sábado, 9 de octubre de 2021

Jugando con fuego





Acababa de llegar a casa me iba a dar una ducha, pero nada más entrar en el baño salí, cogí, el teléfono y marqué su número.

- Dónde estás? 

- No sé, primero un hola qué tal no? He salido un momento al súper que estamos a mínimos de café y leche y el señor borde querrá su café mañana no? 

- Vale, te espero.

- Pues vale 

La verdad es que fui bastante borde pero mis motivos tenía y en un rato los sabría. 


Poco después, llegaba a casa, yo estaba en el salón y la escuché entrar a la cocina, cuando apareció, me miró pero no dijo nada, enfurruñada. Dejó la chaqueta y el bolso y soltó un sarcástico.

- Qué está cómodo el señor?

La miré y le dije. 

- No te conviene retarme 

- Cómo? O sea llego a casa cansada de toda la semana, me apetece darme un baño, relajarme y descansar al acabar me apetece un café con leche no hay, lo lógico ya cómoda y en pijama, hubieron sido enviarte un mensaje y pedirte que al salir lo trajeras tú, pero pienso; estará cansado y con ganas de llegar a casa y me visto y voy yo, para que me llames con esa borderia y preguntando, dónde estoy. 

- Realmente crees que te he llamado por eso?

- Entonces?

Me levanté, la cogí de la muñeca con firmeza y tiré de ella hasta el baño. Al abrir iluminaba la luz de unas velas. 

- Te he llamado por esto 

- Y que tiene esto? Me apetecía algo de música, sin prisa, mis cremas y mis cosas en plan relajante, que no he recogido? Por eso te has puesto así?

- No, me he puesto así porqué no entiendo cómo se te ocurre irte de casa dejando las velas encendidas y se cae una? Aquí hay toallas, alcoholes y demás...

- Si claro las cosas se caen solas.

- Un simple portazo, la puñetera vibración de un simple portazo fortuito y entonces que? Además te has dejado la plancha del pelo enchufada horas, la de la ropa igual...no sé la de veces ya, no te has cuenta que es un peligro.

- Pufff para algo están los seguros y no, no tienes razón y punto.

En ese momento, le di un par de azotes. 

- Hasta aquí hemos llegado, recoge el baño, apaga las velas y te espero que vamos a hablar muy en serio. 

Sabía que no rendiría fácilmente aquel día, que por dentro sentía ira en ese momento, pero la dejé allí y me fui a sentarme al sofá, la escuché entrar y salir del baño. Hasta que finalmente apareció en el salón.

- Recogido, contento? Me voy a poner cómoda.

- Ven aquí - le dije indicando delante de mis piernas- 

- He dicho que voy a ponerme cómoda. Y esta vez no hay nada de que hablar. 

- He dicho que vengas aquí, no hagas que tenga que levantarme. 

- Es que no sé de qué quieres hablar, he dejado las velas encendidas, pues sí, cuanto he estado fuera 20 minutos? Uff ya ves el peligro.

- No entiendes nada, lo de las velas es la gota que colma el vaso. Cuántas veces has dejado la plancha del pelo enchufada? Un día llegamos y olía toda la casa a chamuscado, hubo suerte aquel día, el problema es que son cosas que no cuestan nada y no entiendo qué necesidad de correr un riesgo totalmente innecesario, además tú y yo tenemos un trato, que elegiste tú, por cierto.

- Cual es ese trato?

- Que las normas las pongo yo y te dije que no quería más riesgos de este tipo.

Ahí empezó a bajar la intensidad, lo sabía, después de la última de la plancha tuvo un castigo y hablamos que no se repetiría más. 

- Vaya te has quedado callada de repente.

- Puff si las he dejado encendidas ha sido por ti, por evitarte tener que pasar a comprar antes.

- No, no me pongas a mí de excusa, si se han quedado encendidas ha sido por tu cabeza. Y te lo dije, te dije que no querías más riesgos de este tipo.

Suspiró y se quedó callada sin acercarse cómo asumiendo. Entonces sin decir nada me levanté la cogí de la muñeca y tiré de ella hasta el sofá. Sin soltarla me senté y la hice tumbarse en mis rodillas, llevaba unos leggins que no vi necesario quitar en ese momento, bien sujeta por la cintura y con mi pierna encima de la suya. 

- El día de la plancha del pelo, estuviste unos días sin poder sentarte cómoda y te dije que si volvía a suceder algo parecido, estarías al menos una semana sin poder sentarte. Suelo cumplir mis promesas.

