sábado, 11 de marzo de 2023

Niña caprichosa

 



Hacía cinco minutos que nos habíamos montado en el coche, ella iba tarareando la canción que sonaba en la radio. Y me dijo.

- ¿Dónde vamos?

- A casa...

- ¿A casa? Es muy pronto y habíamos dicho de ir al cine o a tomar algo.

Apagué la radio y sin quitar la vista de la carretera le dije.

- Exacto, habíamos hablado de hacer algo, pero va a ser que no.

- ¿Por qué?!!!! A mi no me apetece meterme en casa ya!!!

- A mi tampoco me apetece...

- ¿Entonces?

- ¿Me lo estás preguntando en serio?

Ahí de repente se quedó callada. Habíamos salido a comer algo y la idea era esa, ir al centro después, tal vez ir al cine si daban algo interesante o a tomar algo...Pero si actitud y comportamiento durante la comida había sido caprichoso, infantil e impropio de una mujer adulta. Jugando con la bebida, siendo maleducada con el camarero y conmigo...

- Te has quedado callada, de repente.

- Santi...no es para tanto, sólo me apetecía jugar un poco. 

- Pues por eso volvemos, para que aprendas cuándo se puede jugar o cuándo hay que parar, y has tenido suerte, con las ganas me he quedado de llevarte al baño y calentarte el culo allí mismo, pero bueno, ahora en casa lo voy a solucionar. 

Se cruzó de brazos sin contestar, sería y de morros, volví a poner la radio y el que tarareaba la canción ahora era yo. 

Un cuarto de hora después llegábamos al parking de casa, al parar el coche se bajó resoplando y sin esperarme se fue para el ascensor, me acerqué sin decir nada. Nos subimos en el ascensor y seguía en esa actitud de pataleta sin mirarme y de morros.

Cuándo paró y se abrió la puerta, salí yo primero, abrí la puerta del piso y ella entró mientras yo cerraba.

- ¿Dónde vas? - le dije mientras caminaba orgullosa, por el pasillo- 

- A ningún sitio, vaya aburrimiento de tarde.

- No te preocupes que vas a estar muy ocupada, para empezar vete a poner el pijama y desmaquillate. Las niñas no llevan maquillaje. 

- Joder Santi para ya!!!!

Le clavé la mirada muy serio. 

- Y dame el móvil, las niñas tampoco tienen móvil.

- Ja....

Me fui para ella la cogí del brazo y le di un par de cachetes bien fuerte, sin soltarla la puse a cara a cara a 10 centímetros y le dije suave pero firme

- Tienes exactamente 10 minutos, para ponerte el pijama, desmaquillarte y presentarte en el salón con otro tono, o no te vas a sentar en una semana ¿Estamos? Y el móvil, a-ho-ra.

 Metió la mano en bolso, sacó el móvil y se lo cogí, entonces le volví a dar la vuelta y le solté otro par de cachetes.

- Espabila.

Me quité la chaqueta y me senté en el sofá, todo en silencio, sin encender la televisión, la escuché salir de la habitación y entrar en el baño y finalmente apareció, llevaba puesto el pijama del pantalón de cuadros y la camiseta roja de manga larga. Se me acercó aún ponía morros, pero su actitud general era mucho menos soberbia.

- Así que estás enfadada porque hemos vuelto a casa.

No respondió, pero bajó la mirada y se ruborizó, un poco.

- Porque claro ¿En ningún momento se te ha ocurrido pensar que yo tampoco tenía ganas de volver y se hemos vuelto ha sido por tu actitud y comportamiento, verdad? 

- Pffff Santi, sólo tenía ganas de jugar un poco...

- ¿Jugar? Una cosa, es jugar y la otra comportarte cómo una impertinente y caprichosa, por eso, estamos aquí y tú estás castigada, si te portas cómo una niña malcriada, no me dejas más remedio que devolverte el trato. Y ya te he dicho que no te vas a aburrir, te lo aseguro, ve a buscar tú cuaderno y un bolígrafo.

- Pfffffffff...

- ¿Qué?

- Que no es para tanto...joder!!!!

Ya no pude más, me levanté la cogí de la muñeca y a mi regazo, o mejor dicho sobre mi pierna izquierda, ya que la derecha la pasé sobre las suyas.

- Cómo vuelvas a contestarme, te lavo la boca con jabón, ya has pasado todas las rayas hoy 

Empecé a zurrarle el culo, bien agarrada por la cintura, con el pantalón del pijama puesto, pero aún así los azotes le debían picar, porque me picaban a mi. Estuve así un par de minutos, hasta que se calmó y dejó de moverse. Entonces metí los dedos por la goma del pantalón del pijama y estiré de él. Intentó evitarlo, con sus manos, pero se las quité. Debajo del pantalón llevaba un tanga negro, que imagino que es el que se había puesto para salir y no crei conveniente bajarselo para seguir "cocinándose" el culo hasta dejárselo cómo un tomate. Momento en el que la hice levantarse y el pantalón cayó hasta los tobillos. De pie frente a mí, metí un dedo por la cinturilla del tanga, lo estiré hacía mí y lo solté.

- Las niñas no usan lencería, ya puedes ir a cambiarte esto por unas braguitas propias de tu edad mental. 

La cogí de la cintura le puse mirando a la puerta y le di un azote. 

- Venga. 

Resopló y salió del salón, al poco rato entró otra vez. Le indiqué que se acercara, cuando estuvo a mi altura de un tirón le bajé el pantalón del pijama. Debajo llevaba unas braguitas blancas, con el borde en celeste y un pequeño lazo delante.

