sábado, 14 de noviembre de 2020

Toque de queda.

 



La situación había empeorado tanto, que al final nos habían impuesto un toque de queda y un confinamiento dentro del mismo municipio, que sólo podía saltarte con causa justificada. Yo por suerte podía teletrabajar y me había instalado en la habitación que hacía servir de despacho, dónde me pasaba horas. Ella por su trabajo si salía y entraba según el día, ciertamente todo aquello era muy opresivo y agobiante, pero intentábamos llevarlo lo mejor posible.

Un viernes por la tarde que caía una lluvia fina y persistente, un día de aquellos grises y otoñal, después de comer me dijo que iba a ir un rato a casa de un compañera de trabajo, que aunque aquel año no podían hacer el Halloween por motivos obvios, habían quedado cuatro compañeras, para despejar un poco. No me pareció mala idea, además yo tenían trabajo acumulado y quería quitármelo de encima y con ella por allí renegando en plan me aburro, seguro me entretenía.

Total que después de comer se fue, me quedé sólo y me puse a trabajar, concentrado se me pasó la tarde, varias horas, cuando salí del despacho era ya de noche, miré la hora y me apetecía una ducha, antes de ponerme a hacer la cena, al ir a buscar la ropa a la habitación vi su mascarilla colgando de la silla y me dio la risa, no tenía remedio. Me dí la ducha y me puse con la cena, al terminar todo, eran ya las 9 pasadas en unos minutos entraba el horario de toque de queda, cogí el teléfono y le escribí un WhatSapp:

-Nena no vas a tardar mucho no? la cena está lista y en nada son las 10...

No me contestó lo minutos pasaban y le cena se enfriaba, le puse otro mensaje y silencio, la llamé y no contestó. Salí al balcón con el teléfono en la mano, seguía cayendo aquella lluvia fina y hacía frio, cuando entré ya eran las 10 tocadas. Entonces vibró mi teléfono era ella.

-Hola Santi perdona se me ha ido del todo la hora.

-Ya veo ya, vienes ya o que?

-Pufff no se que hacer, dicen que hay policía y encima me he dejado la mascarilla

-Son tres mil euros de multa, lo sabes ¿no?

-Si no sé si jugármela igual mejor nos quedamos a dormir aquí.

-Si tal vez sea lo más sensato que has hecho  hoy si.

-Jooo estás enfadado?

-No, pero de esto ya hablaremos

-Si estás enfadado, lo siento de verdad, se me ha ido el santo al cielo.

-Que no estoy enfadado, ya lo sabes, pero hablar, hablaremos

-Ahora me dejas con mal cuerpo, ya voy.

-No, quédate ahí, no te la juegues, ya mañana hablamos

-De verdad ¿no estás enfadado?

-Otra vez, ya te he dicho que no.

-Vale, mañana en cuanto me levante voy. Un beso, te echaré de menos

-Y yo, hasta mañana.

Realmente no estaba enfadado, pero si que aquel comportamiento irresponsable merecía algún tipo de corrección y además tenía toda una noche solitaria para pensar en eso. 

Estuvo toda la noche enviándome mensajitos, llenos de emoticonos, lo que significaba que ella también sabía que aquello iba a tener consecuencias,  hasta que me dormí.

No dormí bien aquella noche, desperté pronto sobre las 8, la lluvia había parado y hacía un día soleado aunque fresco, me preparé el desayuno y metí en el despacho aún me quedaban un par de presupuestos por afinar y enviarlos. Al poco de estar en el despacho, escuché abrirse la puerta, sus pasos por el pasillo dejó algo en el salón y al no verme vino al despacho, se abrió la puerta.

-Buenos días ¿que tal?

-Hombre la señorita despistes, bien ¿y tu?

-Cansada he dormido fatal, imagina en una cama de 90cm dos....

-Cierra y entra por favor.

Cerré el portátil y le dije

-Siéntate por favor.

Cuando decidí montar un pequeño despacho en la habitación, lo hice de forma que además de ser util para trabajar tuviera un aspecto solemne y serio, así que puse una silla frente a la mesa, una silla simple, frente a mi. Ella entró, se sentó y dijo.

-Me gustaría darme una ducha y cambiarme, llevo la misma ropa desde ayer.

Cierto, llevaba una simple sudadera deportiva y unas mallas también deportivas.

-Eso no es por mi culpa

-Ya, ya lo sé, ya te dije que lo sentía, que allí hablando y eso se nos fue la hora a todas.

-A mi las demás me dan igual, es su problema, lo que me preocupa eres tú.

-Bueno tampoco montes un drama, que ha sido un despista y ya.

Me levanté de golpe, la cogí de la oreja e hice que se levantará de la silla y además la puse a tiro, delante de mi y de espaldas, para darle un docena de palmadas fuertes en el culo.

-Encima con los humos subidos y sin un ápice de autocrítica??? bien, como dicen en Francia "lo que no entra por la cabeza entra por el culo"

La lleva hasta una esquina de la habitación que había dejado libre, entre quejas, pero sin resistencia. Cuando estuvo con la nariz pegada a la esquina, la solté, le bajé de golpe, las mallas y el tanga, hasta medio muslo y le dije.

-De rodillas, las manos en la cabeza, los codos apoyados uno en cada pared y me esperas así hasta que venga ahhhh y piensa, piensa bien.

