jueves, 30 de noviembre de 2023

El Rimmel (por E.)

 




Tenía la fea costumbre de acostarse sin desmaquillarse los ojos. No se quitaba el rímel y la funda de la almohada acababa siempre con manchas negras que eran muy difícil de quitar. 

Habían discutido por eso varias veces, incluso se había llevado alguna vez algún cachete, pero seguía sin hacer caso.


Ese día era él el encargado de tender la lavadora. Cuando sacó la funda de la almohada de ella lo vió. Otra vez las manchas negras a medio quitar. Era desesperante lo cabezona que era a veces.


- Nena ven aquí un momento por favor.


Ella estaba en el salón entretenida con el móvil.


- Qué quieres? - le dijo sin moverse del sofá.


- Te he dicho que vengas un momento por favor - sonaba serio.


Se levantó sin muchas ganas y se fue a la cocina. 

Al entrar le vió apoyado en la lavadora con la funda blanca de la almohada estirada y dos manchas negras en medio.


- Me explicas qué es esto?


- Ay Santi, no empieces...no seas pesado!


- Que no sea pesado?? Cuántas veces hemos discutido esto? Tanto te cuesta quitarte el maquillaje antes de meterte a la cama? 


- Santi, me pilla muy cansada ya a esas horas y me da pereza! Déjalo ahí que luego lo lavo yo.


- No! No se trata de eso. No hay por qué lavar dos veces, gastar doble de agua y de jabón por algo que se puede evitar.  


- Ya ves tú! Qué cuesta eso? - se lo estaba tomando a risa.


- Ya veo que no lo quieres entender. Dime, qué te dije la última vez que pasaría si esto se volvía a repetir? 


Ahí ya cambió su cara. 


- No Santi ...


- Qué te dije?


- Que estaría una semana sin poder maquillarme ... 


- Pues ya sabes. Esta semana con la cara lavada y así aprendemos algo.


- Pero Santi...no puedo estar una semana sin maquillaje!! Madrugo mucho y necesito ponerme "buena cara"... Por favor - le estaba casi rogando.


- Te lo dije bien clarito la última vez y ya sabes que no amenazó en balde. Si no lo haces por las buenas lo harás por las malas. Se acabó.


Salió de la cocina enfadada. Ese castigo le picaba de verdad. Rara vez salía de casa sin maquillar, al menos los ojos, y tener que ir así una semana le iba a costar. 


Estuvo toda la tarde de morros. Él no le hizo mucho caso, ya se le pasaría, pero se mantuvo firme en su decisión. 


Al día siguiente está domingo. Fue un día tranquilo, no salieron de casa, así que el tema del maquillaje no fue a más, pero la mañana del lunes las cosas cambiaron. 


Salió de la ducha con la toalla en el pelo. Él estaba en la cocina poniéndose un café. Se le acercó cariñosa.


- Santi... - se le abrazó por detrás.


- Buenos días nena. Qué bien hueles!


- Te quiero pedir una cosita ...


Él ya se olía lo que venía.


- Por favor Santi, deja que me ponga el rímel anda... solo eso, de verdad. 


- Jajaja! Ya sabía yo! Esos mismos a primera hora de la mañana.... 


- Puedo?


Se dió la vuelta para tenerla de frente. 


- No. No puedes. Nada de maquillaje esta semana, ya lo sabes 


- Si solo es la máscara de pestañas Santi! Qué más te da? - empezaba a levantar la voz.


- No grites. No estamos negociando nada. No hay maquillaje. Punto.  Te dejo que llego tarde. 


Le dió un beso rápido y se fue. No quería discutía esas horas y dejarla así la encendía más, así que huyó rápido.


Se quedó en la cocina, con la palabra en la boca y enrabietada, y ahí ideó su plan. 

Tenía muestras de maquillaje de tamaño pequeño de los viajes. Cogió un neceser y metió varias cosas. También añadió desmaquillarte y algodones. 

