domingo, 22 de diciembre de 2019

La libreta extraviada.






Iba conduciendo camino de su casa a pasar el fin de semana como de costumbre, viernes casi Navidad ya, los días más cortos del año, por lo que apenas salir oscureció y conducía de noche cerrada ya, aunque clara con un cielo claro y estrellado como solo se dan en el crudo invierno sin serlo aun.

Era un fin de semana más, rutina para salir de la rutina, pasar una horas con ella, hasta que el domingo a la misma hora más o menos emprendiera el retorno, poco tiempo tal vez, pero más que suficiente para cargar pilas, para contagiarme un poco de su locura tan suya, aunque la negara. Conduciendo pensaba en que pensaría ella, porque aunque en teoría era otro fin de semana más, aquel tenía algo distinto, tocaba revisión de agenda.

Fue un ritual que pusimos en marcha nada más conocernos y aceptar ambos jugar de aquella manera, de alguna forma aquel ritual simple nos había ayudado y mucho a conocernos y por supuesto a desarrollar aquellos juegos. De hecho el primer día que nos vimos le regalé una agenda y un cepillo, aquella agenda se completo y siguieron otras también completas, el cepillo permaneció impasible al paso del tiempo colgado tras la puerta del baño  por si había que usarlo. Con el tiempo fuimos improvisando y la libreta se fue quedando relegada a momentos concretos, de revisarla semanalmente, pasamos a mensualmente y desde hacía ya algún tiempo trimestralmente, al estilo las notas del colegio. Unos días antes de Navidad, unos días antes de Semana Santa y unos días antes de terminar el curso en Junio, lo gracioso es que el haber espaciado el ritual no solo no le había restado interés sino que al ser muy pocas veces la que lo poníamos en práctica y estar marcadas en el calendario le daban al ritual un punto de morbo especial, que yo me encargaba de magnificar los días previos recordándole que tocaba revisar la agenda. De alguna manera era algo más que una simple agenda con anotaciones, su simbolismo iba más allá representaba la aceptación de mi autoridad, la concesión con lo que significa con respecto a la confianza a mi persona de la capacidad de tener la última palabra, pero también visto de otro modo ahí podía apuntar por lo tanto reconocer sus debilidades, errores y faltas y al apuntarlas de alguna manera en vez de quedar enquistadas en la culpa de su cabeza eran expíadas, pues siempre al castigo le sigue el perdón, el poner el contador a cero y volver a empezar. De alguna manera conservábamos aquel ritual por conservar un poco el origen de todo.

Además precisamente aquel solía ser el trimestre más conflicitivo, el inicio de curso después del verano, el estrés asociado, los días cortos muy propensos a la procrastinación y más cuando empieza el frío que es una excelente excusa para el ya lo haré mañana. Pensando en eso se me hacía el camino más corto y llevadero, me la imaginaba cada vez más nerviosa a medida que se acercaba la hora, además era un ritual que no habíamos modificado desde la primera vez. Las instrucciones eran claras y sencillas, debía esperarme con el pijama puesto, no cualquier pijama, el pijama. La agenda sobre la mesa y esperar el momento en el que le dijera que me la leyera, lo hacía de pie frente a mi en voz alta, lo que implicaba de alguna manera autoinculparse frente a mi, reconocer sus faltas. Luego háblabamos sobre ellas, sobre motivos, excusas, justificaciones hasta que yo decidía un castigo. Yo sabia lo que la perturbaba aquella escena en todos los sentidos, vergüenza, vulnerabilidad, pero también mariposas en el estómago y la ropa interior mojada todo a la vez.

Por fin llegué, aunque oscuro relativamente pronto. Aparqué el coche y subí, abrí con mis llaves, salió a recibirme estaba en la cocina, llevaba el pijama puesto, uno que le había regalado yo una Navidad, nada especial cómodo caliente de invierno de estar por casa. Me recibió con un beso.

-¿Que tal?
-Bien, un poco agarrotado del viaje como siempre. Voy a dejar las cosas a la habitación.
-Vale

No me digáis porqué pero noté cierta tensión más de la normal. Dejé mis cosas en la habitación y cuando salí la luz de la cocina estaba apagada y la del salón encendida, me fui para allí, ella estaba sentada había una cerveza preparada.

-¿Es para mi?
-Claro
-Muchas gracias
-De nada

La abrí y le di  un trago, me encendí un piti y a aquella sensación de tensión se le unía una extraña amabilidad, vamos que lo normal hubiera sido si le digo

-Nena podrías haberme puesto una cervecita después del viaje ¿no?

Una respuesta del tipo

-Que pasa que no sabes donde está la nevera?

Así que todo aquello me puse alerta y más cuando la agenda no estaba por ninguna parte a la vista, me terminé el cigarrito ella no dijo apenas nada en ese rato, así que fui directo al grano sin rodeos y le dije.

