sábado, 2 de abril de 2022

Un mal gesto

 




La miré arqueando una ceja y de inmediato bajó la mirada y el color de su rostro subió un tono. No me lo podía creer, me acababa de mandar a callar y además con ese gesto de llevarse el índice a los labios, en público.

Estábamos en casa de unos amigos, cenando un sábado. Ya durante la cena había estado provocativa y borde, la cosa fue a más en la tertulia distendida de después de cenar, pero aquel gesto fue la gota que colmó el vaso, no sé por qué extraña razón, era bastante habitual ese tipo de comportamiento en público, cómo si disfrutase provocándome en la seguridad de saber que obviamente una reacción inmediata era imposible. Si eso mismo me lo hace en casa, ya estaría en mi regazo. Pero en aquella situación, lo único que podía hacer es tirarle aquella mirada, que entre otras cosas venía a decir: tarde o temprano estaremos a solas. 

A partir de ese momento su actitud se suavizó, a veces creo que fuerza este tipo de situaciones a ver cuál es el punto de ruptura.

Sobre las 2 de la mañana fuimos desfilando, nos despedimos y fuimos hacía el coche, era una zona residencial algo apartada del centro y a aquellas horas la calle estaba desierta, nos acompañaba otra pareja, hasta que tomamos distintas direcciones y nos quedamos y a solas. Al llegar al coche me encendí un cigarrillo sin abrir las puertas. Ella se me puso delante con la intención de besarme, muy cariñosa y algo más, hasta que la paré, abrí el coche y le dije.

- Súbete atrás y espérame. 

- ¿Y eso?

- ¿Aún me lo preguntas?

No protestó, ni pidió más explicaciones, abrió la puerta trasera del coche y subió. Terminé el cigarrillo y entré a la parte trasera del coche por la otra puerta, sin decir nada y cómo pude la puse sobre mi regazo con energía, ella empezó a reírse.

- Eres un rencoroso...

No le contesté, empecé a azotarla encima de aquellos vaqueros que le perfilaban un culo perfecto, y con muchas ganas. Ella seguía riendo y diciendo que sólo estaba jugando un poco, pero a medida que iban cayendo las palmadas con fuerza se calló y ya el único sonido era el de los azotes, lo malo es que la tela de los vaqueros es dura y agota la mano enseguida, así que unos minutos después paré, ella se incorporó y llevó sus dos manos al culo, poniendo cara de pena.

- Pffff sólo quería picarte un poco...

- Pues vas a saber lo que es picar, te lo aseguro.

Me bajé, cerré la puerta y me puse en el asiento del conductor, ella hizo el gesto de bajarse, para subir delante.

- ¿Dónde vas?

- A sentarme.

- Ya estás sentada, dónde tiene que estar sentadas las niñas, atrás.

- Pffffff...

- ¿Lo ves? Resoplando como una niña. Siéntate en medio -le dije mientras apuntaba el retrovisor hacia ella- 

- ¿ Así que solo querías jugar? Bien, pues jugaremos, desabróchate los vaqueros.

Lo hizo sin quejarse.

- Bajátelos 

- Pffffff 

- Por debajo de las rodillas 

Levantó el culo del asiento y empezó a bajarlos. 

- El tanga también

- Joder Santi...nos pueden ver.

- ¿No te gusta jugar? Separa las piernas!!!

Encendí la luz interior del coche, un momento antes de arrancar. Cuándo arranqué le dije.

- El único placer que vas a tener en unos cuantos días, es el que te des de aquí al parking del casa.

Y me puse en marcha, hice una ruta más larga por calles menos transitadas, de vez en cuando miraba el retrovisor hasta que vi su mano en jugueteando en su sexo y entre suspiros me dijo.

- Pfffff no sabes la capacidad de ponerme que tienes a veces. 

Cuándo metía el coche en el parking, su mano ya se movía frenéticamente y los suspiros eran ya gemidos, al parar el motor ya en la plaza de parking explotó. Esperé un momento a que volviera.

- Súbete la ropa, pero no te abroches los vaqueros.

Esperé que lo hiciera y bajamos, la cogí de la mano y fuimos hacía el ascensor, al cerrarse la puerta se abalanzó a mi desbordada pero la paré.

- De eso nada señorita, ahora terminaremos de ajustar cuentas, ya te he dicho que tú cuota de placer terminaba en el parking.

Cuándo entramos en casa, nada más cerrar la puerta la cogí de la mano y la llevé casi a rastras hasta el salón, la puse mirando al brazo del sofá, le di la vuelta y de un tirón le bajé los vaqueros y el tanga, puse mi mano en su espalda y la hice caer sobre el brazo del sofá, colocada, me desabroché el cinturón, me lo quité con energía y lo doblé. 

- Una cosa es jugar y otra muy distinta mandarme a callar en público, te voy a quitar esa mala costumbre de venirte arriba cuándo estamos con más gente.

Y empecé a azotarla con el cinturón, una tanda de golpes seguidos y rápidos que le dejaron el culo cubierto de franjas rojas. 

Hice un pequeña pausa, pasando mis dedos por su piel caliente. Y volví a soltar el cinturón, ahora espaciando más entre lamida y lamida del cuero áspero en su piel, pero soltando el brazo con más fuerza. 

- Mañana hemos vuelto a quedar a mediodía y voy a asegurarme que vayas con el culo bien marcado para evitar tentaciones.

Las "caricias" del cinturón siguieron un buen rato, hasta que empezó a moverse, tensar los glúteos en cada nuevo azote y gimotear.

- Vaya, que pasa ¿Tampoco sabes mantener la compostura en privado? 

Le di media docena más de azotes seguidos y dejé el cinturón colgando de una silla. Al pasar mis dedos por la piel magullada, suspiró aliviada.

- Va a ser divertido verte aguantar unas horas sentada, manteniendo la compostura. 

Mis dedos se fueron directos a su coño chorreando y dos entraron...

- Esto es sólo para comprobar.

Los saqué de inmediato, los saboreé y me desabroché el pantalón, me bajé los bóxer, paseé un poco mi polla dura entre sus labios, pero tenía una idea diferente, con su propia lubricación y saliva le preparé el culo. Follarle el culo en aquel momento, era continuar el castigo, allí tumbada sobre el brazo del sofá, medio desnuda, con el culo marcado y caliente, y mi polla entrando en su estrecho agujero, cachonda, con el culo ardiendo, invadida pero sin poder culminar con un orgasmo, yo si me corrí dentro de su culo lo más profundo posible. 

Era tarde así que la envié a la cama. Allí un corto masaje con crema y a dormir boca abajo.

Al día siguiente, cuando ya nos preparamos para salir, le dije que se pusiera vestido y medias musleras. Cuando estuvo preparada la esperaba sentado en el sofá, allí de pie frente a mí le hice darme la espalda mientras sostenía el vestido levantado, le bajé el tanga, me recreé un rato recorriendo las marcas del cinturón en su piel, entonces sonó el sonido de un envoltorio de plástico abrirse, era una esponja de esas de dos caras, una tipo esponja amarilla y la otra tipo estropajo verde, se la puse con la cara verde hacia arriba dentro del tanga y yo mismo se lo subí. 

- Ya podemos irnos.









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