Se maquillaría al salir de casa y se lo quitaría antes de llegar. Él no sé enteraría. Plan perfecto.


Los dos primeros días transcurrieron con normalidad. Tanta que él ya sospechaba. 

El miércoles tenía guardia y él se ofreció a recogerla. A las nueve de la noche salió del hospital con cara de cansada pero sin gota de maquillaje. 

Llegaron pronto a casa y cuando estaban subiendo la escalera del garaje ella tropezó y se le cayó el bolso.  Lo llevaba abierto y el pequeño neceser acabó en el suelo con las muestras de maquillaje esparcidas. 


Intentó recogerlas rápido pero él se percató de todo a la perfección. 


- Deja eso ahí. 


- Qué?


- Ya me has oído. Ya lo recojo yo.


Se agachó y cogió un rímel y un colorete del suelo. 


- Y esto?


- Santi...- no sabía qué decir. 


- Vamos a casa. 


Terminaron de recoger las cosas del suelo y se metieron al ascensor. Ella iba roja como un tomate y mirando continuamente el suelo. Él estaba a su lado bastante serio. 


Al entrar a casa se fueron a la habitación.


- Vacía el bolso en la cama. 


- Santi, por favor ...


- Vamos. No me hagas esperar.


Sacó todas sus cosas y, entre ellas el neceser. 


- Vacía el neceser también.


Obedeció y fue dejando todas las muestra en la cama.  Él no entendía mucho de eso, pero aparentemente tenía lo básico para hacerse un maquillaje de diario y luego quitárselo.


- Ahora actúas así? 


Se notaba la cara ardiendo. No le podía mirar 


- Mírame. 


- Dime la verdad, te has estado maquillando desde el lunes en el hospital, verdad? 


- Sí...


- Estando castigada?... Muy bien. 


- Santi...es que tenía muy mala cara...


- Y eso es excusa para engañar? Desde cuándo??


- Quítate todo salvo las braguitas y ponte solo la camiseta del pijama. 


Se empezó a desnudar poco a poco. Le daba vergüenza. La veía desnuda casi a diario, pero eso era diferente. 

Él la miraba atentamente.

Una vez que acabó se quedó de pie esperando instrucciones. 


- Ven aquí.


Se acercó a él, que seguía de pie. La cogió por un brazo, la giró y así, de pie, empezó a darle los primeros azotes. 


- Vas a acabar con el culo igual de rojo que ese pintalabios!


Así la llevó hasta el rincón. La colocó mirando la pared y le bajó las braguitas.


- Ahí quieta hasta que venga.


Le oyó salir y entrar varias veces. La tuvo esperando unos diez minutos.  Por fin la llamó. 


Al darse la vuelta vió una silla del comedor a los pies de la cama. Él sentado en ella y la cuchara de madera cerca. 


Se acercó y tirando de su mano la colocó en sus rodillas. Al ser la silla quedaba la cabeza por debajo de su culo. Era más incómodo y con más sensación de "castigo". 


- Que sea la última vez que te saltas un castigo. Ahora no quiero llantos. 


Empezó con los azotes. De momento usaba su mano, pero con una intensidad alta desde el principio. Enseguida empezó a cambiarle el color de la piel. 

Se movía poco, intentando mantener el equilibrio.


- Qué creías? Que no me iba a enterar? 


Seguían cayendo uno detrás del otro sin tregua. Le empezaba a arder. 


- Santi... 


- Te voy a calentar el culo pero bien!


Continuó hasta que su mano le pidió un descanso. 

Tenía toda la zona media baja de las nalgas de un rojo intenso. 

Se oía su respiración fuerte intentando calmarse. 


No esperó mucho. Apenas un minuto y cogió la cuchara. 

Al notarla sobre su piel se tensó. Él le acarició con la cuchara unos segundos.


- Santi lo siento... por favor - intentaba convencerle.


- No voy a consentir niñas mentirosas en casa, está claro?


- Sí...


- Pues prepárate.


