martes, 19 de diciembre de 2023

Fin de semana de matanza (E.).




Habían decidido ir de fin de semana a su pueblo, era la fiesta de la matanza e iría mucha gente conocida. Le hacía ilusión y a ella no le importaba.

Las clases ya las tenía medio terminadas y se la notaba ya más relajada.


Salieron el sábado por la mañana. El pueblo estaba en medio de un monte y había caminos para hacer rutas. Ella cogió las botas de montaña con intención de salir un poco, pero los planes de él eran otros.


Llegaron al mediodía, ya estaba todo el mundo en la plaza. Habían empezado con las cañas y estaban preparando la parrilla. 


Él empezó a saludar a la gente, a ponerse a día. Ella le seguía, pero no se enteraba de mucho. 


Pasaron así varias horas, pero a eso de las cinco ella necesitaba parar un poco.


- Santi anda, vamos a dar un paseo y luego seguimos 


- Ahora Nena? Vamos a ir al bar que están todos. Hace mil que no los veo! Espera y vamos mañana por la mañana.


- Bueno, ve tú y yo me doy una vuelta, es que yo no bebo y no conozco esto de nada. No os sigo...


- Anda, vente y estamos juntos. Mañana te acompaño y nos vamos a coger níscalos, que no ha helado y todavía hay bastantes.


- Que no Santi, vete tú y yo me doy una vuelta. Luego te busco!


- Vale, pero no te alejes que se hace de noche. Llega hasta el río y vuelves que no conoces la zona.


- Déjame! Ya soy mayorcita Santi!


- Escúchame y hazme caso. Esta zona es traicionera, no te alejes más allá del río. Mañana juntos ya vamos más lejos, me has oído?


No contestó. Le rehuyó la mirada y no dijo más.


Se fue a casa, se abrigó y se fue al campo. Todavía había luz así que se confío y no hizo caso de sus indicaciones. Iba con música, relajada y se le fue la hora. Cuando quiso darse cuenta estaba bastante lejos y era ya de noche. Se empezó a asustar. 

Continuó un poco pero le entró miedo y no le quedó más remedio que tirar de móvil. 


- Hola nena, ya estás en casa? Vente al bar que esto está muy animado!


- Santi ... Necesito que vengas a por mí...


- Qué? Hay mucho ruido y te oigo mal. - había mala cobertura.


- Que necesito que vengas a buscarme.


Salió del bar para escucharla mejor.


- Dónde estás?


- No lo sé muy bien, pero está muy oscuro y no me atrevo a seguir.


- No me lo puedo creer! Qué te dije?? Que te quedaras cerca que estaba anocheciendo! Eres una cabezona!


- Santi, por favor...Ven a buscarme. 


Sonaba asustada. El problema era encontrarla. Con mala cobertura y de noche no iba a ser tan fácil.

Además, había bebido ya varias cervezas. Tuvo que pedir un favor a un compañero guardia civil que estaba de guardia ese día.


Tardaron un rato, pero al fin la encontraron. Se había alejado bastante. Cuándo dieron con ella estaba sentada en una piedra acurrucada esperando. 


En cuanto le vió bajó la cabeza. Sabía que no iba a estar muy contento. 

Se contuvo porque iba acompañado.


- Estás bien?


- Sí, ha sido más el susto. Perdonad que os haya hecho salir con el coche.


El compañero le quitó importancia, pero la cara de él lo decía todo. 


Al llegar al pueblo se despidieron y se fueron a casa 


- Santi, lo siento mucho. No calculé bien...


La miró serio desde la puerta del salón.


- No tenías nada que calcular. Te dije que no fueras más allá del río. Cuál es exactamente la parte que no entendiste??


Se quedó callada. No tenía excusa. 


- Pero, como siempre, la señorita hace y deshace a su antojo y acabo yo pagando el pato. No es así?


- Lo siento Santi ...


- Suficiente. Cena, lávate los dientes y a la cama. 


- No vamos a salir? - lo dijo con voz bajita 


- Tú no. Te voy a dejar acostada y me voy a ir, pero para ti se ha acabado la fiesta por hoy.


No se atrevió a protestar.


La supervisó muy serio. Le puso la cena en el plato, esperó a que acabara. La llevó al baño a lavarse los dientes y de la mano la llevó a la cama. 

Antes de acostarla le dió un par de azotes en el culo 


- Y prepárate que mañana vamos a ajustar cuentas. No me gustan las niñas desobedientes. 


La tapó, le dió un beso en la frente y se fue de vuelta al bar. 


Ella se quedó un poco frustrada, quería ir a la cena, pero sabía que no era momento de discutir. Esos azotes ya le anunciaban lo que vendría, así que mejor mantener el perfil bajo.  Aún así, se notaba con hormigueos en su interior. Verle así de firme y protector la excitaba enormemente.


