Este fin de semana ración doble
Un pueblo cualquiera del interior de España a finales de Agosto. El cielo empezaba a teñirse de amarillos y anaranjados anunciado el próximo atardecer. Pero aún soplaba una brisa recalentada. Por las calles desiertas, una pareja caminaba en busca del coche que les llevará a otro de esos pueblos de la España profunda.
Llegan a un plaza y allí junto a otros está su coche, suenan las cerraduras abrirse con el mando a distancia, pero el se sienta en un banco, se enciende y cigarrillo y cuando ella termina de dejar las cosas en el maletero, le da una calada al cigarrillo, ella se acerca sonriente le acaricia la nuca, el la mira serio y penetrante.
Habían hecho una comida con amigos, en plan despedida del verano y vacaciones, en un bonito restaurante con piscina, habían sido los primeros en irse con la excusa de que vivían más lejos, pero la realidad era otra. Él le da otra calada al cigarro y con voz profunda y calmada le dice.
-Supongo que tienes claro que tú próximo destino es el rincón, verdad?
Ella no contesta, de repente esa frase hace que un escalofrío recorra su columna. Y a la vez un ligero rubor pinta sus mejillas. Es plenamente consciente de todo y está en ese momento en el que duda si de volver atrás, hubiera cambiado algo.
Durante toda la comida su actitud ha sido desafiante, provocadora, le había estado llevando la contraria en público por placer e incluso había sido sarcástica, irónica e irrespetuosa. Todo había empezado, con alguna mirada censora, lejos de enderezarla para lo único que había servido, había sido para hacerla venirse arriba, aún más insolente, bajo la seguridad del grupo, pero ahora las cosas habían cambiado, de ahí el silencio, acogiéndose a la máxima esa de no decir nada que pueda perjudicarte. El apaga el cigarrillo y le da las llaves del coche.
-Conduce
Se lo dice así imperativo y monosilabico, para que ella empiece a entender a qué se enfrenta. Se montan en el coche en silencio, arranca el motor y cuando se ponen en marcha ella enciende la radio, la tensión del silencio le está afectando. Tal y como la enciende el la apaga.
-Nada de música, limitate a conducir y a pensar en tu comportamiento de esta tarde.
Al escucharlo apostaría a que sintió una humedad perturbadora debajo del vestido, mojando su entrepierna. Que importante es la anticipación antes de un castigo, tanto que se puede convertir en una tortura mental casi tan eficaz como el castigo.
Había unos 20 minutos de trayecto a eso otro pueblo de la España profunda, pueblo dormitorio si, pero pueblo al fin y al cabo. Cuando entrábamos en el, casi parecía que no hubiéramos salido del otro, el mismo paisaje árido, las calles desiertas, el cielo cada vez más anaranjado. A nuestro edificio se puede entrar directamente en coche por el parking, ella aparcó en su plaza, se abrieron las puertas, nos bajamos, cogió la bolsa del maletero y yo estaba apoyado en un lateral del coche, me miró y le dije.
-Voy a tomar un poco el aire, tu sube a casa y me esperas en el rincón de la habitación, ya sabes cómo...ahhh y deja la puerta encajada pero sin cerrar la cerradura. Me incorporé y empecé a caminar en dirección contraria a la puerta que daba paso al ascensor, ella me miró y cuando la miré empezó a caminar digna en dirección a casa.
Salí a la calle por el portón del parking. Me encendí un cigarrito y me senté en el muro viendo atardecer. Pero mi cabeza la imaginaba, allí quieta en la esquina a la espera, sobresaltandose cada vez que escucha un ruido, que le podía hacer pensar que había entrado.
Subí un cuarto de hora después el sol se había escondido tras las montañas, imagino el escalofrío otra vez el escuchar cerrar la cerradura y mis pasos acercándose. Al llegar me detuve en el umbral de la puerta de la habitación, hice un chequeo rápido. El vestido estaba perfectamente doblado en la silla, ella se había puesto una ropa muy especial para los dos. Era una simple camiseta blanca con tirantes tipo nadadora y un culotte gris de hacer deporte, muy corto y elástico que dejaba ver el surco glúteo en la frontera con los muslos. Las manos sobre la cabeza y la nariz rozando la esquina. Esa era la ropa de los castigos graves en verano.