Y sin más la cuchara empezó a caer una y otra vez sobre su culo. Alternaba rachas rápidas con otras más lentas, pero el efecto era el mismo. Le picaba y le ardía. 

Tras unos minutos empezó a moverse, a patalear. Él la sujetó fuerte de la cintura y no paró. 

La oía llorar.


- Llora lo que quieras. Hoy vas a aprender a obedecer!


Se mantuvo así un rato más. Cuando ya vió alguna marca blanca paró. Esta vez sí la dejó más descanso.

Lloraba ya más calmada, y decidió aliviarla un poco. Le acarició el culo con su mano derecha 


- Esto quema...


Continuó un rato más hasta que la escuchó tranquila. 


- Levanta y ve al rincón. No se te ocurra frotarte. Piensa bien porque luego me vas a decir tú reflexión y te daré los últimos azotes. 


Al oír eso le miró con cara de pena, pero sin ceder la ayudó a levantarse y fue con ella para colocarla. Tenía las braguitas en los tobillos. 

Nariz en la pared y manos en la espalda. La hizo inclinarse un poco para sacar el culo. Queria que se sintiera expuesta.


- Cuando estés lista me avisas.


Tenía el culo en llamas. Se notaba la cara caliente. Pero su sexo la delataba. Verle así de firme y sin ceder a sus peticiones la excitaba muchísimo. Se notaba húmeda y una actividad eléctrica especial le recorría el cuerpo.


Unos diez minutos después la escuchó bajito.


- Santi ya...


- Ya has pensado? 


- Sí...


- Pues ven aquí.


Se acercó hacia él y se quedó de pie. 


- Te escucho. 


- Siento haberte engañado. Te prometo que no va a volver a pasar Santi. 


- Bien. Y qué queda ahora?


Ella se echó un poco hacia atrás.


- No...


Tiró de su mano hacia él para volver a colocarla delante de él. La cogió suavemente de sus muñecas 


- Dime. Qué va a pasar ahora?


- Que me vas a dar unos azotes. 


- Es lo que te mereces por desobediente, verdad? 


Esa vergüenza no hacía más que aumentar su excitación.


- Sí...


- Pues vamos Túmbate boca arriba en la cama.


Odiaba esa posición. Dejaba todo a la vista. Pero aún así obedeció. 

El le levantó las piernas, se sentó a su lado y le colocó sus piernas por detrás de su espalda. Podía verle perfectamente sexo. Estaba hinchado y muy jugoso. La humedad bajaba algo por el inicio de la cara interna de sus muslos. 


Cogió la cuchara de nuevo y sin pensárselo más empezó con los azotes. 

Le dió cuatro docenas. Los últimos costaron, pero llegó hasta el final. 


Sin cambiarla de posición la dejó recuperarse. No la veía la cara pero se lo imaginaba. 


- Vas a volver a intentar engañarme?


- No... 


Llevó su índice entre sus labios.


- Seguro? 


La escuchó suspirar hondo.


- Seguro Santi...


- Porque, qué pasará si lo vuelves a hacer? 


Esta vez ya con dos dedos recorría el interior de sus labios desde el clítoris hasta la entrada de su vagina.


- Que me castigaras...- cada vez jadeaba más.


- Acabarás con el culo rojo y tan mojada o más que ahora.


Empezó a jugar con el orificio de su culo. Primero por fuera, pero luego, y aprovechando la lubricación natural de su coñito mojó su dedo y lo empezó a introducir poco a poco. 

Estaba tan excitada que no costó. Cuando la tenía ya acostumbrada sacó su dedo se levantó y la ordenó tumbarse boca abajo. 

Él se quitó la ropa y se tumbó sobre ella. Enseguida notó el calor que emanaba sus nalgas. Estaba muy excitado y lento, pero sin parar la penetró por detrás hasta dejarla llena. La folló así. Cuando estaba a punto de correrse llevó una mano a su sexo y la masturbó para hacerlo juntos. 

Fue un orgasmo intenso. 

No le había salido tan mal el plan inicial ...






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