miércoles, 10 de abril de 2024

Deberes y placer (E.)

 




No había hecho los deberes. Por pereza o por apatía, pero había perdido el tiempo y llegó la hora de rendirle cuentas y no los tenía.

Esta vez no tenía excusa. Había tenido todo el día para ella, así que solo le quedaba asumir las consecuencias, pero el orgullo a veces es traicionero, y ella, con su carácter, no lo sabía controlar.


A las seis la llamó. Ella estaba en casa, él a punto de salir de la oficina.


- Así que no has hecho los deberes?


- Santi, es que he estado un poco perezosa, pero los hago mañana, ya verás.


- Mañana no. Eran para hoy. Se puede saber qué has hecho todo el día?


- Jo, Santi ... Es que me has dado muy poco tiempo. 


- Poco tiempo? Te llevas quejando una semana de que te vas a aburrir en vacaciones y ahora me dices que no has tenido tiempo?? No cuela...

Ahora te veo, pero te lo digo ya. Después del gimnasio directa a casa. Se han acabado las tonterías.


- He quedado a tomar algo al salir. Mañana es festivo.


- Pues desquedas.


- Santi! No seas así...


- Ya vale. No voy a discutir esto ni un minuto más. Tenías un plazo, has decidido desobedecer y ya sabes las consecuencias. A las nueve en casa. Punto.


- Pues vaya mano izquierda que tienes! Yo no la veo por ninguna parte!!


- Espérame en el rincón. Llego en veinte minutos. - su tono se tornó serio.


- No, Santi...perdona. No te enfades!


- Obedece.


Colgó el teléfono y se fue al colche. Le iba a quitar la mala costumbre de quedar siempre por encima.


Lo que empezó siendo una pataleta tonta había acabado con más problemas para su trasero. 

A las siete y cuarto tenía spinning en el gimnasio, pero a él le daba tiempo de sobra de mandarla calentita...


Llegó a casa y se encontró el silencio absoluto. Al pasar al salón la vió. En la esquina, mirando a la pared con las manos en la espalda.

No dijo nada. Pasó a la habitación a ponerse cómodo.


Volvió unos minutos después y se sentó en el sofá. Continuó en silencio. Ella cada vez estaba más nerviosa.

La estuvo mirando unos cinco minutos. Después decidió hablar.


- Crees que es inteligente ponerse contestona cuando te estoy regañando por desobediente?


Bajó la cabeza, pero no dijo nada 


- Ahora te pones tímida? Cuando te hago una pregunta y tienes que contestar te entra la vergüenza?


Se levantó y se acercó a ella.


- Contesta.


- Lo siento Santi.


- Qué sientes?


- Haberte contestado mal... - parecía un angelito 


- No me gusta nada que seas tan orgullosa. Cuando uno se equivoca lo mínimo es asumirlo. 


- ...- estaba muda.


- Bien. En media hora te tienes que ir y aquí tenemos dos faltas que corregir. Tú eliges. Una ahora y otra al volver o las dos luego. Estoy benevolente hoy.


- Santi...de verdad que lo siento. Fue un impulso, pero no te voy a contestar mal nunca más. Te lo prometo.


- Para eso estoy yo aquí, para asegurarme de que no lo vuelves a hacer. Eliges o elijo yo?


No sabía qué hacer. Sentarse en la bici con el culo rojo no parecía muy agradable, pero el doble castigo después le daba miedo.


- Una ahora...pero no seas muy duro, por favor ,tengo spinning en un rato. - le dijo casi rogando 


- Eso ya lo veré yo. Y reza para que estés mucho rato de pie en la bici. 


Sin moverla del sitio le bajó el pantalón del pijama y las braguitas. 


- Apoya las manos en la pared y saca el culo.


Todavía no le había visto la cara desde que llegó, solo le oía hablar. Le notaba más estricto que otros días. 


Estaba roja como un tomate.  Obedeció enseguida.


Le escuchó quitarse el cinturón. Ese sonido le producía cierto miedo.


- Santi... así no. Sin calentar no, por favor...


- Shhh...silencio. No quiero niñas contestonas. Si te pillo desobedeciendo asumes las consecuencias y no te pones chula. La próxima vez que te vayas a poner tonta acuérdate de hoy. 


