viernes, 6 de octubre de 2023

El testimonio

 



- Es que no me escuchas!!! Te lo he contado 20 veces. No pasa nada. Te harán pasar a una sala y te tomarán testimonio, ni tan siquiera es juicio oral, vamos que no es como en las películas. Estarás en una sala con el juez, las partes y ya está. Tu respondes las preguntas y no pasa nada, ni te van a interrogar ni nada. 

- Pero yo no entiendo de estos líos ¿No tendré abogado? 

- ¿Para qué? Vas cómo testigo, no eres parte, simplemente tendrás que responder las preguntas, ya está, así que no te preocupes y vamos a cenar va, que esto huele que alimenta y más reposado.

- Pffff se me ha cerrado el estómago, tengo un nudo aquí (me señaló la boca del estómago) ...

- Ainssss haces un mundo de una tontería.

- Quien me mandará a meterme en estos líos.

- Míratelo por la parte positiva, sé cómo va esto y entre una cosa y otra te vas a tirar la mañana, así que eso que te llevas.

- No ayudas mucho a tranquilizarme.

- Jajajjajaja venga va come algo, un yogurt, un vaso de leche, algo...

- Cena tú tranquilo, ya antes de irme a la cama cenaré cualquier cosa.

Al día siguiente estaba citada como testigo en un juicio por un tema del trabajo y estaba atacada de los nervios, lo entendía si no estás acostumbrado estos temas imponen, y ella y su carácter hacían el resto. Cené y estuvimos charlando un rato, le expliqué el proceso varias veces, pero seguía sin verlo claro, yo estaba cansado y un rato después, le dije.

- Nena voy para la cama...

- Vale no tardo...

- Y cena algo

- Que si... papá.

Me fui a la cama y me quedé ko en minutos, con ese sueño profundo que ni me acuerdo cuando vino. Tampoco la escuché levantarse al día siguiente y cuando sonó el despertador ya no estaba. Desayuné y me fui a trabajar.

A media mañana le puse un mensaje.

- ¿Cómo va? ¿Ya te han mentido en la cárcel?

- Muy gracioso, pues aquí estamos, esperando, ya nos han cambiado de sala dos veces y aún nada.

- Ya te avisé que suele ir lento, así que paciencia y avisa cuando salgas.

- Vale.

Iba camino de comer algo, cuando me sonó el teléfono, era ella.

- Hola!!!! ¿Ya estás?

- Si. - me llamó la atención el tono seco- 

- ¿A qué no ha sido para tanto?

- No...estoy en el coche, no me encuentro muy bien...

- ¿Que te pasa? 

- Estoy mareada y sin fuerzas, no sé.

- No te muevas, ahora voy...

- No tranquilo, ya se me pasará.

- Ya estoy en el coche, voy 

Colgué el teléfono y me fui para la ciudad de la justicia. 

Enseguida encontré su coche, estaba fuera apoyada en el.

- ¿Cómo estás?

- Un poco mejor, parece que se me está pasando.

Estaba blanca como una vela, le cogí la mano y ni se le marcaban las venas...miré alrededor y vi un bar, para allá que nos fuimos, pedí una Coca Cola y un croissant. Me miró extrañada 

- Bebe y come.

Lo hizo, el cuerpo es así. Y al poco empezó a reponerse.

- ¿Estás mejor?

- Si...lo siento me he asustado un poco.

- Normal.

- Supongo que los nervios...

- Si algo han ayudado, pero sobre todo no cenar nada ayer, ni desayunar esta mañana...¿Estás bien para conducir? 

- Si, creo que sí.

- Pues venga vamos para casa.

- ¿No vuelves a trabajar?

- Ahora llamo y les digo que cojo la tarde libre.

Nos levantamos y nos fuimos para casa, me puse detrás de ella y la seguí todo el camino. Cuando llegamos, me dijo que se iba a la cama un rato, que apenas había pegado ojo en toda la noche y debía ser cierto porque se despertó dos horas más tarde.

- ¿Qué? ¿Mejor?

- Pufff si... Cómo nueva.

- Genial ¿Y nada más?

- ¿Cómo?

- No sé, alguna necesidad por ejemplo...

- Jajajajaa eres...si, tengo hambre...

- Pues a comer, ya voy yo. 

Me fui a la cocina y calenté un plato de estofado, que había quedado de la noche anterior. Puse la mesa.

- Venga a que esperas.

Se sentó y se comió el plato entero..

- Que bien me ha sentado...

- Normal. Ahora recoge y cuándo termines ven.

Ya conocía de sobra mis tonos y sabía que aquel significaba problemas. Así que cuando terminó ya vino "preparada".

- Si, ya sé que me vas a decir.

- Ahhh ¿Si? Pues cuenta...

- Santi...ya me conoces y sabes que me pongo muy nerviosa con estas cosas 

- Si lo sé muy bien, pero esa no es la respuesta.

- Valeeee soy muy tozuda....

- Empezamos a ir bien ¿Y cuando eres tozuda cómo sueles acabar?

Su rostro se enrojeció y bajó la mirada...

- Pero es que si hubiera comido algo me hubiera sentado mal....

- Ni lo intentaste no me sirve.

- Conozco mi cuerpo!!!!

- No puedes estar casi 24 horas sin comer y menos en una situación de tensión. Me dijiste que cenarias algo, por lo tanto me mentiste y lo acabas de confesar, así que voy a repetir la pregunta ¿Que suele pasar cuándo eres tozuda y te pillo intentando engañarme? 