Llegó sobre las tres de la mañana. Ahí estaba. Dormida. Parecía que no había roto un plato. 

Se acostó a su lado y se quedó dormido.


A la mañana siguiente ella se despertó antes que él. Preparó café y fue a la panadería a por bollos recién hechos. 

Se tomó el café pero quiso esperarle para desayunar.


No tardó mucho en levantarse. El olor a café y bollería inundaba la casa. Fue a la cocina y la vió con el pijama de espaldas ordenando un armario 


- Buenos días.


- Buenos días Santi ... Qué tal has dormido?  - sonaba dulce. Quería tantearle a ver cómo estaba 


- Bien, y tú?


- Yo también. He dormido mucho hoy.


Se le acercó y le dió un beso en el cuello. Se sentaron a desayunar en silencio. 

Ella decidió romper el hielo 


- Santi... No pensé que ayer se fuese a complicar tanto. 


- Te pregunto lo mismo que anoche. Qué parte no entendiste de que no fueses más allá del río?


- Santi! Yo hago rutas, voy a la montaña! Qué querías? Que me diera un paseo por el pueblo y ya?


- Sí! Eso quería. Ni más ni menos. No conoces la zona, hay áreas complicadas y no era momento. Sigo?


- Te estoy diciendo que lo siento! Qué más quieres?? - su discurso y su tono de voz no iban en consonancia.


- Vuelve a gritar. - se lo dijo muy serio. Tanto que se frenó en seco.


- Por tu cabezonería tuve que avisar a Rubén, sacar en cuatro por cuatro y pasar una hora buscándote, con la preocupación añadida, así que vuelve a elevar el tono y no te sientas en una semana. 


Bajó la mirada y se puso roja. 


- Anoche te dije que te prepararas y ya sabes lo que pasa en casa cuando desobedeces. 


Cada vez se notaba más inquieta. Estaba nerviosa, pero también se notaba húmeda. 


- Vete a la habitación y me esperas en el rincón. Ve pensando en tu comportamiento.


Obedeció sin rechistar. 

Él se quedó recogiendo la cocina. Quería darle tiempo para que los nervios afloraran más. 

La tuvo esperando al quince minutos. 


Le oyó dirigirse a la habitación. Ella estaba en la esquina mirando la pared. Estaba aun en pijama. 


- Ven aquí.


Al darse la vuelta le vió sentado en la cama. 


- Anoche me asustaste. Te podía haber pasado algo y solo por no hacer caso. 

La seguridad es lo primero, y esa norma es sagrada en casa. 


Estaba roja. Se notaba la cara ardiendo. No podía mirarle a la cara.


- Te gustas desobedecer?


Seguía callada.


- Te he hecho una pregunta.


- No ...


- A mi me parece que sí. Que siempre estás explorando los límites a ver si me pones a pruebas, no?


- No Santi...- sonaba pequeñita, casi imperceptible.


- Pero no te preocupes que el límite lo has encontrado. Hoy te voy a poner el culo como un tomate, a ver si te quedan ganas de seguir buscando. 


Sin más la tumbó sobre sus rodillas. Llevaba el pantalón de invierno, pero de momento se lo dejó.

Empezó con los azotes, que caían amortiguados por la tela, pero eran fuertes y el efecto lo empezó a notar enseguida. No tardó mucho en empezar a emitir algún quejido y a mover un poco las piernas. 


- No te muevas. Acabamos de empezar.


Continuó un par de minutos más y luego paró.


- Vamos a ver cómo está esto. - le bajó el pantalón del pijama dejando sus nalgas cubiertas por unas braguitas gris clarito. Dejaba parte de sus nalgas a la vista, que estaban ya bastante enrojecidas. 


Reanudó la azotaina con la mano. Está vez más escandalosa. Cada azote inundaba la habitación. 

Estaban solos en la casa del pueblo, no tenían vecinos, así que no había que disimular. 


Con los movimientos de sus piernas las braguitas iban poco a poco metiéndose entre sus nalgas dejando más cantidad de piel a la vista. 

En un momento cogió las braguitas con su mano izquierda terminando de metérselas modo tanga. Sabía que eso le daba mucha vergüenza y se recreó en ello 


- Mírate! Con el culo rojo por desobediente. No te da vergüenza? - se lo dijo mientras tiraba hacia arriba de sus braguitas.


Emitió un pequeño gemido por respuesta. Estaba entre excitada y avergonzada. Agradecía no tener que mirarle a la cara.


Tenía ya el culo bastante rojo y él la mano cansada, así que decidió que era un buen momento para hacer una pausa.


- Te quiero en el rincón con las manos en la espalda ya mismo! Y no se te ocurra tocarte. 


Al levantarse fue a colocarse bien las braguitas, pero no la dejó.


