Era el último sábado de vacaciones y habíamos decidido salir a cenar y tomar algo para celebrarlo, en dos días vuelta a las rutinas.
Me había acabado de duchar mientras ella se empezaba a vestir, habíamos quedado con unos amigos. Me disponía a recortar me la barba y abrí el grifo del lavabo, cuando escuché un sonido y se hizo la oscuridad. Al instante escuché su voz.
- ¿Que ha pasado?
- Imagino que han saltado los plomos, un segundo voy a ver.
Encendi la linterna de mi móvil y vi el motivo, el puñetero secador del pelo enchufado y sobre el lavabo. Lo desenchufé y fui a subir el automático, se volvió a hacer la luz.
- ¿Que ha pasado?
- Mejor pregunta que podía haber pasado...
- No te entiendo
- Ya te lo contaré. Venga va, vamos a espabilar que llegamos tarde.
No mencioné el incidente más, pasamos una noche muy divertida para despedir las vacaciones y así poder descansar y preparar el último día. Así que día tranquilo y casero. O eso parecía.
Cuando terminamos de cenar y de recoger y nos dispusimos a relajarnos antes de poner los despertadores. Ella venía de la cocina.
- No te sientes, que quiero hablar contigo.
Me miró extrañada.
- ¿Y eso?
- ¿Recuerdas que ayer saltó la luz?
- Si...¿Por?
- ¿No tienes idea de porque pudo ser?
- Pues no
- ¿Cuántas veces te he dicho que cuando termines del secador lo desenchufes y lo guardes?
- ¿Fue por eso?
- Si, al abrir el agua, para afeitarme debió salpicar y claro la señorita no sólo lo deja enchufado, además lo deja al lado del lavabo ¿Sabes que podría pasar si alguna vez por lo que sea el automático no funciona? A veces pasa, cogen polvo o simple desgaste. Y más tú qué sueles salir medio mojada y descalza.
- Valeeee, ya no lo dejaré más...
- De eso puedes estar segura. Vete a la habitación y me esperas en la esquina, ya sabes dónde.
- ¿Cómo?
- Ya me has oído
Le dije con calma, pero serio.
- Joder, Santi...ahora no tengo ganas
La miré, serio.
- ¿Quieres que te lleve yo?
- Es que no voy a ir por una tontería.
- ¿Una tontería?
Me levanté, la cogí de la oreja y le di un par de azotes, antes de llevarla hasta la habitación.
- Si te digo que te vayas a la habitación a mirar la esquina, a la primera y sin rechistar, porque motivo hay seguro y lo sabes. Es más reza porque mañana no tengas que estar mucho rato sentada en el trabajo.
Ya de cara a la pared, le hice poner las manos sobre la cabeza y antes de irme de un tirón seco le bajé el pantaloncito del pijama. Hasta los tobillos.
- Ahora me ocupo de ti, y ni se te ocurra moverte.
Salí de la habitación pero dejé la puerta abierta para tener control, mientras terminaba de preparar mis cosas.
Un cuarto de hora más tarde volvía a entrar en la habitación, no son antes haber pasado por el cuarto de baño y haber cogido el cepillo de ébano que colgaba permamente tras la puerta del baño, me senté en la cama, dejé el cepillo sobre la mesita de noche y la llamé.
Salió de la esquina, esquivó la cama y se presentó frente a mí con el pantalón del pijama en los tobillos. La miré y de inmediato puso las manos detrás de la espalda, cómo debía hacer en estos casos.
- Ayer no quise decir nada, porque me apetecía disfrutar de la última noche en paz, pero este tipo de "descuidos" se van a acabar y más cuándo encima pueden resultar peligrosos para ti misma y para terceros. Así que vas a empezar la vuelta a la escuela, castigada, así aprenderás.
- No fue queriendo, además me estabas metiendo prisas.
- Nena...¿quieres que te diga la de veces que he tenido que desenchufar el secador? O la plancha del pelo, o la de planchar...