-Bueno, para que esperar más ya sabes lo que toca.
-Puffff
-¿Que pasa? que desde que he llegado noto algo
-Que cabrón como me conoces, pues verás es que no la encuentro
-No encuentras ¿que?
-La agenda....
-Pero si el martes de dije de apuntar algo y lo apuntaste ¿no?
-Bueno.....en el momento no, la cogí al día siguiente para apuntar en el trabajo y desde entonces que no la encuentro
-Nena, tu crees que me chupo el dedo? tu crees que me voy a tragar que te llevaste la agenda al trabajo?
-Joder que si...bueno al coche
-Pues en el coche estará
-No, ya lo he mirado, es que no se si con las prisas la cogí con las cosas de trabajar

La miré serio, se puso roja como un tomate sin decirle nada y eso en ella es su talón de Aquiles, se pone roja....miente. Pero me hice el loco.

-Entonces la has perdido.
-Si...supongo que ya aparecerá

Aspiré profundamente y le dije:

-¿Sabes? vamos a hacer una cosa, ya que no hay agenda que de fe de como ha ido el trimestre, vamos a optar por una solución intermedia
-También podrías esperar una semana que seguro que durante la semana aparece
-Sería  mucha casualidad ¿no crees? que aparezca entre semana y no el fin de semana
-Es que en casa no está seguro lo he mirado todo
-Bien te creo, si no está en casa, ni en el coche, se debe haber volatilizado pero no te preocupes, todo tiene arreglo. Levanta.
-Joder Santi....de verdad...
-Que te levantes
-Puffff se levanto a regañadientes.

Como estábamos en el sofá me fue muy fácil de un movimiento rápido ponerla en mis rodillas, alguna protesta que acallé rápido.

-No te quejes voy a aplicar una solución intermedia, ya que no hay constancia me parece lo más justo, ni muy severo, ni muy suave, término medio.

Ya no dije más mi mano empezó a descargar sobre su culo aun cubierto con el pantalón del pijama una sonora lluvía de palmadas, no paró quieta, de hecho no dejó de quejarse y moverse durante un rato, cuando por fin se rindió paré.

-Levanta el culo
-Puffff es injusto me estás castigando sin motivo y lo sabes
-No me hagas hablar y levanta el culo

Lo hizo, pijama para abajo y ropa interior, culo descubierto algo sonrosado, la tentación de acariciarlo era grande, pero la "señorita" merecía otra cosa y me puse a ello, las palmadas llovían ahora directamente sobre la piel, ahora con mas ganas e intensidad, curiosamente a medida que aumentaba la intensidad, se relajaba más de hecho ya ni se movía ni se quejaba, resistía estoicamente los azotes que iban enrojeciendo su piel y yo concentrado en mi tarea entonces se me pasó algo por la cabeza, como un flash miré el reloj eran las 8 paré la azotaina bruscamente y le dije.

-¿A que hora cierran la papeleria que hay al lado del estanco?
-A las ocho y media
-Levanta

Se levantó extrañada y de inmediato se puso a frotarse el culo, me levanté la cogí del brazo y sin decir nada a la habitación, la solté para sentarme en la cama junto a la mesita de noche, ella se quedó de pie frente a mi sin mirarme y volvió a frotarse, abrí el cajón de la mesita donde está la ropa interior y bajo ella se que siempre hay algo, lo cogí y le dije:

-A mis rodillas
-Pfffff

Pero lo hizo. Le separé las nalgas enrojecidas, y sin mucho miramiento le metí el plug que es lo que había cogido de la mesilla, cuando estuvo dentro, palmada.

-Levanta y vístete
-¿Como?
-Ya me has oido date prisa cualquier cosa, esto mismo

Le di lo que había en la silla, leggins, camiseta y sudadera.

-Va que es para hoy

Supongo que sin saber muy bien mi idea se vistió, se calzó con unas deportivas, le di el abrigo, yo cogí el mio y salimos hacía mi coche ella con el culo calentito y el plug. Nos montamos, aparqué en la plaza a dos minutos de su casa, nos bajamos la cogí de la mano y directos a la papeleria, era tarde pero viernes en el pueblo y sabía que eso la perturbaba en exceso podía encontrarse con alguien conocido en una situación como aquella, entramos a la papeleria, le hice elegir una agenda, del nuevo año, la elegió pagué y nos fuimos, ella estaba tan perturbada que no dijo nada. De camino a casa, pasamos por delante de un supermercado aun estaba abierto, le dije que me esperase, fue rápido entrar y salir, a la salida llevaba una bolsa, que al entrar tiré en el asiento de atrás arranqué y rumbo a casa de nuevo. Subimos ella con la agenda y yo con la bolsa que dejé en la cocina, le dije que volviera a ponerse el pijama, que la esperaba en el salón y que viniera con la nueva agenda y un boli.

Un par de minutos después aparecía en el comedor, con la agenda bajo los brazos.

-A partir de  hoy la quiero ver ahí

Le señalé la estantería de los libros.

-Pufff Santi ahí y si viene alguien
-No es mi problema, así aprenderás a cuidarla, si vengo y no está ahí prepárate. Ya la puedes dejar.

