Alguna vez he escrito, qué las mejores conversaciones, más abiertas de mente me han sucedido muchas veces, después de un juego, en eso que hay quien llama "after care" y que es ese momento de intimidad y tranquilidad con quién acabas de jugar.
Recuerdo una por varios motivos. Veníamos de un juego intenso en lo físico, largo y con bastante madera y la madera deja huella. Ella estaba en silencio absoluta mientras le sobaba el culo, acompañado de una dosis generosa de crema, le pregunté por el silencio y me dijo algo así:
- " Estaba pensando que raro es todo esto, hay momentos, que aún recordando me dan rabia, no entiendo cómo me prestó a ello felizmente, pero por otra parte me excitó recordándolos y cuanto más humillantes me parecen, más me excitan. Es cómo si necesitara sentirme muy pequeña y vulnerable...
Recuerdo perfectamente, que si fue un juego físicamente exigente, mentalmente aún lo fue más. Había mucha anticipación y mi intención fue que en todo momento lo sintiera como un castigo de verdad. Hubo sermón, antes, durante y después. Al terminar la mandé cara a la pared con el culo desnudo, dolorido tras el largo repaso a mano y después con el cepillo de madera y allí la hice estar un rato sujetando un libro en cada mano y con el añadido de tener mi mirada clavada en ella, cuando la fui a buscar y le quité los libros, estaba excitada como nunca.
Creo que los juegos de intercambio de control, cómo el spanking, tienen objetivos distintos según el sexo. Está claro que la mujer lleva consigo unos lastres fruto de la educación distinto al de los hombres. No creo que sea tanto una cuestión de machismo, cómo simplemente una cuestión de adaptación de la biología a la cultura. Los genitales masculinos y femeninos son distintos y eso hace que se eduque distinto, cada uno con sus cargas y sus beneficios.
Tal vez uno de esas cargas en la mujer sea la percepción de su propio cuerpo, la vergüenzas asociadas a ello y eso crea unas barreras hacía la plenitud de las sensaciones corporales. Son barreras internas, del ego.
Aquella conversación me dio que pensar y la conclusión tiene su lógica para mí. En un juego mental y físicamente intenso, el ego se empequeñece, de alguna manera se fuerza a ello. Una mujer adulta regañada como una niña traviesa, que después es castigada y que durante el castigo además de dolor hay una dosis importante de vergüenza. La experiencia me dice, que después ocurre una desinhibición total, acompañada de una entrega no tanto a la persona con quién se comparte juego cómo a la sensación y al disfrute corporal sin barreras, ni vergüenzas.
Os pasa?

Buenísima entrada.
ResponderEliminarEl ego hace mucho daño, a hombres y a mujeres, y cuando de verdad se quiere intimidad, el ego debe de quedarse en la calle. Igual que las máscaras del "Loco" de Kalil Gibran.
El hombre, con su ego muchas veces hace que buena gente lo rehuya, alguna por que sea crea la pose, y no crea estar a la altura, otra por que piense "menudo subido" y otra, que vea a la legua el muro de ego tras el que se refugia un mequetrefe.
Las mujeres... en general tratamos de ocultar complejos, o compensarlo con alguno de nuestros puntos fuertes.
Es distinto, y es maravilloso que así sea, pero, en todo caso, si el ego hace más de lo que se le "pide" debe quedarse fuera.
Lo dicho, gracias por la entrada.