sábado, 27 de noviembre de 2021

Compartir cama.

 



Me tengo por bastante tolerante, aunque tengo mis manías cómo todo el mundo. Y una de esas manías es que cuándo me entra ese sueño que te deja comatoso, me molesten. 

Viernes, semana larga, cansancio, después de cenar ella me propuso irnos a la cama y ver la tele un rato allí, yo sabía perfectamente que si me tumbaba calentito en la cama, no duraría ni diez minutos en abrazarme a Morfeo. Pero ella que aunque también estaba cansada, tenía otros planes y justo cuando empezaba a entrar en ese estado de somnolencia, empezó a tontear. Primero a darme conversación y cómo no le hacía caso, empezó a acariciarme el pecho, a morderme el lóbulo de la oreja... Un par de avisos, pero seguía, además con esa sensación de quien busca algo y no era sexo precisamente. 

- Nena, quiero dormir, así que si no tienes sueño al salón. 

- Valeeee ya me duermo....

La tele estaba puesta y ya me había acostumbrado a su manía de dormirse con la tele puesta y programada. Pero, siguió tonteando, ahora un tironcito de los pelos del pecho, ahora un lameton en el cuello, ahora me levanto y vuelvo, vamos lo que se dice molestar y yo pacientemente intentando dormir, en una de estas, solté un palmada al aire, que le dió en una pierna y con los ojos cerrados dije:

- Piensas parar de una vez?

- Pffff vale aburrido.

Se dio la vuelta y pensé que ya estaba, pero aún siguió un rato molestando con los pies y con risas ahogadas, hasta que se dió por vencida o a mí me ganó el sueño. Pero al romperme ese momento, terminé durmiendo en plan duermevela. 

Al día siguiente madrugué y ella dormía cómo un angelito, hasta hacia cara de buena y todo. Me levanté sin hacer ruido y me fui a la cocina, puse la cafetera y me tomé un café tranquilo. No miré la hora, los sábados por la mañana el edificio suele estar muy tranquilo y más en pleno invierno. Hacia sol ya, así que debía ser tarde, pero también el viento silbaba y eso significaba frío a pesar del sol. Me tomé un segundo café y entonces si vi la hora: las diez y media. Recordé su tonteo de la noche anterior y decidí devolvérsela.

Ni corto ni perezosos entré en la habitación abrí las persianas con energía y tiré del edredón.

- Buenos días bella durmiente!!!! Hora de levantarse que son casi las 11.

Se volvió a tapar malhumorada y con voz somnolienta dijo algo que no entendí. 

Salí de la habitación, pero a los cinco minutos y no verla fui otra vez e hizo lo mismo tirón del nórdico. Y entonces si se levantó y de muy malos modos y ahora haciéndose entender perfectamente me dijo.

- ¿PERO TÚ ERES TONTO O QUÉ TE PASA?

Se volvió a tapar, esta vez cabeza inclusive.

- Te lo he dicho ya dos veces y no habrá tres, Ahhhh y cuidado con esa boquita y levantar la voz

Asomó la cabeza por el nórdico , me echó una mirada de esas que dicen “no me molestes que ahora no quiero saber nada de ti” y lo ignoré... pero a tozudo no me gana y esta vez le quité todo el edredón haciendo imposible que se tapase.

- ¡JODER! ¿TE HAS PUESTO COMO OBJETIVO HOY TOCARME LA MORAL O QUÉ? ES SABADO QUE PRISA HAY! ¡ASÍ QUE NO VUELVAS A TOCARME!

Se levantó toda enfadado y se fue al baño cerrando de un portazo. Yo observaba  la pataleta desde la puerta de la habitación, como el pasillo es recto, podía verla perfectamente.

- Esas no son formas de hablarme y te he dicho muchas veces que no des portazos.  (Esa es otra de mis manías innegociables)


Abrió la puerta, dí otro portazo, volvió a abrirla y asomó la cabeza enfadada.

- A que molesta? Pues ya sabes lo que he sentido yo cuando me has despertado de esas formas.

Y volvió a cerrar dando otro portazo. 


