sábado, 19 de septiembre de 2020

La plancha







La convivencia tiene cosas muy buenas, pero requiere de mucha mano izquierda, todos tenemos nuestras manías, rutinas, costumbres, etc, etc...Y no pocas veces es una continúa lucha poder, en la que hay que ser tolerante y ceder y otras veces por el bien común imponerte.

No soy especialmente maniático, más bien al contrario soy muy tolerante, pero hay algunas cosas en las que si soy estricto. Cuando empezamos a compartir vida, una de las cosas que más me mosqueaba era su costumbre de dejarse las cosas enchufadas, desde el portátil cargando, pasando por el cepillo de dientes o el cargador del móvil, sin móvil. Se que no es algo que haga conscientemente sino que es fruto de esa cabecita y el vivir siempre con prisas.

Pero llegó un momento en el que si me metí en el asunto, de buenas, pero ella se lo tomaba a risa, acostumbrada a vivir sola y hacer un poco siempre lo que le daba la gana, no entendía el porque de mi obsesión con el tema, como decía ella para picarme: "me estaba volviendo un viejo cascarrabias", tampoco insistí más, salvo algún tirito de vez en cuando, ante el que se hacía la loca y la sorda. Hasta que una mañana que yo tenía libre pasó algo que me hizo tomar cartas en el asunto.

Era un día entres emana y yo me lo había cogido libre para hacer unas gestiones, cambio del padrón, de tarjeta sanitaria, vamos burocracia de esa aburrida y que crispa al más calmado de los humanos. Pero claro no madrugué, cambio ella si tenía que ir a trabajar aquel día por lo que había madrugado. Tampoco me levanté muy tarde, quería dejarlo todo listo aquel día. Sobre las 8 y media ya estaba en pie y lo primero que me mosqueó un poco es encontrarme el baño como un campo de batalla, pero bueno entendí que la prisa y demás. Luego al ir a la cocina, un papelito pegado en la nevera, me sacó una sonrisa:

"Tienes café hecho, que pases un buen día Muaaaks!!!!!!!"

El detalle me hizo pasar por alto, que la cocina estaba hecha un desastre también, aunque aquí las culpas eran compartidas. Desayune tranquilo y al terminar me encendí un cigarrito, al terminarlo, decidí ya si ponerme en marcha, muy a prepararme la ropa a la habitación para meterme en la ducha y me vino como un extraño olor a requemado, al principio lo achaqué al cigarrillo que igual había apagado mal, me fui a verlo y no además el olor no venia de allí, venía de la habitación vacía, que era una especie de habitación multiusos, me fui para allá y vi la plancha sobre la tabla de planchar que desprendía un humo blanco, enseguida la desenchufé y la levanté, había chamuscado totalmente la tela de la tabla y ya estaba empezando a quemar la madera, abrí las ventanas para que ventilase, pero empezó a subirme un mosqueo importante y diversas preguntas. ¿Que hubiera pasado de no estar yo?.

Muy enfadado cogí el móvil y le hice una foto a la tabla de planchar y se la envié sin texto alguno. Al cabo de un rato me contestó.

-¿Y eso? ¿que ha pasado?

Le contesté seco y directo.

-Ha pasado que la "señorita" es una irresponsable y casi quema la casa. ¿Que tenías que planchar esta mañana?

Tardó un poco en contestarme.

-Puffff la bata.....se ha quemado algo.
-No, bueno a parte de la tabla y la plancha para tirar claro, pero porque ha dado la casualidad que estaba yo en casa hoy. ¿Se puede saber donde tienes la cabeza?
-Joder lo siento, las prisas.
-Bueno da igual, me voy a hacer todo eso que ya voy tarde cuando vengas hablamos.

Y ahí corté la conversación.

Cuando salía del ayuntamiento con ya una cosa hecha vi que tenía un whatsapp suyo.

-¿Estás enfadado?
-Ya te he dicho que ya hablaremos después que aun no me va a dar tiempo de hacer lo de la tarjeta, cojo el coche, luego hablamos.

La verdad es que si estaba enfadado de verdad y no quería hacer nada en caliente. Por los pelos conseguí solucionar el tema de la tarjeta sanitaria y ya me fui para casa. Una hora después más o menos llegaba ella. La salude normal, nos dimos un beso y ella se abrazó a mi un rato.

-Lo siento de verdad, no volverá a pasar más te lo prometo.

La verdad es que sonaba a sincero y que el susto en el cuerpo lo tenía y no precisamente por la posible consecuencia de mi parte. Yo le dije.

-Mira ahora creo que no es momento de hablar de esto. Pero ya hablaremos.
-Vale. Me voy poner cómoda.

Yo me senté en el sofá y al cabo de unos minutos apareció ella, antes había pasado por la habitación escenario del crimen. Y entró ya al comedor ruborizada.

