Allí estaba, frente a mí, de pie, yo sentado en el sofá, acababa de desabrocharle el cinturón de los vaqueros, cuando fui a desabrocharle el primer botón y sus manos hicieron el intento de evitarlo.
- Vuelve a poner las manos de inmediato sobre la cabeza.
Le dije después de darle un sonoro cachete en el culo. Lo hizo de inmediato y terminé de desabrocharle el resto de botones, pero sin bajarle los vaqueros, de momento.
La escena, se había empezado a gestar unas horas antes, de buena mañana. Todo había nacido con un mensaje.
- Ya estoy en la oficina ¿Y tú cómo vas?
- En el tren ya...justa pero llego.
Un rato después, le puse otro mensaje.
- ¿Llegaste a tiempo?
- Si....pero antes te dije una pequeña mentira, cuando te dije que estaba en el tren, estaba saliendo de la ducha, no te enfades...
A partir de ahí empezamos a juguetear, regaños, excusas, más regaños, más excusas y el efectivo y mágico: " Ya hablaremos en casa".
Y eso estábamos haciendo, en el momento que empecé a bajarle los vaqueros, hasta las rodillas, debajo un tanga negro. La miré. Seguía con las manos sobre la cabeza, eso sí su rostro algo ruborizado.
- A veces, no te entiendo, no entiendo el motivo de mentirme esta mañana, al final tampoco has llegado tarde, total por ahorrarte una regañina, mira cómo te ves. Y no bajes la mirada, mírame!!!
- Ya....ha sido una tontería, lo siento.
- De eso puedes estar segura, que lo vas a sentir, bájate el tanga.
- Santi....por favor
Otro sonoro cachete.
- Quiere ver cómo te lo bajas, ahora.
Soltó un soplido, pero ella misma se bajó el tanga. En ese momento palpé el fondillo del tanga y acto seguido llevé un dedo a su sexo y lo pasé por la rajita.
- Vaya ¿y encima has estado mojada en el trabajo? ¿Te parece correcto eso?
Su rostro aún se congestionó más...
- Así que la señorita, no sólo me miente, sino que además la regaño y se pone cachonda, debería darte vergüenza!!!!
Sin decir nada más, la cogí de una muñeca y la tumbé en mis rodillas, protestó algo, pero no demasiado y menos cuando una lluvia de palmadas empezó a caerle sobre el culo desnudo.
- ¿ Las chicas responsables se ponen cachondas en el trabajo?
No obtuve respuesta, a pesar de aumentar la fuerza y rapidez de las palmadas, durante un largo rato le estuve poniendo el culo bien rojo sobre mis rodillas. Hasta que empezó a picarme la mano y la hice levantarse.
De pie de nuevo frente a mí, le volví a pasar un dedo entre los labios del sexo...
- No debe picar lo suficiente, diría que aún estás más mojada que antes y a mí ya me duele la mano. Quítate el cinturón y dámelo.
Otro soplido y otro para de azotes.
- Tú cinturón, ya.
Se agachó y se quitó el cinturón, era de cuero marrón más ancho que los míos.
- Date la vuelta, las manos sobre la cabeza.
Lo hizo, doblé el cinturón.
- Ahora quiero ver ese culo bien presentado, así que te vas a inclinar un poco hacia delante y separar las piernas y vas a mantener la posición.
Lo hizo...
- Perfecto, así me gusta, que seas obediente, ahora te voy a dar dos docenas de azotes, que vas a contar en voz alta. En la primera docena después de cada número, vas a repetir " las chicas buenas no dicen mentiras" ¿Estás preparada?
Otra vez la única respuesta fue el silencio y el sonido del cinturón impactando en su piel, entonces si escuché con voz tenue.
- Uno, las chicas buenas no dicen mentiras.
Y así hasta llegar al número doce y su frase.
Al terminar, la llevé del brazo cara a la pared, haciéndole sostener el cinturón con las manos tras la espalda.
