jueves, 11 de enero de 2024

El buen hábito de la lectura.

 




Habíamos salido a picar algo fuera aquel domingo, con lo que de vuelta a casa no teníamos hambre y ya era tarde, así que nos pusimos cómodos y no estiramos en el sofá, ella se puso la tele y yo fui a la librería y cogí un libro, en aquel rato de paz, me sumergí en la lectura y me evadí de todo. 

No sé cuánto rato estuve así, recuerdo que levanté la vista del libro un rato después y estaba mirándome fijamente, con esos ojos de fuego clavados en mi. 

- ¿Que pasa?

- Nada, me he quedado embobada mirándote, que envidia.

- ¿Envidia?

- Me gustaría tener ese capacidad, de coger un libro y concentrarme. 

- La tienes, es cuestión de ponerse 

- Ya...

- Entonces envidia ninguna, si no lo haces es porque no quieres.

- Pfff si tuviera algún estímulo...

- El libro es suficiente estímulo créeme.

- Ya, pero si no me engancha mucho, me aburro y lo dejó, tal vez podrías ayudarme.

- ¿Cómo?

- Pues eso, no es fácil pedírtelo, pero me gustaría.

- ¿Me estás pidiendo que te obligue a leer?

- Bueno tampoco es eso, pero sí que me recomendaras algo, tú estás más metido en eso y me conoces sabes que me puede gustar.

Cerré el libro y lo dejé en la mesita.

- Vamos que quieres un plan de lectura 

- Si más o menos, me parece que podría ser muy divertido estar leyendo los dos y luego comentar...

- Pues sí, podria hacerte una lista de libros que te gustarían, pero cómo te conozco, sé que sólo con eso no va a bastar.

- Pues propón y te digo.

- No, o quieres o no quieres y si quieres el estímulo va de mi parte.

Se quedó pensativa un momento, hasta que me dijo.

- Se que lo más seguro que me arrepienta pero acepto. 

- De acuerdo déjame pensar y ya te diré. 

- Genial.

Pasó la tarde y pasamos a otras cosas pero a ratos mi cabeza iba pensando, en su petición y mentalmente iba analizando los mejores libros para empezar y a la vez ser estímulo cómo me había pedido. Cenando me vino la inspiración y cuando terminé de recoger la cena, me fui directo a la librería y cogí uno de mis libros. 

- Toma, este es ideal para ti.

Lo cogió y leyó el título.

- La rendición. Tony Bentley.

- Exacto 

- Bueno para empezar no es muy gordo, de que va?

- Te gustará, es autobiográfico de la autora y estoy convencido que salvando las distancias te verás en muchas cosas, además se lee fácil, es muy directo, pero tiene un transfondo muy interesante. 

Empezó a hojearlo.

- ¿Y cómo lo hacemos?

- Eso te toca a ti, yo sólo te digo que tienes un mes desde hoy, dentro de un mes un día con tiempo, lo comentamos.

Poner un plazo en una dinámica cómo la nuestra significa mucho. Un plazo equivale a un límite.

- Vale, ya veré cómo saco tiempo, pero me gusta la idea. 

- ¿Trato hecho entonces?

- Si claro.

- Pues ya sabes, y creeme te gustará.

Desde aquel momento, puse en marcha la cuenta atrás. 

La primera semana, fue habitual encontrarla leyendo al llegar a casa o incluso más de un día en la cama. La segunda semana bajó la intensidad y aunque cogía el libro, le tiraba más el teléfono. La tercera sólo vi el libro tirado en la mesita de noche. Cuando empezó la cuarta una noche cenando...

- ¿Cómo llevas el libro? 

- Bien...

- ¿Te gusta?

- Me encanta.

- Mejor. He pensado que aunque ya comentaremos, un día que salga pronto, te haré una especie de examen sobre el libro.

Su cara cambió de golpe.

- Bueno quería pedirte un poco más de plazo, llevo dos semanas liada y lo tengo un poco abandonado.

- Vale.

- Gracias ¿Cuanto me das?

- Lo que me has pedido. Un poco más.

- Ya pero cuánto?

- Teniendo en cuenta que te alargo el plazo, ya te avisaré. 

- Joder, pero por saberlo...

- Si lo sabes, me temo que cuándo cumpla el plazo, me vas a pedir otra prórroga, así que si no lo sabes, no hay ese riesgo, yo cumplo mi palabra y te aumento el plazo. 

Se quedó muda, sin saber que decir y no dijo nada. 

Un jueves de la siguiente semana, le puse un WhatsApp.

- Llegaré sobre las ¿ Estarás en casa?

- Si, ya hará rato ¿por?

- Para hacer el examen sobre el libro está tarde. 

- ¿Ya?!!!!

- Si, creo que 8 días más de plazo, es suficiente, por cierto vístete para la ocasión. Te dejo que quiero salir pronto.

Habían muchas incertidumbres, podía estar jugando perfectamente a hacerse la tonta, pero si no era así y realmente había abandonado el libro, su estómago debía estar lleno de mariposas en ese momento. 

