martes, 21 de marzo de 2023

Puntualidad (relato por E.)

 





Habían quedado a las siete. Ella le recogería en su trabajo y desde ahí irían a la cita en Hacienda. La declaración de ese año era un poco más complicada y habían decidido pedir ayuda. 


A las seis y cuarto él la puso un WhatsApp.


- Qué tal vas? A mí ya me queda poco. No llegues tarde.


Ella al leerlo se molestó. Siempre estaba con lo mismo, con los minutos arriba y abajo. Él era puntual de más y ella era, digámoslo así, más "relajada".

Decidió no contestarle.


En realidad ya estaba vestida, no había razón para llegar tarde. Se puso un café y se sentó unos minutos. 

Si salía a y media llegaría bien.

Se puso con el móvil a contestar unos correos, a mirar tonterías y a y veinticinco se empezó a preparar.

Al final entre lavarse los dientes, peinarse un poco y demás salió casia menos veinte. Ya iba justa. 


Fue al metro directa y se le escapó uno en su cara. Total, que entre unas cosas y otras llegó a recogerle casia y cuarto. 


Al acercarse a él le vió la cara. Estaba serio y mirando el reloj a todas horas. 


- Hola - le dió un beso rápido.

- Ya te vale nena, tenemos cita a y media. No llegamos!

- Relájate! Deja de hablar y vamos al coche.

- Encima te vas a poner farruca? Lo que me faltaba! 


Ninguno de los dos dijo nada más. Es verdad que iban muy pillados de hora. 


La cita era a y media y llegaron a y 47.   La secretaria les dijo que no les podían atender porque solo había veinte minutos por cliente. 

Ella al oír eso intentó convencerla, no de muy buenas maneras, sin conseguir nada. Él se quedó callado mirando y con un enfado cada vez mayor. 

Tras tres minutos de discusión vacía decidió cortar por lo sano. 

La cogió de la mano y muy serio dijo 


- Se acabó. Nos vamos. 


No la dió opción. Medio tirando de ella la sacó de allí. 

Antes de irse pidieron nueva cita una planta más abajo y de ahí directos de nuevo al coche. 


- Vaya estúpida. Estos funcionarios siempre igual! 

- No nena, no te confundas. Los que hemos llegado casi veinte minutos tarde hemos sido nosotros. No pretenderás que te pasen a tu antojo.

- Por quince minutos?? Y cuánto nos hacen esperar ellos habitualmente?

- No tienes razón. Siempre llegas tarde. Siempre! Te avisé con tiempo. El error no es de ellos.

- No sé porqué los defiendes! - ella seguía en sus trece sin querer reconocer nada.

- Vas a reconocer de una vez que te has equivocado? O vas a seguir echando balones fuera?


Ella se quedó callada, pero en su mirada prevalecía el enfado. Por el momento ni un ápice de arrepentimiento.


Se montaron en el coche y fueron casi todo el trayecto callados. Ella seguía muy digna mirando por la ventana, y él además de enfadado por haber perdido el tiempo iba molesto por su actitud. 

Al aparcar ella salió del coche y sin esperarle subió a casa. 

Él decidió calmarse fumándose un cigarro antes de subir.


Al entrar vio la puerta de la habitación cerrada. No le gustaba que fuese tan orgullosa. Le costaba mucho a veces reconocer sus fallos, pero no tenía intención de dejarselo pasar tan fácil.


Se dirigió a la habitación y abrió la puerta sin llamar. 

Ahí estaba como una adolescente, tumbada en la cama enfurruñada con el móvil en la mano.


- Qué? Ahora encima te vas a enfadar?

- Santi no estoy para jueguecitos.

- No nena, el que no está para tonterías soy yo. Llegas tarde, te pones chula con la secretaria y ahora además te haces la víctima? Suficiente, te lo advierto.

- Déjame en paz.

- Qué has dicho?

- Me puedes dejar sola un rato??

- No, no te voy a dejar sola. Haz el favor de comportarte como una adulta.

- No te aguanto!! - se levantó de la cama y salió enfadada hacia el salón. Cogió el abrigo y se fue a la calle.


Él decidió no actuar. Estaban los dos muy calentitos. Ya se le pasaría. 

Cogió una cerveza, se sentó en el sofá y se puso un partido de baloncesto de la noche anterior.


Estuvo más de dos horas esperando a que volviera. Eran cerca de las diez. La llamó un par de veces, pero no lo cogió. Decidió mandarle un WhatsApp.


- Me estoy preocupando. No es un juego.


