Cuando nos conocimos me avisó de una tradición que tenía y era que cada año, durante las vacaciones hacía un viaje con sus amigas y que esa tradición, la quería seguir cumpliendo. A mi me pareció genial, me gustan las tradiciones y cuando llegas a la vida de alguien tiene que ser para sumar, nunca para restar, así que no le puse ningún impedimento, es más la animé a que siguiera con la tradición y así fue, con alguna pequeña modificación juguetona, en la que los dos estuvimos de acuerdo.
Aquel año, no iba a ser diferente, y ya meses antes había reservado 10 dias, vamos dos fines de semana y una semana completa para el viaje a lo Thelma y Louise. Aquel año el lugar de destino era Cádiz, además tampoco teniamos vacaciones completas coincidentes, así que yo esos días trabajaba y tampoco me venía mal unos días de soledad. Pero, desde la primera vez teníamos un acuerdo, era muy simple. Ya que la idea era desconectar y disfrutar, decidimos no empezar a llamarnos por teléfono cada día, ni a estar pendientes del móvil. Un mensaje para decir que había llegado bien, otro para decir cuando salía de vuelta y si no había ninguna urgencia nada, eso sí a pesar de la separación lúdica, quería que de alguna manera siguiera teniendo en cuenta, que entre nosotros había un protocolo y le propuse que antes de volver escribiera una carta contándome cómo había ido. Carta que al llegar debía leerme. El juego le pareció bien y se convirtió también en tradición, a la vuelta del viaje.
Recibí el mensaje conforme había llegado y le contesté con un "disfruta, pero con cabeza" a lo que respondió con el irónico "si papá, tu no trabajes mucho" y ya fueron pasando los días sin saber de ella, lo cual era buena señal, más allá de alguna foto, del paisaje o suya. Pero por desgracia el ocio pasa muy rápido y llegó con la maleta, cansada y bronceada un domingo de Julio, ya tarde. Además al día siguiente trabajaba, así que a descansar y ya habría tiempo, eso si le noté la voz algo ronca, pero imaginé que se debía a excesos vacacionales.
Al día siguiente, lunes prevacacional para mi, llegué pronto a casa, allí estaba tirada en el sofá, cómoda con una camiseta tipo nadadora y unos pantalones cortos de estar por casa. Le dí un beso y también me puse cómodo, me serví una cerveza fresquita, antes le pregunté si quería y me dijo que no, que le picaba mucho la garganta y sin decirle nada, me dijo.
-No se si voy a poder leerte la carta, tengo la voz fatal
-Y la tenía
Pero excusatio non petita, acusatio manifesta dicen y ese poner la venda antes de la herida me hizo sospechar, pero no dije nada, oidos sordos, me senté con ella y le dije.
-El tema de la crema solar ya veo que escatimando
-Jjajajaaja ya sabes
-Si, ya sé.
Total seguimos hablando un rato y pasó media tarde y yo no dejaba de pensar, en aquel retrarsar leer la carta, hasta que me pudo la curiosidad y le dije.
-Venga va ve a por la carta.
-Puffff has visto como tengo la voz, lo dejamos para otro día, si ya sabes más o menos lo que hay, lo de cada año.
-Pues por eso mismo será rápido va.
-Pufffffffffffffffff que cabezón eres.
Se levantó y fue hasta la habitación de vuelta llevaba un sobre, se quedó de pie frente a mi, sacó el papel del sobre y empezó a leer. Pero todo me indicaba algo, vale leer en voz alta de pie, ante alguien que está sentado expectante, ya puede ser de por si abrumador, pero la postura del cuerpo, la voz, cierto rubor y nerviosismo, algo había.
Empezó a leer, y el principio era como una especie de narración de unas vacaciones. Primer día, llegamos hicimos tal...Segundo día....Cuando llegó al tercer día la hice parar de leer, le dije que se acercara, hasta casí tocar el sofá, entre mis piernas y sin decir nada, le deshice el nudo que sujetaba el pantalón corto y este cayó sólo hasta los tobillos.
-Continúa, por favor.
Todo juego se trata de ir progresivamente aumentando el nivel de las sensaciones y emociones, si leer de pie en voz alta, es abrumador, con el pantalón en los tobillos más. Siguió leyendo, aún más roja...Cuarto día....Quinto, Sexto....Y de nuevo la hice parar y sin decir nada, le bajé el tanga hasta medio muslo, lo primero que llamó mi atención, es la diferencia de color en la piel, entre donde había dado el sol y dónde no.
-Sigue....
Y siguió, pensé que se quejaría o preguntaría, pero creo que la excitación le podía a la vergüenza y ahí llegó a la parte comprometedora de la carta.
