Reina un silencio absoluto en casa, la tele está apagada y sólo está encendida la lámpara de la mesilla, es un silencio tenso, que huele a deseo, yo estoy sentado en el sofá en mis manos, crimen y castigo de Dostoyevski, por enésima vez y nunca me canso. Dejo el libro en mi regazo un momento y miro hacía la esquina allí estás, la nariz pegada a la esquina, el cuerpo ligeramente inclinado hacía delante, el pantalón del pijama en los tobillos y en la medio penumbra suavemente iluminada por la lámpara de pie, tu culo brilla de un rojo vivo, intenso y que da la sensación de calor. Me levanto y caminó hacía ti inmóvil, puedo escuchar tu respiración y puedo intuir tu humedad resbalando por tus muslos. Mientras camino pienso y recuerdo un par de horas antes, cuando llegaste.
- Hola!!!
- Hola ¿ Que tal el día?
- Cansada, menos mal que es viernes ya ¿Y tú?
- Cansado también.
- Me voy a dar una ducha y ponerme cómoda.
- Muy bien, yo acabo de llegar, voy a relajarme un rato y luego hago lo mismo.
Se fue a la habitación y se metió en el baño, yo fui a buscar una cerveza fría y me senté, mi ritual de después de trabajar. Había sido una semana dura y uno de los motivos era que después de la última estaba castigada. A comportamiento infantil, trato infantil para compensar y eso incluía; Del trabajo a casa y de casa al trabajo, nada de series, de hecho nada de tele y nada de placer adulto durante la semana. Lo cual costó más de una y dos discusiones, zanjadas con la amenaza de alargar el castigo tras una buena azotaina, amenaza que suele funcionar los primeros días, cuando aún el culo puede sentir los efectos de la última visita a mis rodillas y recordar fresco el efecto del temible cepillo, pero el tiempo todo lo cura y el recuerdo se desvanece y entonces vuelve a nacer la temeridad.
Cogí el libro mientras esperaba que saliera del baño, apareció sólo con el albornoz puesto, con ese olor a recién salida de la ducha.
- ¿No te pones el pijama?
- Después, estoy muy a gusto así. Voy a por una cervecita ¿Quieres otra?
- Vale, pero tú agua, ya sabes...
- Pffffff es viernes ya....
- Por eso, te quedan 5 horas, no lo estropees ahora...
- Pues paso, si quieres te la vas a buscar tú.
- Yo lo que voy a hacer es darme una ducha
- Vale - me contestó de morros-
Me levanté, fui a por ropa y me metí en el baño. Dispuesto a darme una larga y relajante ducha.
Estaba bajo el agua caliente, pensando en que igual si debía levantarle ya el castigo, cuando escuché abrirse la puerta a través de la mampara enterada por el vapor, vi su silueta y como dejaba caer el albornoz en el suelo, para entrar en la ducha.
- ¿Que haces aquí?
- Me he quedado con ganas de ducha.
Se acercó a mí y sin darme tiempo a reaccionar su mano empezó a frotar mi entrepierna, mientras me susurraba:
- No me creo, que tú tampoco te mueras de ganas.
Entonces se arrodilló con la intención de empezar algo, y sí en ese momento me hubiera dejado llevar, pero ceder hubiera sido un error, la levanté.
- No puedes tenerlo todo, te he dicho antes que te quedaban unas pocas horas y acabas de conseguir, que aún esté más convencido de la necesidad de que cumplas el castigo hasta el final. Así que déjame ducharme tranquilo.
No contestó, salió visiblemente molesta, cerrando la puerta del baño de un sonoro portazo, me lo tomé con calma, después ya tendríamos una conversación muy seria.
Cuando salí, fui a la cocina a por mí cerveza, mi sorpresa fue ver que no estaba en el comedor, me fui para la habitación y allí estaba desnuda sobre la cama.
- ¿Que haces desnuda?
- ¿ También tengo prohibido eso?
- No
- Pues entonces lo que me da la gana.
- Ponte el pijama y ven que tenemos que hablar....
- ¿De qué?
- Tienes cinco minutos si tengo que venir a buscarte, te prometo que te vas a aburrir mucho.
Cerré la puerta y me fui, me senté, me abrí la cerveza y esperé pendiente del reloj, cuando ya iba a levantarme se presentó con el pijama puesto, y se quedó apoyada en la mesa cruzada de brazos.
- Ven aquí
Protestó y se acercó.
- Mira nena, por un momento he dudado en levantarte el castigo antes de hora, pero ya veo que no, tienes que aprender que no siempre te puedes salir con la tuya, así que unas horitas más serán muy beneficiosas para tu actitud que una semana casi después, vuelve a ser impropia. Es más como te veo tensa coge el libro, ya sabes cuál, te sientas y empiezas a copiar a ver si así te relajas.
- Pero ¿por qué? ¿Que he hecho ahora?
- ¿ Me lo estás preguntando en serio?
- Si, no he hecho nada
- ¿No? Te has comportado como una adolescente caprichosa y codiciosa, que cree que lo puede tener todo y cuando ve que no, coge una pataleta. Así que tienes un minuto para coger el libro y empezar a copiar y te prometo que si sigues con esa actitud, no te vas a levantar de la silla hasta medianoche ¿Te queda claro?
