En tres actos.

 

Un juego, es un poco parecido a una obra teatral ritualizada en tres actos. Con un orden en ellos, siempre el mismo y su importancia e influencia sobre el siguiente. 

El primer acto, yo lo llamaría: apertura o configuración. Todo tiene un inicio y los juegos también este inicio o apertura condiciona el resto del juego, o lo que es lo mismo lo configura. Una buena apertura tiene varios ingredientes que lo hacen diferente y definible como tal. Quizás el para mi más importante, es que durante este primer acto, todavía no se ha producido la cesión de control y la rendición y la parte spankee es parte activa del mismo. Vamos que de alguna manera, es en teoria la parte que tiene el control la que suele ir a remolque durante este momento y empieza a producirse esa cesión de control o rendición, pero sin escenficarse del todo. Una buena apertura debe tener una gran carga de anticipación y deben empezar a experimentarse sensaciones contradictorias y a la vez excitantes. La emoción del perseguido, la ansiedad del transgresor, por ejemplo. Es el inicio de un ritual y parte de el consiste en que la parte que va a rendirse conoce de antemano parte de lo que va a suceder y su mente va a empezar a intentar anticipar, a veces esa anticipación es tan potente y angustiosamente excitante, que se llega a precipitar el paso a la siguiente fase simplemente por una cuestión de incertidumbre. Aquí el juego, es  más juego, es un constante reto, juego de miradas, gestos, palabras o acciones y dentro de la obra de un juego es la parte más larga, se puede alargar horas, días, incluso semanas.

El segundo acto es la escena en sí, la acción pura y dura, aunque entre acto y acto suele haber una transición, no siempre se entra en el segundo acto con una rendición total, a veces cierta dosis de resistencia a esa rendición parece actuar de estímulo y de alguna "forzar" al spanker a ejercer, parece ser en muchos casos un afrodisiaco muy potente. La acción es mucho más limitada en el tiempo, pero también es la parte más variable y abierta de la obra. La spankee conoce que va a pasar, pero no cómo, ni que giros o novedades en el guión previo se van a producir. Al final hay límites conocidos y aceptados, pero dentro de esos límites, una libertad de acción y con el tiempo esos límites suelen ir variando y expandiéndose, lo que al final da como resultado; cierta dosis de previsión, pero también cierta de imprevisibilidad y yo creo que ceder el control, no es ceñirse a guión estricto y pétreo, tiene que haber un espacio para sentir que no se tiene ese control y eso pasa por dejar dentro de lo previsible y esperable un espacio a la sorpresa. Una de las habilidades de un spanker para mi es esa, saber moverse entre lo previsible, sin saltarse los pactos y límites y ser aún así capaz de sorprender.

El tercer acto yo lo llamaría: cierre y vuelta a la normalidad. De alguna manera es una vuelta progresiva al inicio  y aquí hay que saber leer muy bien necesidades. La cesión del control y la rendición erótica es un poco como saltar al vacio por la parte spankee y por la parte spanker es empujar cuando toca y ser paracaidas después. El salto tiene que ser eso, un salto al vacio, adrenalina pura, sentir la vulnerabilidad y lo insignificante que eres, pero con la seguridad que no te vas a estrellar porque cuando llegue el momento se va a abrir el paracaidas y te va a posar en el suelo con seguridad y dulcemente. El tercer acto es esto, el momento en se abre el paracaidas, las sensaciones salvajes se frenan y dulcemente se desciende hasta el suelo disfrutando, de ese suave descenso también.

Cada pareja de jugadores es un mundo, pero generalmente y por experiencia, entre estos tres actos hay unas pausas y unas señales que indican el paso de un acto al siguiente, son siempre formas de comunicación no verbal, miradas, gestos, respiraciones y rituales, que van surgiendo. Y para terminar, independientemente de la duración de cada acto o la elaboración, cada uno de ellos tiene su parte de gratificación mutua y goce.