En ese momento tuve un dilema entra razón y corazón. El corazón me pedía entrar al baño levantarla de la oreja aunque estuviera sentada en la taza, coger el cepillo que colgaba detrás de la puerta, llevarla al salón ponerla en mis rodillas y dejarle el culo morado. Pero la razón, me decía que calma y que todo a su momento y aquel día le hice caso a la razón. 

Escuché la ducha, y me puse a hacer cosas por casa, la escuché salir ir a la habitación volver a entrar a secarse el pelo, total que estuvo cómo una hora entre una cosa y la otra. Cuando apareció, me extrañó verla así, se había puesto unos vaqueros muy en concreto, unos que le había dicho varias veces que le hacían un culo espectacular y se había arreglado algo más de lo normal, cuando se suponía que no había ningún plan.

- Vamos a algún sitio? 

- No, por?

- Bueno cómo te has vestido

- No voy a ir desnuda...

Fue a la cocina y vino con un café se sentó a mi lado.

Decidí mostrarme distante a ver qué pasaba y cuando terminó el café, hizo algún tímido intento de acercamiento, que rechacé. Iniciamos una conversación de besugos y más bien monosilabica, todo sea dicho a caso hecho esperando una reacción por su parte. Entonces se hizo un silencio incómodo y llegó lo que esperaba.

- Santi, ¿qué te pasa?

- Nada, te dejo que hagas “nada” y no te toco, ¿no has dicho que es lo que querías?

 - Sabes que no lo decía en serio... estaba enfadada, me molesta mucho que me hagan eso, ya lo sabías.

- Aún así nena has sido una maleducada y ya lo de los portazos ha sido de niñata consentida.

Se quedó callada y pensativa unos minutos, los que tardó en fumarse un cigarrillo.

- Lo siento mucho, ¿me perdonas?

 - ¿Crees que debería perdonarte?

-  Bueno...

 - ¿Bueno qué?


Pasaron un par de minutos más.

- No vas a terminar la frase o no sabes qué decir?

- Bueno... no sé, te he pedido disculpas.

- ¿Y crees que con una disculpa basta para el comportamiento que has tenido?

-  No, supongo que no.

-  ¿Supones?

No tuve respuesta, así que cogí el mando de la tele busqué un canal de deportes y me puse a ver un partido de ella NBA, que no tenía el menor interés para mí, pero parte del plan era que se cocinara en su propio jugo. Hasta que pasado un rato no pudo más y dijo:

- Santi...

 - Dime

-  Creo que me merezco un castigo

-  ¿Crees?

 - Bueno, que me merezco un castigo

-  Sí, te lo mereces

La miré unos segundos eternos y vi cómo su rostro se ruborizaba y bajaba la mirada.


-Te he hablado mal, he sido una soberbia y me he comportado cómo una niña consentida

Puse media sonrisa de satisfacción, la tenía dónde quería. 

- Pues sí, así ha sido tienes toda la razón. Tráeme el cepillo.

Cogió aire pero no diji nada... Se levantó fue hasta el baño y me dió el cepillo con la mayor cada de pena y arrepentimiento que le salió.


-Pon un cojín sobre mis rodillas y te tumbas, ya sabes como quiero el culo.



Puso un cojín y se tumbó dejando su culo lo más expuesto que pude. Empecé a azotarla con el cepillo pero sobre los vaqueros, me gustaba cómo le quedaba y se los dejaría un ratito más puestos, aún así el cepillo es efectivo sobre la ropa y seguro que empezaba a hacer que le picase el culo. Alternaba las nalgas y luego daba una serie en el mismo cachete, aún con los pantalones en su sitio


 - Levántate.



Se levanto, le desabroché los vaqueros y le los bajé llevándome detrás el tanga, como pude, no era fácil porque eran elásticos así que quedaron a medio muslo muy.

- Ponte otra vez.

Seguí con la mano un rato, para su sorpresa  eso sí con ganas y enseguida el culo se le puso ya de un tono rojo intenso, de ese intenso que a pequeños trozos empieza a ponerse oscuro. Debía empezar a picarle porque empezaba a no poder estarse quieta. Cada vez que se movía hacía una pausa y cuando empezaba otra vez lo hacía con más ganas. Hasta que vi que era mejor darle un descanso.

