martes, 20 de febrero de 2024

Malhablada

 



Las mañanas entre semana son un poco caóticas, madrugar, prisas...estaba desperezándome, con el café  y la escuchaba renegar por la casa...

- ¿Que te pasa?...

- Que no encuentro la camiseta rosa del gimnasio joder!!!

- Está para lavar 

- ¿Cómo?

- La puse ayer en el canasto de la ropa 

En ese momento levanté la vista y estaba con los brazos en jarra, bajo el umbral de la puerta de la cocina.

- ¿Y quién cojones te manda a ti a tocar mi ropa?

- Y yo que sé nena, estaba encima de la cama tirada...por cierto ¿hoy vamos con el pie izquierdo o me lo parece?

- Es que joder, pregunta hostia, siempre haces lo mismo, por tus cojones.

- Vale ya de decir tacos...hoy te voy a tener que lavar la boca con jabón.

Esto lo dije en tono de humor para relajar, el ambiente tenso.

- Eres idiota, me voy que te den 

Y salió con el orgullo en zona roja y dando un portazo. A esas horas estoy lento de reacciones, pero un rato más tarde ya con todo digerido la escribí.

- No sé si te parece medio normal el numerito de esta mañana, ya hablaremos en casa y de tu vocabulario también.

No es que sea especialmente malhablada, pero últimamente llevaba un tiempo que si y ya le había llamado la atención al respecto, pero no sabía si esa llamada de atención había actuado como estímulo, es aquello de la extraña reacción que a veces provoca instaurar una norma y esa extraña atracción a juguetear con los límites a ver qué pasa o era algo más profundo. 

Cómo no me contestó a la hora de comer la llamé.

- Hola, se te ha pasado ya?

- Joder Santi, es que necesitaba la camiseta, siempre me haces igual.

- Nena, no la dejes tirada y ya está...

- Pero que más te da joder 

- Y dale, habla bien, que yo te estoy hablando muy tranquilo.

- Si claro tú estás muy tranquilo, pero por tu puta cabezonería yo no tengo camiseta para ir al gimnasio esta tarde, por lo que no puedo ir. 

- Es que igualmente no ibas a ir, cuando salgas a casa directa, que tenemos que hablar muy en serio tu y yo.

- No sí encima tendré la puta culpa yo...

- Pues sí y has terminado con mi paciencia. Cómo cuando llegue no estés en casa, con el uniforme puesto esperando, no vas a ir al gimnasio en un semana de cómo te voy a dejar el culo ¿Estamos?

Y colgué el teléfono, si estaba jugando a probarme, acababa de conseguir una prueba gratis. 

Cuando salí de trabajar me fui directo a casa, con la intención de poner los puntos sobre las ies. Ella sabía que rara vez la mandaba a esperarme con el uniforme, pero cuando lo hacía iba muy en serio y generalmente iba asociado a un comportamiento infantil e impertinente. Mi sorpresa fue llegar y encontrarla vestida de calle en el sofá. 

- ¿ Que te he dicho?

- Hola ¿no?

Me fui para ella la levanté a lo brusco, la rodeé por la espalda con mi brazo izquierdo por la espalda, la puse contra mi pierna y así empecé a azotarle el culo.

- Cuando te digo algo no es para que te lo pases por ahí, ya veo que me estás buscando, pues enhorabuena me has encontrado y bien.

Le di una ráfaga de azotes rápidos y fuertes durante un minuto sobre los vaqueros que llevaba. Cuando paré la cogí del brazo con fuerza con una mano y con la.otra de barbilla obligándola a mirarme a los ojos.

- Ve a ponerte el uniforme ya. Te quiero aquí en dos minutos. 

Le di la vuelta sin soltarla y un buen manotazo en el culo y senté a esperar. 

- Te quedan 30 segundos...

En ese momento apareció, el uniforme no era tal, simplemente una blusa blanca y una faldita plisada negra que se ajustaba a la cintura con dos pequeñas correas. Ya entró con otra actitud más mansa.

- ¿Se puede saber qué te pasa?

- Es que joder....

Me levanté y la cogí de la oreja tirando de ella camino del baño, entre quejas.

-¿ Y todavía sigues?

La llevé hasta el lavabo, sin soltarla abrí el grifo y cogí la pastilla de jabón. 

- Abre la boca y saca la lengua...

Ahí empezaron las súplicas y las promesas, le apreté el brazo con más fuerza.

- Te avisé anteayer, ayer y esta mañana te he dicho que no más y sigues, pues bien atente a las consecuencias.

Abrió la boca y sacó la lengua tímidamente, lo justo para pasarle la pastilla de jabón un par de veces, algo más simbólico que real. Entonces la solté.

- Enjuagate y prepárate...te espero en el salón. 