-Pufff la que se podía haber liado.
-Como lo sabes
-Lo se, pero no me di cuenta ya sabes las prisas.
-A ver nena te he dicho 80 veces que desenchufes las cosas, que no cuesta nada y a la que pilles costumbre ya está. Y que prisa tenías? te has levantado tarde?
-No!!!!! pero tenía que planchar la bata.
-Joder pues tienes toda la santa tarde como para tener que hacerlo deprisa y corriendo por la mañana.

Se ruborizó un poco más y ahí ya salté yo.

-Es que imagina que no estoy....se quema el piso y lo que es peor, imagina que el fuego se extiende a edificio, es que no quiero ni pensarlo.
-Ni yo, lo siento de verdad.
-Bueno va no le demos más vueltas no hoy al menos.

Se sentó a mi lado y se volvió a abrazar a mi en plan mimosa. Ya no salió más el tema, bueno cuando bajé a tirar la plancha y la tabla, pero no insistí más. Aquello no iba a quedar impune, pero aquel día no era buena idea.

Al día siguiente ya era un día normal y trabajábamos los dos. Durante el día apenas hablamos un par de mensajes y poco más.

Al salir me fui para casa estaba cansado aquel día y no tenía más intención que tirarme en el sofá y descansar. Cuando abrí la puerta me extraño el silencio y que no saliera a recibirme. Me fui para el comedor y al entrar la escena me dejó sin palabras.

Ella estaba en el rincón con las manos encima de la cabeza, llevaba puesto su antiguo uniforme del instituto. Un día me había contado una anécdota con el, me hizo gracia y le pregunté si lo conservaba, me dijo que si y le dije que lo trajese, que en alguna ocasión especial lo usaríamos. Y para rematar en la mesilla del sofá había puesto el cepillo de los castigos y un cinturón mio doblado. La escena me impactó tanto, que no dije nada, simplemente me senté y ahi permanecí un rato en silencio asumiendo. Pero había poco que asumir, me estaba pidiendo un castigo, se sentía culpable por lo que había sucedido con la plancha. Un par de minutos de silencio y le dije.

-Ven aquí

Salió el rincón y se acercó, aquel uniforme le quedaba muy sexy, yo la miraba serio y le dije.

-¿Así lo llevabas en el instituto?
-Si
-¿No me dijiste que una vez te castigaron por llevar la falda muy corta?
-Si
-Cuanto de corta

Entonces se cogió la cintura de la falda y le dio un par de vueltas acortando al menos cuatro dedos la falda.

-Sinceramente estoy sorprendido no esperaba esto, pero tengo que decir que te honra asumir tu responsabilidad.
-Ayer apenas pude pegar ojo y llevo todo dándole vueltas a lo que podía haber liado por mi irresponsabilidad.
-Es todo un paso la verdad. Entiendo que tienes la convicción de que te ganaste un buen castigo merecido además.

Al oir la palabra castigo bajó la mirada y se puso roja. Pero sin dudar dijo.

-Si. Esta vez no tengo excusa.
-Muy bien, no era mi idea hacerlo hoy, pero bien pensado cuantos antes mejor, eso si ten claro que va a ser un castigo y de verdad.

Me puse uno de los cojines del sofá en mis piernas y le dije.

-Ponte en posición.

No tuve que repetirlo ni que luchar, se tumbó sobre mis rodillas, el cojín levantaba aun más su culo y la falda acortada traviesamente al tumbarse dejaba ver un poquito el final de las nalgas y las braguitas, eran unas braguitas totalmente diferentes a lo que conocía, mucho más anchas e infantiles, no recordaba habérselas visto nunca.

-Levántate la falda.

Llevó ambas manos atrás cogió la parte de abajo de la falda y la levantó dejando al descubierto aquellas braguitas especiales.

-Ahora empezaré el castigo y ya que lo has asumido tu misma, espero que durante el mismo sigas con la misma actitud. Empezaré sobre las braguitas, cuando paré te levantarás te las bajarás y te volverás a poner en las rodilas con la falda levantada para que siga azotándote el culo desnudo, quiero ver en todo momento ese culito bien levantado y por supuesto sin moverte, ni poner las manos.