Llegué a casa y no estaba en el salón como de costumbre, tampoco salió a recibirme y al entrar en la habitación, allí estaba con el libro. 

Entré y se lo cerré.

- Ahora ya no es momento, vístete y te espero en el salón. 

Dejé mi chaqueta y me fui al salón a esperar. Tensa espera de varios minutos, hasta que apareció, vestida con la falda plisada negra, que se ajustaba con dos pequeñas correas y la blusa blanca, que le daban un aspecto muy inocente, que chocaba con los taconazos en los zapatos, llevaba el libro pegado al pecho, que la hacía parecer más inocente aún y su rostro estaba un poco encendido. Le pedí el libro y le hice la primera pregunta.

- Lo has leído ¿Verdad?

- Bueno, a partir de la mitad a lo rápido.

- Pero lo has leído ¿No?

- Si...

- Bien, pues vamos allá.

Empecé a preguntarle sobre cosas del libro y me sorprendió la corrección de las respuesta, hasta que llegué a mitad de libro y empezaron a caer, además en muchas parecía más bien que había leído una sinopsis y ya tuve bastante.

- Te lo voy a volver a repetir ¿Has leído completamente el libro?.

Su cara se encendió y evitaba mirarme. La conozco y todo estaba muy claro.

- Contesta!!!

- Ya te he dicho que a lo rápido, sin tiempo.

- Has tenido un mes y ocho días extra, no me vale como excusa.

- Pfffffff 

- Pffffff qué significa?

- Que no me ha dado tiempo a terminar.

- Tu debes pensar que me chupo el dedo, si has llegado a la mitad, mucho has llegado ¿O no?

- Es que no he tenido tiempo 

- Sales de trabajar antes de las tres de la tarde, hasta las 10 o 10 y media que te vas a dormir...

- Y el gimnasio y cuando no es una cosa es otra.

- No me interrumpas cuando hablo. Me lo pediste tú y el comportamiento que yo espero de una adulta, no es callar e intentar que vuele, es que si por el motivo que sea, no te gusta, no te engancha o incluso no te apetece que lo digas y no pasa nada, ahora si sigues con el juego hasta las últimas consecuencias y en vez de hablar como una adulta y asumir, intentas colarmela, te equivocas de cabo a rabo. Ahora sí que te vas a leer el libro y rápido, te lo aseguro. De hecho vas a estar castigada todo el fin de semana, cómo una quinceañera que ha intentado hacer trampas en el examen, así que ya sabes, si tenías algún plan, cuando termine contigo, ya puedes deshacerlo ¿Estamos?

La efectividad de los regaños es asombrosa a veces y en aquel momento, su cabeza ya estaba en otra parte.

- Ponte de pie, entre la tele y el sofá mirando la tele, las manos tras la espalda cogiéndote los antebrazos. 

Lo hizo obediente y entregada. Cuando estuvo en la posición, cogí el libro y lo puse sobre su cabeza, advirtiéndola:

- Si se te cae el libro, es que te has movido y eso significará, que deberé recordarte que en posición de castigo no te puedes mover.

La dejé inmóvil sin respirar apenas, me senté un rato a mirarla, quería que se sintiera observada. El sonrojo de sus mejillas, seguro que eran también húmedas cosquillas en su entrepierna. Un par deinitos después me levanté y fui a la cocina y al baño. 

De vuelta me senté, en mi regazo había puesto el temido cepillo ovalado de madera oscura y en la mesa había dejado algo más.

Le dije que cogiera el libro y viniera. Lo hizo. Frente a mí de pie le pedí el libro. 

- Este fin de semana vas a dedicar dos horas por la mañana y dos por la tarde a leer, y seguirás entre semana con dos horas más, hasta que termines, cuando termines quiero un resumen por escrito, bien presentado y cuidando la ortografía ¿Está claro?

- Pffffff 

- ¿Está claro?

- Si..

- Levántate la falda...

Se sonrojó al instante, pero lo hizo. Levantó la falda mostrándome aquellas braguitas de algodón, que nada tenían que ver con su estilo interior. Metí los dedos por la cintura y empezaron a descender hasta medio muslo, allí, pasé mis dedos por la parte de tela pegada a su sexo, dónde había una visible mancha de humedad.

- Estás en problemas muy serios para tu culo y así reacciona tu cuerpo? 

Al terminar de decirlo, la cogí de la mano y la guié a mi regazo, nada más caer le levanté la falda. Empecé a subirme las mangas.

- Ahora te voy a poner el culo, cómo a las niñas grandes tramposas, sin calentamientos, ni concesiones, así que espero que al menos aquí te comportes cómo una adulta y aguantes estoicamente el castigo, así que si tengo que avisarte, que levantes el culo o que no te muevas, vas a pasar unos días complicados hasta para hacer pis ¿Entendido?

No contestó en ese momento cogí el cepillo y empecé a frotarle con el las nalgas desnudas y blancas, primero con la cara lisa de madera y después con las cerdas ásperas. 