"El penúltimo día no pudimos bajar a la playa, hacía demasiado viento y no se estaba bien, así que nos quedamos en el apartamento, pero por la noche decidimos despedirnos a lo grande, salimos y bebimos bastante, de vuelta al apartamento íbamos contentitas y no se a quien se le ocurrió pero acabamos bañándonos todas desnudas por la noche, llegamos al apartamento heladas...."
La dejé terminar, cuando terminó estaba roja como un tomate y eso que el sol le había tocado en la cara, me dio la carta la doblé y la metí en el sobre y sin decir nada, empecé a pasar mi dedo por su sexo, estaba muy mojada, sin tocarla y mientras seguía pasando el dedo entre sus labios le dije.
-Bueno, creo que ya no eres una adolescente, para hacer según que cosas, y ese picor de garganta está claro de donde viene, precisamente de eso de comportarte como una adolescente ¿no crees?
-No fue idea mía, no me acuerdo quien lo propuso
-Bueno que más da, alguien lo propondría (ahí no pude estarme de aquella frase tan de padre) ¿pero si tus amigas te proponen tirarte por un puente, también te tiras?
-Que idiota eres
-Ya, ya, pero esto no va a quedar así y lo sabes. Una cosa es libertad y otra libertinaje.
Pensaba encontrar algún tipo de resistencia, protesta o contestación, pero no, seguía jugando con mi dedo e incluso cerraba los ojos y gemia. Entonces paré, me levanté , la cogi del brazo de debajo del hombro y la llevé hasta el rincón de camino, se dejó los pantalones en el suelo, pero el tanga seguía a media pierna. La puse mirando la pared, con las manos sobre la cabeza y le dije.
-Espérame aquí sin moverte un milímetro, que vamos a hacer las cosas bien.
Salí del salón y fui al baño y a la habitación, en una caja puse varias cosas, al volver puse la caja en el brazo del sofá, me senté, la miré, se podía ver perfectamente la marca de la braguita del bikini que resaltaban la mitad de las nalgas blancas, contra el resto de la piel bronceada. La llamé, camino hacía mi en lo que llamo "el paseo de la vergüenza" que es esos pasos que separan el rincón del sofá, con la ropa interior enrollada a mitad de las piernas. La hice acercarse otra de frente y entre mis piernas, volví a llevar mi dedo a su sexo, sonreí al encontrarlo igual, mojado y caliente y le dije.
-Bañarse de noche y bebida es una irresponsabilidad muy grande, se junta varios factores, para empezar la falta de luz, luego el alcohol da sensación de falsa euforia y ausencia de peligro, hay corrientes, te puedes marear, soy de mar y he visto demasiadas tragedias por tonterias así y además te ha costado un resfriado, que bueno dentro de lo que cabe, es lo mínimo, pero ya no tienes 16 años.
Ya no dije nada más, la separé cogiéndola de la mano, la puse en mi lado derecho, junté mis piernas y la hice ponerse sobre mi regazo cómoda, con piernas y cuerpo sobre el sofá y mis piernas haciendo de elevador de su culo, no dijo nada, empecé a acariciarle muy suavemente las nalgas, rozándolas sólo con la punta de los dedos, se le erizó la piel y poco a poco las caricias fueron más pasionales e intensas, llegando a agarrar con fuerza un mejilla y después la otra, hasta que de repente las caricias se volvieron palmadas rítmicas y suaves, la parte blanquita que cubría el bikini, se puso rosada enseguida, la más externa no cambiaba de color, así que empecé poco a poco a aumentar la fuerza y la cadencia, hasta conseguir ponerlo todo bien rojito, entonces paré y empecé a acariciarla de nuevo, con toda la mano frotando las dos mejillas calientes ya, cuando paré y empecé a hurgar en la caja se tensó ¿que idea tendría en la cabeza?. Creo que salió pronto de dudas, cuando le separé las nalgas rojas y unas gotas de lubricante frio resbalaron entre sus nalgas y enseguida mi dedo caliente jugando con el lubricante alrededor de su culo, haciendo un pequeño masaje circular y jugando a parar de vez en cuando para presionar un poco y ver como se contrae.
-Rélajate y será más fácil.
