martes, 7 de septiembre de 2021

Plenitud

 



" No me gusta ser pasiva, me gusta provocar, para que alguien se haga con el control"

Esta frase me la dijo alguien, una vez en una conversación sobre la sensación de vacío que había tenido en sus relaciones hasta descibrirse o más bien aceptarse. También me dijo otra en esa misma conversación que tengo grabada y que a posteriori me ha repetido más gente: " el sexo convencional me aburre, no me llena". Esta última no significaba que lo descartará ni mucho menos, sólo que el sexo convencional sin la posibilidad de juegos asociados, le dejaba esa sensación. Pero volvamos a la primera frase.

En ella sale la palabra "control", un deseo que alguien se haga con el control, pero a la vez una necesidad de ser parte activa, no es aquello de me someto y ya, al revés yo provoco y de alguna manera decido, cuando quiero que me quites el control.

La palabra de marras puede asustar, hay que verla en toda su amplitud. Control no es poder, al contrario sólo quien tiene el poder puede ceder el control y además se cede desde la idea de un control firme pero implicado y amoroso.

Creo que en ello hay mucho, de un deseo temporal de huir de la propia identidad. Todos tenemos una identidad social, muchas veces impuesta por motivos no elegidos, desde la clase social, al entorno laboral y todo entra a juicio generalmente desde la superficialidad. La forma de vestir, el aspecto físico, la forma de comportarse...todo eso es escrutado severamente por ese entorno, que hace de ello un parte de identidad, la que mostramos.

Ceder el control, puede ser también una forma de escapar de esa identidad a veces un poco impostada, un ejemplo. Vivimos en una sociedad que nos inculca ser fuertes, afirmarnos, conseguir metas y objetivos, eso puede ser agotador y de una u otra manera todos necesitamos formas de escapar de esa presión.

La vulnerabilidad es una de esas formas, sentirte tan vulnerable que hasta pierdes por un momento tu identidad o más que perderla vuelves a ese punto de partida, de esa identidad en construcción a la que si se le permiten errores, que es la infancia.

Los juegos y fantasías eróticos es una de las pocas cosas que conservamos de la infancia. En ese campo íntimo, puedes volver a jugar, a fingir ser, a explorar, a sentirte vulnerable sobre todo, cuando tienes una red de protección, la seguridad que terminado el juego puedes recuperar tu identidad. 

Y ahora vamos a la segunda frase, no es tanto que el sexo convencional aburra, es más bien que ese ceder el control y ese pérdida temporal de la identidad desde la vulnerabilidad, consigue que el sexo aporte otras cosas más allá del placer efímero de toda relación sexual. Desde la actividad se pretende la máxima pasividad, ser sólo cuerpo, pero manteniendo siempre el poder.

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