Eran casi las 7 y yo caminaba inquieto de lado a lado del piso, habíamos quedado a las 6 para ir al cine y después ir a cenar algo, le había puesto un par de WhatsApp que no me había contestado. Y la película empezaba a las 7 ya no nos daba tiempo.
Finalmente se abrió la puerta y apareció ella con cara de pocos amigos.
- Perdona he leído tus mensajes pero no me ha dado tiempo ni a contestarte, venga va dame diez minutos y nos vamos.
- Es igual ya iremos mañana, ponte cómoda, que ya no vamos a ir a ningún sitio.
- Bueno, podemos ir a cenar algo si quieres!!!
- Que da igual, ya iremos mañana, debes estar cansada.
- Pues si la verdad...
- Mucho lío a última hora.
- Un poco
Esa última respuesta me sonó como evasiva y su lenguaje corporal también. Se quitó el abrigo y se encendió un cigarrillo apoyada en la mesa a cierta distancia de mi, que me había sentado en el sofá.
- ¿Y que ha pasado? Esta mañana me dijiste que saldrías puntual.
- Ya...esta mañana...
- La empresa no es tuya, tienes un horarios y tú tiempo también es importante.
- Ya lo sé, pero me siento culpable.
- ¿Culpable de que?
- Es que he llegado una hora tarde y me sabía mal...
- Una hora!!!
- Joder Santi, ya lo sabes que me cuesta...
- Acércate
Resopló y se acercó lentamente.
- ¿Por qué has resoplado?
- Porqué ya se lo que más a decir.
- ¿Que te voy a decir?
- Que debería ser puntual...
- ¿Y no crees que es lo lógico?
- Debería pero no voy a cambiar, ya me he acostumbrado y los he acostumbrado así.
- Pues vas a tener que trabajar al menos en un acuerdo de mínimos. Yo no te voy a pedir que después de x años, empieces a llegar a l hora clavada, pero si al menos que reduzcas la impuntualidad. Al final la perjudicada eres tú y a veces de rebote yo, cómo hoy y eso no puede ser. Llegas tarde y después te genera culpa salir a tu hora y entras en el bucle de los horarios caóticos y así es imposible planificar nada y lo más jodido, es que te sientes culpable por llegar tarde y también por salir tarde y eso tiene que cambiar.
En ese momento ella estaba de pie y se había hecho pequeña hasta en la postura, miraba al suelo cómo una niña a la que están regañando.
- ¿Me has escuchado?
- Si...
- ¿Y? ¿Nada que decir?
- No sé, puedo intentarlo pero no sé.
- Ve a desmaquillarte y ponerte el pijama.
Suspiró y la miré, apagó el cigarrillo y se fue. Un rato después apareció ya con el pijama y las zapatillas. Se acercó a la mesita para coger un cigarrillo.
- Deja eso ahora. Que tenemos que hablar.
Lo dejó y se cruzó de brazos. La miré serio y le dije.
- No me dejas más opción, que ir al viejo método de actos y consecuencias, cómo una niña pequeña que necesita límites. Bájate el pantalón del pijama.
Se puso roja...
- Santi por favor....
- ¿Me tengo que levantar?
Cogió aire y se bajó el pantalón
- ¿Contento?
La miré serio.
- No estás en la mejor de las condiciones para desfiarme, las bragas también.
- ¿Qué?
- Ya me has escuchado.
Me la quedé mirando, serio. Un instante de titubeó y cedió, las braguitas descendieron y volvió a cruzarse de brazos.
- Pon las manos detrás de la espalda.
Lo hizo un poco a regañadientes.
- ¿Sabes por qué estás así? Porque has perdido tus privilegios adultos y ya que me obligas a tutelarte para conseguir que tus horarios no sean caóticos, vas a tener que aceptar mis métodos y la pérdida del derecho a la modestia es uno. Pero hay más a partir del lunes tendrás un margen de 30 minutos de retraso máximo para llegar al trabajo. Cada día cuando entres por la puerta puerta, quiero un mensaje y el viernes o el sábado haremos recuento y si uno o varios días has pasado el límite, responderás ante mi ¿Está claro? Llegar tarde es una falta de respeto a muchos niveles, pero no te equivoques la principal perjudicada eres tú, porque luego te sientes culpable.