Se dio media vuelta, cogió el libro de la estantería, lo tiró en la mesa y se sentó.
- ¿Dónde piensas copiar, en la mesa?
No me contestó, de hecho me ignoró, le di un tiempo, pensando que debía gestionar la frustración, pero pasaban los minutos y no reaccionaba a la vez que empezaba a impacientarme, hasta llegar a la conclusión que la única manera era una.
Me levanté, me fui hacia ella y la cogí de la oreja haciendo que se levantase.
- Ya veo cómo va a terminar esto, tu misma, luego no te quejes es lo que has querido.
Sin soltarla fui a buscar el cuaderno y un bolígrafo los dejé sobre la mesa y sin soltarla le di media docena de azotes, al terminar de un tirón, le bajé el pantalón del pijama y le dije.
- Siéntate y copia, que luego ya me ocuparé de tu culo.
La solté y me senté en el sofá, estuvo un rato de pie frotándose la oreja y el culo, hasta que se sentó y empezó a copiar.
Un cuarto de hora más tarde la llamé.
- Deja eso y ven aquí.
Rechistó, pero se levantó y se acercó, de pie frente a mí, con el pantalón del pijama en los tobillos y la manos tras la espalda.
- Te quedaban unas pocas horas, pero has decido estropearlo todo, eso me hace pensar que igual, la semana pasada no te quedó muy claro y que una dosis de recuerdo te irá muy bien.
Alargué la mano para cogerla del brazo y con firmeza guiarla a mis rodillas. Mientras terminaba de colocarla, le decía.
- Ahhh y las pataletas con portazos es una manía que también pienso quitarte, cueste lo que cueste.
Bien sujeta por la cintura, mi mano empezó a caer sobre su piel desnuda, los primeros veinte o treinta hicieron que se moviera y protestase, a partir de ahí se rindió y empecé a apuntar bien y coger un buen ritmo, mientras le recordaba que no se podía tener todo y que su comportamiento y el castigo también me afectaban a mi.
En la posición otk y usando la mano, todo es embriagador, el sonido, el tacto, cómo el calor se irradia a la mano, la vista, el color subiendo de tono, expuesta, infantil, castigada, avergonzada...tras un largo rato de trabajarle el culo con la mano y cuando ya estaba rojo intenso y uniforme paré.
La hice levantarse, puse un cojín sobre el brazo del sofá y la hice colocarse en mi segunda posición favorita. El brazo del sofá parece diseñado por alguna mente perversa.
Cuándo estuvo fui a la habitación, abrí la puerta del armario y cogí un sacudidor de alfombras, hecho de mimbre, pequeño, el mango media un par de palmos, pero muy eficaz. Luego fui al baño y cogí su lápiz de labios rojo pasión.
Al volver a entrar dejé el sacudidor sobre su espalda destapé el lápiz de labios y escribí una c en cada nalga, la de codicia y la de castigo, al terminar tapé de nuevo el lápiz y tomé el sacudidor. Jugué un poco con el pasándolo por su piel caliente y sensible, por los muslos e incluso con el perfil entre sus piernas. Hasta que empecé a azotarla con él, también emite un sonido muy especial una especie de silbido que termina en un impacto que también suena diferente a otros instrumentos, los azotes fueron cayendo rítmicamente, no dije número, el color del lápiz de labios era la guía, el objetivo que el color de su piel alcanzara el rojo pasión del lápiz labial.
No lo conseguí pero casi, tras unos cincuenta azotes paré. La hice levantarse y la llevé hasta la esquina, manos detrás de la espalda, espalda inclinada y nariz pegada a la pared. Entonces me puse a leer, hasta que levanté la vista, momento en el que cogí el sacudidor puse el mango entre sus nalgas, para volver a sentarme y continuar leyendo.
Pronto sería hora de cenar, así que fui a buscar el aceite de coco y una toalla, los dejé en el brazo del sofá y la fui a buscar, le quité el sacudidor, lo dejé sobre la mesa, de la mano la llevé hasta el sofá, me senté cogí la toalla, la puse en mis piernas y de nuevo tumbada en mi regazo, un chorrito de aceite en cada nalga y empecé a extenderlo, entre algún suspiro de alivio, tras un rato de sobarle el culo castigado, mis dedos exploraron entre sus piernas, dos de ellos acabaron dentro de su sexo, presionando las crestas sensibles de dentro del coño, entrando y saliendo cada vez más rápido a la vez que hacían una ligera presión, leyendo cada reacción, pero cuando estaba a punto de llegar a ese punto de no retorno, dónde el orgasmo es inevitable paré.
- Aún te quedan 3 horas...Y mientras preparo la cena, te sientas en la mesa y sigues copiando.
Le di un par de azotes, cómo señal y esperé que se levantase, lo hizo, se sentó sobre la fría y dura silla y empezó a copiar hasta que cenamos.
Después de cenar, repetí el juego, a mis rodillas, aceite y llevarla hasta casi el orgasmo sin culminar, y de nuevo a copiar, sólo cuando ya el reloj marcaba más de medianoche, y estaba de nuevo en mis rodillas, con mis dedos le arranqué un orgasmo.
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