Ella lo leyó al momento. Estaba en un parque cercano a casa. 

Ya se le había pasado el enfado y ahora lo que le pasaba es que le daba vergüenza haber reaccionado así. No sabía bien qué decirle. Decidió que era momento de volver a casa.


Cinco minutos después escuchó la cerradura. Unos pasos se acercaban por el pasillo. La vió entrar y quedarse en el marco de la puerta.


- Hola...- su voz ya no era la de antes. Su cara ya no mostraba enfado. De hecho le costaba mantenerle la mirada.

- Hola. Adónde has ido? - él también sonaba más sereno.

- A calmarme un poco...

- Ya veo...ven aquí anda.


Ella entró y se acercó al sofá. Aún así se quedó de pie.


- Siento lo de antes Santi...y siento haber llegado tarde y haber perdido la cita. 

- Me alegro de que te des cuenta.


Ella se quedó callada. Le costaba mucho reconocer sus errores.


- Si quieres el próximo día voy yo sola, no hace falta que vengas.

- No te preocupes, vamos los dos.

- Has cenado?

- No. Te estaba esperando. Me tenías preocupado.

- Lo siento.

- Vamos a cenar, que es tarde. 


Cenaron algo rápido en la cocina. Ella seguía un poco vergonzosa, pero poco a poco fueron normalizando la conversación. 

Al acabar el cogió una fruta y sin subir el tono le dijo.


- Ahora recoge esto y me esperas en la esquina de ka habitación con el pantalón del pijama a medio muslo y las manos en la espalda. Entendido?


Ella le miró, tragó saliva y un poco colorada asintió.


Él se fue al salón a hacer una llamada que tenía pendiente. Estuvo un rato largo hablando. En un momento de la conversación la vió pasar hacia la habitación. 

Unos minutos después colgó y se fue directo a buscarla. 

Al entrar estaba como le había indicado. En el rincón, con el culo al aire esperando su castigo.


Se sentó en la cama y la llamó. 

Ella se acercó tímidamente y se quedó delante de él.


- Imagino que has tenido tiempo suficiente para reflexionar, verdad?


Ella bajó la mirada sin decir nada.


- Te he hecho una pregunta. Mírame y contesta.

- Sí...

- Y a qué conclusión has llegado?

- Que no debería haber reaccionado así. 

- Dime, quién ha llegado tarde?

- Yo...

- Y es normal que nos hayan anulado la cita?

- Sí...

- Y por qué te has puesto tan prepotente con la secretaria si tenía razón?


De nuevo bajó la mirada y se quedó callada.

Él le dió un azote rápido en un lateral.


- Contesta.

- Porque estaba enfadada y lo he pagado con ella.

- Y está bien eso?

- No...- estaba ya roja como un tomate. Sentía mucha vergüenza. Él sabía cómo llevarla al límite.

- Y qué pasa cuándo haces algo que no está bien?

- Santi...por favor.


Se levantó, la cogió de su brazo izquierdo y la giró. Sin soltarla le dió una docena de azotes fuertes ahí de pie. 


- Te he hecho una pregunta nena. Contéstame o la próxima vez no será solo una docena. Qué pasa cuándo no haces las cosas bien?

- Que me castigas...

- Y hoy crees que te mereces un castigo?

- Sí...

- Por qué?

- Por llegar tarde y por ser impertinente. - tenía la garganta seca. Se la oía con dificultad.

- Sí, por eso y por tu comportamiento luego en casa. Te has ido huyendo como una niña malcriada y me has tenido preocupado media tarde. 

Me parece a mí que a alguien le va a costar sentarse mañana.  Ven aquí.


Tiró de ella y se la puso en su regazo. Estaba ya con el pantalón bajado. En sus nalgas se notaba alguique otro dedo marcado de los azotes rápidos de antes. 


No esperó más. Empezó con los azotes con la mano. A buen ritmo, sin pausas ni sermones. Solo el silencio de la noche y su mano. 

Estuvo así unos cinco minutos. A ella ya le costaba aguantar sin moverse. Tenía el culo bastante rojo.

Paró y empezó a sobarle las nalgas. 

Sintió alivió al notar su mano. 


- No sólo llegas tarde sino que , en vez de reconocer tu error, intentas culpar de todo a otro. 

No, nena, esto no funciona así. Ve a por la cuchara de madera 

- No! - le salió sin pensar.  Odiaba ese artilugio.

- No? - un par de azotes fuertes recalcaron la pregunta.


Se levantó rápido. 


- Quítate los pantalones.


