- Cómo vuelvas a hablarme así, te prometo que paro el coche, y te pongo el culo cómo un tomate, es la segunda vez que me contestas mal, está tarde no habrá tercera ¿Estamos?
Abrió la boca con intención de contestar, pero mi mirada se cruzó fugazmente con la suya y la cerró, se calló y eso sí estuvo de morros el resto del camino y resoplando.
Todo había empezado un rato antes. Habíamos quedado en ir a comprar unos muebles de terraza, ahora que venía el buen tiempo, para aprovecharla un poco. Le había dicho que me esperara preparada, pero al llegar estaba dormida y sin preparar. Yo sabía que llevaba una época con mucha carga laboral y familiar y que eso pasa factura, pero también era cierto que luego por las noches se entrenia y se iba a dormir tarde y mal.
Un rato después ya se le había pasado, compramos una mesa y un par de tumbonas y de vuelta a casa. Al llegar subí y monté la terraza.
- ¿Que te parece?
- Muy bien, que estaba muy desaprovechada.
- Hasta podrás tomar el sol...
- Pues sí, perdona por lo de antes, pero es que llevo días durmiendo mal .
- Venga va vamos a cenar algo.
Preparé algo de cena, cenamos y nos tiramos cómodamente en el sofá a ver la tele, vimos un par de episodios de una serie, y entonces ella se levantó para ir al baño, de vuelta había pagado la tele. Y yo estaba leyendo...
- ¿Que haces?
- Leer un poco.
- Pues yo voy a ver un par de episodios más, que me he quedado con las ganas.
Cerré el libro.
- Tú a la cama que es tarde.
- Son las 10 y media Santi...
- ¿Y? ¿No estás cansada?
- Si, pero no tengo sueño!!!!
- A la cama, que luego quien tiene que aguantarte soy yo.
- No soy una niña pequeña!!!! NO ES NECESARIO QUE ME DIGAS QUE TENGO QUE HACER!!! Y NO TENGO SUEÑO JODER!!!
Dijo elevando en exceso el tono de voz. Dejé el libro en la mesita de golpe y me levanté la cogí del brazo y le di mientras daba vueltas alrededor de mi, media docena de azotes en el culo sin soltarla.
- Te he dicho que no permitiría una tercera vez, te vas a ir a dormir y con el culo caliente.
Sin soltarla me senté en el sofá, la tumbé sobre mis rodillas, le bajé el pantalón del pijama y durante cinco minutos me ocupé a conciencia de su culo, asegurándome de dejárselo como un tomate antes de dormir. Cuando paré le dije:
- Ahora derecha a la cama, que es tarde y mañana ya hablaremos de esto.
Para reforzar el mensaje le di una última ráfaga de palmadas rápidas y fuertes.
- Espabila
Se levantó de morros, pero en ningún momento se le ocurrió subirse el pantalón del pijama. Eso sí al entrar en la habitación cerró dando un portazo. Media hora más tarde yo también me iba la cama, allí estaba jugando con el teléfono, se lo quité, me dio la espalda sin decir nada y apagué la luz.
La mañana siguiente, ella se iba antes así que cuándo me levantaba ella salía y se fue sin decirme nada.
Cómo yo si tenía que decirle algo importante le puse un mensaje a media mañana.
- Está tarde espérame en casa. Que tenemos que hablar.
No me contestó pero sabía que lo había leído.
Justo cuándo me subía en el coche para ir para casa recibí un mensaje.
- Estoy tomando café con María, en una hora más o menos estaré en casa.
No contesté, pero sabía dónde podían estar y me fui para allá, no me equivoqué y si cara al verme tampoco. Saludé y me senté. Estuvimos un rato charlando hasta que su amiga se despidió y nos quedamos solos.
- Bueno nos vamos nosotros también ¿No? -le dije -
- Si
Nos montamos en el coche y conduje hasta el gran parking de un centro comercial que había a mitad de camino.
- ¿Dónde vas?
- Ahora lo verás.
Aparqué en un lugar apartado, el parking era al aire libre, pero no habían muchos coches.
- ¿ Por qué aparcas tan lejos?
- ¿Que te he dicho en el mensaje, esta mañana?
- Pfff ya había quedado...
- Me da igual ¿Que te he dicho?
Suspiró y dijo en tono burlón
- Que te esperase en casa.
- Exacto, mensaje claro y sencillo ¿No?
- Te he dicho que había quedado.
- A mí eso no me importa, desquedas ¿Llevas el cepillo en el bolso verdad?
Su cara se puso roja al momento, desde que no habíamos conocido una norma era llevar siempre un cepillo del pelo en el bolso.
- Si...
- Baja del coche.
- Pffff....Vamos a casa va.
- No lo voy a repetir, coge el cepillo y baja del coche.
Abrí mi puerta y bajé, le di la vuelta al coche mientras salía. Eran ya más de las 6 de la tarde pero en ese época pleno dia aún, abrí la puerta de atrás y senté en el asiento de atrás.
- Dame el cepillo.
