sábado, 11 de junio de 2022

A mi despacho

 



Estaba concentrado en la pantalla cuando el sonido de unos nudillos tocando la puerta, me desconectaron. 

- Adelante.

La puerta se abrió, dio unos pasos hasta mi, y se quedó de brazos cruzados frente a la mesa. 

- ¿Estás más tranquila? 

No hubo respuesta. 

- Dos minutos que termino una cosa y me "ocupo" de ti. Había dos factores a tener en cuenta. El primero es que había venido, por su propio pie y sin más advertencias, que la inicial hacía un rato. Eso a su vez significaba que en algún lugar de su mente la culpa reinaba. Así que decidí hacerla esperar, cómo quién macera algo. De pie, frente a mí esperando que acabará, sin sentarse y a sabiendas que después vendría una conversación sobre su actitud de hacía un rato. 

Finalmente, apagué el portátil, cerré la pantalla, recogí varios papeles que tenía sobre la mesa, los metí en un archivador que puse en una de las estanterías y sólo entonces, me volví a sentar, ahora totalmente apoyado en el respaldo de la silla de oficina, de brazos cruzados y mirándola fijamente, viendo cómo esquivaba mi mirada.

- Al final siempre es lo mismo nena...te pierde la boca y las formas...

- Pero es que me tiras de la lengua...

- ¿Yo? Sólo te he dado un consejo, que puedes aceptar o rechazar, sólo eso, quien se ha montado la película de la ofendida has sido tú. 

- Es que no quiero lecciones, no es tu problema.

- Si, si lo es desde el momento en que me afecta si es mi problema. 

- Te afecta porque quieres 

- No, me afecta porque soy yo quien tiene que aguantar tu humor y tus salidas de tono y son demasiadas ya. Cuando yo tengo un mal día, lo podrás notar, pero creo que nunca ni te he contestado mal, ni mucho menos me he me cogido un berrinche infantil.

Sus mejillas se tiñeron de rojo...la palabra "infantil" tiene esos efectos. 

- ¿ Crees que podemos calificar tu actitud de hace un rato cómo adulta? Sinceramente...

Silencio absoluto.

- Te acabo de hacer una pregunta. Responde por favor. 

- No...

- Pues mientras sigas teniendo esas actitudes, ya sabes lo que hay. Coge la silla del rincón y ponla en centro.

- Pffffffff 

- Ahora y sin rechistar.

Se dio la vuelta, en la esquina había una silla de madera, con el asiento de totora, la madera estaba pintada en roja y por ese entre otros motivos era la silla roja. Mientras ella ponía la silla dónde le había dicho, me levanté esperé que la pusiera y le dije. 

- Ve a por el cinturón marrón.

Su cara cambió, el cinturón marrón era el de las travesuras gordas, estaba ya muy usado lo que lo hacía muy flexible, aunque era ligeramente más ancho y pesado. 

Me senté en la silla a esperar que volviera, cuando entró llevaba el cinturón en la mano, me lo fue a entregar pero se lo hice dejar sobre la mesa y de vuelta de pie delante de mis rodillas. 

- Aún quedan unas semanas duras, pero hoy se va a terminar esta actitud o te prometo que si sigue, la respuesta será similar o peor.

Ya no dije nada más, metí mis dedos en la goma del pantaloncito corto del pijama de verano que llevaba y lo hice deslizarse por todas sus piernas hasta que quedó enrollado en sus tobillos. 

- Manos en la cabeza.

En cuanto las puso, repeti ritual con el tanga, sólo que lo deje enrollado cuatro dedos por encima de sus rodillas. Durante unos segundos la tuve así frente a mí, con las manos sobre la cabeza, sin derecho al pudor, frente a mí y con el orgullo en los tobillos. Entonces le dije que bajara las manos, la tomé de su mano izquierda la llevé a la derecha de mis piernas y la invité a colocar su culo desnudo en mi regazo, para darle el tratamiento pertinente. Puse mi mano izquierda en su cadera y la derecha la posé sobre su nalga izquierda.

- Cómo te organizas el tiempo, no es problema mío siempre y cuando no me afecte y una última cosa, pedir ayuda no te hace más debil. 

Ya no dije nada más, levanté la mano derecha y la empecé a dejar caer alternando mejilla y mejilla, esos primeros azotes dibujaron mis cuatro dedos en la piel aún pálida de su culo suave y tierno, poco a poco fui subiendo el ritmo y la intensidad hasta lograr que toda la piel cubierta por mi mano cogiera un bonito color rosado. Entonces paré un instante. La mano izquierda que estaba rodeando si cadera se metió en el hueco entre su cadera y mis piernas estirándola hacía arriba. Haciendo que presentara mejor el culo y sin soltarla continué, ahora con más ritmo y dando varios en el mismo cachete antes de cambiar. Hasta hacer que el rosado se fuera volviendo rojo, la mano me picaba, así que podía imaginar la sensación de escozor caliente que debía tener en el culo. Paré y relajé mi mano izquierda, que dejó de empujar hacia arriba. 

