martes, 19 de marzo de 2024

Aquella escala (Por E.)

 




Se había aficionado a cogerle sus camisas. Estaba de moda la ropa "over size" y de vez en cuando le desaparecía ropa sin previo aviso.

A él no le molestaba, pero lo que sí lo hacía era la manía de usarlas y no cuidar esa ropa después. 


Ya habían tenido más de una conversación sobre eso, la última apenas una semana antes, y acabó con advertencia.


- Última vez que me coges ropa y la dejas así, avisada estás. 


La cosa quedó ahí, pero unos días después al volver de trabajar fue a la habitación a cambiarse y vió que nada había cambiado. 

A los pies, en su lado de la cama, estaba tirada una falda negra y su camisa azul de traje. Al lado las medias y los zapatos de tacón.


- Nena ven aquí.


- Qué quieres? 


Ella estaba sentada en el sofá viendo tonterías en el móvil. Había sido un día muy largo y tenía ganas de desconectar un rato.


- Quiero que vengas.


Sonaba serio, así que se levantó de mala gana y se fue a buscarlo.


- Qué quieres Santi? Me acabo de sentar!


Al entrar le vió de pie, con lo brazos cruzados y mirada inquisidora. 


- A ti qué te parece??


- Santi estoy cansada, no empieces con tus manías!


Se dió la vuelta con intención de irse al sofá de nuevo 


- No he terminado. No se te ocurra dejarme con la palabra en la boca.


Se dió la vuelta de mala gana y le volvió a mirar. 

Él se agachó y cogió su camisa. Estaba arrugada de estar en el suelo. 


- Estoy harto de que me cojas la ropa y la trates así. Si quieres destrozar la tuya tú sabrás, pero se acabó usar mis camisas. 


- Joder Santi, qué más te da!! No está sucia, solo está arrugada, y la iba a echar a lavar igualmente!


- Vigila esa boca! Y esa no es la cuestión. Te la pones y al quitártela la echas a lavar. No la dejas aquí hecha un asco con los zapatos, las medias y todo este desastre! 

Te lo avisé hace una semana. Se acabó coger mi ropa. 


- Pues métetela donde te quepa! 


- Qué has dicho?


- Nada ... - le miraba desde la puerta.


- Repite lo que acabas de decir. 


La miraba fijamente mientras veía cómo se iba haciendo cada vez más pequeña. Ella se debatía aún entre mantener el órdago o rendirse. 


- No me hace falta tu ropa...- su tono ya nada tenía que ver con el de antes. Sí voz era casi un susurro. 


- Y parece que la tuya tampoco. Recoge esto ahora mismo y te espero en el salón. 


No le dió opción a réplica. Salió de la habitación y la dejó ahí pensando. No tardó mucho en aparecer por el salón. Él estaba sentado en el sofá con un libro.


- Ponte en el rincón que vas a estar un rato pensando en tu comportamiento. 


- Santi...- empezaba el intento de ablandarle. 


- No lo repito. Y no quiero oír ni una queja. 


Se fue al rincón y se colocó con las manos en la espalda. Esta vez no le había pedido que se bajara la ropa. Estaba más serio que otras veces...


La tuvo en esa posición al menos quince minutos, que a ella se le hicieron eternos, pero le dió tiempo a reflexionar. Es verdad que era muy poco cuidadosa con sus cosas y que él se enfadara era lógico. 


Tras ese rato cerró el libro y decidió ocuparse de ella. La observó un poco desde su sitio. Era muy cabezona y muy impulsiva. Rara vez admitía un error a la primera, siempre tenía que contestar. 


- Ven aquí. 


Ella se acercó despacito. No le miraba. 


- Lo último que imaginaba hoy era tener que estar a las ocho de la tarde enseñándote a cuidar las cosas que usas. 


De repente se notó la cara caliente. Seguro que estaba roja. Y es que que la regañara así a su edad le daba vergüenza. 


- Y encima cuando te corrijo te pones farruca? 


La miraba atentamente, pero ella seguía con los ojos clavados en el suelo. 


- Muy bien. Ve a la habitación y traeme el cinturón que está en el armario. El marrón de piel. 


No dijo nada, pero emitió un mohín bajito.


- Te gusta usar mis cosas, no? Pues vamos a usarlas a mi manera. Traeme el cinturón ahora mismo. 