Ya no dije nada más empecé azotarla con ganas desde la primera palmada, aquellos leggins no debían parar mucho, además los cogí de la cintura y los estiré hacia arriba, haciendo que aún se ajustarán más. Durante unos cinco minutos, estuve azotandola seguido y con ganas sobre los leggins y al parar me di cuenta, que ya no luchaba, sus músculos se habían relajado. Hasta a mí me sorprendió el cambio, incluso cuando metí los dedos por la cintura de atrás de los leggins para bajarselos, en vez de quejas o resistencia, su reacción fue levantar el culo, para hacérmelo más fácil y con el tanga igual, una vez tuve la ropa más o menos a la altura de las rodillas, empecé a acariciar su culo desnudo, sonrosado y caliente, notaba como mientras la acariciaba mi polla se hinchaba, le agarré con fuerza la cara interna de su muslo izquierdo, obligándola a separar las piernas y empecé a azotarla otra vez con el culo desnudo, en silencio absoluto sólo el ritmo de los azotes constantes piel contra piel y su respiración intercalada con algún jadeo, todo el rato seguí el mismo esquema alternando nalga y nalga, repartiendo bien y viendo desde mi lugar privilegiado cómo mi mano en cadencia de ametralladora iba cada vez enrojeciendo más la piel de sus nalgas. Nada cómo azotar a mano, ningún instrumento se acerca ni por casualidad, a las sensaciones de la mano, el sonido, el calor que se irradia de un cuerpo a otro, el rebote de cada azote en esa zona tan especial y bella del cuerpo de una mujer, el rojo inconfundible uniforme y el escozor que deja tras su paso. Cuanto más la azotaba, más me excitaba y ella tampoco parecía agotarse, fui yo el que paró con mi mano ya entumecida y también roja.

Pasé mis dedos suavemente por su piel, desprendía calor y al pasarlos se erizó la piel más sensible, la de la parte baja de las nalgas, la cara interna de los muslos...estuve un largo rato así, apenas rozando con mis dedos las nalgas rojas que acababa de azotar, tan concentrado que no era consciente de mi propia excitación. Ella parecía colocada, respiraba lentamente, apenas se movía, ni se quejaba. 

Volví a erizar su piel cuando sople en sus dos nalgas....y al terminar le dije.

- Ahora vete al rincón un rato, que voy a preparar unas cosas.

Se levantó despacio, su cara no tenía ni el más mínimo gesto de sufrimiento, caminó como flotando y se plantó en el rincón manos en la cabeza y quieta.

La observé medio minuto, me tenía fascinado ese cambio repentino, pensaba que iba a tener una mayor resistencia y desde el momento que la había puesto en mis rodillas se había rendido. Me levanté fui al baño cogí una toalla grande la puse en la cama encima del edredón. La fui a buscar, de la mano fuimos a la habitación, no tuve que tirar, me siguió suavemente. La solté y me senté en la cama, le dije que se quitase la camiseta y el sujetador, lo hizo, los leggins, el tanga y las zapatillas también. Totalmente desnuda le dije que se tumbara boca abajo en la cama, lo hizo.

Cogí el bote de crema fresca y me eché una buena cantidad en las manos, las froté y las puse sobre las nalgas rojas y caliente, así las tuve un rato, quietas y apoyadas en su culo caliente, luego empecé va extender crema por todo el, muy despacio y suave en una especie de masaje superficial. Después más crema, abundante y entonces cogí una toalla más pequeña, y encendí una vela que había sobre la mesita de noche... esperé un poco a que la cera se fundiera alrededor de la llama, entonces la cogí y desde una altura prudencial, verti un chorrito de cera fundida en su piel azotada...al sentir el calor gimió y se tensó un poco...y con voz suave y sensual dijo...

- Pufff como me tienes hoy 

Sonreí y repetí en la otra nalga con idéntico resultado, la cera caliente sobre la piel sensible de los azotes, la crema hacía de película y al enfriarse la cera simplemente pasando la toalla, la quitaba. Más crema ya no solo en las nalgas, entre ellas también y en los muslos y vuelta a jugar con la vela dejando caer cera fundida en todos esos puntos, entonces volví a dejar la vela en su sitio, me subí a la cama y empecé a besarle las nalgas, rozando con mis labios toda la superficie roja de los azotes y la cera, jugué con mi lengua también en los puntos más sensibles, la cara interna de los muslos, el pliegue del glúteo y también entre las nalgas y en especial en ese segundo clítoris en forma de anillo rugoso allí escondido. Cuando me incorporé, llevé mi mano al coño que hasta entonces no había explorado, goteaba... sonreí, le pedí que se diera la vuelta. Lo hizo, una mueca de incomodidad en el momento que el culo tocó la toalla, pero se le quitó enseguida en cuanto mis dedos empezaron a trabajar en su coño, por dentro y por fuera y ya no pararon hasta hacerla gritar...el orgasmo fue tan intenso que estuvo cómo un minuto jadeando sin poder hablar, yo me tumbé a su lado y le acariciaba el pubis haciendo círculos. Entonces me miró y sonrió.

- Pensaba que me lo pondrías más difícil, le ha sorprendido ese cambio. 

- Si me das un minuto te lo explico.

Se levantó y directamente me desabrochó el pantalón, lo bajó a medio muslo y los boxer también, cogió con una mano mi polla y con la otra los testículos y mientras la mano en mi polla subía y bajaba me hacía un masaje en los testículos

- Así que quieres saber el porqué de mi cambio?

- Pues si...

-  Lo único que te puedo decir, es que cuando te pones inflexible, me derrites como el fuego a la cera y eso que me jode a veces pero es inevitable...

Ya no dijo nada más su boca estuvo ocupada en hacer que me corriera.







4 comentarios:

  1. Uf... Entrar en tu blog y leer una historia así, eso sí es jugar con fuego. Ahora me arde el alma. Escribes muy bien.

    Besos.

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  2. ¡Es una historia caliente y picante, terriblemente bien escrita!
    A quien me gusta quemarme en el fuego de las consecuencias para este tipo de cosas y otras... Me disuade un poco y me emociona mucho...

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