La miré y sus mejillas estaban rojas, entonces sin decir nada más, la cogí de la mano y la guié hasta mis piernas, allí sencillamente, le puse la mano en la espalda y la hice tumbarse sobre mis rodillas, nada más caer empecé a acariciarle el culo desnudo.
- A partir de hoy van a haber unas normas en esta casa e incumplirlas tendrá una consecuencia y así será hasta que me demuestres que puedes comportarte cómo una adulta.
Ya no dije nada más, el silencio duró poco, roto por el sonido de la palma de mi mano azotando nalga y nalga de forma metódica.
- A partir de ahora, cuando rompas una de mis reglas, puedes contar con que te bajaré o te haré bajar los pantalones y las braguitas y te pondré el culo como un tomate.
Me tomé mi tiempo para colorear bien su culo con mi mano, hasta ponérselo bastante rojo y entonces paré. Nada más parar, llevé un dedo a su rajita y lo pasé por ella, estaba húmeda, con los labios y el clítoris hinchados.
- Vaya, igual vas a seguir llegando tarde todos los días...-le dije irónicamente -
Pero enseguida le di media docena de azotes y le dije.
- Levanta y ponte en el rincón entre la tele y la terraza a pensar en lo que hemos hablado y quiero ver las manos sobre la cabeza para evitar tentaciones.
Se levantó y con la mirada baja se colocó en el rincón. Yo me encendí un cigarrito y me lo fumé mirándola. Cuando lo apagué me levanté y fui a por una vieja y nunca usada para andar zapatilla que guardaba en mi maleta, la dejé en la mesilla del sofá y la llamé.
Se acercó tímida y se fijó en aquella zapatilla.
- Me gusta la disciplina en su modo más tradicional, para que aprendas la lección te tiene que picar bien el culo y la zapatilla ha sido usada toda la vida, cómo el cinturón o el cepillo...y te aseguro que esta es muy efectiva. Ponte en mis rodillas otra vez.
Suspiró pero lo hizo. Nada más hacerlo cogí la zapatilla y la hice sonar contra mi mano.
- Ahora señorita vas a recibir 30 zapatillazos en el culo, uno por cada minuto tarde que has llegado. Pero la semana que viene serán dos por minuto, así que piénsalo bien cuando te levantes.
Ya no dije nada más, empecé a azotarla con aquea zapatos ligera, con la suela de goma fina, pero punzante. Cuando le di los 30 azotes tenía el culo muy rojo y brillante y no sólo el culo.
Dejé la zapatilla y empecé a acariciarle muy suavemente y con la yema de los dedos el culo, a parte de muy rojo también estaba caliente. Así estuve un rato, hasta que ella por iniciativa propia se levantó se sentó en mi regazo y me abrazó. En un determinado momento, empezó a darme besos en el cuello y lamérmelo...
- ¿Ya has dejado de ser una niña pequeña?
- Si...
- Entonces vas a llegar más pronto a trabajar.
-Mmm lo voy a intentar.
Mi mano empezó a jugar entre sus piernas estaba chorreando y empecé a masturbarla con dos de mis dedos dentro y otro estimulando alrededor del clítoris hinchado y sensible, ya no hubo marcha atrás y se corrió sentada en mis rodillas con el culo rojo y así nos quedamos un rato, nos fumamos un cigarrito y se levantó para ir al baño. Hizo el gesto de subirse las braguitas y el pijama. Le dije que no, que parte del castigo era estar con el culo al aire lo que quedaba de día y que se terminará de quitar el pantalón y las braguitas y me las diera.
Cuando lo hizo le di la zapatilla y le dije que la guardara, en una caja que había el el armario, al abrirla descubriría que en ella también había un cinturón de cuero gastado y un cepillo de ébano, además de algún juguete. Fue a la cocina y volvió con un par de cervezas y le dije.
- ¿Sabes por qué cuando te castigue no vas a poder cubrirte?
- Por la vergüenza...imagino
- Si y por si me apetece tomarte en cualquier momento.
Sonrío y le dio un trago a la cerveza. Ahora faltaba por ver si mi método sería efectivo para su problema de puntualidad.
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