El inicio de semana siempre es duro, después del fin de semana. Vuelta a los horarios, las rutinas y los madrugones.
Salía del baño, ya vestido para ir a trabajar dispuesto a tomarme el café y me la encontré sentada con cara de sueño, sujetando la taza del desayuno con dos manos y la mirada perdida.
- Empiezas más tarde hoy?
- No, por?
- Mira qué hora es.
- Joder!!!!
Se levantó cómo un resorte, dejando el desayuno a medias, fue hasta el salón cogió el abrigo y el bolso, me dió un beso y salió a toda prisa. Me servi un café, yo aún tenía un rato y cuando iba a darle el primer trago, sonó el timbre varias veces, era ella todo alterada.
- Llévame a trabajar
- Que pasa?
- El puto coche no arranca
- Y eso?
- No sé no soy mecánico, me llevas?
- Pero que le pasa?
- Y yo que sé, le doy a la llave y no hace nada.
- Coge el mío, ahora lo miraré
- Y tú?
- Ya llamaré que me venga alguien a buscar.
- Pffff empezamos bien
- Y déjame tus llaves, que miro a ver qué le pasa.
Intercambiamos llaves y salió de nuevo a toda prisa. Me tomé el café, llamé a un compañero que me pasara a buscar y mientras bajé al parking a ver qué le pasaba al coche. Y nada más poner la llave ya vi que estaba a cero de batería. La desmonté y esperé que pasara mi compañero.
Ya desde el trabajo le envié un mensaje.
- Has llegado a tiempo?
- Que le pasa al coche?
- Batería descargada, no te acuerdas si el último día que lo cogiste, te dejaste algo encendido?
- Ya está, la culpa para mí.
- Nena no estoy diciendo eso, pero bueno es igual, ya cojo una batería nueva y luego la monto.
- Vale, te dejo que tengo trabajo, hasta luego.
Y así quedó la cosa. Por la tarde al salir pasé por la tienda de recambios y compré una batería nueva. Al llegar la monté y al primer golpe de llave motor en marcha. Entonces la escribí.
- Ya está solucionado lo del coche, por cierto pásate por el super cuando venga y tráete algo de fruta que no hay nada.
Me contestó al cabo de un rato con un triste "ok". Yo me fui a dar una ducha y justo cuando salía llegaba, llevaba una bolsa y al levantarla para dejarla sobre la encimera se rompió y naranjas, manzanas y peras empezaron a rodar por la cocina, sin querer se me escapó una carcajada.
- Te hace gracia? pues no la tiene, no sé qué cojones te ríes.
- Bueno... cómo venimos.
- Vengo cómo me sale del coño. En vez de reirte podrías ayudarme.
- Tranquilízate nena y no me hables así que yo no tengo la culpa de lo que te pasado.
En ese momento metió la mano en el bolso y sacó el paquete de tabaco... vacío. Lo estrujó con rabia.
- Joder y encima sin tabaco.
- No pasa nada yo tengo.
- Pues dame un cigarro.
Le di el paquete y lo cogió haciendo la intención de salir.
- Dónde vas?
- A la terraza a fumar.
- Recoge esto antes.
- Aparta
Intentó pasar pero no la dejé y le repetí.
- Recoge esto y tranquilízate.
- Cuando fume.
- No, ahora!!!!
Caso omiso, seguía intentando pasar y yo cerrándole el pasos hasta que terminó mi paciencia. La cogí de la oreja y le solté un par de azotes que la hicieron saltar.
- Se acabó la tonteria, no te tranquilizas tú, pues te tranquilizaré yo.
La llevé de la oreja por todo el pasillo, hasta el comedor, soltándole algún que otro azote por el camino. Hasta el rincón y allí al soltarla unos cuantos más de pie.
- Ahí quieta hasta que te tranquilices. Me has entendido? Cómo muevas la nariz de la pared, no te sientas en una semana.
Al terminar la advertencia se llevó tres o cuatro azotes más y ahí la dejé, me fui a la cocina y recogí el estropicio. De vuelta cogí la cuchara de madera de olivo, me la puse en el bolsillo de atrás y me fui al comedor. Me senté y la llamé.
- Ven aquí
Se acercó ya más tranquila y sin humos. Hizo el gesto de sentarse.
- Te he dicho que te podías sentar?
- No
- Entonces? Venga suelta, que te pasa.
- Pues que me ha dado mucha rabia que te pongas a reír, he tenido un día de mierda, sabes?
- Que ha pasado?
- Pues lo del coche, mal ambiente en el trabajo, en fin da igual un día para olvidar y encima llegó y en vez de apoyo, te ríes de mí.
- Venga va no dramatices, que tú te hubieras reído más. El coche ya lo tienes solucionado, que tu jefa es inútil ya lo sabemos y no podemos cambiarlo y lo demás tonterías sin más. Vale la pena ponerse así por eso? Mírame a lo ojos y contesta. Vale la pena?
- No
- Entonces?
- Lo siento.