La idea que tenía en aquel momento era aprovechar que lo había pedido ella y no quería centrarme tanto en el dolor, aunque pensaba dejarle el culo como un tomate, sinó en el ritual, que realmente se sintiera castigada de verdad. Por la tanto empecé muy suave, mas que dándole azotes, dándole palmaditas poco a poco iría aumentando el ritmo, aquellas braguitas me parecían muy graciosas, pero en determinado momento pensé que igual tapaban demasiado así que tiré con la mano izquierda de la goma de la cintura para arriba haciendo que se le metieran un poco entre las nalgas y dejasen más piel al descubierto, momento en el que empecé a aplicarme con un poco más ganas y empecé a darle colorcito sonrosado a la parte de piel que me quedaba a la vista, hasta que paré. No tuve que decir nada, se levantó sin mirarme metió las manos por debajo de la falda, se bajó las braguitas hasta las rodillas y se volvió a tumbar en mis rodillas, al hacerlo se levantó la faldita, dejando su culo rosado ya al descubierto y bien expuesto y yo continué la azotaina, ahora ya bastante intenso pero totalmente regular, alternando cachete y cachete y sin subir ni bajar la fuerza ni la velocidad. Así estuve un buen rato, el suficiente para ponerle el culo totalmente rojo. Y ahí paré y le dije.

-Levántate súbete las braguitas y vete un ratito al rincón.

Lo hizo, se levantó busco las braguitas que estaban ya casi en los tobillos se las subió y se fue al rincón.

Ahí la tuve en el más absoluto silencio unos 5 minutos. Hasta que la llamé. Salio de nuevo del rincón y se acercó a mi y le dije.

-Bien señorita, si tienes algo que decir ahora es el momento.

Su rostro se puso igual de rojo que su culo y tragando saliva me dijo.

-Que tienes toda la razón, el dejarme la plancha encendida ayer fue una irresponsabilidad que podía haber acabado muy mal y que no solo podía haberme afectado a mi sinó también a terceros y que este castigo es muy merecido.
-Bien, pensamos igual, ¿crees que ha sido suficiente castigo?

Esa pregunta la ponía contra la espada y la pared, le hacía decidir, bueno más que decidir confirmar, puesto que el castigo iba a continuar seguro, pero quería escuchárselo a ella. Ahí ya le costó un poco más pero al final dijo

-No, creo que mi falta merece un castigo más severo.
-Yo también, elige uno de los instrumentos que has preparado.

No tuvo duda eligió el cepillo, que me entregó.

-Quítate las bragas y dámelas.

Lo hizo de pie frente a mi se las quitó y me las dio hechas un ovillo, yo las desplegué y puse el pulgar y el índice en la zona que tapa su intimidad y le dije para terminar de ruborizarla.

-Señorita, están mojadas.

Balbuceo un "lo siento" flojito sin ser capaz de mirarme.

-¿Cuantos azotes con el cepillo crees que serán suficientes para que aprendas la lección?

Otra vez la hacía elegir y a sabiendas que si decía un número que considerase pocos, recibiría bastantes más. Así que creo que sin pensar mucho dijo.

-50
-Me parece justo. Pero lo vamos a hacer al estilo tradicional y aprovechando que llevas el uniforme, en la mas pura tradición escolar. Así que te vas a apoyar en la mesa, con la espalda totalmente inclinada, piernas ligeramente separadas  culo bien expuesto y contarás cada azote acompañando el número de la frase "gracias por corregir mi irresponsabilidad".

Se fue para la mesa, apoyó los codos sobre la mesa, separó un poco las piernas y el culo bien sacado. Me levanté con el cepillo en la mano, al llegar lo dejé sobre la mesa, le levanté la falda. enrollándola bien sobre su propia cintura. Cogí el cepillo y empecé a darle los 50 azotes, en cada uno esperé a escuchar el número y la frase que dijo sin dudar en ningún momento. 25 en cada nalga, más lo que llevaba ya, suficiente para tener molestías al sentarse un par de días. Al terminar los 50, la ayudé a levantarse. La acompañé al rincón otra vez, le hice poner las manos encima de la cabeza y puse el mango del cepillo entre sus nalgas y le dije.

-Aprieta, como se caiga recibirás 20 azotes extras.

La escena tenía mucha carga de vergüenza, ella en el rincón con el culo al aire, al rojo vivo y encima debía sujetar el cepillo con la presión de sus glúteos bajo amenaza de recibir más. No quise recrearme en exceso, la tuve solo unos minutos en esa situación tan indecorosa, me levanté y yo mismo le quité el cepillo, bajé las manos de la cabeza, le dí la vuelta y se abrazó a mi, momento en el que empecé a frotarle el culo desnudo, ella hundió su cabeza en mi hombro y enseguida noté algo húmedo en el, eran unas lágrimas silenciosas, la llevé hasta el sofá, la senté en mi regazo y volvió a refugiarse en mi hombro, en un momento dado quiso decir algo.

-Pschttttt ya está, ya pasó.

Le levanté la cara cogiéndola por la barbilla, para que me mirase con los ojos humedecidos, le dí un beso y le dije.

-Venga vamos a la cama, que te irá bien cremita y  un masaje.

Sonrió se levantó me cogió de la mano y no fuimos a la habitación....

Continuará.


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