Llegué a casa un día lluvioso, era bastante tarde, día largo. Me recibió desde el sofá con esa sonrisa de pícara, de cuando sabe que ha hecho o está haciendo una travesura, esa sonrisa que me provoca y me prueba.
La saludé cómo si no pasará nada, incluso me senté un rato a charlar con ella, a veces jugar al despiste es muy divertido. Hasta que decidí darme una ducha y ponerme cómodo.
En la ducha pensaba en todo, las instrucciones habían sido muy claras: "cuando llegue a casa te quiero encontrar sentada y copiando 200 veces: el resto del mundo no tiene culpa de tú malhumor al despertar". Y es que eso había sido el detonante, una serie de malas contestaciones de buena mañana. Ante eso hay dos opciones obedecer, la más lógica y desobedecer, había optado por la segunda, y el mensaje en este caso es muy claro, tanto que merece una respuesta que no de lugar a dudas.
Salí de la ducha y me fui al salón, con la misma sonrisa pícara, me dijo:
- ¿Que vas a hacer de cenar?
- ¿Que te apetece?
- Cualquier cosa, pero tengo hambre.
- Voy a ver...
Me fui para la cocina y me puse con la cena, mientras cocinaba vino, entre juguetona e incrédula. No entré al trapo, sólo le pedí que pusiera la mesa, lo hizo y cenamos.
Al terminar ella recogió la mesa, y lavó los platos, cuando de vuelta ya con intención de estirarse en el sofá, vio sobre la mesa un cuaderno y un bolígrafo.
- Jajajajaa ¿En serio?
- ¿ Te hace gracia?
- Pues si, a esta hora vas listo.
- Por mi cómo si terminas a media noche, haberlo hecho en su momento.
- No te pongas serio, que se te escapa la risa.
Me levanté de un resorte, me fui hacia ella sorprendida la cogí del brazo con fuerza, sin darle tiempo a reaccionar saqué una silla me senté y directa a mi regazo.
- Levanta el culo!!!! - le dije mientras metía mis dedos por la cintura del pantalón del pijama con intención de bajárselo-
- Pfff es muy tarde!!!
- Has decidido desobedecer y en esta casa eso no es una opción muy razonable y ahora vas a entender porqué. Levanta el culo!!!
Lo hizo y de un tirón le bajé el pantalón del pijama.
- Si te digo que cuando llegue a casa quiero algo, no hay ninguna duda. O lo haces o asumes las consecuencias.
Mi mano empezó a caer sobre la piel desnuda de su culo, empezó a moverse y protestar, así que tuve que sujetarla con fuerza de la cintura y pasar mi pierna izquierda por encima de las suyas, una vez controlada, mi mano implacable y rígida siguió con ganas, un minuto después con el culo ya rosado, se rindió y seguí durante unos largos minutos, sin pausas, ni respiros hasta dejárselo como un tomate maduro. En ese momento jadeante, le dije.
- Si querías probar el picante, vas a tener una ración que no vas a olvidar. Levanta.
Se levantó y automáticamente se puso a frotarse. Un cachete en el muslo fuerte, que marcó en su piel mis cuatro dedos.
- Esas manos!!!!
Resopló, pero las quitó al momento.
- Ahora, señorita desafíos, vas a probar bien el picante. Ve a la habitación y tráeme dos cinturones.
- Puffff...
- ¿Sigues con ganas de retar? Está bien, dos cinturones y el cepillo...
- No!!!!! Ya voy....
Mientras iba puse la silla en el centro del comedor, con el respaldo mirando al balcón. Cuando volvió llevaba dos cinturones, uno marrón de cuero vuelto y uno negro más delgado. Al enterarme los palpé y me quedé con el negro.
- Empezaremos por este. Ponte en posición.
Otra vez soplidos y quejas, solucionadas con una mirada. Al instante se inclinó por encima del respaldo de la silla apoyando las manos en el asiento. Doblé el cinturón, me fui hacia un lado y le di unos golpecitos para calcular bien.
- Serán 30 con cada cinturón, por supuesto contados alto y claro.
Al terminar de decirlo, el cinturón cortó el aire y sonó cómo un chasquido al cruzar su piel, lo siguiente fue un suspiro, seguido de la palabra:
- Uno...
Sin prisa fueron cayendo, uno tras otro los 30 azotes. Al terminar, tenía dibujada en su piel una sucesión de franjas rectangulares de un rojo carmesí. Dejé el cinturón negro en la mesa y cogí el marrón más ancho, flexible y pesado, me cambié al otro lado, pasé un momento mis dedos por sus nalgas, ardían.
- Sigue la cuenta hasta 60.
Al golpear de revés, el golpe es más acompañado, menos seco y punzante, más sordo. Al llegar a los cuarenta y pico en la cuenta, empezó a moverse a cada azote, lo que hizo que los espaciera más para que volviera a la posición entre soplidos y suspiros. Los cinco últimos le costaron, pero no sé libró...al terminar estuvo un rato suspirando, sin moverse. Hasta que la hice incorporarse, cogí la silla, la puse en la mesa.
- Siéntate.
Al sentarse estuvo un rato buscando la forma de tener un mínimo de comodidad. Cogí el cuaderno y el bolígrafo, se los puse delante y le dije.
-Empieza a copiar.
Me senté en el sofá sin quitarle ojo, empezó a copiar con el pantalón en los tobillos, balanceando el peso de un lado a otro de la silla, un rato después me levanté, me puse detrás de ella, me incliné, dejó de copiar y empecé a contar.
- 58.... está bien, es tarde mañana continúas con las 242 que te faltan...
- Pffff eran 200!!!!
- Ya pero ha subido la inflación.
Suspiró, pero no dijo nada.
Aquella noche durmió con un angelito boca abajo y con el culo al aire.
La mañana siguiente, despertó de un humor distintos aunque no se sentó a desayunar, lo hizo de pié, apoyada en la encimera.
- Me voy a vestir...
- Un momento, date la vuelta apoyada en la encimera.
- Es tarde...Santi.
La miré y lo hizo, sin levantarme de la silla, le bajé el pantalón del pijama y empecé a pasar mis dedos por las marcas , todos los bordes de los impactos amoratados...
- Espero que no tengas que pasar mucho rato sentada hoy..
- Eres un cabrón...
- Ya, debe ser por eso que tienes toda la piel de gallina ahora...
Dos dedos buscaron su coño.
- Y también estas "humedades"
Los dedos empezaron a entrar y salir, cada vez más rápido y ella arqueó más la espalda y empezó a gemir, entonces paré le di un cachetitos y le dije.
- Venga que vas a llegar tarde y esta tarde ya sabes cómo te quiero encontrar.
Y así se fue a trabajar, con el culo magullado y el coño empapado.
Por la tarde al llegar a casa, la encontré sentada frente a la mesa, con el cuaderno abierto y el pantalón en los tobillos copiando, otra vez me incliné por detrás, conté, aún faltaban unas cien líneas por copiar, pero irresistiblemente mi mano se fue entre sus piernas dónde parecía que no había pasado el tiempo, estaba igual de mojada o más que por la mañana y no me gusta dejar las cosas a medias.
Magnífico, sublime, exquisito...
ResponderEliminarmi crush, el hombre de mis eternos sueños.