martes, 24 de noviembre de 2020

Calor y color.

 




Hace tiempo leí en uno de esos "papers" que intentan buscar explicaciones a nuestras fantasías una teoría que me pareció muy interesante e incluso lógica.

La teoría venía a decir que la sensación física pretendida y buscada no era el dolor, era el calor. Tiene su lógica, el calor esta muy asociado al erotismo y la excitación, decimos que estamos calientes o tenemos calor como metáfora de estar excitados sexualmente y el calor suele ir asociado a un color: el rojo. Usamos el rojo como color de lo prohibido pero también de lo intenso, contra mas oscuro es el tono de rojo más calo en los mapas del tiempo por ejemplo, o mas intensidad de lluvia. 

Es realmente curiosa esa asociación entre calor, intensidad y rojo. El rojo también es el color del pasión, del sexo, de la excitación física y del pudor de un rostro ruborizado. Los genitales se enrojecen cuando están excitados, el rubor lo causa la sangre periférica y la sensación es de más calor localizado. Creo que si habéis llegado hasta aquí  habréis hecho ya una asociación clara. Los azotes provocan calor, también rubor y enrojecimiento, la piel se vuelve de distintos tonos de rojo, a más intensidad más intenso es el tono de rojo. 

Pero tal vez  mejor que yo, lo puede explicar quien lo ha vivido y sentido, es un testimonio de los que estoy recogiendo para lo que tengo en mente escribir y aprovecho para dejar el enlace con el permiso de quien me lo confesó, un confesión sobre calor y color.


" El principio todo el juego previo es muy confuso, es una continua lucha entre mis dualidades, me rebelo, me aniño, me sublevo y me rindo varias veces en muy poco tiempo, pero siempre noto ese calor que he odiado tantas veces al sonrojarme, no lo puedo evitar, a veces me sonrojo de ira, otras de impotencia, otras de vergüenza y otras de pura desvergüenza provocativa. 

Pero siempre llega ese momento en que me desarmo, me siento estúpida, dudando entre resistir o rendirme del todo. Ese momento es a veces más doloroso que los azotes, y es solo un instante, pero me sudan las manos y un escalofrío me recorre el vientre.

Curiosamente al principio es todo frío, los gestos, las órdenes, los regaños....está todo fríamente calculado, no hay nada de caliente en ponerte en posición, ni tan siquiera cuando sientes tu ropa íntima deslizarse por tus muslos, sientes otra cosa que frio, el frío de una desnudez perturbadora, el aire que refresca tu intimidad expuesta. Los primeros azotes siempre me pillan de sorpresa, una sorpresa fría. Pero mi cara no, mi cara está caliente y enrojecida,  por más veces que lo haga eso no cambia, me sonrojo al saberme expuesta y vista, tal vez ese sea el primer síntoma del calor.

Tras ese momento de frialdad, todo se vuelve tibio y agradablemente caliente a medida que progresa, te sientes cocer a fuego lento, muy lento pero constante, la temperatura sube, como si los golpes quisieran ablandar mi carne. Entonces todo cambia a medida que sube el calor, este me invade otras zonas del cuerpo cercanas, me relajo tanto, que a veces me entran ganas de orinar, al principio me incomodaba mucho, ahora sé que es sólo  un efecto más de la relajación absoluta, pasa enseguida, un poco más de calor, quiero más. Entonces llega un momento que empieza a ser incómodo.

Cuando todo se detiene, te invade  una sensación engañosa de falso alivio, respiras coges aire y el calor parce disiparse. Es una falsa percepción, aunque cesen los azotes, el calor no bajará durante un tiempo, al revés subirá. Cuando estoy en el rincón, ya cuando la azotaina a terminado, es cuando más calor siento, es un calor semejante al agua muy caliente pero seco, siento el latido de mi corazón vivo en mi culo y entre mis piernas imploro que apague ese fuego y a la vez quiero alargar un poco más, apagar el fuego pero dejar la olla tapada, que despacio muy despacio vuelva a enfriarse.


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