Hasta que la sujeté de la cintura con el brazo izquierdo haciendo algo de fuerza hacia arriba y el cepillo empezó a aterrizar contra su piel, no hace falta dar fuerte para que sea muy efectivo, un par de minutos más tarde, ya no tenía un centímetro de piel del culo, sin colorear y cuando empecé a apuntar bien a la zona dulce, ahí donde nacen las nalgas, no tardó mucho en empezar a suspirar y moverse un poco. Cinco minutos después de haber empezado ya tenía esos dos grandes ojos de buey rojo oscuro, allí donde más había trabajado el cepillo y me detuve. Volviendo a pasarle la parte de las cerdas rozando su culo en llamas.

Dejándola descansar un poco y coger aire. Así estuvimos más o menos el mismo tiempo que había estado trabajando su culo con el cepillo. Entonces le enrollé la falda sobre su propia cintura para evitar que cayera al levantarse, las braguitas estaban ya en los tobillos.

- Levanta pequeña tramposa. 

Se levantó y yo detrás. 

- Ahora me vas a quitar el cinturón, me lo vas a dar doblado y te vas a poner sobre el brazo del sofá. 

Nerviosa empezó a desabrocharme el cinturón, me lo quitó, lo dobló y me lo dio. 

Esperé que se colocase tumbada boca abajo sobre el brazo del sofá. Cuando lo hizo, dejé un momento el cinturón en su culo rojo y expuesto. 

- ¿Cuantos días tiene un mes?

- Treinta

- ¿ Y cuántos te alargué el plazo?

- Ocho.

- Treinta más ocho, treintayocho, ese es el número de azotes que vas a recibir con el cinturón y qué vas a contar en descendente. 

Cogí el cinturón de cuero marrón, lo ajusté bien, levanté el brazo y sonó el inconfundible sonido del cuero punzante cruzar su piel...tras el un profundo suspiro y una voz entrecortada.

- Treintaysiete...

Un momento de silencio, que rompió de nuevo el impacto del cinturón.

- Treintayseis...

Fui avanzando el castigo en tandas de una docena, así que al terminar la última, me faltaban dos. Pero al pasar mis dedos por su piel vi que estaba perfectamente cocinada y que entre la contundencia de la madera y el cuero punzante iba a tener un recuerdo al sentarse para todo el fin de semana mínimo, así que se los perdoné, volviéndome a poner el cinturón. Entonces fui hasta la mesa, había un bulto envuelto en papel de aluminio, deshice el envoltorio y cogí lo que había envuelto, un tallo de jengibre pelado del grosor de mi pulgar y la largada del corazón. 

- Espero colaboración y por si acaso he dejado mi cinturón sin abrochar.

Eso significaba que debía ser ella quien separase sus propias nalgas, para facilitarme la operación. Esperé un instante hasta que vi sus manos agarrando las nalgas sensibles y doloridas, para exponerme toda su intimidad sin secretos. En cuanto lo hizo primero unas pasadas por fuera y después el dedo de jengibre entró dentro de su agujero más oculto, asegurándome que el calor por fuera también tendría su réplica por dentro. 

Una vez dentro yo mismo le cogí las manos, la ayudé a levantarse, cogí un cojín, la llevé hasta la pared, dejé el cojín en el suelo y la hice arrodillarse sobre el, con los brazos en cruz, cuando estuvo fui a la librería cogí dos libros del mismo peso y puse uno en cada mano. 

- Espero que se caiga ningún libro, ni se te caiga el jengibre, al no ser que quieras repetir con el cepillo. 

Me senté a esperar, imaginaba la incomodidad de la posición, mezclada con el quemor de los azotes palpitantes y el ardor del jengibre, así que no alargué mucho la agonía. 

A los cinco minutos la llamé, la hice ponerse de nuevo en mis rodillas, con una mano le acariciaba el culo caliente, con la otra busqué una escena del libro muy morbosa y excitante, cuando la encontré, le di la página y le dije.

- Empieza a leer en voz alta.

En cuanto empezó a leer, mis dedos fueron directos a su sexo, caliente, hinchado y jugoso, para empezar a masturbarla, y las palabras de la lectura empezaron a intercalar se con una gama de jadeos, gemidos y suspiros hasta que dejó de leer y de su boca sólo salieron gemidos y gritos primero y una respiración necesitada de aire después. 

El fin de semana se lo pasó castigada leyendo. Antes de sentarse a leer, conmigo presente, le bajaba el pantalón del pijama hasta los tobillos y recibía un recordatorio en forma de azotaina a mano, para después sentarse a leer en la fría y dura silla durante dos horas. Así hasta que terminó el libro. 









3 comentarios:

  1. Magnífico, emocionante, delirante. Yo quisiera un Santy que me corrigiera así.

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  2. Qué buena forma de promocionar la lectura!!! Con lo que se compromete se hace, aunque debo reconocer que esa consecuencia de no cumplir dan ganas a las spankees a volver a reincidir en no leerlo hasta final el libro. Al menos sabemos que seguro que una vez a la semana se lee uno de tus relatos, que es nuestra cita semanal.

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  3. Qué historia tan inquietante y excitante! Incluso si soy un ávido lector, estoy casi seguro de la eficacia y la vergonzosa emoción del método ;)

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