Esperé que se pusiera en posición, entonces salí del despacho cerrando la puerta. Y me fui a hacer un café, tranquilamente y a pensar. Aquel día quería que lo sintiera realmente como un castigo, no como un juego, con los tres tiempos bien marcados: castigo, tiempo de reflexión y perdón y cuidados. Para eso con zurrarle el culo sólo no bastaba, rara era la semana que un dia o dos no recibía una buena zurra.

Un cuarto de hora después, entraba de nuevo en el despacho, em sentaba en la mesa y encendía el portátil, ella seguia allí quieta de rodillas en el rincón. Dejé pasar un par de minutos y la llamé. Se levantó quejándose y se acercó hasta la mesa, allí la hice detener de pie. La miré estaba ruborizada y cabizbaja.

- No pienses que esto va a acabar en un jueguecito con premio final, hoy no. Ya no es sólo, tu irresponsabilidad de ayer, también tu actitud de hoy y ni una ni la otra, las voy a permitir más, te podrías haber salido con una azotaina, pero tú has decidido que además sea un castigo, así que mas te vale que aceptes sin rechistar ¿está claro?

Afirmó con la cabeza, pero sin decir nada.

-Coge la silla y ponla en el centro del despacho mirando a la puerta.

Lo hizo y nada más hacerlo abrí un cajón de la mesa, y saqué un artilugio que todo spanker debería tener un reloj de arena, en mi caso uno que dura 6 minutos en completar el ciclo. Se lo dí y le dije.

-Ahora me voy a sentar en la silla, en cuanto me siente, te colocas en mis rodillas, colocas el reloj en el suelo y cuando te diga le das la vuelta al reloj y empezaré a azotarte hasta que termine ¿de acuerdo?

No contestó y le indiqué que se colocase en mi rodillas, la silla desnuda le da un punto de castigo especial, una mujer adulta, colocada en las rodillas de alguien sentado en una silla, los pies en el suelo y la cabeza colgando como una niña malcriada que va a ser castigada.

Se colocó, con el único apoyo de mis rodillas, el cuerpo queda arqueado y el culo desnudo mirando al techo del despacho, le dije que le diera la vuelta al reloj de arena y empezaron a caer las palmadas en su piel desnuda, no fui progresivo, un mismo ritmo e intensidad los 6 minutos, alternando cachete y cachete del culo y a buen ritmo a los tres minutos ya lo tenía bien enrojecido, pero seguí impasible hasta que el reloj terminó el ciclo. Cuando terminó su culo era dos globos rojo brillante, pasé mi mano suavemente por su piel recalentada, mientras ella suspiraba. Hasta que le dije.

-¿Te acuerdas de aquel paquete que recibí de Francia que tanto te intrigaba? pues ve a buscarlo que hoy vas a descubrir que ahí en el. Está en el armario de la habitación.

Se levantó y salió hacía la habitación con las mallas y la ropa interior a medio muslo. De vuelta llevaba consigo el paquete, me lo entregó, pero le dije que lo abriera ella, lo abrió nerviosa y perturbada. Su cara cambió al ver el contenido.

-Dámelo

Me entregó el objeto, estaba  doblado sujeto por una goma, se la quité y le dije

-¿Sabes que es?

-No

-Es un martinet, en Francia ha sido toda la vida el instrumento de disciplina doméstica por excelencia y ahora tu culo va a probar su efectividad, inclínate sobre la mesa, con el culo bien presentado y expuesto.

La miré mientras lo hacía, la posición la conocía, era la de los castigos graves, todo el cuerpo apoyado en la mesa, las manos agarras al otro extremo, bien inclinada. El martinet es un pequeño látigo con varias cuerdas de cuero y el mango de madera, las cuerdas son cortas, finas y rectangulares, en Francia es fácil de encontrar en las tiendas de mascotas por ejemplo y es bien conocido, como objeto de disciplina doméstica, es manejable y aunque es duro, tampoco es excesivamente.

-Bien, señorita irresponsable e insolente, vas a recibir 40 azotes y como sé que sabes contar en francés, así lo vas a contar ¿Preparada?

Silencio, cogí el martinet por el mango y le di el primero, al golpear las cuerdas se abren y abarcan mucha superficie, además no todas golpean plano, alguna golpea de perfil y eso deja unas marcas en forma de  puntos más rojos sobre la superficie ya roja, esperé a escuchar el un, deux, trois... en perfecto francés. El martinet fue cayendo sobre su piel sin compasión, hasta los 40 anunciados, al terminar, su culo era un mapa, magullado, dolorido y marcado con multitud de puntos rojos. Dejé el martinet en una estanteria a la vista, allí estaría por si debía usarlo.

Fui a por un poco de crema, que extendí en su piel castigada, en la misma posición del castigo, pero no fue un masaje como otras veces, sólo un momento me paré a comprobar su humedad, luego le hice unas fotos testimonio del castigo, para el álbum de castigos y le dije.

-Hoy vas a estar castigada todo el día, a ver si así aprendemos la  lección -le subí la ropa, con algún suspiro al subirla-

Ahora mientras yo termino el trabajo, tu vas a recoger la casa y preparar la comida y después de comer ya veremos.

Me quedé en el despacho mientras ella cumplía el resto del castigo. Después de comer, le di permiso para ducharse y la envié a la habitación a hacer una siesta, ya que había dormido mal. Un rato después entré en la habitación, estaba tumbada boca abajo, desnuda de cintura hasta los pies, y empecé a acariciarle el culo, ya frío pero bien marcado.

Continuará



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