Se deshizo de los pantalones y se acercó a la cocina. Cogió la cuchara y de nuevo se fue a la habitación.


Al entrar le vió en la misma posición. Alargó su mano para pedirle la cuchara. Ella se la dio.


- Ponte en posición. Nos queda un buen rato todavía.


Ella obedeció resignada. Se tumbó sobre sus rodillas y esperó. Él la colocó a su gusto, dejando el culo bien ofrecido para continuar con la lección.

Cogió la cuchara y empezó a acariciarla con ella en el culo rojo.


- Este instrumento es muy eficaz para curar el orgullo y la prepotencia.


Uno tras otro empezaron a caer los azotes con la cuchara. Picaba y escocía,y era difícil aguantar quieta. 

Él la sujetó fuerte por la cintura, sin bajar el ritmo. 

Le dió tres docenas seguidas antes de parar. Después un pequeño descanso.


- Santi...por favor.

- Por favor qué?

- He aprendido, de verdad! Pero para, por favor...

- Qué has aprendido?

- Que tengo que ser puntual...

- y qué más?

- Y más humilde...Santi, por favor - su voz sonaba lastimera.

- Y esa voz de niña buena? Ahora nos ponemos así? Es antes cuando tenías que haberlo pensado bien. 


Mientras le decía esto la acariciaba la parte interna de los muslos, que estaban ya algo mojado.

Le separó un poquito las piernas dejando más accesible su sexo. 

Ella bajó la cabeza con un suspiro.

Él llevó la mano a su zona más húmeda. Estaba empapada. 

Ella se mordió los labios y subió un poco el culo dejándose hacer.


- Hoy me has enfadado mucho. No sólo has sido muy irrespetuosa llegando tarde sino que después te has comportado de un modo muy insolente.


Mientras la regañaba dos dedos recorrían la zona entre sus labios haciéndola estremecerse.


- Y ese comportamiento ya sabes cómo se trata en casa. Acabas siempre con el culo rojo y llorando. Pero parece que por alguna extraña razón te sigue mereciendo la pena portarte mal...no?


Sus dedos se metían en su vagina buscando la zona rugosa mientras que con otro le frotaba el clítoris. Estaba muy excitada. 


- Ni se te ocurra correrte sin permiso.


Solo se la oía jadear. Estaba ya a punto.


- Santi por favor...puedo correrme?


Él paró de golpe dejándola a punto de caramelo. 

Cogió la cuchara de nuevo y empezó con los azotes otra vez. 

La escuchó quejarse frustrada. Su contestación fue aumentar e ritmo de los azotes. 

Otras tres docenas cayeron sin pausa.  Y de nuevo paró.


Seguía con las piernas medio abiertas. Su sexo rojo e hinchado se veía perfectamente desde su posición.

Se agarraba fuerte a un cojín.

Estaba tremendamente excitada, con el culo ardiendo y expectante.


- Ahora vete al rincón y las manos en la espalda y las piernas separadas. Te voy a estar vigilando 


Se levantó y sin mirarle se colocó en posición.

Tenía el culo muy rojo, pero la excitación del momentos ayudaba a aguantar el escozor 


La tuvo así unos diez minutos. 


- Te voy a hacer una pregunta. Piénsalo bien. 

Te doy a elegir.  O se acaba aquí, te pongo cremita y te vas a dormir como una niña buena o te doy dos docenas con el cinturón sobre la cama y luego te follo hasta que te corras. Date la vuelta y contéstame.


Se dió la vuelta con la cara roja. Le miró sin contestar. Sentí cierta vergüenza.


Él se acercó despacio. La cogió de la barbilla y le levantó la cara para verla 


- Dime, qué eliges?


Ella con una media sonrisa le contestó.


- Coge el cinturón.


La colocó sobre dos almohadones dejando su culo rojo elevado. 

Cogió el cinturón y midió la distancia. 

Sin decir más empezó con los azotes. La primera docena fueron seguidos. Con la segunda costó más. Se movía y le costaba aguantar. Cuando le dió el último la vió relajarse. Su espalda se destensó y abrió las piernas invitándole a tumbarse sobre ella. 

Él no esperó. Estaba tan excitado como ella.

Se quitó la ropa, se echó sobre su espalda y metió su polla entre sus labios. Al notarlo entrar cerró los ojos. 

Estaba tan mojada que no le costó. 

No fue largo. Ambos estaban ya muy al límite. 

Los dos acabaron con un orgasmo intenso. 

Mereció la pena esas dos docenas de más. 




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