Me lo dio, lo cogí y lo dejé al lado de mi pierna izquierda.
- Desabróchate los vaqueros.
Empezó una retahíla de quejas, súplicas y suspiros.
- Espabila que no tenemos todo el día!!!!
Le dije calmado pero firme.
Cogió aire profundamente y empezó a desabrocharse el pantalón mientras lo soltaba, entonces me miró.
- ¿Que miras? Ya sabes que tienes que hacer, abajo.
- Pffffffff
Los vaqueros descendieron hasta medio muslo. La miré otra vez.
- Las braguitas, también.
Ahí le sostuve la mirada y descendieron, entonces me di un par de palmadas en el regazo.
- Ya sabes cuál es el siguiente paso.
Volvió a coger aire y despacio se inclinó, sobre mi regazo, las piernas quedaban fuera del coche y los codos hincados en el asiento. Cogí el cepillo, era el más pequeño de todos, de bebé, y empecé a pasárselo por las nalgas desnudas.
- Si te digo que cuando llegue estés en casa, es por algo, así que salvo causa de fuerza mayor, allí te quiero encontrar. En casa ya hablaremos sobre los porques de eso, pero ahora te voy a dejar claro que sí digo algo es para que se cumpla.
Ya no hubo más palabras, el cepillo empezó a caer rítmicamente en sus nalgas desnudas y sin calentamiento previo. Mientras se escuchaban los coches del autopista cercana.
Durante un rato le estuve aplicando la medicina del cepillo, empecé más suave y lento, pero fui subiendo de intensidad, quería que al terminar sintiera bien los efectos. Cuando terminé la hice levantarse y sentarse en el asiento del copiloto sin subirse la ropa, con el culo caliente y palpitante directamente sobre la tapicería del coche. Sólo al entrar yo y antes de arrancar, le puse un jersey que le tapara las piernas.
Al aparcar en el parking del edificio, si le permito subirse la ropa, eso sí sin abrocharse. Entramos en casa y le dije.
- Ve a ponerte el pijama, cuando estés derecha a mirar la pared, con el pantalón del pijama en los tobillos.
Esperé cinco minutos en la cocina, cuando salí, fui a comprobar que estaba tal y como le había dicho. Es realmente milagroso el efecto de tener el culo rojo, en el orgullo.
Fui a por una toalla que puse en el brazo del sofá. Entonces la fui a buscar, la cogí el brazo y la llevé hasta el brazo del sofá, sólo que ests vez, en vez de hacer que se colocase cruzada en la brazo del sofá, la hice ponerse frente a el, con una pierna en cada lado y el pubis directamente en la toalla. Puse mi mano izquierda sobre su espalda y con la derecha empecé a acariciarle las nalgas aún calientes y rojas.
- Ahora vamos a solucionar lo de ayer, si te digo que te vayas a la cama, te vas, y punto, sin rechistar, sin poner excusas y mucho menos de malos modos dando portazos y gritando.
Dejé de acariciarla y me quité despacio el cinturón. Lo doblé, doblado lo dejé un momento sobre su espalda, la cogí de las caderas estirando hacia atrás, obligándola a exponer bien el culo.
- Así lo quiere ver en todo momento, bien presentado.
Cogí el cinturón, apunté y un restallido sonó en todo el apartamento, casi de inmediato una franja roja se dibujó en su piel. A ese le siguieron una docena más, hasta que volví a dejar el cinturón sobre su espalda. Y empecé a acariciarle la nalgas de nuevo, ahora mucho más calientes, en esa posición no sólo el culo le quedaba muy accesible y expuesto así que mis dedos acabaron en su sexo hinchado y con la rajita brillante de la humedad, empecé a jugar con mis dedos y ella a respirar rápido, gemir y moverse, entonces paré. Cogí de nuevo el cinturón y le di una docena más de azotes. Al terminar, volví a jugar un rato con mis dedos en el charco entre sus piernas, y otra vez cuando estaba llegando, paré, sólo que ahora la ayudé a levantarse y la llevé al rincón, la hice ponerse de rodillas con las manos sobre la cabeza y le dije.
-Hoy estás castigada. Así que aquí a pensar mientras hago la cena.
Cenamos, ella con el pantalón en los tobillos y el culo rojo y ardiendo. De momento no tenía el derecho a taparse. Cuando terminamos de cenar de vuelta a mirar la pared mientras recogía la mesa, esta vez de pie.
Al terminar pasé por el baño, a por la crema hidratante, la llamé y la hice ponerse de nuevo en mi regazo, esta vez en vez de la lámina de fuego del cinturón o el cepillo, lo que sintió fue el refrescante alivio de la crema y la caricia de mi mano, que se prolongó un buen rato, hasta que mis dedos fueron a explorar otros terrenos, que seguían ardiendo, y con cierta maldad, la hice subir y subir, pero cuando faltaban unos pocos pasos para llegar a la cima paré, le di un par de sonoros azotes y le dije.
- Hora de dormir, señorita...hoy na da tiempo de premios.
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