- Ahora te voy a dejar descansar 10 minutos, voy a poner la alarma y cuando suene, tu misma saldrás del rincón, me traerás el cinturón y volverás a ponerte en posición.
Y eso hice, cogí mi teléfono y puse la alarma para dentro de 10 minutos. Cuando sonó, se dio la vuelta, se acercó, me dió el cinturón, se dio la vuelta, puso las manos sobre la cabeza, separando las piernas y se inclinó ligeramente hacia delante.
- Veo, que vamos mejorando la actitud, ahora te daré una docena más, que también contarás y repetirás la frase: " Las chicas buenas no mojan su ropa interior en el trabajo"
Suspiró profundamente y resonó el primer azote. Dijo el número y la frase, pero apenas audible.
- Señorita, quiero oírte alto y claro, así que vamos a empezar de cero.
El cinturón cruzó su piel de nuevo y ahora sí, escuché alto y claro.
- Uno, las chicas buenas no mojan su ropa interior en el trabajo.
Lentamente, le di los doce más uno, contados y con la frase perfectamente audible. Al terminar, la cogí de la mano, le dije que se subiera al sofá de rodillas cara a la pared y me senté a su lado.
- Voy a ver un rato el partido, y te quiero en silencio y quietecita.
Cogí el mando y puse la tele, busqué el canal y me puse a ver tranquilamente el partido de baloncesto. La tenía a mi lado de rodillas sobre el sofá, mirando a la pared, castigada, de vez en cuando le acarciaba un poco el culo, rojo y caliente y poco a poco, tambien empecé a explorar entre sus piernas, seguía igual o más mojada que antes.
Las tímidas caricias y juegos pasaron a cosas más intensas, mis dedos entrando en su sexo, estimulando labios y clítoris, pero cuando presentía que empezaba a " dejarse ir" paraba un rato y vuelta a empezar.
Y así estuve casi una hora larga. El partido estaba ya decidido. La cogí del brazo, hice que se levantara y la llevé con firmeza hasta la habitación, frente a la cama, le dije, que se descalzara, se quitase el pantalón y el tanga, cuando lo hizo, le dije que se sentara en lateral de la cama. Lo hizo, entonces le hice apoyar la espalda en la cama, mientras yo abría el cajón de la mesita y sacaba de el un estuche, que abrí y saqué un termómetro de cristal, de aquello antiguos de mercurio, que empecé a agitar.
Al verme protestó y empezó a preguntar.
- No sé, tanta humedad igual tienes fiebre, así que vamos a comprobar.
- No!!!! Y no es justo!!!!
- Levanta las piernas ahora mismo
- No pienso hacerlo!!!
- ¿Seguro?
Encima de la mesita de noche estaba siempre el cepillo, lo cogí, le agarré los tobillos le levanté las piernas y le di una ráfaga de cepillazos en el culo.
- ¿Lo tengo que repetir?
No hizo falta, dejé el cepillo sobre la mesita, sin soltarle los tobillos cogí el termómetro, lo volví a agitar y se puse cómo a una cría...lo curioso, es que a pesar de lo vergonzosa de la situación, en esa posición podia ver perfectamente su sexo, los labios hinchados y el brillo de la humedad en su raja...me recreé un rato con el termómetro.
- Pues no, no tienes fiebre, ya puedes bajar las piernas.
Lo hizo y se las separé, empecé a jugar de nuevo con mis dedos en su sexo.
- Lo único que te pasa, es que eres una niña grande traviesa.
Entonces le di unos azotitos entre las piernas, y esa vez sí terminé de masturbarla, hasta hacerla gritar varias veces.
Y cuando recuperó el aliento, le dije.
- Ahora, te vas a poner la parte de arriba del pijama y las zapatillas, mientras yo me doy una ducha, vas a recoger tu ropa y a hacer la cena, después nos sentaremos a cenar, cuando terminemos, recogerás la mesa y luego me tocará desahogarme a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario