sábado, 25 de marzo de 2023

El sacacorchos.

 



La esperaba en casa, aquel día tenía reunión de trabajo y vendría más tarde y yo tenía la sensación que habría tormenta. De un tiempo hacía aquí no estaba cómoda con la situación en el trabajo y conociéndola sabía que si en algo destacaba, no era precisamente ni en la progresividad, ni en la capacidad de hacer un papel adaptativo que le permitiera ganar tiempo o esperar a que pasara el temporal.

Cuando escuché abrirse la cerradura, ya sólo la forma de caminar me decía algo. Entró en el salón, saludó sin mucho entusiasmo a la vez que suspiraba y se quitaba el abrigo.

- Bueno ¿Qué? ¿Cómo ha ido la reunión?

- Pfffff , paso palabra de momento, voy a darme una ducha y ponerme cómoda.

No insistí más. Un rato después volvió al salón, sin decir nada se tumbó, con la cabeza en mi regazo y no quise estropear el momento, pensé que necesitaba tiempo y sentirse en una zona segura. Y así estuvimos un buen rato en silencio a la vez que en contacto, hasta que le volví a preguntar.

- ¿Que ha pasado? Por qué algo ha pasado.

- Santi, de verdad no tengo ganas de hablar ahora, ya se me pasará.

- Vale, cómo quieras, pero a veces hablar y soltar ayuda.

Gruñó directamente y no insistí más. Así que volvimos a esa falsa paz silenciosa, porque casi podía escuchar su diálogo interno.  Un rato después, le dije.

- ¿Que te apetece cenar?

- Me da igual cualquier cosa, tampoco tengo mucho hambre. 

- Pues voy a hacer "cualquier cosa"

Se incorporó para dejar que me levantara y me fui para la cocina. Preparé algo rápido, en plan picoteo, algo de queso, embutido, paté y pan. Puse la mesa y la miré, seguía en su mundo, con la mirada perdida.

- Venga vamos a cenar.

Se levantó como una autómata y se sentó. Yo empecé a cenar y vi que no comía nada.

- Nena....cena va, olvídate de todo por un rato.

- Joder!!! Santi!!!! Deja de tratarme cómo a un niña!!! Y estar pendiente de todo!!!

Tiró la servilleta enfadada,  se levantó y enfurrañada se sentó en el sofá. Me la quedé mirando. 

- Vuelve a la mesa, por favor.

- No -me contestó cruzando los brazos- 

El que resopló fui yo, en aquel momento, me hubiera lenvantado, me hubiera ido hacia ella, la hubiera levantado de la oreja, la hubiera puesto en mis rodillas, le hubiera puesto el culo como un tomate y la hubiera enviado a la cama. Pero no lo hice y terminé de cenar tranquilamente, ignorándola. Cuando terminé recogí mi parte dejando la su plato y algo de comida. Me fui para el sofá y le dije:

- Ahora te vas a levantar, te vas a sentar en la mesa, vas a cenar y cuando termines vas a recoger. No voy a repetirlo. 

Se hizo la loca, soberbia y entonces la cogí del brazo.

- Se ha acabado el derecho a pataleta por hoy ¿Me oyes?

- Suéltame!!!! Y no pienso cenar!!!!

Se me acabó la paciencia, aunque me quedaba a la izquierda con firmeza la levanté y a pesar de su resistencia a la fuerza la puse sobre mi regazo. Bien sujeta y sin posibilidad de escapar.

- Yo no negocio y menos con adultas que se comportan como adolescentes soberbias en guerra con el mundo. 

Mi mano empezó a caer a buen ritmo sobre su culo protegido por aquel pantalón de pijama a cuadros rojos y negros grueso. Durante un par o tres de minutos sólo "dialogó" mi mano con su culo. Entonces paré.

- Ahora "señorita enfadada con el mundo " te vas a levantar te vas a sentar en la mesa, vas a cenar y cuando termines recoge que aquí te espero para hablar como adultos ¿Está claro? 

Para "dejar claro el mensaje" al terminar de decirlo lo puntualicé, con una docena extra de azotes y repetí.

- ¿Está claro?

Se levantó, sin decir nada y sin mirarme. 

- Un momento, ven aquí.

Se acercó y nada más acercarse le bajé de un tirón el pantalón del pijama. 

- Ahora siéntate a cenar.

Al darse la vuelta vi que ya tenía un bonito color rosado en el culo. Yo puse la tele y esperé. Un rato después ya cenada y habiendo recogido la mesa, la tenía frente a mí con el pantalón del pijama en los tobillos. La miré. 

- ¿A ti te parece normal, la actitud de esta tarde? 

Bajó la mirada sin contestar.

- Vamos a ir por partes. Lo primero es que yo no tengo la culpa de lo que ha pasado, lo segundo es que si no cuentas que ha pasado, es imposible ayudarte, de ninguna manera, aunque sea sólo escuchándote. Lo tercero es que declarar la guerra al mundo no cenando, no me parece la mejor estrategia ¿Sigo? 

- Pfff es que en este momento me siento cómo una niña ofuscada...

- ¿ Por qué?

- Porque el cuerpo me pide guerra y tengo que portarme bien.

- ¿Te refieres al trabajo?

- Si claro...

- Entiendo y es más cómodo declararme la guerra a mi...

- Es inconsciente contigo puedo mostrar que no tengo el control...

- Ya ¿Y para eso es necesario comportarse cómo una niñata soberbia?

Se hizo el silencio, roto por un par de cachetes .

- Te he hecho un pregunta, responde.

- Pfff no sé hacerlo de otro modo.

- Pues vas a tener que aprender.

Sin decir nada más la cogí de la muñeca y la guíe hasta mis rodillas, el brazo izquierdo rodeando su cintura.

- Puedo imaginar que te debes sentir frustrada, impotente y teniendo que reprimirte, pero te conozco lo suficiente cómo para saber, que eso también es soberbia y sobre todo orgullo, pues a veces "señorita" guerrera, rendirse es la mejor opción y por rendirse en este caso me refiero a que aprendas un poco a que te resbale todo. Ese es mi consejo, luego tú decides, pero el motivo por el que estás ahora en mis rodillas con el culo al aire y vas a dormir calentita, es porque no era necesario llegar aquí para que sacarte las palabras. Y quiero que te quede bien claro el motivo. Un día de estos te envenenas tu sola de tanto tragar. 

Ya me callé para que hablara mi mano, sólo usé la mano, no era necesario nada más, eso sí la use a conciencia, tomándome el tiempo necesario, para asegurarme que lo de dormir boca abajo era literal. En un azotaina eterna que entre pausas y pequeñas conversaciones duró cómo mínimo una hora, yo no me sentía la mano y ella seguro que sentía su culo arder. 

Cuando cesaron los azotes, por increíble que parezca ella estaba muy relajada y más aún cuando empecé a acariciarle la piel castigada, ardiente y rojo brillante. Mientras la acariciaba le dije.

- Mañana, quiero que me vayas escribiendo cómo te sientes, frases sueltas, en cada momento que te sientas enfadada, frustrada...y las emociones que sientes en esos momentos, enfado, sensación de reprimirte, odio, pero también si has sido soberbia, orgullosa o impertinente...cada vez que tengas necesidad de expresar algo, me mandas un WhatsApp, aunque no te contesté ¿Está claro?

Suspiró y entendí ese suspiro como un si, seguí acariciando su piel, no se había movido un milímetro y sabía que al día siguiente se acordaría de mi, al sentarse. Entonces separé un poco sus piernas para tener acceso entre ellas, y empecé a jugar con mis dedos en sus rajita húmeda, caliente, roja e hinchada...




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