sábado, 14 de mayo de 2022

Lectura y escritura.

 



- ¿Te pasa algo?

- No ¿Por qué?

- No sé, te noto nerviosa...y te conozco. 

- Pfffff, si y me da mucha rabia a veces.

- ¿Que te conozca?

- Si!!!!

- Pues no le des más vueltas y habla. 

Tragó saliva, era viernes y estábamos ya en casa después de una larga semana 


- Verás...es que quería pedirte, que me alargaras el plazo hasta el domingo...he tenido una semana difícil y no he visto momento para ponerme.

- Toda la semana sin hacer nada y piensas hacerlo el fin de semana, no sé yo...

- Siiii, te lo prometo mañana por la tarde tú no estarás y me pongo a ello, de verdad.

- No me gusta alargar plazos de un castigo y eso que te mandé es un castigo.

- Lo sé, pero ya ha visto que semana.

- En fin, no sé cómo te lo haces pero vale, eso sí, ahora no quiero más excusas.

- Gracias!!!!

Empezó a darme besos en plan mimosa.

- No me seas pelota...

- Jajajajaja, luego te quejas que no soy cariñosa.

Todo aquello venía del fin de semana anterior y su lengua viperina, una serie de malas respuestas, que terminaron en un "masaje" relajante sobre mis rodillas y el "encargo" de escribir un relato en el plazo de una semana. 

En aquel momento pensé, que al menos había intención si pedía que le diera más plazo y cómo el sábado yo tenía una comida, pensé que se pondría a ello. 

Llegó el domingo y no mencioné el asunto, más que nada para alargar un poco la tensión, pero ya a media tarde empecé a sospechar algo, nerviosa e irritable conforme pasaban las horas. Cenamos y fue entonces cuando le dije.

- Bueno ahora que estamos tranquilo, ve a buscar lo que has escrito y me lo lees...

- Pfffff es tarde y mañana madrugo, porque no lo dejamos para mañana...

- No lo has hecho ¿Verdad? 

La callada por respuesta 

- Te he hecho una pregunta ¿Estás sorda o se te ha comido la lengua el gato?

- Me puse de verdad, pero me bloqueé, me cuesta con presión...

- Bueno, pues al menos lo has escrito.

- Es que...

- ¿Qué?

- No he escrito nada joder, no me salía.

- Vale, no cuesta tanto decirlo.

- Ya te has enfadado.

- No 

- Pues decepcionado.

- Tampoco. Venga va que mañana es lunes, vamos a la cama.

Siempre es mejor actuar en frío y así lo hice. Los castigos se cumplen y más cuando le había concedido más plazo, aquello no iba a quedar así, pero necesitaba cocinar una respuesta adecuada.

El lunes despejado, lo tuve claro, necesitaba una lección que perdurara en su memoria y con un mensaje claro: los castigos se cumplen. Cogí el teléfono y le puse un mensaje.

" Hoy y el resto de la semana, cuando llegue a casa te quiero encontrar allí, haz lo que tengas que hacer, pero a las 5 te quiero en casa, luego te cuento ¿Está claro?"

Al cabo de un rato respondió con un escueto 

"Si".

A las 5 en punto estaba en casa, abrí la puerta y la encontré sentada en el sofá con una camiseta vieja de estar por casa y un pantalón corto. 

- Hola 

- Hola, me voy a poner cómodo y ahora hablamos.

- Vale.

Me fui a cambiar sin prisa y ya de vuelta, antes de sentarme la hice levantarse, la miré y le dije.

- La semana pasada estabas castigada, tenías algo que hacer y te di cinco días de plazo, que se convirtieron en siete, plazo que aumenté porque me lo pediste y por falsas promesas. Te aseguro que no se va a repetir y esta semana vas a aprender que los castigos se cumplen en el plazo, sin excusas y sin alargar plazos bajo ningún concepto. Ve a buscar "Sex with Shakespeare". 

Suspiró y fue hasta la librería cogió el libro en cuestión, se acercó y me lo entregó. 

- No, es para ti. Te voy a explicar el plan semanal. Cada día cuando llegue y me ponga cómodo vas a coger el libro y me vas a leer en voz alta hasta que te diga, después ya veremos, ya te iré informando sobre la marcha, así que abre el libro y empieza. 

Ahí su cara estaba roja cómo un tomate. Abrió el libro, me miró...

- Ya puedes empezar. 

Empezó a leer, yo la miraba fijamente.

"Egoísta y cruel, ridícula y patética. Cuanto más duro, más te adularé, bajo es apariencia de sumisiony capaz de aceptar el duro castigo, en realidad se esconde la fiereza y la determinación de quien sabe lo que quiere y es imparable...".

- Para.

Dejó de leer, alargué los brazos con ambas manos la cogí de las caderas y la acerqué entre mis piernas, sin decir nada tiré del culotte deportivo hasta medio muslo, e hice lo mismo con el tanga.

- Sigue 

Suspiró profundamente y siguió leyendo con la ropa a medio muslo, podía ver cómo el rubor de su cara, también se reflejaba en su sexo, avergonzada pero cachonda.

"Los adolescentes se incomodan, avergüenzan y asustan de sus impulsos sexuales"

En ese momento mis dedos empezaron a jugar en su coño, rozando los labios externos hinchados y sensibles, al sentirlos paró de leer 

- No te he dicho que pares, sigue.