- Las braguitas como están! Que se vea bien ese culo castigado!


La mantuvo en el rincón otros quince minutos, con el culo ardiendo y las braguitas metidas. Estaba segura de que si se las bajaba estarían mojadas y eso la perturbaba aun más.


Le escuchó salir al salón y volver poco después. 


La llamó de nuevo. Al girarse le vió con el sacudidor de alfombras de su abuela encima de la cama.


Vió cómo le cambiaba la cara al verlo.


- No pongas esa carita. A las niñas tozudas y desobedientes hay que sacudirles bien en el trasero. Ven aquí. - se señaló entre sus rodillas.


Se acercó temerosa. Lo había probado solo una vez y el recuerdo no era muy grato. 


- La próxima vez que te diga algo vas a obedecer. No quiero debates, propuestas ni quejas. Yo ordeno y tú obedeces, así de simple. Está claro?


- Sí...


- Vamos a hacer la prueba. Bájate las braguitas. 


Le costó pero obedeció. Tímidamente se bajó las braguitas hasta que le ordenó parar. 


- Y ahora enséñame cómo está el fondillo.


- Santi ...


- Yo ordeno y tú obedeces. Vamos. 


Tiró de la parte delantera de las braguitas y le enseñó la parte interna, la que estaba en contacto directo con su sexo. Como ya imaginaba estaba mojada. Se notaba una zona de un gris más oscuro por la humedad.


- Qué es eso?


La notaba cada vez más colorada. Necesitó suspirar un par de veces para recomponerse. 


- Contesta. 


- He mojado las braguitas.


- Te castigo por desobediente y pones así las braguitas? Dime, las niñas buenas hacen eso?


- No...


- Voy a comprobar con un dedo cómo estás. Si sale mojado te vas a llevar unos azotes extra, me has oído?


- Sí...


Llevó su dedo índice entre sus labios. Estaba empapada. Más que nunca. 

Se recreó un poco para aumentar su vergüenza. La estaba poniendo a mil y estaban aún a la mitad. 


Sacó su dedo y se lo mostró. Cerró los ojos. 


- No cierres los ojos. Mira cómo estás. Te voy a calentar bien el culo. Hoy vas a dormir boca abajo.


Se levantó y colocó dos almohadones sobre la cama. La hizo tumbarse encima y cogió el sacudidor. 


- Serán tres docenas, las dos primeras por desobediente y la última por mojar las braguitas. No te quites ni te tapes con las manos o empezaré de nuevo. Me has entendido?


- Sí.


Empezó con la primera. Con cada azote golpeaba ambas nalgas, así que el picor iba cada vez a más. Aún así aguantó y se quedó quieta. 


Al finalizar la primera docena paró y le dió un descanso.


- Por qué te estoy castigando?


- Por desobedecerte...


- Se va a volver a repetir?


- No...


- Eso espero 


Cogió de nuevo el sacudidor y completó la segunda. Al acabar tenía ya el culo muy rojo.


- Has aprendido la lección?


- Sí...


- Qué lección has aprendido?


- Que debo obedecer.


- Yo ordeno y tú?


- Obedezco...- sonaba como una cría.


Con el sacudidor le frotó un poco el culo. Quedaba la última, pero estaba ya un poco a límite.


- Vamos a hacer una cosa. Te doy a elegir. O una docena más o te pongo en mis rodillas y te doy un repaso con la mano. 


- En tus rodillas...


- Levántate.


Se sentó y la colocó sobre su pierna izquierda con una pierna suya a casa lado. De ese modo la dejaba expuesta. 

Le acarició las nalgas con la mano. Estaba. Muy calientes. 

Sin pensarlo más empezó con la azotaina de nuevo. Una ráfaga rápida y fuerte que la dejaron exhausta. 


Al acabar la dejó recuperarse tranquila, sin decir nada. 

Poco a poco la fue viendo relajarse, aminorar la respiración y empezar a mover sus caderas en círculos sobre su pierna. 

La dejó hacer. 

Ella al ver que no la paraba siguió. Estaba muy excitada. 

Él la acarició la espalda con su mano izquierda mientras la observaba moverse.

Cada vez los gemidos iban a más, así como los círculos de su pelvis contra su pierna. 

Llevó su mano derecha a su sexo y le metió dos dedos hasta adentro que casi resbalaron. Empezó a moverlos cada vez más rápido al ritmo que ella marcaba hasta que unos segundos después la vió llegar al orgasmo sobre sus rodillas. 

Fue un orgasmo intenso, de los que te inundan por dentro. 

La había tenido excitada casi desde la noche anterior, tanto que casi dolía. 


Tardó un rato en reaccionar. Al rato se levantó, se sentó sobre él y le cabalgó hasta hacerle correrse con ella.


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