Escuche una afirmación tímida y casi inaudible.

- Que me castigas...

- Exacto, te castigo y eso exactamente voy a hacer ahora. 

Sin darle tiempo a reaccionar, la cogí de la mano y directa a mis rodillas.

- Me has dado un buen susto, y será que no te avisé. Cabeza dura, culo blando...

La agarré bien por la cintura y mi mano empezó a caer sobre el pantalón del pijama, mientras le iba recordando los efectos secundarios de la cabezonería sobre su culo. 

Fueron un par de minutos de "calentamiento".

- Levanta. 

Se levantó y me puso morritos un segundo.

- Las manos detrás de la espalda.

Soplido y manos detrás de la espalda. Deshice el nudo que sujetaba el pantalón a la cintura y cayó sólo enrollåndose en sus tobillos. La miré aún estaba más sonrojada. La cogí de la mano y la acompañé al lado de mis piernas. 

- ¿A que esperas?

Otro soplido, y se tumbó en mis rodillas, esta vez con el culo desnudo y ligeramente coloreado. Empecé a acariciárselo a la vez que con el brazo izquierdo la volvía a sujetar por la cintura. 

- Las niñas tozudas terminan con el culo rojo.

Y otra vez mi mano empezó a caer sobre el, esta vez haciendo bastante más ruido, el sonido de la disciplina piel contra piel. Desde el principio a ritmo constante, ni muy rápido ni muy lento, pero sin pausas. Ese sonido es embriagador, y a medida que progresaba su culo se volvía más rojo y notaba mi polla crecer dentro de mis vaqueros. Pero aquello era un castigo, con una lección que aprender. Hice una pausa corta en la que volvi a recordarle que la tozudería no es buena amiga de su culo y continué hasta ponérselo rojo cereza y uniforme, además empezaba a picarme la mano.

Durante un ratito le estuve sobando el culo, que desprendía calor sin tocarlo, hasta que le dije.

- Vete un rato a mirar la pared...de rodillas. 

Acompañada la frase de un par de azotes. se levantó y caminó con el pijama enrollado en los tobillos hasta la pared de las penitencias, allí se arrodilló, poniendo las manos sobre la cabeza. Y allí la tuve un cuarto de hora. Hasta que le dije. 

- Ve al baño y me traes el cepillo negro y el estuche del termómetro.

Se levantó y me miró.

- El termómetro por qué?!!!!!

- Porque lo digo yo 

- Santi no es necesario. 

Me levanté y me desabroché el cinturón. Sólo el gesto hizo que diera su brazo a torcer y caminó patosamente hasta el baño, con el pantalón enrollado en los tobillos. De vuelta, llevaba en una mano el cepillo antiguo de ébano y en la otra mano el estuche metálico con aquel viejo termómetro de cristal. Me lo dio todo con el rostro más rojo que el culo.  Lo dejé en el brazo del sofá. La miré.

- ¿Que estás esperando?

Suspiró y se tumbó en mis rodillas agarrando mis tobillos, abrí el estuche, saque el termómetro y lo agité con fuerza, hasta asegurarme que el mercurio caía al fondo. Dentro del estuche había un pequeño bote de lubricante, lo abrí y sumergí parte del termómetro, con la mano izquierda separé lo suficiente sus nalgas y despacio y suave le metí el termómetro hasta la mitad. Y a esperar un par de minutos, ella tenía qué estar inmóvil en esa situación pudorosa. Dos largos minutos en silencio y casi aguantando la respiración. Al pasar el tiempo, le quité el termómetro y lo miré.

- No, no tienes fiebre...de momento, cuando termine con el cepillo volveremos a comprobar.

Dejé el termómetro en el estuche, cogí el cepillo y empecé a pasarlo por ambas nalgas y jugando con las dos texturas, la suave y fría de la madera y las más áspera y caliente de las cerdas. Hasta que la volví a coger de la cintura, señal que iba a empezar. A diferencia de con la mano, los azotes con el cepillo siempre los aplicó en la mitad inferior de las nalgas, por dos motivos es más blandita y acolchada pero pica más. Sin aplicar excesiva fuerza es muy eficaz y basta un par de docenas para que se arrepienta y por si acaso después de una pausa en la que volví a jugar con las texturas del cepillo, le di un par de docenas más, que dejaron dos grandes círculos de un rojo más oscuro impresos en su piel. Entonces dejé el cepillo en el brazo del sofá y volví a coger el termómetro, el brazo izquierdo dejó de sujetar su cadera, para separar sus nalgas y el termómetro alojado otra vez dentro de su cuerpo.

- Pues no, aunque tienes la piel muy caliente no tienes fiebre. Ve a guardar todo esto y trae la crema que creo que la necesitas.

Se levantó, recogió todo y al volver me dio el bote de crema hidratante. Lo cogí, lo dejé en el brazo del sofá y la hice tumbarse de nuevo en mis rodillas. Primero extendí lebien la crema por las nalgas, despacio y sin prisa, pero poco a poco empecé a hacerle un masajito de nalgas, que se fue volviendo más erótico y abarcando más zonas, en especial las más ocultas, hasta que fui a parar con mis dedos a su sexo...también estaba caliente, rojo, hinchado y mojado...yo me notaba "hinchado" también, pero ya habría tiempo después para mí...






 






2 comentarios:

  1. ¡Qué historia tan conmovedora! Con mi maldito carácter e insolencia creo que fue por no haber comido lo suficiente o no haber comido nada que recibí más buenos azotes...^^

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