domingo, 28 de abril de 2024

Abstinencia ( Por S)

 



Nota: escribir este relato, es parte de mi castigo y hacerlo público también.

Me habías castigado dos días antes, mi boca tuvo la culpa y su tendencia a ir más rápido que mi cabeza. Una larga sesión a mano, culminada con 30 azotes con el cinturón y tal vez lo peor, fue nada más terminar enviarme a la cama y con un mensaje claro, los dos próximos días en los que te ausentabas por trabajo, tenía prohibido darme placer. Eran sólo 48 horas, pero ya sabes basta que te prohíban algo, para que salte el resorte de la tentación.

El primer día fue fácil, una sensación familiar me recordaba al sentarme, que saltarse las normas tiene sus riesgos, si bien es una sensación ambivalente, advierte y excita. 

Aquella primera noche me llamaste y estuvimos hablando hasta quedarme dormida, antes de colgar, me dijiste aquello de:

- Espero que te estés portando bien...

Ya sólo quedaba un día y sinceramente ni pensé, hasta llegar a casa. Me habías dicho que llegarías sobre las 7 de la tarde más o menos, incluso me quedé un rato dormida en el sofá, pero al despertar, me empezaron a venir recuerdos de dos días atrás. La firmeza con la que me pusiste sobre tus rodillas, ese quemorcito de los primeros azotes aún con la ropa puesta, cómo de repente siento tu fuerza que me despoja de cualquier protección y el aire acariciándome el culo. A partir de ahí, calor, cada vez más calor, alguna frase suelta.

"Es la última vez que me contestas así" " La próxima vez te voy a lavar la boca con jabón" 

Flashes y más flashes, cómo cuando esperaba cara a la pared, y notaba los muslos pegados de humedad. El escozor del cinturón después que por un momento me hizo olvidar otros picores...

Mientras recordaba mi mano inconsciente se había colado por dentro de mi ropa interior y la tentación iba ganando, abrí el portátil, lo tenía en la mesita y puse en la barra de direcciones: spankintube. Empecé a ver al menos una docena de vídeos, pero ninguno me convencía, hasta que uno me dejó con la vista clavada a la pantalla, era muy corto poco más de 2 minutos, pero me recordaba a nuestro juego de hacía dos días. Lo vi varias veces, como queriendo memorizarlo y empecé a jugar con mis dedos, cerrando los ojos y visualizando en mi cabeza, si seguía me iba a correr, por un momento pensé en castigarme y dejarme a mi misma con las ganas y en ese punto de excitación dolorosa, pero seguí y terminé. Medio bloque debió escuchar mis gritos, aún estaba medio jadeante cuando escuché la llave en la cerradura.... Dios!!!! Se me disparó la adrenalina, me dio tiempo a cerrar la página, cuando se abrió la puerta y escuché tu voz.

- Nena, ya estoy aquí....

Me levanté de golpe y fui a abrazarte, me salió así.

- ¿Tanto me has echado de menos?

- Un poco 

Te contesté con voz infantil.

- ¿Todo bien? Debes estar cansado.

- Un poco, voy a quitarme esto y deshacer la maleta.

Suspiré aliviada, eso me daba tiempo a recomponer la compostura. Cerré el portátil.

- ¿Te apetece una cervecita?

- Pues no te voy a decir que no.

Fui a la cocina y puse una cerveza en la mesita. No tardaste en aparecer. Te dejaste caer en el sofá y suspiraste.

- ¿Mucho trabajo?

- Bueno ya sabes cómo son los viajes de trabajo, esclavitud en toda regla.

- Imagino.

Te incorporaste y abriste la cerveza, le diste un trago.

- ¿Y tú qué tal? ¿Te has portado bien?

Odio esa pregunta, se que me pongo roja, cuando he hecho algo que no debía.

- Síii!!! He sido una niña buena.

- Así me gusta...

Sin esperarlo te abalanzaste sobre mí y me besaste, empezaste a intentar meter las mano bajo mi ropa y sabía que si llegabas a cierto sitio me delataría. Por un instante pensé en confesar, pero me pudo la vergüenza más que el temor al seguro castigo si confesaba. Te retuve, con la excusa de que necesitaba una ducha...y paraste. Cuando me levanté para ir a la ducha, al pasar por delante de ti, me diste un cachete y sonreíste ¿Lo sabías? Me fui con esa sensación, pero se me pasó. Salí de la ducha y desde el pasillo te dije.