Volví a la caja y cogí el termómetro viejo de cristal, lo agité y manteniendo las nalgas separadas con la otra mano, lo llevé al estrecho agujero y muy suavemente lo metí, hasta la mitad, yo sabía que no tenía fiebre, pero sabía que aquel gesto era muy perturbador para ella, allí en mis rodillas como una niña, sujeté el termómetro con la mano izquierda, mientras con la derecha le hacía cosquillas en toda la zona que delimita las nalgas de los muslos, pero sin llegar al sexo, incluso jugué un poco con el termómetro a modo juguete. Estuve mucho más tiempo del necesario antes de quitárselo de hecho ni miré la temperatura. Lo dejé en la caja y lo cambié por el cepillo ovalado de madera, este era tipo pincel, con cerdas, aunque de buena madera, al cogerlo lo empecé a pasar por su piel roja, por la parte de las cerdas, variando la sensación, desde mitada de los muslos, hasta la cima de sus nalgas, luego cambié las cerdas por la parte lisa de madera, también en el mismo sentido y recorrido. Hasta que lo levanté y empezó a caer implacable sobre su piel desnuda, aunque de forma gradual, primero alternando mejilla y mejilla sin que apenas sonaran los golpes, pero poco a poco subiendo la intensidad e insistiendo en varios azotes seguidos en cada cachete antes de cambiar al otro, ahí si sonaban ya con ese sonido sordo de la madera dura y rígida. El cepillo es ideal, por su precisión, das donde quieres dar y muerde bien sin necesidad de aplicar mucha fuerza, cuando veía que se tensaba, la sujetaba de la cintura, le levantaba un poco el culo y le daba un ráfaga rápida, en la parte baja del culo, entonces paraba y volvia a jugar con las dos caras del cepillo acariciando su piel. Así puedes alargar mucho el juego, no se trata de agotar, se trata de sensibilizar, dejar recuperar y seguir. Cuando vuelves a empezar, siempre de forma gradual, despacio y no muy intenso y aumentando hasta que llega el síntoma de agotamiento o umbral, que siempre se expresa en forma de tensión muscular y respiración, entonces vuelves a parar, vuelves a las caricias y juegos, eso sí, por acumulación cada nueva acometida tardas menos en llegar. Lo hice tres veces aquella vez, en la tercera ya vi, que la piel empezaba a resentirse bastante, y decidí terminar con los azotes, pero dejando el cepillo y usando mi mano, una última tanda a mano intensa y rápida, hasta que se hizo el silencio.
Se relajó de nuevo, mientras la acariciaba suavemente, la acción del cepillo, había dejado su culo como una paleta de colores que iba del rosa intenso de las zonas más externas, hasta el violeta del centro de los dos círculos rojo oscuro en la mitad inferior del culo. Tras un rato de caricias, le quité el tanga del todo y volví a la caja, de allí cogí un tallo de jengibre, pelado con forma de bala, con la mano izquierda separé de nuevo las nalgas en llamas, pasé el jengibre vivo por toda la zona, incluso un poco por el exterior del sexo, hasta buscar su destino final, dónde lo iba a alojar un rato, suavemente empecé a hacer presión con el, en la entrada de su culo y fue entrando dulcemente, hasta tres cuartas partes, entonces puse un dedo de mi mano izquierda para sujetarlo dentro y evitar que lo expulsara, le separé las piernas y con la mano derechas le di unos cachetitos en el sexo, esperando que el jengibre empezara a hacer efecto, tarda un par de minutos más o menos y se nota, por la respiración, cuando empezó a hacer efecto, empecé a jugar con los dedos de mi mano derecha en su coño empapado a pesar de los azotes y todo lo demás, alternaba caricias y estímulos con palmaditas entre las piernas, hasta que decidí, que era el momento y empecé a masturbarla con furia, pese a todo, el ardor de los azotes, el escozor del jengibre en el culo, la vergüenza previa de leer en voz alta, el termómetro, explotó en un orgasmo, que me dejó la mano empapada, incluso las piernas.
Cuando recuperó el aliento, la hice levantarse, la acompañé de nuevo al rincón y allí la dejé como un zombie. Cogí la caja, tiré lo que había que tirar, lavé y guardé lo que había que de lavar y volví con la misma caja, que dejé en el mismo lugar, la fui a buscar, la puse de nuevo sobre mi regazo y calmé con refrescante crema hidratante toda la piel castigada, es más la dejé bien extendida y dejé que se secara al aire, sintiendo el fresco acariciarla, pero aun faltaba refrescar por dentro. Había fabricado unos moldes, tambien en forma de bala, que metidos en el congelador llenos de agua, se convertían en una especie de pequeño dildo de hielo, cogí el que habia en la caja, con su palito para manejarlo, le separé las nalgas y llevé la punta al culo, al notarlo suspiró, el frio del hielo ahí, hizo que se contrajera toda ella, jugué un poco con el hielo por fuera, hasta que empecé a meterlo despacio, sin prisa, centimetro a centimetro y sacándolo igual, calmando el escozor del jengibre a la vez que el hielo se fundía con su calor, cómo no conviene abusar del frío dentro, tras un par de minutos, dejé el juego y terminé de hacer que se fundiera pasándolo por su piel azotada, hasta que todo el hielo se transformo en agua.
Luego siguieron más caricias y otros juegos.
Fin.
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