Sonó el primer azote con el cinturón. Así en frío dolió más. Una primera franja roja le cruzó las nalgas.

Después vino el segundo, luego el tercero, y así unos cuantos más que le dejaron el culo marcado. 

Intentó aguantar, aunque él tuvo que hacer alguna parada para recolocarla en su sitio.

Tras más de tres docenas paró y llevó su mano a su culo. Estaba caliente y bastante rojo.


Ella respiraba fuerte. Había sido duro. Mantuvo la posición. Manos en la pared y cuerpo arqueado mostrando su culo castigado.


- Prepárate para el gimnasio. Hoy nada de ropa interior debajo de las mallas. Y a las nueve aquí como un clavo o esto te parecerá una tontería.


Se marchó a la habitación con la mirada baja. No se habían cruzado las miradas todavía. Él sí la observó camino de la habitación. 

Había sido duro y directo, pero eso quería. Que volviera del gimnasio suave y sin insolencias.


Se puso las mallas y la camiseta. Preparó su bolsa y salió al salón . Le vio en el sofá leyendo un libro. Estaba muy serio y no levantó la mirada.


- Me voy...


- Bien, a las nueve te veo. No quiero retrasos. - no la miró. 


Ella se sentía rara. No acostumbraba estar tan distante. A veces la castigaba duro, pero siempre había ese toque cercano. Eso la hizo reflexionar de verdad sobre su comportamiento.


La clase de spinning fue una tortura. Cada vez que se sentaba se acordaba del cinturón. Le ardía el trasero y aun quedaba el castigo por desobediente.


Al llegar a casa él estaba en la cocina.preparando la cena. Sin salir le dijo.


- Dúchate mientras termino y pon la mesa.


Le obedeció. Se fue al baño y se desvistió. No pudo evitar mirarse en el espejo. Tenía el culo con las marcas del cinturón. Se tocó alguna con cuidado. Aún dolía.

Tras acabar se fue a la habitación. Él le había dejado encima de la cama un pijama. Pantalón cortito de rayas blancas y rosas y una camiseta blanca de manga larga. Nada más. 

Cogió unas braguitas blancas del cajón y se vistió.

Puso la mesa en el salón y le esperó de pie.


- Vamos a cenar. 


Le vió salir con dos platos. Por primera vez en la tarde la miró. 


Ella se levantó y fue a sentarse.


- Bájate el pantalón.


- Santi...vamos a cenar.


- Lo sé. Haz lo que te digo 


Se bajó el pantalón y lo dejó caer hasta sus tobillos. Debajo las braguitas blancas.


- Qué haces con eso? - le señaló la ropa interior.


- Con qué?


- Te he dejado yo braguitas preparadas?


- No... pensé que


- Quitatelas. - la cortó.


- Pero Santi...


Se acercó a ella. Se agachó y le quitó las braguitas. Las guardó en su bolsillo y le volvió a colocar los pantalones como los tenía. 


- Ahora siéntate y vamos a cenar.


Estaba especialmente asertivo ese día. Muy directo, nada paciente. No dejaba espacio a la queja.


Cenó en silencio. De vez en cuando le miraba tímidamente. Estaba un poco descolocada. 

No tardaron mucho. 


- Has acabado?


- Sí...


- Lávate los dientes y espérame en la habitación.


Se fue directa al baño. Se vió de nuevo en el espejo. 

Terminó su rutina y se dirigió al dormitorio.

Se quedó de pie esperándole.

Escuchó unos pasos acercándose. Esa noche estaba algo nerviosa por su actitud. Se sentía mal por su comportamiento.


Entró y cerró la puerta con parsimonia.  Se sentó en la cama y la llamó.

Se acercó despacio. Cuando estuvo cerca el la cogió de una mano y terminó de colocarla de pie entre sus rodillas. 


- Date la vuelta. 


Se giró dejandole a la vista su culo dolorido. 

Empezó a seguir las franjas con sus dedos. Fue delicado.


- Esto está bastante rojo aún...


Ella se dejaba hacer en silencio.


- Debe de doler, no?


- Sí...


- Y nos queda la otra parte...


La volvió a girar. Ahora sí cara a cara. No le aguantó mucho la mirada. 


Él le agarró un cachete fuerte haciéndola saltar.


