sábado, 13 de febrero de 2021

A la salida

 




Últimamente estaba bastante alicaído, así que encontrármela por sorpresa a la salida del trabajo fue una alegría.

–Anda, ¿pero tú qué haces aquí? –me pregunté con cara de pasmo.

–Invitarte a unas cervezas. ¿Te apetece?

–A ver, nena, me encantaría, pero los bares cerraron a las tres…

No me dejó terminar, antes de que acabara de poner pegas ya me estaba enseñando las latas que tenía en la mochila.

–Veo que estás en todo, señorita , jajaja. –Me reí por primera vez, y ella también sonrió al verme–. ¿Y has pensado dónde vamos a hacer el botellón, como dos adolescentes?

–¡Claro que sí! ¿Por quién me tomas?, jeje –contestó burlona mientras me guiñaba un ojo.


Me pidió que condujera hasta una zona de esas de servicio donde aparcan los camiones y donde una vez, no hace mucho tiempo, había parado de vuelta a casa y habíamos tenido una conversación subida de tono, que terminó con ella jadeándome por el teléfono. Me dio mucho morbo estar allí parado escuchando como se tocaba desde el otro lado del teléfono mientras yo le decía que iba a hacer al llegar, y desde entonces estaba deseando ir ahí con ella.

Por el camino, mientras salíamos de la ciudad, ella aprovechaba de vez en cuando para ponerse remolona y hacerme carantoñas: una caricia aquí, un besito allá, una payasada... Aprovechaba en los semáforos, los pasos de cebra… porque sabía que meterme mano conduciendo me ponía de los nervios, y le salía esa vena provocativa, supongo que con la buena intención de hacerme desconectar y desestresar.

Mientras conducía, la veía con esa sonrisa de pícara de reojo, sin mirarla mucho, atento a la carretera (¡como debe ser!), pero lo cierto es que  cada vez estaba más relajado, sin esa triste tensión en la cara de días atrás… Sin embargo, en cuanto salimos a la autovía, dejó de ser tan bondadosa, y sacó ese lado más travieso, descarado y provocativo.

Cuando el coche alcanzó los 100 km/h se puso de medio lado y, mientras con la mano izquierda me acariciaba la nuca, la derecha se fue directa entre mis piernas…


–¡Estate quieta, nena! –le dije con firmeza.

–Mmmm, imposible; ¡me encanta tu polla! –me dijo provocativa y desinhibida–. No te imaginas las ganas que tengo de ella… –añadió sin dejar de sobarme y notar como se endurecía ligeramente.


Ella, sabía que mientras estuviéramos en la autovía él no iba a hacer ningún movimiento que alterase la conducción, así que de algún modo me tenía en sus manos y podía provocarme a su antojo, ponerme de los nervios… pero de ese tipo de nervios digamos que anuncian  un placer.


–Nena, quita la mano. 

–Uy, uy, uy, el señorito Santi se está cabreando… –dijo apretando con más fuerza mis dedos contra mi polla.

    Nena, lo digo en serio… Mira que me estás cabreando…

–Uy, qué miedo, señorito Santi –añadió con un tono repelente.

–No eres consciente de lo que estás haciendo. Te juro que… –no pude acabar la frase. En ese momento me había desabrochado ya el pantalón y tenía mi polla en su boca. Estaba muy cachondo, por una parte mosqueado no tenía ningún control, pero por la otra me estaba poniendo a mil. Además ella lo sabía y paró nada más se dio cuenta que me dejaba llevar, solo por seguir tocándome los cojones y llevarme donde quería.


–Muy bien, señorita . Tú lo has querido –fue lo único que dije.

Su respuesta una sonrisa, mientras se relamía lascivamente los labios.


Cuando aparqué, quité el contacto del coche y ,me giré muy despacio hacia ella. Estaba muy serio, pero no puede reprimir una sonrisa ante su mirada de ganas.

-Sal de coche ahora mismo nena!!!!!!!

De repente cambió su actitud, errática y nerviosa; había abonado el terreno conscientemente, y ahora, llegado el momento, me transmitía  un comportamiento como el de  una niña pequeña cuando se pasa tres pueblos y ha de agachar la cabeza; ni rastro de chulería ya, solo nervios y una curiosa excitación por el temor, ahora que era yo quien tomaba las riendas y la miraba serio, irritado, aunque imaginando la humedad entre sus piernas Y ella paralizada, mirándome con la cabeza gacha muerta y las mejillas ruborizadas.


–Te he dicho que salgas del coche. YA –no me hizo falta gritar para que saliera.