La dejé en el baño y me senté en el sofá a esperar. Tardó unos cinco minutos y apareció quedándose de pie, mirando el suelo. 

- La verdad es que no sé si intentabas tomarme el pelo, ponerme a prueba o te pasa algo, pero ahora ya me da igual, ya me lo contarás con el culo caliente y relajada.

- Pffff es que entre todo el trajín de estas semanas, los madrugones, el trabajo, todo lo que hago después...

- No me sirve de excusa ahora, aunque lo puedo entender, pero eso se habla antes, al menos es lo que hacen los adultos, no enfadarse con el mundo ¿Por qué estás vestida así?

Se puso roja de golpe.

- Contesta 

- Porque me vas a castigar...

- En parte si, pero estás vestida así para que tu imagen vaya en consonancia con tu actitud. Te portas cómo una colegiala malcriada y caprichosa, pues así será tu imagen.

Su cara aún estaba más roja.

- Coge una silla y ponla en el centro del salón, luego en silencio y sin tan siquiera un amago de te vas al rincón, hasta que te llame

A regañadientes me hizo caso, eso sí con toda una gama de soplidos, con los que solo ganó estar unos 20 minutos parada cara a la pared con las manos sobre la cabeza. Hasta me tomé una cervecita mientras. Finalmente me levanté, me senté en la silla y la llamé. 

Vino suspirando y se paró frente a mí. 

- Levántate la falda. 

Otra vez soplido, interrumpido por un cachete en el muslo, que hizo que levantará la falda de inmediato. 

Debajo habían unas braguitas de algodón,que nada tenían que ver con su estilo de ropa interior, braguitas que enseguida bajé hasta encima de las rodillas y así sujetando la falda levantada y con las braguitas a medio bajar, le dije.

- A partir de ahora se ha terminado el desafío, vas a limitarte a seguir instrucciones y aguantar ¿ Está claro? 

La respuesta un suspiro. 

- Colócate en mi regazo y tu misma te levantas la falda, quiero ver ese culo travieso bien presentado cuento hasta diez.

No había llegado ni a cinco y ya la tenía en mis rodillas, con la falda levantada exponiendo su culo travieso desnudo. 

Se lo froté un poco y empecé a ocuparme de el, sujetándola de la cintura, alternando nalga y nalga, con mi mano en modo venenoso. No tardé mucho en darle colorcito y entre eso y el sonido de las palmadas piel con piel fui subiendo el ritmo y la intensidad, sin pausas hasta conseguir ese color rojo uniforme que asegura calor y hormigueo un buen rato. 

Al parar le enrollé la falda sobre su propia cintura para asegurarme que al levantarse no cayera y tapara su culo enrojecido. 

- Levanta. 

Se levantó, en ese momento sus braguitas habían caído ya a sus tobillos. 

- Mírame y escúchame con atención. Yo no tengo reglas de oro, las mías son de madera y sirven para castigar el culo travieso que se las salta. Tráeme la mediana y un rotulador permanente y no hagas que te tenga que llevar de la oreja, te aviso. 

Se dio media vuelta y caminando con dificultad con las braguitas en los tobillos y la falda enrollada mostrando el culo rojo y caliente desapareció, al poco volvió a entrar en la regla de 18 pulgadas en la mano. Se la pedí y me la dio, la puse al revés en mis rodillas y le dije. 

- Escribe tu nombre y a continuación "para cuando sea malhablada"

Se inclinó y empezó a escribir. Entonces se la di. 

- Vete a la habitación, túmbate boca abajo con las almohadas levantando bien el culo y la regla a un lado, espera allí a que vaya. 

Dejé pasar un cuarto de hora, me levantéz puse la silla en su sitio y me fui para la habitación, entré sin decir nada, allí estaba en posición esperando, cogí la regla y sin decir nada empecé a castigarla fueron 30 azotes, suficientes para subir un par de tonos el rojo. Al terminar, usé la regla para terminar de quitarle las braguitas, a continuación le di unos golpecitos en la cara interna de los muslos para que abriera las piernas y entonces empecé a jugar con la regla usando el canto para recorrer la grieta de su coño y también entre sus nalgas, ella empezó a respirar profundamente, volví a ponerla plana y le di unos golpecitos en el sexo, muy suaves...

-  Estás empapada...

- Por tu culpa...

- ¿Te quieres correr traviesa?

- ¿Tu qué crees?

- Que si...pero estás castigada. Aunque creo que podemos llegar a un trato. 

Dejé la regla, fui hasta el cajón de la mesita de noche, lo abrí y cogí el plug de acero, lo lubriqué, me senté en la cama separé sus nalgas calientes y sensibles y le puse el plug. 

La hice levantarse, la cogí del brazo y la llevé otra vez al salón, allí la hice arrodillarse cara a la pared y le dije.

- Cuando te corras, te levantaré el castigo. 







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