Llegué el viernes de trabajar, iba un poco justo de tiempo, porque teníamos una cena con unos amigos de su familia, uno de aquellos compromisos que no apetecen en exceso, pero que no tienes más remedio que sacrificarte, por eso me extrañó llegar y encontrármela en la sofá sin vestir aún.
- Nena ¿No habíamos quedado a las 8 y media?
- Pffff si.....¿Que hora es?
- Las 7 y media y yo tengo que ducharme
- Santi, no tengo nada de ganas...
- ¿Y crees que yo tengo muchas?
- Ya...pero si tú pones una excusa es cómo más creíble ¿No?
- ¿Yo? De eso nada, te has comprometido tú, así que ponla tu.
- Pero que te cuesta...a ti no te tienen confianza y así me libro
- No y no me pongas esa carita de niña caprichosa, si no quieres ir, ya sabes coge el teléfono y pon la excusa tú.
- Jooooo!!!! Que te cuesta!!!! Ya llamo yo y les digo que te encuentras mal y me sabe mal dejarte sólo...
- Nena, vale ya....me voy a la ducha y espabila que vamos tarde.
No me contestó, se cruzó de brazos en plan pataleta y ya la avisé.
- Cómo cuando salga de la ducha no estés vestida, vas a ir, pero con el culo caliente y ya me conoces.
Ya no dije nada más. Me metí en la ducha y ahí la dejé con la pataleta. Al salir, al menos se había vestido, unos vaqueros, una camiseta negra y deportivas, sencilla pero tenía especial predilección por aquellos vaqueros.
- Bueno...así me gusta, que asumas tus promesas.
Me contestó sólo un frío.
- ¿Estás del baño?
- Si
- Pues voy a pintarme un poco.
Ya justos de tiempos salimos, de camino no dijo nada, seguía en modo pataleta. Al llegar tocó interpretar, pero pasado un rato parecía pasarlo bien y yo también a veces es más cuestión de arrancar. Total que cenamos y hasta hicimos sobremesa y tertulia. Pero yo estaba cansado y además estaba tomando medicación por una inoportuna tendinitis en el hombro, así que ya sobre medianoche, en un momento que la pillé a solas le dije.
- Nena me está haciendo efecto la medicación, ya hemos cumplido ¿Nos vamos a casa?
- ¿Ahora tienes prisa? Pues yo estoy muy a gusto.
No me lo podía creer, casi la había tenido que obligar a cumplir y ahora era ella la que no me hacía ni caso. Aguanté cómo buenamente pude, aún se alargó la cosa un par de horas más y no sólo eso, es que además ella quedó para el día siguiente a mediodía...
Cuando finalmente nos fuimos, el que estuvo en silencio toda la vuelta fui yo. Nada más entrar a casa me fui a la cocina a fumar. Ella dejó el bolso y la chaqueta y vino.
- ¿Estás enfadado?
- ¿A ti te parece normal?
- ¿El qué?
- ¿Me lo estás preguntando en serio?
- Yaaaaa, ya lo sé, pero me lo estaba pasando bien...ya sé que he montando el numerito tontamente, estas cosas pasan.
- ¿Y ya está? Casi te tengo que llevar de la oreja, por algo a lo que te habías comprometido tú y luego te pido el favor de volvernos porque estoy cansado y no sólo pasas de mí , es que además sin preguntar quedas mañana ¿Que se supone que pasará mañana? ¿Tendrás ganas o volverás a montar un numerito en plan no quiero ir?
- Pfffff me voy a la cama, no tengo ganas de discutir
- Te estoy hablando, no me dejes con la palabra en la boca!!!
- Paso, estoy cansada.
Y eso fue la gota que colmó el vaso. Apague el cigarrillo a medias. Me fui para ella y la cogí de la oreja.
- Se acabaron las niñerías por hoy y mañana el que se va a divertir voy a ser yo.
La llevé de la oreja hasta el comedor. Sin soltarla abrí la puerta de la cristalera de la terraza y cogí un taburete alto que había en la terraza, lo entré si soltarla en ningún momento, lo planté en medio del salón, me senté y sólo entonces la solté.
- ¿Y ahora que he hecho?!!!!!
- Comportarte cómo una niñata ¿Necesitas más pistas?
- Santi son las dos de la mañana, está todo el edificio durmiendo.
- ¿Y?
- Que no es plan de hacer mucho ruido....
De un tirón la puse en mis rodillas, cómo el taburete era alto, los pies no le llegaban al suelo y sólo podía agarrarse de las patas del taburete.
- Yo creo que ya están más que acostumbrados al ruido los vecinos...
Sin decir nada más, empecé a hacer ruido sobre los vaqueros, que le quedaban genial y más aún en esa posición.
- La próxima vez, ya se que tengo que hacer esto antes y así evitamos problemas posteriores.
Tras un rato de calentamiento con los vaqueros puestos la hice levantarse. Sin darle tiempo a quejarse mucho, ni poner excusas eché mano a la cintura de los vaqueros, los desabroché y para abajo.
- ¿Y esto?
Le dije estirando las sorprendentes braguitas de color rosa que llevaba bajo los vaqueros, y que no era para nada su estilo habitual de ropa interior...
- Es que son cómodas...- me dijo sonrojándose -
Me hizo gracia y se las dejé puestas de momento, eso sí de nuevo a mis rodillas, otra vez con las piernas colgando. Y ahora ya lo que tapaban las pequeñas braguitas era poco y el ruido de los azotes más evidente. Y así estuve un par de minutos de azotaina seguida. Entonces me detuve y sin pensarlo lleve mi mano entre sus piernas... tenía las braguitas mojadas, sonreí y le dije.
- Creo que esto sobra ya...
Y allí sobre mis rodillas se les bajé hasta medio muslo.
- ¿Ya no te preocupa tanto el ruido y los vecinos? Aunque el ruido de verdad empieza ahora.
Y es que nada más escandaloso, que el sonido de piel chocando contra piel. Me aseguré bien de que se fuera a la cama con el culo rojo y caliente, pero era tarde y estaba cansado. Así que fueron unos cinco minutos, más que suficiente para hacer que durmiera boca abajo.
Al terminar la hice levantarse, dejar el taburete en su sitio y a la cama. Esperé que se metiera y yo fui detrás. Sólo se había puesto la camiseta y estaba boca abajo con el culo al aire.
Cuando me metí, se lo acaricié un rato, jugué un poco con mis dedos en su sexo, pero sin acabar, le di un beso en cada nalga y a dormir, con el culo rojo.
Al día siguiente nos levantamos bastante tarde y cómo habíamos quedado a mediodía nos pusimos en marcha enseguida. Yo me duché primero y después ella. Cuando escuché abrirse la puerta y que salía de la dicha, le dije.
- ¿Vas a vestirte?
- Si claro...
- Antes ven aquí y trae el cepillo...
La escuché suspirar...
- No lo voy a repetir.
30 segundos después entraba en el salón, con el cepillo en la mano y sólo cubierta con una toalla.
No es difícil imaginar lo que pasó, la toalla acabó en el suelo, ella sobre mis rodillas, una dosis de mano, para calentar y una segunda dosis de cepillo para asegurarme que se iba a portar bien durante la comida. Y eso es exactamente lo que pasó.
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