jueves, 21 de enero de 2021

Maldito despertador (Por Cloe)

 



Hoy os comparto un relato que a escrito Cloe, blogger de: el rincon de una spankee para todos nosotros.


"Estaba dormida plácidamente cuando me desperté sobresaltada por el sonido de los niños que entraban en el colegio...


Mis ojos se abrieron y miraron el despertador… ¡¡¡Joder no había sonado!!!


Me levanté corriendo y lo primero que hice fue llamar a mi curro para avisar que llegaba tarde, era la primera vez que me pasaba. No tuve ningún problema con mi jefe aun así me sentí fatal.


 


Con quién sí podría tener consecuencias era con mi chico con lo cual preferí no contárselo. Mi móvil llevaba días dándome problemas y me dijo que fuera mirando otro y por supuesto un despertador por si acaso. Obviamente no le hice caso, y así me pasó… No soporto que tenga razón y mucho menos tener que dársela.


 


Fueron pasando los días de la semana en calma y en paz, la vida cotidiana de la que disfruto tanto… y cuando me quise dar cuenta ya había llegado el ¡¡viernes!!


 


Habíamos quedado que pasara a buscarme al salir del curro y tomarnos algo, como yo salí antes de lo previsto me fui a tomar una clarita con mi compi al bar de al lado, le dejé un wasap para que supiera donde estaba.


 


Media hora más tarde apareció, ellos ya se conocen, así que cuando se acercó donde estábamos sentadas le di un beso, me levanté para hacer un pis y ahí les dejé. Estuvimos un rato largo charlando y echándonos unas risas.


 


Nos despedimos los tres en la puerta del bar y me fui con mi chico a buscar el coche que lo había dejado muy cerca de allí. Y de camino a casa íbamos hablando de todo un poco y cuando fui a cambiar la música me dijo:


 


-      ¿Qué tal el lunes en el curro? -le miré con cara de sorpresa, no entendía nada-


-      Pues bien, como cualquier otro día.


-      ¿Seguro? ¿No tuviste ningún percance?


-      mmm que yo sepa no. ¿Por?


-      ¿No llegaste tarde?


-      Ahhh te refieres a eso? Bueno… tarde, lo que se dice tarde… No tuve ningún problema. Es la primera vez que me pasa. ¿Y se puede saber cómo te has enterado?


-      Tu compañera, cuando has ido al baño.  ¿Y por qué no me lo has contado?


-      Porque no tiene mayor importancia


-      Sí que la tiene, y además lo podías haber evitado, ¿No te dije hace tiempo que miraras un despertador? Qué si el móvil te daba problemas era mejor evitarlo?


-      Bueno… ya está hecho. Y el móvil me va bien ahora.


-      ¡Eso de ya está, No! Con tu jefe no has tenido ningún problema, pero conmigo sabes que tu comportamiento va a tener consecuencias ¿verdad? Además de ocultarlo. Así que por eso el castigo será doble, prepárate cuando lleguemos a casa. Te va a costar sentarte durante un buen rato, ¡¡te voy a poner el culo rojo como un tomate!!


 


Me ruboricé al instante al mismo tiempo que me humedecí, y no supe qué más decir, agaché la cabeza y preferí no decir nada más.


 


Al llegar a casa, lo primero que me dijo fue que me pusiera el pijama y que fuera al salón. Cuando llegué ahí estaba él, sentado en una silla en medio y mirándome con cara de pocos amigos y por lo que le conozco, estaba dándole vueltas a ver qué hacía conmigo.


 


-      Vete a tu rincón y con las manos en la cabeza


 


Obedecí, aunque hubiera preferido salir de allí corriendo… sin querer se me puso un nudo en el estómago… sabía que me iba a doler…


 


Pasaron sólo cinco minutos, aunque a mí se me hizo eterno, y me dijo que fuera dónde estaba él. Al llegar a su altura me puse delante de él con mirada cabizbaja y siendo consciente de que él tenía razón, aunque eso se lo demostraba con el cuerpo no a través de mi voz. Su mirada era firme, sin compasión, y a la vez serena, sabiendo que me castigaba porque no le quedaba más remedio y no por gusto. Así funciono yo, con azotes, según él.


 


Me bajó los pantalones del pijama, y estando con el culo al aire me colocó en sus rodillas y acto seguido sin más miramientos y sin más pausas me fue dando azote tras azote con la mano bien abierta y con ganas. Me empezaron a doler prácticamente desde el minuto uno. Empezó a ritmo lento, aunque fuerte y poco a poco fue subiendo la rapidez en cada azotazo, me picaban a rabiar.


 


Al cabo de prácticamente veinte minutos tenía el culo como un mapa, y cuando ya no podía más mi mano que tiene vida propia salió sola, él la apartó cogiéndome la muñeca con su mano izquierda. Empecé a protestar a través de gemidos y a patalear, continuó dándome cinco más y acto seguido me dijo que fuera a por el cepillo del pelo. Me levanté como pude y sin mirarle a la cara fui directa al baño, le llevé el cepillo y me dijo que le mirara a los ojos.


 


-      Sabes que esto me duele más a mí que a ti.  -Frase que odio con todas mis fuerzas porque sé que eso no es cierto, pero no me queda otra que aguantarme-


 


Se dio dos golpecitos con el cepillo en sus muslos para indicar que volviera a mi posición y así hice.


 


Los golpes en el culo fueron tomando forma dejándome cercos blancos en cada nalga, la picazón era cada vez más insoportable, por mucho que intentara aguantar para no moverme era imposible. Con lo que tuvo que ponerme en una sola pierna y sujetarme por encima con la que tenía libre. ¡Cuando estuve a punto de llorar paró! Parece que me tiene calada al dedillo.


 


Me mandó al rincón y me hizo estar expuesta con el culo rojo mirando la pared otro rato más, cosa que agradecí.


 


Me dijo que la primera parte por llegar tarde al trabajo había concluido, y que ahora tocaba el castigo por no habérselo dicho.


 


-      Ponte en el brazo del sofá


 


Me di la vuelta y aunque le miré mostrando consternación no sirvió de nada, me indicó con un gesto que me pusiera dónde me había ordenado.


 


Me incliné mostrando bien las nalgas y aunque ya estaban bastante magulladas y marcadas, no era suficiente para él.


 


Se desabrochó el cinturón despacio, pudiendo escuchar el sonido que produce al salir del pantalón y sabiendo cual va a ser su uso… estaba entre asustada y cachonda a la vez.


 


Me los dio fuertes y sin titubear, uno tras otro a pesar de mis quejas y mi llantina que no pude resistirlo y estallé a lágrima viva en el quinto azote… aun así, continuó hasta llegar al décimo.


 


Paró, me ayudó a levantarme y mientras me abrazaba me dijo que fuera la última vez que le ocultara algo. Asentí moviendo mi cabeza mientras me refugiaba en su pecho y en sus brazos.


 


Hacía tiempo que no me dolía tanto una de sus zurras, aunque lo que más dolió sin duda alguna es saber que, realmente en el fondo me lo merecía…




Estuve castigada todo el fin de semana."



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