mirada clavada en ella por un minuto. Al volver vio encima e la mesa una libreta y un boli.


- Ahora te vas a sentar y me vas a copiar 200 veces "No volveré a ser desobediente nunca más", entendido? Y con buena letra.


- Sí... - dijo bajito.


Se sentó y empezó con las copias, cuando ya llevaba unas 50 él se acercó a la mesa para revisarle la letra. Le tachó 12 filas.


- He dicho con buena letra, podemos estar aquí hasta mañana. De ti depende.


Ella resopló bastante fuerte, momento en que él la levantó de su brazo y le dio una tanda rápida de azotes sobre su culo desnudo. No fueron muy fuertes pero picaron.


- No quiero oir ni una mosca. - Y la volvió  a sentar.


Tardó un rato, pero acabó. Él le revisó una a una las líneas y le dio el visto bueno. A  lo tonto eran ya las 00.15h, muy tarde para ambos. Lo bueno es que era viernes y tendrían la mañana del sábado para descansar.


- Es muy tarde ya, así que vamos a la cama y mañana seguimos.


De nuevo la llevó a la habitación agarrada de la mano, la acostó, la tapó y tras una visita rápida al baño él también se acostó. Ella estaba inquieta, la tenía desconcertada, le costó conciliar el sueño. pero finalmente se durmió.

A la mañana siguiente él se despertó primero. Estaba en la cocina cuando la vio venir. Estaba con el pijama entero.


- Quién te ha dado permiso para ponerte eso?. Quítate ahora mismo el pantalón y las braguitas- le extendió la mano para que selo diera.


- Santi...por fa, déjame llevarlo.


- Vamos, no quiero repetírtelo.


Ella obedeció quedándose desnuda de cintura para abajo.


- Y ahora vamos a desayunar.


Se sentaron en silencio, él le puso el desayuno, ni siquiera le preguntó qué quería...la estaba tratando como si fuera una niña, pero no se atrevió a quejarse. Hubo poca conversación, él ya no estaba tan rígido, pero seguía serio. Al acabar se la quedó mirando.


- Tenemos algo pendiente verdad? Recuerdas lo que te dije anoche en el coche?


Ella se puso roja al instante.


- Sí...


- Qué te dije? - él estaba disfrutando, pero intentaba controlarse.


- Que preparara el culo que me lo ibas a dejar como un tomate...- el final de la frase casi ni se oyó. Estaba muerta de vergüenza.


- Pues ya sabes lo que hay.


Y sin más se acercó a ella, la levantó, y ocupó su silla. Se remangó las magas del pijama y allí mismo, en la cocina, la tumbó sobre sus rodillas con el culo desnudo expuesto. Empezó con los azotes sin más, rítmicos, alternando una nalga con otra. Aumentando la intensidad progresivamente, sin pausas. Podía ver a la perfección como su piel iba cambiando de color. Estaba ya bastante rojo. Ahí paró un momento.


- Hoy te va a quedar clarito lo que les pasa a las niñas desobedientes. Para lo próxima vez te lo vas a pensar mejor antes de intentar torearme.


Y continuó con una nueva tanda. Esta vez más rápida, más intensa. A ella le costaba mantener la posición, bastante incómoda apoyada solo sobre sus rodillas. Ya gimoteaba, pero él seguía sin descanso. Hasta que la oyó pedirle que parara.


- Ya por favor..prometo que no lo vuelvo a hacer...


- Claro que no lo volverás a hacer, de  eso me voy a encargar yo hoy. Levanta el culo.


Ella levantó su culo un poco más y de nuevo él reanudó los azotes. Estaba ya muy, muy rojo y caliente. Ahí decidió darle un respiro. La ayudó a levantarse y de la mano la llevó al salón, la colocó de rodillas sobre el sofá, apoyada sobre el respaldo con el culo hacia fuera.

Así la dejo unos diez minutos, observando su culo rojo como un tomate.


Se fue a la cocina y cogió la cuchara de madera, en realidad nunca cocinaban con ella.  Volvió al salón y se sentó en el sillón. La llamó y la hizo ponerse de pie. Ella al ver la cuchara poniendo un puchero le dijo


- No quiero eso...dueleee….


- Ni yo quiero que te comportes como una cría desobediente e irresponsable, pero es lo que tengo, asi que hasta que aprendas habrá que enseñarte. Ponte en mis rodillas.


Se colocó a regañadientes, pero obedeció.


Cayó el primero sobre su culo, luego el segundo, y así una sucesión se azotes sobre su trasero ya dolorido. Ella ya lloraba en bajito, más por la vergüenza de sentirse como una niña que del dolor, aunque le ardía. Él la oía llorar, pero quiso darle una lección, así que poniendo su pierna derecha sobre las suyas para evitar que se moviera le anunció.


- Te voy a dar los últimos veinte. Tras cada azote vas a contarlo y a decir "He sido desobediente y me merezco esta azotaina", está claro?


- Sí...- se oyó bajito.


Él empezó con esa última tanda, ya aflojó la intensidad, su intención era castigar su ",mente" más que su culo, que ya estaba bastante "arrepentido".

Tras el último ella se dejó ir del todo, llorando como una niña arrepentida, con unas ganas locas de sobarse el culo que le ardía, pero esperando a que él le diera permiso.


Él dejó la cuchara en el sofá y le acarició ambas nalgas con suavidad, ardían y estaban de un rojo oscuro que auguraba marcas unos cuantos días...

La dejó llorar, necesitaba descargar....Con la otra mano le acarició la espalda y el pelo.

Tras un ratito así la cogió con los brazos y la dio la vuelta para sentarla sobre sus rodillas, con cuidado al apoyar su culo en las piernas. Ella se acurrucó sobre él escondiendo su cara en su pecho. Mientras él seguía acariciándola, dándole tiempo para bajar la intensidad de todas esas emociones .Así en sus brazos se levantó y la levó hasta la cama. Ahí la tumbó bocabajo y fue a por la crema, le dio un largo masaje hasta dejarla dormida. La tapó con una manta y la dejó descansar.


El resto del día la tuvo desnuda de cintura para abajo, castigada haciéndole sentir pudor, pero con acceso fácil para comprobar cómo reaccionaba su cuerpo a todos esos sentimientos...





1 comentario:

  1. Me gustó mucho. La consistencia es clave. Porque esta entrada plantea un dilema al que nos enfrentamos los spankers todo el tiempo: conservar o no las reglas en ocasiones especiales. Y lo ideal es lo que sucede en el relato. Si lo dejamos pasar una vez para ellas casi todos los días habrá un motivo válido para saltarse el horario, o como mínimo probarnos.

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