Di unos pasos más, los que separan el umbral de la puerta de la cama donde me senté y nada más sentarme pronuncié esas palabras, que a buen seguro habían ya resonado en su cabeza.
-Nena ven aquí
Bajó las manos de la cabeza resoplando y moviendolas, ya las debía tener algo entumecidas, cuando se dio la vuelta y me miró, me di un par de palmadas con las dos manos en el regazo, era la señal que ahí quería ver su culo presentado. Se acercó sin mirarme, se tumbó sobre mi regazo, el cuerpo descansaba en la cama, las piernas juntas y estiradas se apoyaban solo por la punta de los dedos en el suelo. Con la mano izquierda rodee su cintura y la derecha la posé en la comodidad de sus nalgas esponjosas.
-Bien señorita, tu comportamiento de esta tarde ha sido inadmisible y lo sabes. Una cosa es el juego, bromear y divertirse y otra cosa muy distinta es traspasar la línea a lo soez, maleducado y borde...
-Bueno, bueno tampoco ha sido para tanto, puede que me haya dejado llevar un poco...
No dejé que terminara la explicación, cuatro azotes cayeron como cuatro rayos en los muslos desprotegidos dejando los dedos de mi mano marcados en ellos.
-No me interrumpas cuando hablo, si quiero explicaciones te las pediré
Resopló habían picado y sorprendido y dijo entredientes
-De acuerdo entendido.
-Pues ahora sí te voy a preguntar, crees que tu actitud de hoy ha sido correcta?
-Bueno tal vez he sido un poco descarada y me he dejado llevar.
-No creo que definición exacta sea "un poco descarada" tu comportamiento ha sido más propio de una niñata impertinente e insolente que el de una mujer divirtiéndose y cómo veo que hay momentos que te dejas llevar sin frenos a pesar de las advertencias, no me dejas más remedio que tratarte cómo actúas y te aseguro que te vas a arrepentir y mucho de esta tarde.
Al terminar el sermón, aún la sujeté con más fuerza de la cintura, levante un poco mi pierna derecha haciendo que la espalda se le arquera más y que expusiera aún más el culo, levanté la mano y empecé a estrellarla contra su culo, de forma rítmica y contundente. Cómo aún llevaba el culotte, no consideré ser especialmente progresivo y empecé la azotaina ya a buen ritmo desde el primero. No soy partidario de jugar enfadado, no lo estaba, entendía su actitud como una provocación y si es lo que quería iba a dárselo y si no, otra vez lo pensaría mejor. Estuve un largo rato de azotaina sin respiro. Cuando paré para descansar un poco mi mano agarré la cintura del culotte y tiré de el hasta dejarlo en las pantorrillas. Para mi sorpresa tenía ya el culo bastante rojo, señal que me había aplicado con convencimiento. La visión de sus dos globos traseros carnoso bien enrojecidos, me llevaron a un momento de flaqueza y empecé a acariciarlos, estaban calientes, eso sí la piel castigada empezaba a tener un tacto rugoso. Pero no sé cómo fui a parar en las caricias a su coño y un par de dedos comprobaron lo húmedo que estaba, seguí jugando con mis dedos ahí, hasta que ella empezó a moverse y jadear, paré en seco.
-Señorita esto es un castigo y ya te digo ahora que hoy no hay placer para ti, el placer adulto, es para quien se comporta como un adulto y no es tu caso hoy.
Alargué la mano hasta el cajón de la mesita de noche, lo abrí cogí la crema y lo deje abierto. Le eché un par de un chorros de crema en las nalgas, para hidratar ese tacto, pero una vez bien engrasadas retomé el castigo, los azotes aún eran más sonoros al impactar contra la piel engrasada y el sonido actuaba de estímulo para dárselos más fuertes y más rápidos. Con la mano nunca cuento, tomo un tiempo como referencia o mi propia mano y lo que pique es un buen indicador. Estuve un largo rato azotandola sin parar, más que una vez para volverle a engrasar la piel y continuar, hasta que mi mano empezó a dar síntomas de flaqueza y ella empezaba a mostrarse inquieta e incómoda.