- Nena puedo entender que hayas tenido un día tonto, pero no voy a tolerar que lo pagues conmigo. Está claro?
- Si, lo siento tienes razón, no tienes culpa.
- La próxima vez cuenta hasta diez o hasta cien, ahora ponte en mis rodillas.
- Joder Santi...
Di un golpe de autoridad, y de tirón la puse yo en mi regazo o mejor dicho sobre mi pierna izquierda, la derecha por encima de las suyas y bien sujeta de la cintura.
- Lo dicho la próxima vez coge aire y cuenta a cien.
Mi mano empezó a caer sobre el pantalón negro del uniforme de trabajo, con ganas y aunque algo debía amortigüar, no es lo mismo que unos vaqueros.
- Que crees? Que mi día ha sido mejor? Y encima me ha dado tiempo de ir a buscarte una batería y cambiarla, así que imagina si me preocupo por ti.
Durante unos cinco minutos estuve calentándole el culo por encima del pantalón, hasta que me cansé.
- Levanta
Se levantó frente a mí, ahí junté las piernas. Si decir nada con decisión y firmeza metí los dedos por la cintura del pantalón se lo desabroché y tiré para abajo, hasta que cayó enrollado en sus tobillos y después mismo destino para el tanga.
- Ponte
- Pfffffffff
Otra vez tuve que usar la fuerza, sin resistencia pero tirón seco y a mi regazo. Ajusté bien la posición y empezaron a llover le palmadas sobre el culo desnudo. Cómo cambia el sonido de una azotaina, cuando pasa a ser piel contra piel, es un sonido embriagador y excitante, eso hace que de forma inconsciente, dejándome llevar por el sonido vaya aumentando el ritmo, a la vez que su piel se enrojece más y más y empieza a irradiar calor. También es sorprendente la rendición, ya no se mueve, ni se queja simplemente absorbe cada palmada, hasta que me detengo y empiezo a acariciarle las nalgas, tienen ese tacto especial rojas, calientes y con la piel cómo erizada. Al cesar los azotes se hace el silencio, en el que sólo se escuchan su respiración y la mía. Hasta que dejo de acariciarla, me inclino un poco hacia delante y cojo la cuchara del bolsillo trasero.
Al sentirla pasearse por sus nalgas una ligera queja, callada con un toque de cuchara.
- Te lo has ganado a pulso.
Vuelvo a cogerla con firmeza de la cintura, levantándola un poco y la cuchara empieza a castigarle la piel desnuda. Tiene poco mango, pero es densa y precisa, voy alternando mejillas un ritmo de cuatro o cinco azotes en la misma mejilla antes de cambiar. No estoy enfadado, pero su actitud merece una reacción contundente y poco a poco, la cuchara va dibujando una serie de pequeños círculos sobre todo en la parte inferior de sus nalgas, dónde más insisto. Se que el momento de detenerme me lo marcará ella, cuando empiece a poner duros los glúteos, es que el dolor empieza a ser intenso. Pero no me detengo a la primera, espero que se relaje otra vez y sigo, ni a la segunda, sólo cuando se pone defensiva al primer toque, es el momento de parar.
Dejo la cuchara, pero no la acaricio de momento. Tiene que sentir el efecto del castigo vivo un rato. La mantengo en mi regazo, sin hacer nada. Minutos después la hago levantarse.
La miró su cara me transmite por una parte vergüenza, pero por otra calma y paz. Me levantó la cojo del brazo por encima del codo y la acompaño al rincón, en sus tobillos el lío del pantalón y el tanga hacen que camine torpemente. En la otra mano llevo aún la cuchara. En el rincón le digo que ponga las manos sobre la cabeza y la nariz tocando la pared. Entonces le doy unos toquecitos con la cuchara en la cara interna de los muslos.
- Abre las piernas.
Lo hace, lo que da el pantalón en sus tobillos, le pongo la cuchara por encima de las rodillas, la aguanto y le digo.
- Cierra las piernas.
Hasta que con las piernas sujeta la cuchara.
- Ahí quita hasta que te llame y si se te cae la cuchara, ración extra.
La dejó, ahí expuesta, incómoda, avergonzada y con el culo ardiendo. Fui a por una cerveza y me senté a mirarla, hasta que creí que ya era suficiente. Me levanté, le cogí la cuchara y le dije.
- Venga va vete a poner el pijama y coge la crema.
Salí un momento a la terraza a fumar, cuando entré, me encontré una escena que no esperaba.
Ella volvía a tener el pantalón del pijama en los tobillos, estaba medio recostada en el sofá con los ojos cerrados y su mano jugueteaba traviesa entre sus piernas.
- Que haces?
- Tu tienes la culpa, me vuelves loca cuando te pones así de recto, y el calor del culo se ha extendido...
Sonreí y no dije nada me arrodillé entre sus piernas le di un beso a lado y lado de los muslos y otro quitándole las manos en el coño, antes de darle un lametón entre los labios jugosos.
Y así terminó ese día tonto.

Cuanto juego dá un mal día jaja, gracias por el esfuerzo del post.
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