Se fue resignada a por él. Lo guardaba en una balda del armario. No lo solía usar para vestir, tenía otro uso "especial" en casa. 


Al volver se lo dió y lo dejó de momento sobre el reposabrazos. 


- Colócate. 


Sabía perfectamente lo que le estaba pidiendo, así que se echó sobre sus rodillas dejando su culo completamente en sus manos. 


- No tengo que explicarte por qué te voy a castigar, verdad? Pues empezamos.


Y sin más dilación empezaron a escucharse los azotes en la habitación. El pijama amortiguaba un poco el ruido, pero poco. Ella no se movía. 

Cuando ya había " calentado" un poco paró.


- Levántate.


Obedeció y enseguida le sintió. Le llevó sus manos a su pantalón y se lo bajó hasta los tobillos. 

A continuación hizo lo mismo con sus braguitas.


- Te gusta dejar la ropa en el suelo?  - la miraba fijamente.


- No...


- Tus actos no dicen lo mismo. 

 Cada día que vengo es la misma historia. Te cambias y dejas todo por recoger. Muy bien, pues vamos a ver si hoy aprender. Vas a estar toda la noche con la ropa en el suelo. 


Ella permanecía callada delante de él. Estaba roja y avergonzada. Se sentía expuesta. 


- Colócate.


De nuevo se vió en sus rodillas. Esta vez con el culo al aire y la ropa enrollada en sus tobillos. Era peor que estar desnuda y él lo sabía. 


Le acarició un poco el culo rojo y reanudó el castigo. 

Esta vez los azotes era más intensos y directos sobre la piel. La marca de sus dedos quedaba una vez tras otra grabada en sus nalgas. 

Tras unos minutos se empezó a mover y buscó agarrale su mano. Eso le hacía sentirse más cercana a el y segura. 

Cuando la vió ya un poco al límite paró. 


- Duele...- lo dijo con voz suave y mimosa. 


- Sé que duele. Te lo has buscado tú solita por descuidada.


- Santi...


No dijo más, pero sí le acarició un poco la piel ardiente.


A medida que la acariciaba ella se iba relajando, y casi inconscientemente iba abriendo algo más sus piernas, lo que la ropa en sus tobillos le permitía. 

Desde arriba la visión era completa. Su culo desnudo rojo, con la marca de sus dedos, y su sexo hinchado y jugoso. 


- No hemos acabado. 


- Santi ... Por favor...


- Cómo dijiste? "Métetela donde te quepa"?? Tú crees que esa contestación es aceptable?


Mientras recalcaba este punto dos dedos recorrían el interior de sus labios.


- Lo siento...


- Lo sientes? Ahora te comportas como una niña buena? - seguía jugando con sus dedos en su intimidad. Era casi una tortura.


- No quiero niñas insolentes, y en casa ya sabes cómo se corrige eso, así que levántate y ponte sobre el brazo del sofá. El culo bien arriba 


Tardaba en reaccionar. Estaba excitadísima. 


- Vamos! - la hizo moverse de un azote. 


Se levantó y se colocó en su sitio. Él desde atrás le separó las piernas y la subió un poco más para dejar el culo bien ofrecido. 


- Cuenta en alto.


Cogió el cinturón, lo midió y se separó un poco de ella. 


Él primero cayó sin aviso. 


- Uno...


El segundo no se hizo esperar.


- Dos ..


Y así, uno tras otro le dió dos docenas. 

Al terminar tenía el culo aún más marcado, pero el estado de excitación actuaba como anestésico. 


Él la dejó recuperarse. No la tocó, no dijo nada. Solo esperó a que empezara a reaccionar. 


- No habrá próxima vez. Mi ropa no se toca hasta que me demuestres más madurez. Está claro?


- Sí...


- Y la próxima vez que me contestes así tú misma me pedirás que te castigue. 


- Levántate. 


Se incorporó y le buscó. Él la abrazó sintiéndola sentir segura. Cuando la soltó hizo algo que no esperaba. 

Se arrodilló y llevó su mano al pantalón. Buscó su polla y se la metió en la boca. Estuvo jugando con ella un buen rato hasta conseguir ponérsela muy dura. Entonces aumentó el ritmo para llevarle al máximo de excitación y cuando le tuvo así se volvió a tumbar sobre el brazo del sofá boca abajo invitándole a entrar. 

La folló rápido y fuerte hasta acabar en un orgasmo intenso.




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