Testimonio I.

 

Como sabéis estoy intentando elaborar un trabajo extenso, sobre la fantasía del spanking en España, la idea primigenia era escribir un ensayo, pero quizás opte por algo aun más extenso, si consigo suficientes testimonios.

La idea aquí lo explico, es un poco comparar con diversos trabajos que si existen fuera de aquí, en especial en USA y en menor medida en otros países como Gran Bretaña y Francia y ver si las diferencias culturales, se reflejan también en las fantasías. Así que os voy a compartir algunos testimonios, de fuera para abrir boca y hoy empezamos con una de una chica americana a la que voy a llamar A. Tiene 30 años y es spankee y comparte un testimonio que me parece muy interesante sobre su propio descubrimiento y el trabajo personal durante ese camino.

"Desde que tengo uso de razón he fantaseado con los azotes, hasta el punto que no se situarlo en  una edad concreta, creo que siempre ha estado conmigo. Cuando todas mis amigas adolescentes fantaseaban con enamorarse de un príncipe azul locamente, yo ansiaba un regazo firme y autoritario que me castigara sin vacilar, cuando me lo mereciera. Al principio me parecía una extraña y excéntrica fantasía. Pero a medida que crecía y florecía mi sexualidad, no sólo iba a más sino que me pasaba mucho tiempo buscando historias que leer, que alimentaran aquella fantasía.

Cómo imagino que muchos en mi situación, me pasé mucho tiempo con preguntas sin respuesta, preguntándome constantemente porqué buscaba el dolor, el castigo, esa figura autoritaria que me mantuviera recta en el camino. Busqué equivocadamente, ya que trasladaba mi fantasía a mi vida real, hasta el punto que en mi familia me apodaban "la niña salvaje" debido a mi carácter impetuoso y actitud caprichosa. Ahora sé que buscaba una reacción que nunca tuve. Pedía a gritos una mano firme y solo obtenía compasión.

Afortunadamente creces, asientas ideas, experimentas lo que se supone es lo correcto e incluso cuando coges confianza te atreves a insinuar que es lo que te gusta a alguna pareja. Así fue como tuve mis  primeras experiencias, no voy a decir que fueran malas, porqué me sirvieron de aprendizaje. A través de ellas aprendí que si bien puedo disfrutar de los azotes en cualquier circunstancia, realmente lo que me gusta donde estoy cómoda es dentro de una dinámica de disciplina. Me siento cómoda bajo la supervisión de una mano firme y un ojo vigilante, que establece unas normas y reglas. Aunque parezca contradictorio me siento más libre, incluso en ese momento de máxima indefensión de tener que rendir cuentas en sus rodillas. Ese juego me da estabilidad y sobre todo comodidad, sin la incertidumbre del peso del miedo a defraudar.

Siempre he sido una buscadora de emociones fuertes, del probemos y a ver que pasa, eso me había causado muchos problemas, puesto que más bien nunca he necesitado de estímulos para hacer cosas, más bien todo lo contrario, yo sóla me bastaba para no pocas veces querer abarcar demasiado y acabar fracasando y por lo tanto frustrada. Encontrar a alguien que sea capaz de frenar esa tendencia innata en mi, ha sido maravilloso. Además no he perdido las emociones fuertes, tan solo he cedido su gestión a otra persona en la que confío.

Durante mucho tiempo, me comía mucho la cabeza, con una idea asociada a una palabra: padre. Pervertir esa palabra llegaba a darme asco, pero en realidad he aceptado que buscaba  una figura así, paternal y pervertida a la vez. No es fácil muchas veces me he asustado mucho de sentirme tan vulnerable frente a otra persona. Me llevó mucho tiempo, confianza y toneladas de comunicación vencer ese miedo, el miedo a que todo lo que mostraba pudiera ser usado en mi contra y hacerme daño de verdad, pero lo logré. Lo pienso y reconozco que ha sido una historia salvaje, pero en la vida hay que asumir riesgos y muchas veces lo que nos da miedo, no está fuera, está dentro y no lo queremos mirar, así estuve mucho tiempo, hasta que un día me atreví a enfrentarme con mi parte oscura que no quería ver, nos conocimos y en vez de miedo, lo que he conseguido es sacarle partido. Pura satisfacción de vivir.