- Esto es mucho más adecuado para tu edad mental. Ahora ve a por el cuaderno y el bolígrafo y siéntate en la mesa mirándome. 

Suspiró y lo hizo, fue a buscar el cuaderno, un bolígrafo y se sentó con el pantalón en los tobillos y aquellas braguitas con aquel punto infantil.

- Apunta - le dije- 

- Está tarde me he comportado como una niña caprichosa e impertinente y por ese motivo me han castigado. 

La miré y seguía escribiendo, al terminar me miró.

- Empieza a copiar la frase, con buena letra y en condiciones. 

- ¿Cuántas veces?

- Empieza a copiar y ya te avisaré yo.

La miré serio hasta que empezó a copiar. Media hora más tarde...

- Para y traeme en cuaderno.

Se levantó y se acercó me dio el cuaderno y conté las líneas. 

- 87....creo que el ritmo podría haber sido más alto. 

La miré y le di un cachete en el muslo.

- Las manos...

De inmediato puso las manos detrás de la espalda y casi a la vez mi mano se fue entre sus piernas por encima de las braguitas y empecé a frotar...

- Vaya, vaya...hasta copiando te mojas, están las braguitas empapadas, al final voy a pensar que te portas mal queriendo...

En ese momento paré y le bajé las braguitas lentamente hasta por encima de las rodillas. 

- Ve a buscar tu cepillo...y procura que no se te caigan las braguitas.

Suspiró roja cómo un tomate se dio la vuelta y empezó a andar, con el pantalón del pijama en los tobillos y teniendo que aguantar las braguitas con una mano, para evitar que cayesen. 

Más vergonzosa fue la vuelta, de frente. Cuando llegó a mi tenía la cara totalmente encendida, le cogí el cepillo y lo puse en el brazo del sofá.

- Ponte en mis rodillas y ya sabes el culito travieso bien presentado y levantado. 

La miré y antes de contar a tres se colocaba en mis rodillas. Cuando le hizo le subí un poco la camiseta, le acaricié suavemente el culo y dándole unas palmaditas, le dije.

- Hoy vas a dormir boca abajo y con el culo al aire.

Cogí el cepillo y empecé a azotarla a ritmo constante pero suave, alternando nalga y nalga, de vez en cuando hacía una pausa y cuando volvía, aumentaba un poco la intensidad, poco a poco dibujé en su piel dos círculos rojos, que iban subiendo de tono. Hasta ponerle el que quería, ese que me decía que iba a sentir un hormigueo caliente en el culo lo que quedaba de día, entonces paré, dejé el cepillo y empecé a acariciarle el culo muy suave con la mano, al principio, luego también los muslos en un determinado momento le agarré el muslo derecho haciendo que separase las piernas. El culo lo tenía rojo y brillante, pero  la rajita entre sus piernas también, le pasé un par de dedos por la rajita y se me mojaron de un agua caliente. 

- Cada vez estoy más seguro que lo haces queriendo...

Jugué un poco con mis dedos en su sexo.

- Pero hoy no hay premios de adulta. Así que levanta. 

Se levantó, su cara estaba más roja que su culo.

Le terminé de bajar las braguitas hasta los tobillos y señalándole la esquina, le dije 

- Ponte ahí de rodillas, hasta que te avisé. 

Se dio la vuelta y caminó despacio y torpe hasta la esquina, allí se puso de rodillas manos encima de la cabeza y a mirar la esquina. Yo arranqué las dos hojas de las líneas del cuaderno, fui a buscar celo y me acerqué pegándole las hojas de las líneas en la espalda. Y allí la dejé castigada, de rodillas, con el culo al aire y rojo y las líneas pegadas en la espalda. Me puse cómodo y me senté un rato. Hasta que la llamé, unos 20 minutos más tarde. 

Se levantó y se acercó, frente a mí, le hice poner las manos sobre la cabeza. 

- Espero que sea la última vez, que tenemos que volver a casa porque te comportas cómo una niña malcriada y caprichosa. Te advierto que si vuelve a pasar lo de hoy te va a parecer una broma y que sepas que vas a estar castigada todo el fin de semana. 

En ese momento llevé otra vez mis dedos a su sexo, esta vez más directo, metiéndole un par de dedos a la vez que usaba el pulgar para frotarle el clítoris. Y estuve jugando así un rato, hasta tenerla a punto, entonces paré y le subí las braguitas bien ajustadas y el pantalón.

- Ya te he dicho que no hay premio adulto. Ahora vete a preparar la cena, pon la mesa y cenamos. 

Y eso hicimos, al terminar también la hice recoger. Cuando terminó la esperaba en el sofá.

Otra vez frente a mí, con las manos sobre la cabeza, mientras volvía a bajarle pantalón y braguitas hasta los tobillos. Entonces la cogí de la muñeca y la puse de nuevo en mis rodillas.

- Ahora te daré un buen recordatorio para que duermas calentita, cuando termine, directa a la cama...

Y así fue, le di un buen recordatorio con la mano, quería que se fuera a la cama con el culo bien caliente. Al terminar le hice quitarse el pantalón del pijama y las braguitas y dejarlos en el salón y la envié a dormir, cómo a las niñas traviesas, con el culo caliente y el coño empapado. 




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1 comentario:

  1. Esta es una historia conmovedora. Parece un excelente método picante para “curar” y corregir a las chicas caprichosas. ^^

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