- Que sea la última vez que me contestas así. 


- Ahhh!  Santi...duele!


La soltó. 


- Y ese orgullo tuyo mira a lo que te lleva... Ahora qué debo hacer? Te tengo que castigar por desobediente, pero tienes el culo caliente aún de antes. 


Le escuchaba en silencio. 


- Ven aquí. - la colocó sobre sus rodillas. 


Ella se agarró enseguida a un cojín con ambas manos esperando el primer azote. 


Sintió unas palmaditas suaves sobre sus nalgas.


- Dime, crees que suelo ser justo?


- Sí...


- Te he castigado alguna vez sin motivo?


- No...


- Y qué crees que debería hacer ahora?


Eso la descolocó. No le gustaba decidir a ella. En esas situaciones disfrutaba de cederle el control. 


- No lo sé Santi...


- Sí lo sabes. Dime. Debería castigarte?


- Decide tú, por favor ...


- Debería ponerte este culo del revés por desobediente.- la agarró el cachete de nuevo con fuerza -  y mandarte a la cama a dormir, pero tengo otros planes...


Respiró aliviada.


- Vas a hacer los deberes antes de acostarte, y cuando los hayas acabado me lo leerás en alto. Levántate.


Lo hizo. Se quedó a la derecha de sus piernas. Se levantó también y la llevó cogida de un brazo hasta el escritorio del dormitorio.


- Siéntate. Quiero los deberes hechos y con buena letra. 


La dejó ahí escribiendo. Él se echó  en la cama a observarla. Una media hora después acabó.


- Ya está Santi...


- Bien. Ven aquí.


Se incorporó y se sentó como antes. Ella se quedó de pie entre sus piernas. 


- Empieza a leer. 


Con voz tímida empezó a leer el relato. A veces costaba oírla. Él la tenía sujeta por las caderas. 

Estaba completamente expuesta con las braguitas en los tobillos, de modo que podía ir comprobando cómo su sexo cada vez estaba más hinchado y brillante. 

El relato era bastante sexual y acababa con ella de rodillas delante de él agradeciéndole de un modo especial sus cuidados. Y él no pudo evitar excitarse también. 


Cuando terminó sintió vergüenza. Por estar castigada, por sentirse expuesta, por saberse húmeda y por lo sexual del final del relato.


- Y ese final? A qué se debe? 


Le gustaba hacerla hablar. Quería que se soltara. Y sabía que la vergüenza la excitaba. 


- Es lo que me apetece... - dijo cerrando los ojos 


- En el relato o en la realidad?


- En ambas situaciones...- se notaba excitada. No podía mirarle. 


- Mírame.


Ella seguía con los ojos cerrados. 


- Vamos. - tiró un poco de ella hacía él de sus caderas para que obedeciera 


Abrió los ojos y le miró. Deseaba de verdad arrodillarse y darle placer. Sentir su excitación en su boca.


Descendió despacito y llevó sus manos a su bragueta para liberar su polla. La notó dura. La humedeció con su lengua y sus labios, primero poco a poco y luego se la metió entera en la boca. Estuvo un buen rato dedicada a él, le gustaba hacerle disfrutar, pero el quería más. 


La levantó y la tumbó boca abajo sobre la cama. Le separó las piernas y se tumbó encima. Así, desde atrás la penetró. Al sentirle no pudo evitar gemir de placer.  Sentirle dentro era lo que quería. Le había notado toda la tarde frío y necesitaba sentir su piel.


La folló rápido,estaba muy excitado y no tardó en alcanzar el orgasmo. Cuando acabó ella todavía no estaba. La vió llevarse la mano a su sexo y la paró.


- Nos queda un castigo pendiente. Tú eliges. Te dejo acabar y mañana te doy un repaso o te lo perdono y te quedas ahora con las ganas? 


Estaba muy excitada. Sus manos firmes sujetaban las suyas.  Tuvo que decidir .


- Déjame acabar Santi ...


La soltó y terminó en un orgasmo igual de intenso. 


Al día siguiente probablemente se arrepentía, pero ya no había marcha atrás...




2 comentarios:

  1. La procrastinación hace su aparición, aunque con un final muy bueno, o tal vez no tanto por lo que pueda ocurrir al día siguiente.

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