Siguió cada vez con más pausas, a medida que mis dedos inspeccionaban más a fondo, el interior de su grieta, que se inundaba por momentos. Volvió a parar, mi respuesta fue un azote seco y sonoro. 

- No te he dicho que pares.

Siguió leyendo, dos de mis dedos entraron en su túnel húmedo, y ya le costaba leer, el último párrafo que leyó entre gemidos decía:

" Me amó y me cuidó, pero también me decía que mi deber era curtirme" 

Entonces le quité el libro de las manos, dejé de masturbarla de golpe y de un tirón seco la puse en mis rodillas, sin darle tiempo a reaccionar mi mano empezó a zurrarle el culo expuesto, durante unos cinco minutos, suficiente para dejárselo rojo, caliente y con ese hormigueo para un buen rato. Nada más terminar la envié un rato cara a la pared, las manos tras la espalda y el libro sobre su cabeza. 

Un rato después me levanté, le quité el libro, le subí la ropa y le di una serie de normas para aquella semana.

- No habría placer. 

- Por la tanto, a la ducha con la puerta abierta. 

- Y todos los días, me leería en voz alta un fragmento del libro. 

Así fue los siguientes días, se repitió la escena todos los días al llegar a casa, lectura en voz alta, con la ropa bajada, a media lectura empezaba a masturbarla y cuando estaba a punto de llegar al orgasmo paraba, la ponía en mi regazo, le ponía el culo rojo. Después un rato cara a la pared y yo mismo le volvía a poner la ropa en su sitio. 

El viernes llegué algo más tarde. Ella me esperaba. Me puse cómodo y fui a cumplir el ritual, el libro estaba sobre la mesita, me senté la hice levantarse y empezar a leer. Cómo de costumbre a media lectura le bajé la ropa y le pedí que continuará, sólo que aquel día no jugué a estimularla mientras leía. 

"Por primera vez en mi vida, dejé mi cabeza aparcada y caí en mi cuerpo..."

Le quité el libro, la puse en mi regazo y como cada día empecé a colorear le el culo con mi mano, pero a diferencia de los otros días, no fue una azotaina rápida y seguida, buscando ponerle el culo rojo lo más rápido posible. Fue progresiva, larga, con diversas pausas y cambios de ritmo, aunque el resultado final fue el mismo. Con el culo rojo y brillante la envié al rincón de pensar un rato. 

Rato que aproveché para preparar algunas cosas. De vuelta no le subí la ropa, terminé de bajársela hasta los tobillos. La cogí del brazo y la llevé hasta el centro del salón, mirando al balcón.

- Pon las manos sobre las rodillas y saca bien el culo. 

Creo que era la primera vez que le hacía adoptar esa posición. 

En la mesa grande había uno de mis cinturones doblado y un sacudidor de alfombras, con el mango más corto de lo habitual, cogí el sacudidor y empecé a pasárselo por la piel enrojecida. 

- Espero que te haya quedado claro esta semana que los castigos se cumplen en el plazo y este fin de semana vas a escribir sobre ello. 

El sacudidor de mimbre impactó en su piel, no tenía más apoyo, que sus propios pies, media docena de azotes y dejé el sacudidor, para coger el cinturón, los deshice y lo volví a doblar. Tres azotes rápidos y se incorporó un momento.

- Ponte, quiero ver ese culo bien expuesto!!!

Esperé hasta que volvió a ofrecerme el culo, le di tres azotes más, pero más lentos y espaciados. Cambié de nuevo de instrumento, para volver a coger el sacudidor, y darle media docena de azotes más.  Y despuesy continué con otra media docena de azotes con el cinturón. 

Al terminar pasé los dedos por toda su piel caliente, roja y algo magulladas, suspiró de alivió cuando sintió la leve presión de mis dedos, que bajaban hasta los muslos para volver a subir.

- No te muevas ahora vuelvo. 

Cogí los instrumentos y los guardé, fui hasta la cocina, preparé un buen dedo de jengibre fresco, lo pelé, le di forma y me fui al comedor. Allí seguía con las manos apoyadas sobre las rodillas y el culo castigado bien ofrecido. 

Le pasé el jengibre por las nalgas muy suavemente. 

- Ya sabes que quiero ahora, no hagas que tenga que "convencerte"

Esperé un instante, finalmente rendida llevó sus manos a las nalgas y las separó ofreciéndome todo, pasé el dedo de jengibre alrededor de su agujero más oculto y despacio fue entrando...segundos después empezaría a notar el efecto. 

Con el jengibre dentro, la cogí del brazo, la hice erguirse, pero por poco rato, enseguida la hice arrodillarse en el centro del salón, pero mirando hacia el sofá con las manos entrelazadas sobre la cabeza. Así la tuve durante cinco minutos, quieta, castigada, con el ardor de los azotes vivo en su culo y el del jengibre dentro de su culo. 

Me levanté y fui a por el libro, lo abrí por una página al azar, se lo di.

- Leé.

Me arrodillé detrás de ella y empezó a leer.

"Es difícil responder preguntas con el estómago en la garganta..."

Mi mano se fue entre sus piernas y empezó a frotar su sexo sin dulzuras.

- Separa las piernas y sigue leyendo. 

Lo hizo, entonces dejé de frotar y empecé a darle unas palmaditas rítmicas mientras seguía leyendo cada vez con más dificultad.

Hasta que le quité el libro, la rodeé por la cintura con el brazo izquierdo y empecé a masturbarla frenéticamente, hasta hacerla gritar allí arrodillada, con el culo rojo, tras una semana de abstinencia...






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