Se dio la vuelta y la puso junto a los libros, yo me levanté y empecé a desabrocharme el cinturón, aun no lo había sacado del pantalón cuando se dio la vuelta y le dije.

-Quiero ver el pantalón del pijama y el tanga en los tobillos y a ti con el culo bien levantado sobre el brazo del sofá.

Esperé, antes de quitarme el cinturón, quería ver como era ella misma la que se desnudaba para el castigo y se ponía en posición, bien ofrecida, me di  un medio paseo, las manos por dentro del cojín eso me gusto, pero cogí otro cojín le hice levantar el culo y lo puse debajo para que aun estuviera más expuesta. El resultado me gustó más, entonces me quité el cinturón, lo doblé, lo puse sobre su espalda y le quité el plug. Lo volví a coger y le dije.

-¿Cuantos días tiene  un trimestre?
-Pufffff noventa...
-Pues lo justo como no hay testimonio escrito será la mitad, osea 45 contados.

El número perfecto, tres tandas de quince, cogí el cinturón y empecé la primera, cada cinco azotes hacía una pequeña pausa, comprobaba el color y el tacto de su piel antes de continuar, así lo hice las dos primeras tandas de quince, hasta los treinta, al llegar a los treinta tenía ya el culo bastante marcado e hice una pausa algo más larga, comprobé las marcas en la piel y algo más tan caliente pero más húmedo entre sus piernas. Esa pausa duró un par de minutos, hasta que cogí de nuevo el cinturón, la última fue la más intensa y además sin pausa los últimos quince seguidos y rápidos, al decir el número cuarenta y cinco, respiraba agitada y se movía, yo con toda la calma del mundo me coloqué de nuevo el cinturón, me lo abroché y al terminar, volví otra vez a comprobar el estado de su culo, al terminar le di una palmadita y le dije.

-Todo el fin de semana marcada, a ver si sirve de algo.

Entonces cogí una de las sillas de la mesa, la puse en el rincón, la cogí del brazo ayudándola a levantarse, la acompañé hasta la silla y le hice sentarse allí con el culo desnudo y severamente castigado, le puse las manos en la cabeza y me fui para la cocina. Abrí aquella misteriosa bolsa del supermercado, seleccioné un buen tallo de jengibre, cogí un plato pequeño, puse en el, el jengibre y un cuchillo, me fui hasta el salón donde estaba ella sentada en el rincón, le di el plato con los preparativos.

-Hala tu misma a hacer manualidades....

Me senté a esperar sin dejar de observarla, no tardó mucho en pelar el jengibre y darle un poco de forma cuando lo tuvo, me levanté le cogí el plato.

-Levanta.

Lo hizo, le di la vuelta a la silla el asiento mirando hacía mi, di una palmada en el asiento.

-Manitas apoyadas y culo expuesto.

Resoplido, pero lo hizo, dejé el plato en la mesita. Cogí solo el tallo de jengibre pelado y con forma, volví a repasar las marcas del cinturón con los dedos y le dí un palmada.

-Ábrete el culo

Volvió a resoplar de resignación pero imagino que la posibilidad de que volviera a usar el cinturón o algo peor, pudo más que la vergüenza llevó ambas manos a las nalgas una sujetando cada nalga y las  separó ofreciéndome toda la intimidad desde atrás. Apunté el jengibre a la entrada secreta de su culo y despacio apretando con un dedo lo fui metiendo, hasta el tope de la zona sin pelar. Una vez dentro le dije que soltase las manos y se sentase de nuevo en la silla. Lo hizo, yo fui a por la agenda y el boli, se lo di y le dije.

-Empieza a copiar, "seré más cuidadosa con la agenda de la disciplina", ya te diré cuando puedes parar.

Volví a sentarme me encendí un cigarrito y la miré, entonces empezó a escribir. Pasarón un diez minutos y empezaba a estar incómoda,  por como se movía en la silla.

-¿Sabes hay un posibilidad de que te levante el castigo?

Me miró....

-¿Cual?
-Que aparezca la libreta.

Volvió a bajar la mirada y siguió copiando, pero no por mucho rato.

-¿Puedo levantarme  un momento?
-¿Para que?
-Para enseñarte una cosa.
-Vale

Se levantó, fue al armario, abrió una puerta donde había vajilla y roja como un tomate sacó de allí la en teoría agenda extraviada.

-Ven

Se acercó con el pijama y la ropa interior por los tobillos, el culo marcado y el jengibre.

Cuando estuvo cerca, alargué la mano la agarré de las nalgas, suspiró y la acerqué entre mis piernas.

-Empieza a leer....alto y claro

Y empezó a enumerar una a una las faltas del trimestre, lo primero que hice fue quitarle el jengibre, después mientra leía empecé a pasar mis dedos entre sus labios empapados, hasta que yo mismo le cerré la agenda la tiré a  un lado, la cogí de la cintura y la masturbé sujetándola con  una mano allí frente a mi de pie hasta que se corrió.

Eso si al terminar le dije, que el domingo antes de irme habría recuerdo,  por mentir....

Continuará.....


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