- Levanta y vete al rincón.



La tuve un buen rato algo más de lo que solía ser normal. Quería que se sintiera castigada y pequeña, yo no me moví del sofá en ningún momento y clavé mis ojos en su espalda y sobre todo en su culo rojo, sabía que se sentía observada, castigada y vulnerable. Pasados unos 20 largos minutos. Le dije.

- Ven aquí, y túmbate sobre el brazo del sofá, ya sabes ese culo travieso bien levantado y expuesto

- Santi, de verdad que no te volveré a hablar así.

-Lo sé. Al menos mientras te cueste sentarte

- Ni daré más portazos.

- También lo sé. Pero cómo ha sido tu actitud?

Bajó la mirada otra vez

-Muy mala.

- ¿y no crees que el castigo debe ir a propoción?

- Pffffff 

-Pfffff que significa?

- Que..si 

- Pues no sé a qué esperas a ofrecer el culo.


Se dió la vuelta y se puso en posición pero antes cogió un cojín, y se abrazó a él con fuerza. Me desabroché el cinturón, ese sonido metálico que le  da escalofríos, entre otras cosas porque estoy seguro que también le mojaba el coño


Empecé con el primero, realmente es como una lengua que hace un ruido muy escandaloso pero y qué deja un picor mezclado con dolor, no es como el cepillo más tacaño y concentrado. Al décimo ya empezó a tensar los glúteos. Paré me acerqué y empecé a acariciarle suavemente las nalgas hasta que se relajó. Cada vez con las caricias acercaba más mi mano a su coño. Ambos sabíamos que pese a todo estaba excitada. Y segui, otros diez hasta que volvió a tensarse

- Nena, ¿qué te tengo dicho de poner el culo duro?

 - Te prometo que lo intento pero ya no puedo más.

-Tu misma pero si relajas pican menos y te voy a dar los que te has ganado, tenses o no.

Al terminar de decirlo le di media docena rápidos, que hicieron que tensara todo el cuerpo. Al terminar le dije.

- Ahora vas a descansar un rato sin moverte y luego hablaremos de los portazos. 

Dejé el cinturón doblado sobre su culo y me fui a la cocina a fumar. De vuelta llevaba conmigo la crema. Puse el cinturón en su espalda y le puse un chorrito de refrescante crema en cada nalga que extendí muy suavemente, pero sin dejar que la piel la absorbiera. Entonces cogí el cinturón y le dije:

- Esta docena extra, es exclusivamente por los portazos, así que los vas a contar y después de cada número dirás: Gracias Santi, no volveré a dar portazos", está claro?

 - Pffff eso es  ridículo.

- Tu misma, ya veremos quién se cansa antes si el cinturón o tu culo y tu orgullo.

Cogi el cinturón, le di el primero y silencio, el segundo igual y el tercero, en el cuarto ya se acabó el orgullo

- Cuatro, Gracias Santi no volveré a dar más portazos.

- Cuatro? Este es el primero que escucho. Así que repite.

Cogió aire y dijo.

- Uno, gracias Santi, no volveré a dar portazos.

- Dale gracias también a tu orgullo.

Se le hicieron largos los doce y lo noté, así que al terminar, la ayudé a levantarse y la abracé a la vez que le frotaba el culo con las dos manos. Hasta que las lleve a su rostro haciendo que me mirase. No hizo falta decir nada, le di un beso, la cogí de la mano me senté y cogí la crema, la puse de nuevo en mis rodillas y estuve un largo rato poniéndole crema y masajeandole las nalgas magullados que debían arderle. Pero había otra parte de su cuerpo muy cercana que tambien ardía cómo un volcán y cuando llegué a ella con mis dedos, ya no paré hasta provocar la erupción. 

Pocas cosas más excitantes que dar placer, en la misma posición que antes has castigado y viendo mientras lo haces ese culo recién castigado, rojo, caliente, brillante y ardiente. Y por no hablar de cómo son esos orgasmos con el culo dolorido, que tienen menudo las niñas adultas traviesas.



 

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