La casa está semioscura, hace poco que acabamos de llegar, de vez en cuando se ilumina por el resplandor de un rayo, de la tormenta que hay fuera. No nos ha pillado por bien poco.
Le doy una calada al cigarrillo que también ilumina la punta incandescente. Y la miro, está pegada a la pared, con los pies juntos, el cuerpo estirado e inmóvil, de vez en cuando suspira profundamente. La puse ahí nada más entrar por la puerta, me pidió explicaciones y mi respuesta fue:
- Piensa.
Un nuevo relámpago ilumina el salón y el trueno hace vibrar los cristales.
- Ven aquí
Deja caer sus brazos de golpes resoplando de alivio. Se acerca, el sonido del tacón de los botines, avanza lento los pocos metros, la miro cómo buscando ver en sus ojos alguna pista, sólo me veo reflejado a mi mismo.
- ¿Ya sabes por qué te voy a castigar?
Se cruza de brazos y niega con la cabeza.
- No tengo ni idea, te apetecerá y has encontrado alguna excusa tonta.
- Que poco me conoces o peor aún que poco has pensado.
Golpeo mis muslos con ambas manos, es una forma muy particular de decirle cuál es su posición. Resopla pero se coloca, los codos apoyados en el sofá, los pies en el suelo y su pubis encima de mis muslos, busco el dobladillo del vestido y lo levantó despacio, en un punto de los muslos el negro de las medias se corta y da paso al blanco de la piel desnuda, tienen algo de especial las medias autoadhesivas, sigo elevando el vestido hasta darle la vuelta por encima de su cintura, cómo a un calcetín. Me subo las mangas, pongo mi mano al calor de la cara interna de sus muslos, tocando piel y tela.
- ¿Entonces sigues sin saber por qué estás aquí?
Su respuesta es un soplido...
- Bien, igual esto te refresca la memoria...
Y empiezo a golpear sus nalgas, con la misma violencia que ahora llueve. Debajo del vestido una braguita tipo brasileña, por la que asoma una generosa cantidad de piel y carne que desborda el minúsculo triángulo de tela. El sonido constante y rítmico de la azotaina ahoga la tormenta, su carne vibra con cada azote, tras un rato decido que hay poca luz y que quiero ver el efecto en su piel, paro, me estiró y enciendo la lámpara de pie de la esquina del sofá.
Cuando se ilumina, sonrío, con la sonrisa del trabajo bien hecho, toda la piel que no tapa el pequeño triángulo trasero de la braguita tiene un bonito color rojo uniforme y el rojo es sinónimo de calor.
- ¿ Te ha vuelto la memoria?
- Pffff no sé a qué juegas...
- No estoy jugando y ya veo que no.
Mi mano vuelve a dar cuenta de su culo, una ráfaga fuerte y muy rápida, que termina tan repentinamente cómo empezó.
- Levanta.
Se levanta y yo detrás la cojo del brazo y la conduzco a la habitación, rápido. La suelto frente a la cama.
- Dame las braguitas.
En su cara hay algo de confusión, se levanta un poco el vestido, mete las manos por debajo y veo descender las braguitas deslizándose por las medias, al llegar a los tobillos levanta un pie, después el otro, se agacha y me las da.
Las cojo y me las pongo en el bolsillo.
- Saca las almohadas, ponlas en el centro y túmbate sobre ellas con el vestido levantado.
Me doy la vuelta, abro el armario, de la puerta cuelgan varios cinturones, los toco, buscando el más adecuado. Finalmente elijo uno de cuero vuelto marrón, lo descuelgo y lo doblo.
Al girarme ella está allí, tumbada sobre las almohadas, que elevan su culo, dejo el cuero en su piel, me quito el jersey. Cojo el cinturón y lo ajusto a la medida exacta, sólo debe golpear su culo.
- Cómo sigues sin saber porque, vas a recibir una docena y luego te preguntaré, si no tienes respuesta, repetiremos. Cuenta.
Un relámpago sonó en la habitación, el del cuero cruzando su piel, de inmediato de dibujo una franja roja que cruzaba su culo.
- Uno...
Metódicamente fueron cayendo los doce prometidos, espaciados dándole tiempo a sentir el escozor subiendo tras cada azote. Al llegar a la docena repetí la pregunta y no tuve respuesta.
Lentamente me fui al otro lado de la cama y empezamos de nuevo.
- Doce más.
Lentamente, azote a azote, iban marcando su piel, al terminar la segunda docena ya no se distinguían franjas en su piel, unas montaban sobre las otras, y todo su culo era un rectángulo casi perfecto rojo bien recortado.
- ¿Sigues sin hacer memoria?
Su respuesta un suspiro.
- Voy a dejarte descansar el culo un rato, pero piensa.
