Había tenido un pequeño problemilla de salud, nada grave, ni mucho menos, pero que me sirvió para meterme con ella un poco, en plan ya tienes una edad. Todo quedó en eso, en la broma fácil y un tratamiento durante un tiempo con un suplemento vitáminico, lo dicho nada grave.
Pero ella que es muy insistente, cuando se trata de la salud ajena y que suele estar encima, cuando se trata de la suya, tiende a ser menos constante, en especial cuando se encuentra bien. Yo no es que estuviera encima ni mucho menos, pero un día al ir a tirar la basura, vi la caja vacia del suplemento y eso me puso en alerta. Fui al botiquín del baño y no había nueva, pensé que igual la había terminado aquel día y me olvidé, hasta que días más tarde, tenía un dolor de cabeza tensional y fui a buscar un paracetamol y ví que no estaba la caja del suplemento, me extrañó, en eso es muy ordenada y los medicamente están allí o no están, pero le dí el beneficio de la duda y pensé que igual lo había tomado y lo habia dejado en la cocina o en la mesilla de la habitación, pero me dio por preguntar, en plan haciéndome el loco.
- ¿Eran dos meses que tenías que tomar el suplemento verdad?
- Si ¿por?
-Es que, como no he visto la caja en el botiquín pensaba que ya habías terminado
-Ahhh....debe estar en el bolso
Lo malo de conocerse, es que en ese momento ya sabía que me mentía, pero decidí darle una oportunidad, que era comprarlo al otro día y no hubiera pasado nada, pero mientras ideaba un plan B, por si acaso.
Así que al día siguiente no me andé con muchos rodeos y cuando llevábamos un rato charlando en el sofá le dije.
-¿Dónde están las vitaminas?
Me miró extrañada y salió al ataque.
-Joder, que manía te ha dado con las vitaminas, en el bolso deben estar.
-Pues enséñamelas.
-Que pesadito eres, ahora me vas a hacer levantar.
-Nena las vitaminas...
-Pufffffffff
Se levantó y rebuscó o más bien hizo ver que rebuscaba en el bolso, que colgaba de la silla.
-Ahhh pues deben estar, en la mesita de noche o en la cómoda. Luego las busco, pesado.
-¿Tú debes pensar que soy tonto verdad?
-No, pero pesado un rato y tozudo.
-¿Sabes? he pasado por la farmacia esta mañana
Entonces le cambió la cara....
-¿Vas a seguir o me vas a contar la verdad de una vez?
-Es que ya me encuentro bien y sabes que no me gusta, andar tomando medicación.
-Erán dos meses, has tomado uno, si te dijeron dos meses por algo será.
-Ya, pero quien conoce mejor su cuerpo que uno mismo y cuando me encontraba mal, fui.
-Repito el médico dijo dos meses y el tratamiento lo vas a completar de eso me aseguro yo, de quitarte las ganas de jugar con esto tambien y a parte intentar engañarme también, así que ve preparando el culo, que hoy duermes boca abajo.
- Pero si estoy bien, ya no hace falta.
-Ve al baño y en el botiquín verás una caja nueva de vitaminas, me la traes y el cepillo del pelo cuadrado también.
-Pero ¿por qué?
Me levanté, la cogí bruscamente del brazo, la puse mirando al pasillo y le di una serie rápidas de palmadas de pie.
-¿Tengo que ir yo? Si voy yo, no sólo voy a coger el cepillo ¿está claro?
Se fue rechistando y frontándose el culo, medio enfadada. Yo la esperaba sentado en el sofá. De vuelta me dio a mala gana la caja y el cepillo, los dejé en el brazo del sofá, la cogí de la mano y la hice colocarse en mis rodillas, la sujeté con fuerza de la cintura con el brazo izquierdo y empecé a zurrarla con la mano por encima de aquellos leggins grises que usaba para estar por casa, no suele hacerlo pero aquel día cuando llevaba un par de minutos, puso una mano para intentar protegerse. Lo que hizo que le cogiera ambas manos y le las sujetase con firmeza en la espalda y adelantara acontecimientos.
-Ya sabes que opino de las manitas para protegerse, así que levanta el culo, que con el culo al aire seguro es más efectivo.
Agarré los leegins por la cintura y empecé a tirar de ellos hacia abajo, hubo un conato de resistencia, pero poco, además a diferencia de otras veces que me hubiera limitado a dejarlos a medio muslo, lo justo para dejarle el culo al aire, se los bajé hasta los tobillos, pasé mi pierna derecha por encima de las suyas y seguí con la azotaina ya sin protección, piel contra piel, una buena azotaina rítmica y sonora, que a medida que avanzaba cada vez el tono de su piel subía un grado de rojo y de calor. Tras unos cinco minutos de azotaina continuada y sin pausa, ya con el culo bien rojo paré, para descansar mi mano, las cortinas se movían del viento, así que imagino que al parar debió sentir la caricia fresca de la brisa en su piel desnuda. También le solté las manos, cogí la caja del suplemento, la abrí, saqué uno de los blisters y sonó el sonido de sacar algo de él. Entonces le dije.