Durante un instante admiré su culo en mi regazo, rojo y brillante, pero sin caricias, ni nada que pudiera perturbar ese calor y ese hormigueo resultado de la azotaina. Por un momento se paró el tiempo. 

- Levanta.

Se levantó. 

- Dame el cinturón.

Suspiró y alargó la mano hasta llegar a la mesa y coger el cinturón. Yo fui hasta el armario y cogí una almohada, la doblé y la puse sobre el asiento de la silla. 

- Boca abajo sobre la silla.

La posición era muy similar a la del brazo del sofá pero algo más incómoda, ya que el cuerpo no descansaba sobre el cómodo sofá, si no que colgaba, cuando estuvo en posición, dejé el cinturón descansar sobre su piel, que notará el contacto del cuero hastafo áspero en su piel caliente y sensible. 

- Quince por cada lado, cuenta.

Cogí el cinturón, lo estiré y lo volví a doblar a la medida correcta. Apunté varias veces, hasta que en una de ellas el cinturón se estrelló con fuerza cruzando su piel, de inmediato se dibujó un franja más roja allí donde había picado. 

- Uno. 

Lentamente dejando que sintiera cada uno de los azotes, fueron cayendo los quince desde la derecha. Cuándo terminé pasé saltando sus piernas y me puse en el lado contrario. 

- Si tengo que decirte que no tenses los glúteos, te daré una docena más sólo que esta vez además serán con el jengibre puesto, así que espero no tener que decirte que quiero ver ese culo, perfectamente presentado y relajado. 

 El cinturón silbó en el aire y se estrelló contra su piel. A cada azote el momento después de recibirlo tensaba los glúteos, pero yo esperaba a que volviera a relajar antes del siguiente. Así hasta completar la segunda quincena. Dejé el cinturón encima de la mesa y me fui detrás de sus piernas estiradas a admirar mi obra. En un fondo rojo había dibujado una especie de rectángulo de piel, un par de tonos más roja, con diversos puntos rojo vivo de los bordes del cinturón. La ayudé a levantarse, la cogí de la muñeca con una mano y con la otra la silla. Puse la silla mirando a la esquina y la hice sentarse en ella con la espalda recta y las manos en la cabeza. El asiento de totora no debía ser lo más cómodo para su culo en ese momento. 

Cogí el cinturón y la dejé allí sentada en la esquina del despacho. Un rato después volví, saqué mi silla y la puse delante de la mesa, sobre la mesa dejé la loción refrescante y la llamé. Se levantó y caminó torpemente hacia mi a esas alturas pantalón del pijama y tanga eran uno, enrollado en sus tobillos.

- Date la vuelta.

Se giró para mostrame el culo, pasé rozando mis dedos por su piel.

- Inclínate

- Pffffffff 

- ¿Tengo que repasarte algo?

Se inclinó hacia delante. Pasé el dorso de mi mano por la zona donde se funden muslos y nalgas.

- Separa las nalgas.

Eso costó otro soplido, pero sus manos acabaron cogiendo sus propias nalgas y separándolas. Ofreciéndome una visión perfecta de toda su intimidad, podía ver perfectamente sus labios rojos e hinchados con un extraño brillo en toda la grieta. Llevé uno de mis dedos allí  y en efecto aquel brillo era fruto de lo mojada que estaba

- Ya puedes darte la vuelta

 La cogí de la mano y la puse de nuevo en mis rodillas, nada más se puso, cogí la loción y eché un par de chorros en cada nalga, al sentir el fresco del líquido suspiró y más cuando empecé a extenderlo suavemente por su piel y aliviarla un poco. Paré un momento para separar más sus piernas y el masaje de nalgas se extendió a otras zonas, empecé a jugar con sus labios externos recorriéndolos con el pulgar e índice en forma de pinza, y poco a poco esos juegos fueron a más, mis dedos empezaron a entrar y salir de su cuerpo, de hecho acabé usando los dedos de ambas manos, cada cual tenía cómo misión profanar un agujero, pero cuando la tenía a punto paré.

- Levanta...

Se levantó desconcertada.

- Los placeres adultos, están reservados a los adultos y tu de momento hoy, no has sido muy adulta que digamos, además te toca hacer la cena. 

Me incliné y yo mismo le subí el tanga y el pantalón corto. Al terminar le di una palmada en el culo.

- Venga que es tarde.




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