La ayudé a levantarse y la llevé al rincón, las manos tras la espalda sujetando el vestido levantado, para que le diera el aire en el culo.
Me senté en la esquina de la cama a observar. Había un curioso contraste de colores, las medias oscuras, daban paso a una estrecha franja de piel blanca, seguida de todas las nalgas rojo fuego...una visión excitante cómo se encargaba de recordarme mi polla presionandome el pantalón.
Me levanté y fui a la mesita de noche, abrí el cajón cogí un plug de acero, un poco diferente algo más ancho que los demás y en vez de estar acabado en una joya, lo estaba en una rosa. Lo lubriqué y cogí también el cepillo cuadrado de madera, me fui hasta detrás de ella.
- La nariz pegada a la esquina.
Para hacerlo tenía que doblar la espalda, sacando el culo hacia fuera. Cuando lo hizo usando los pies le separé las piernas. Y mi mano fue directa a su coño babeante.
- No me extraña que no recuerdes, tu cabeza está en otra parte.
Le metí dos dedos y soltó un gemido, los saqué al momento y se los puse en los labios, los succionó con vicio.
- Vamos a hacer un último intento.
Me pasé el plug a la mano derecha, con la izquierda separé sus nalgas hirviendo y empecé a alojarle el plug, despacio milímetro a milímetro hasta que al vencer la resistencia de la parte más ancha lo absorbió con un pequeño gemido. Cogí el cepillo de la cama, puse la mano izquierda sobre la parte baja de su espalda y empecé a azotarla apuntando muy bien a la parte baja del culo, le di cómo una docena de azotes que la hicieron soplar. Entonces paré un momento cogí el cepillo de la cabeza y empecé a jugar con el mango entre sus labios, rojos, hinchados y goteantes, el mango acabó en su coño entrando y saliendo despacio, y ella con los ojos cerrados y jadeando.
- ¿Sigues sin recordar?
- Pfffff no...
Saqué el mango del cepillo de su coño.
- Tócate
Suspiró descolgó su mano derecha de la pared y la llevó entresuspiernas, se frotó un poco, pero enseguida dos dedos empezaron a entrar y salir entre gemidos, el sonido era de chapoteo, cogí el cepillo y empecé de nuevo a azotarla mientras se tocaba, cuanto más rápidos eran su movimientos, los azotes también. Hasta que se tensó toda y dando un grito se corrió, tiré el cepillo al suelo para sujetarla, ya que las piernas le flojearon. Me pegué bien a ella para hacer más fuerza, hasta que me dio la mano con la que se había masturbado para que la saboreara..
- Joder no sé si quiero acordarme...
Me senté en la cama, ella estuvo un rato aún contra la pared respirando profundamente.
Cuando salió se arrodilló entre mis piernas, sus nalgas perfectamente acomodadas sobre sus talones, aunque suspiró al tocarlos...
- Pfffff tiene que estar bonito y quema.
Me desabrochó el pantalón metió la mano por dentro del bóxer y agarrándome la polla, la sacó empezó a mover la mano abajo y arriba por el tronco mientras la miraba fijamente, acercó sus labios y empezó a pasarlos por la punta, especialmente alrededor del glande, me miró mientras sacaba la lengua y sonriendo pasaba la punta de sus lengua por mi uretra, entonces la succionó entera y empezó a mover su cabeza arriba y abajo yo me dejé caer en la cama solo con los pies en el suelo, ella puso una mano en mi pubis y siguió el vaivén con su cabeza, mi respiración se aceleraba de repente noté el pinchazo por la columna que anuncia el orgasmo, entonces se la sacó de la boca y siguió con la mano mientras yo me corría irremisiblemente. Todavía estuvo un rato arrodillada entre mis piernas jugando con mi polla.
Un rato después estábamos los dos en la cama, yo boca arriba y ella de lado jugando con el vello de mi pecho...
- Aún no sé porqué...
- Has estado todo el rato con el teléfono pasando del resto del mundo. Me parece una falta de respeto.
- Pfffff es que me aburría.
- Y lo entiendo, pero imagina que es al revés y que yo estoy con tus compañeras y me pongo en una esquina con el teléfono sin hacer caso de nadie...
- Vale...me perdonas?
- Si claro, has tenido tu castigo y seguro no se va a repetir.
- Gracias!!! Me escuece un montón me pones un poco de crema...
- Espera un rato más, así otro día te acordarás.
Le di un beso en la frente y siguió jugando con mi pecho en silencio.
Encantadora historia caliente y emocionante a voluntad... Pero la señorita puede estar tentada a rehacer bromas a propósito. ;-)
ResponderEliminarYo soy ella y repito la actitud, es un castigo que merece la pena sufrir
ResponderEliminar