-Ya que no me puedo fiar de ti, he decidido tomar cartas en el asunto y vas a terminar el tratamiento a la manera de una niña pequeña, que no quiere tomarse su medicina.
En mi mano izquierda sujetaba un supositorio, exactamente con la misma composición que el suplemento que había dejado de tomar.
-Y más te vale colaborar.
Esa última frase, debió retumbar en su cabeza, sabía perfectamente que significaba aquel "colaborar". Esperé...y no obtuve resultado, pero una ráfaga rápida y fuerte de azotes haciendo vibrar toda su carne, le hicieron entender que no tenía otra opción que colaborar y pasar por el trago de llevar sus manos a las nalgas y separarlas, para facilitarme la operación. Cuando lo hizo, el nivel de exposición es máximo y hice que lo sintiera bien, dejándola un tiempo así, bien expuesta, mientras con un dedo de la mano derecha comprobaba lo húmeda que estaba, lo pasé entre sus labios y alrededor del túnel de entrada a su coño, pero sin meterlo, sólo mojarlo bien, cuando el dedo estuvo bien húmedo cambié de agujero y empecé a jugar alrededor del culo humedeciéndolo un poco con su propia humedad, hasta que despacio empecé a meter el dedo en su culo, cuando tenía medio dedo dentro paré, lo moví un poco y terminé de meterlo hasta el fondo provocando un gemido. Lo saqué cogí el supositorio, lo apunté y empecé a presionar para dentro, entró facilmente y mi dedo detrás acompañándolo lo más profundo, nada más terminar, le quité las manos y con las mias cogí sus nalgas roja y las junté apretando, un rato, para evitar que lo expulsara. Cuando pasaron un par de minutos, solté de nuevo sus nalgas, las abrí yo para asegurarme y una vez seguro, cogí el cepillo y le dije.
-Y ahora vamos a arreglar cuentas por mentir.
Empecé a pasar la parte lisa del cepillo cuadrado de madera por su piel, este era de púas de plástico y más ligero que el ovalado, pero más ancho. Sólo pasé por su piel la parte lisa, jugando, el aviso que iba a empezar fue cogerla de nuevo por la cintura, lo que hizo que tensara los glúteos, pero tras media docena de azotes los relajó, y yo continué con el cepillo castigando sus nalgas traviesas. Al principio repartí los azotes por toda la superficie distrubuyendo la mordida de la madera, pero enseguida empecé a centrarlos en un punto, en la mitad inferior de las nalgas, desde la línea de piel que separa muslos y nalgas hacia arriba. Tras unos minutos de azotaina constante, empezó a moverse y suspirar, tenia todo el culo rojo, pero dos grandes ronchas de un rojo oscuro marcaban la zona dónde estaba insistiendo el castigo con el cepillo. Paré y nada más parar, empecé a pasarle las púas de plástico del cepillo por la piel sensibilizada apenas rozándola. La reacción de su cuerpo fue erizar la piel y gemir ante el estímulo, dejé el cepillo y seguí acaricíandola un rato con mi mano, haciendo alguna pausa, para que sintiera el escozor del castigo y el roce del aire, así estuve un rato hasta que la hice levantarse.
Nada más levantarse frente a mi empezó a frotarse el culo con las manos.
-Esas manos!!!!!!!
Las llevó de inmediato a la cabeza, ahí le había enseñado que debía ponerlas, hasta que se le diera permiso y que sentir el escozor de los azotes, es parte fundamental del castigo. Entonces le dije.
-Ya que me has demostrado que no puedo confiar en ti, a partir de mañana, cuando llegué a casa lo primero que haré será "darte" yo el suplemento hasta completar el tratamiento y te aviso, no quiero quejas, ni niñerías, es que no hace falta decir nada más, en cuanto me veas entrar por la puerta, vas a buscar la caja, me la das, desnudas el culo y lo expones colaborando ¿está claro?
Su cara en ese momento estaba casi tan roja como su culo, me respondió con un si casi inaudible, en el momento que mis dedos volvían a su coño para comprobar, que la humedad resbalaba por sus muslos, le dí una palmadita entre las piernas y le dije.
-Ahora te vas a la habitación, te tumbas en la cama boca abajo sin subirte la ropa y ya iré a buscarte.
Una nueva palmadita y desapareció, un rato de soledad es lo que necesitaba, aunque yo sabía que lo más seguro, es que acabara por masturbarse boca abajo en la cama, excitada como estaba, entre el calor de sus nalgas y la vergüenza.
Tardé un rato en ir a buscarla, cuando fui lo hice con la crema hidratante, me senté en la cama y empecé a masajear con ella las nalgas menos rojas ya, aunque el centro de los círculos dónde había insistido el cepillo, hacían pinta de moratón un par de días. Pero mientras le sobaba el culo, con la crema su cara no era de dolor, ni de vergüenza ya, era de paz, tranquilidad y placer
Fin.
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