- Voy a un por cerveza ¿te apetece otra?

- Vale.

Cuándo entré en el salón y te vi con el portátil abierto, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. 

Puse las cervezas en la mesita.

- ¿Que miras?

- Ahhh nada, los resultados, mientras te esperaba...

Respiré aliviada...

Me senté y abrí la cerveza, le fui a dar un trago y de repente tu voz hace que casi me atragante.

- ¿No tienes nada que contarme?

Otra vez sentí los colores subiendo...

- Nada, dos días muy rutinarios.

- Me refería más bien a si tienes algo que confesar.

En ese momento supe, que lo sabías, pero el orgullo que malo es.

- Qué tendría que confesar.

- Tu crees que soy tonto ¿Verdad? 

Ahí ya no tenía salida y me salió la confesión tonta, la que empeora las cosas.

- Es que...me acordaba mucho de ti.

Tu reacción fue inesperada, no dijiste nada, me levantaste del brazo y me llevaste hasta la maldita pared de la habitación a base de azotes por el camino. 

- No te muevas de aquí, yo también necesito una ducha y cuando termine, vamos a hablar de incumplir castigos y de mentir. 

Allí quieta mirando la pared, ya sentía arder el culo. Que mal llevo las esperas. Cuando te oí entrar, se me aceleró el pulso, y cuando escuché tus pasos venir hacía mi más, tampoco dijiste nada, me cogiste del brazo y me sacaste de allí con esa firmeza...lo siguiente fue muy sencillo, te sentaste en la cama, sin decir nada me bajaste el pantalón del pijama, me pusiste en tus rodillas y estuviste azotándome con la mano hasta que te cansaste. 

Cuando paraste el culo me quemaba, sentía en mi piel el pulso. Me tuviste sobre tu regazo en silencio un rato, hasta que me dijiste un seco y simple

- Levanta.

Me levanté. Me cogiste del brazo y me vovliste a encaminar hacia la pared. Antes paraste junto a tus cosas y buscaste en un cartera una moneda de dos euros. Junto a la pared me soltaste. Pusiste la moneda en la pared.

- Las manos detrás de la espalda, la nariz en la moneda y el culo bien sacado...ah y pobre de ti que se caiga la moneda.

El culo me ardía, me sentía avergonzada, pequeña, castigada, pero húmeda y cachonda, mi cabeza por momentos parecía estar cortocircuitada.

Saliste de la habitación y tardaste un rato en volver, la posición era muy incómoda. Cuando volviste a entrar, te pusiste detrás de mi.

- Así que la señorita, se dedica a ver videos y masturbarse porque no puede aguantar un par de días, pues habrá que recurrir a métodos más expeditivos.

Sentí algo familiar que tocaba mis muslos obligándome a abrir las piernas, lo reconozco enseguida, era ese maldito cepillo de ducha, lo odiaba, es terrible, doloroso, pesado...

- Si durante el proceso de cae la moneda, cuando termine tendrás una ración extra de cinturón. 

Lo siguiente en hablar fue el dolor punzante del cepillo, metódico, un lado y el otro, ahí sólo sentía su efecto, nada más. Por suerte no fueron muchos, los suficientes eso sí, cuando cesaron, sabía que tendría moratones para días...pero también tu actitud cambió. 

Me quitaste la moneda, me ayudaste a erguirme, me miraste, me pusiste la mano en la mejilla, me diste un beso y me dijiste que me tumbara boca arriba en la cama.

Dos minutos después tu mano con la ayuda de la crema aliviaba mi culo en llamas y así estuviste un rato. Entonces me cogiste de la cintura e hiciste que levantara el culo, las rodillas apoyadas en el colchón y la cabeza en la almohada, empezaste a jugar con tus dedos en mi coño y volví a tener conciencia de la excitación, pero una serie de palmadas en el coño me recordaron que me había portado mal y más aún cuando me dijiste.

- Ahora no van a ser dos días, va a ser mientras duren las marcas, y mientras hayan marcas, que revisaré todos los días, sólo te voy a follar el culo. 

Y eso hiciste, prepararme y follarme el culo, usarme, correrte y dejarme húmeda, cachonda, con las ganas y el culo dolorido.



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