Al parar le puse crema de nuevo, sólo que está vez al terminar, la envíe de nuevo al rincón. El efecto de la crema sobre su culo rojo como un tomate, hacia que a la vista aún fuera más espectacular. No me pude reprimir cogí el teléfono y le hice varias fotos, que le iría enviando durante la semana, para que recordara que les pasa a las niñas malas. Cuando terminé el reportaje fotográfico. Le dije que no se moviera que ahora volvía, dando a entender que no había acabado. Allí la dejé sintiendo el calor en sus nalgas palpitantes. Aproveché para ir a la cocina y tallar un dedo de jengibre fresco, que puse en un platito y de vuelta dejé sobre la mesita de noche.
Entonces la fui a buscar la cogí de la mano con brusquedad y la hice sentarse en la cama frente a mí.
-Hoy te has ganado algo especial y que vas a tardar en olvidar.
Le indique que echara la espalda y la cabeza en la cama. Lo hizo mientas yo cogía el cepillo de madera y metía el mango en un bolsillo, entonces le cogí los tobillos y levanté sus piernas al cielo. Nunca la había castigado así, en esa posición tan expuesta, le empecé a acariciar las nalgas y los muslos, entonces protestó por aquella posición tan "humillante" la miré y le dije que doblara las piernas para que ella misma pudiera sujetarlas levantadas con sus brazos alrededor de la parte posterior de las rodillas, me costó un montón de quejas, pero terminó por hacerlo.
Cuando lo hizo le di una serie de palmaditas en el sexo expuesto y con ellas la advertencia que no iba a tolerar más quejas. Entonces saqué el cepillo del bolsillo y le dije.
-Si te portas bien serán 40 en 4 series de diez, pero si bajas las piernas o te escucho protestar otra vez volverás a mis rodillas y el cepillo no se cansa.
Empecé a pasarle el cepillo suavemente por las nalgas un rato hasta que la miré y le dije
-Preparada?
Asintió y cayeron los dos primeros uno en cada nalga, que contó con la voz entrecortada, en esa posición podía verle la cara y su reacción a cada azote y creo que eso la perturbaba más que el dolor del cepillo.
Tras cada tanda de diez hacia un pequeño descanso, de alguna manera estos descansos sirven para mantener vivo el culo, al dejarlo reposar y retomar el picor se vuelve a sentir, de hacerlo seguido la piel se entumece e insensibiliza. Aún así la última tanda le costó esfuerzo. Cambié el cepillo por la crema para refrescar un poco, pero aun faltaba el mismo ardor por fuera y por dentro. Cogí el dedo de jengibre, justo del tamaño de mi dedo índice, lo cogí con cuidado del pequeño anillo sin pelar, lo froté un poco alrededor de su ano expuesto y rodeado de piel enrojecida y poco a poco se lo metí hasta el tope. Una vez dentro le dejé apoyar de nuevo las piernas en el suelo y le dije que debía aguantarlo por lo menos un cuarto de hora.
A los 20 o 30 segundos de estar alojado en su cuerpo empezó a hacer efecto y ella a suspirar, me tumbé a su lado y empecé a acariciarle el coño muy despacio, no quería que se corriera a pesar de lo mojada que estaba. Cuando me daba cuenta que se estaba dejando ir paraba. Así pasó el cuarto de hora del jengibre, hasta que se lo quité y le dije que fuera a darse una ducha.
Estoy convencido que en la ducha me desobedeció y se procuró placer. Pero bueno a veces hay que hacerse el loco en especial si el fuego lo has encendido tu.
De vuelta, más crema ahora ya boca abajo y un largo masaje de nalgas, al otro día no habría rojo, pero si un par de grandes moratones en cada nalga y alguno más disperso. Cuando me di cuenta de había quedado dormida mientras seguía sobandole el culo, la tapé y mientras yo me dormía seguí acariciándola.

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