Se hizo el silencio...
- Eso a veces es mejor callar, que empeorar las cosas. Ahora ya sabes lo que quiero que hagas, quiero ver ese culo bien presentado en mis rodillas.
- Pffffff....
- Ahora!!!
Cogió aire y despacio se cruzó sobre mis rodillas, nada más hacerlo empecé a acariciarle la piel desnuda, rozándola con la yema de los dedos.
- Cuando termine, te contaré para el resto de la semana.
Y ya no dije nada más, empezó a sonar la banda sonora de la disciplina, el sonido inconfundible de la piel chocando ritmicamente contra la piel. Un ritmo fluctuante, a veces más constante e uniforme y otra acelerando de repente para volver a ralentizar, todo mientras la piel se iba coloreando lentamente, hasta alcanzar un rojo bastante intenso y uniforme.
Entonces paré, y vuelta a las caricias, ahora la textura era distinta, la piel estaba caliente, pero se erizaba con el estímulo de mis caricias. Alargué el brazo y cogí el cepillo y seguí acariciando su piel con el, por ambas caras, la lisa y suave de la madera y la áspera de las cerdas.
- Nada más efectivo que una buena "cepillada".
Las caricias se transformaron en golpes apuntando bien a la zona "dulce" o lo que es lo mismo, la mitad inferior de las nalgas, el sonido escandaloso de la mano, se transformó en un sonido más seco, pero más punzante del cepillo y a los pocos azotes, ya había dibujado un par de círculos bien rojos en la zona de aplicación. Ella se agarró con fuerza a mis tobillos, mientras seguían cayendo los azotes, hasta asegurarme que su recuerdo estaría bien presente al día siguiente, cada vez que se sentara, recordaría el castigo y su motivo.
Finalmente dejé el cepillo otra vez en la mesita de noche y dejé que recuperase el aire, un rato sobre mis rodillas, sin caricias , quería que sintiera bien los efectos del castigo. Unos minutos después la hice levantarse y tumbarse boca abajo en la cama.
- Ahora vuelvo.
Fui al baño a por la crema hidratante, la dejé en la mesita de noche, y saqué un par de cosas, una del armario y otra de la propia mesita.
Me senté en la cama a su lado y "alivié" un poco el escozor del castigo a base de crema y caricias, hasta que estaba totalmente relajada.
- Ahora voy a pasar a explicarte el castigo de la semana de forma práctica.
Cogí lo que había sacado de la mesita, era un plug mediano de acero, lo lubriqué, con mi mano izquierda separé sus nalgas para tener acceso y lentamente le metí el plug. Al terminar, le quité del todo el pantaloncito del pijama y le separé las piernas. Entonces le di la vuelta al reloj de arena que había sacado del armario y mis dedos fueron a investigar entre sus piernas, tenía el sexo hinchadito y muy mojado, empecé a masturbarla con mis dedos a la vez que miraba el reloj de arena que iba bajando, al mismo ritmo que su respiración se agitaba, sus caderas empezaban a moverse al compás de mis dedos y sus jadeos eran más fuertes.
Antes de que el reloj completara el ciclo, estalló, mis dedos notaron las contracciones del orgasmo, hasta que se aplastó contra la cama jadeante...y con el culo bien rojo. La dejé recuperarse, le quité el plug y volví a hacerle un masaje en el culo, mientras le decía.
- Hasta el viernes, cada día después de cenar, cuando hayas terminado todo, te preparas para ir a la cama, cuándo estés te irás a la esquina a esperarme, ya preparada, es decir con el culo al aire. Cuando entre en la habitación te colocaras en mis rodillas y recibirás una azotaina de recuerdo, si te portas bien sólo usaré la mano. Aunque pondrás el cepillo en la mesita por si es necesario. Allí también colocarás el reloj de arena, un plug
Ya necesitaba estos relatos. No es lo mismo empezar El fin de semana sin ellos.
ResponderEliminarGracias