–Muy bien, señorita . Conque esas tenemos, ¿eh? Veo que te lo has pasado bien por el camino, ¿no? Muy crecidita te he visto cuando no podía hacer nada, así que voy a tener que bajarte los humos

Mientras hablaba, yo la miraba mordiéndose el labio. Notaba se que resorte había tocado, pero ahí estaba, como petrificada y completamente alerta,  sin ser capaz de articular una sola palabra.


–Los vaqueros por las rodillas y las manos en el capó, venga.  Y que no te lo tenga que repetir –dije muy seco, al oírme seguro que le subió un escalofrío desde los pies hasta el cerebro.


Me obedeció inmediatamente. Estaba casi anocheciendo, así que el ambiente era frío. Me la imaginaba sintiendo  el aire gélido en sus piernas en cuanto se bajó los pantalones, las manos las debió sentir más calientes apoyadas en la capó por el calor del motos. La situación no era especialmente cómoda para ella, pero era terriblemente excitante. El acto principal, el placer de bajarle la ropa interior, me lo reservé para mi, recreándome en el, lentamente haciendo que descendiera despacio por sus muslos y que notara el aire frío en toda su intimidad precisamente al aire. Ahí si escuché una tímida queja...

-¿Ya? ¿Sin nada? hace frio....

-Quien juega con fuego se acaba quemando -sentencié-

No dije nada más. Comencé a azotarla con la mano. Fuerte, tanto que las manos le resbalaron  por el metal del capó y cayó  contra el coche. Eso o que buscaba algo de calor del motor....


–Joder así en  frío –se quejó.


–¿Te he dicho yo que puedas hablar? –me dijo muy bajito al oído, las posibles consecuencias se piensan antes de la acción...no después.

Seguí un rato con la mano, en esa posición, no me gusta nada  usar la mano en esa posición, es antinatural, la mano es otk siempre, pero fue una deferencia para con su culo. El cielo enrojecía con el ocaso del sol, como su culo a base de palmadas, hasta que me detuve. Llevé mi mano entre sus piernas semi abiertas, cogí su sexo con fuerza con toda la mano, mientras presionaba y frotaba.

-Estás mojada como una gata en celo. Pero sabes de sobra que hay un tiempo para todo y la carretera no es lugar para jugar, saqué mi mano, la llevé de inmediato a mi cintura, me desabroché el cinturón de cuero vuelto, tiré de el con fuerza, silbó al salir disparado de las presillas, la hebilla repicó al quedar colgando, ella se tensó. Doblé el cinturón por la mitad, empezaba a haber poca luz, pero la suficiente para atinar bien. El primer cinturonazo sonó con ese sonido tan especial del cuero cruzando la piel, cogí aire y a ese primero siguió una ráfaga de una docena seguidos, sin darle tiempo a respirar. No la estaba azotando con rabia o enfado, ni por un aspecto punitivo, era excitación pura y dura. Por experiencia sé  que es precisamente cuando te dejas llevar por la excitación cuando más peligro hay de traspasar la barrera, sale ese impulso que cuesta dominar. Así que tras esa primera ráfaga paré, me acerqué, le acaricié la piel caliente, ya casi a oscuras me puse de nuevo en posición y retomé los azotes, sólo que ahora ya con control. Espaciando azote y azote, dejando pasar varios segundos, para a falta de visión precisa guiarme por la información de sus reacciones, los gemidos, los suspiros, la tensión tras cada nuevo azote. No fueron muchos más y muy espaciados eso si, soltando el brazo bien.

Cuando decidí volver a ponerme el cinturón, no me lo abroché, al revés desabroché los botones de mis vaqueros, mi polla necesitaba salir, me acerqué por detrás y empecé a pasar mi polla por la hendidura entre sus nalgas, la dejé ahí apretando en la nada, para susurrarle al oído:

-Ahora mismo, lo que me pide el cuerpo es follarte el culo con todas mis ganas, pero ni hay preparativos ni es el sitio, guié mi polla un poco más abajo y sin apenas hacer fuerza, su coño mojado se la tragó, estaba tan caliente como su culo azotado y ahí sobre el capó del coche, empecé a follármela, sujeta de la cintura, chocando en cada embestida contra sus nalgas calientes...hasta que en la lejanía alumbraron unas luces, antes que pudiera vernos nos refugiamos en el coche, a medias....ella hizo la intención de subirse los vaqueros y el tanga, pero se lo  impedí. Arranqué el motor y le dije.

-Ahora quien domina el juego soy yo...termina sola y en casa ya le daré mimos a ese culo.

Volví al autovía, ella tenía el culo rojo, los vaqueros y la ropa interior en los tobillos y gemía mientras se masturbaba....

Continuará.








 










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