sábado, 15 de enero de 2022

Nieve caliente.

 




La época que va desde Navidad a Semana Santa, suele hacerse muy larga, sin festivos en medio y coincidiendo con los días más fríos del año. Así que decidimos escaparnos un fin de semana, para desconectar. Nos dejaban una casa de pueblo cerca de Covaleda, en plena Sierra de Urbión, en Soria, y a pesar del frío que seguro encontrábamos, no nos lo pensamos. 

Salimos el viernes después de comer, no nos dió tiempo a mucho ese día. Viaje, instalarnos y descansar. Teníamos todo el sábado por delante. Amaneció menos frío pero nublado, mientras ella preparaba las mochilas para hacer una ruta, yo fui a hacer algo de compra con el coche para pasar la noche y desayunar al día siguiente. Y cuando el día hubo levantado algo, cogimos las mochilas, nos calzamos las botas y salimos de ruta, por los bosques de pino, a disfrutar de la naturaleza.

Sobre medio día empezó a nevar, primero suavemente, pero enseguida empezó a caer una nevada copiosa y la nieve a cuajar, lo más prudente era abortar la ruta y volver. Aún así cuando llegamos había ya un palmo de nieve en el pueblo y seguía cayendo.

Entramos en la casa, la típica casa de pueblo de piedra, madera y adobe. En la planta baja había cómo dos salas, una que hacía Blas veces de recibidor y que daba acceso a una gran sala que era cocina y comedor a la vez, con una enorme chimenea, esa sala daba a un patio interior, con un porche una mesa y bancos. En el piso de arriba estaban las habitaciones y un enorme baño. 

Nada más entrar nos quitamos las botas y los abrigos, había dejado la calefacción puesta y la temperatura era muy agradable. Pasamos a la sala de la chimenea y ella se tiró en el sofá ocupándome todo, poniéndose una manta en los pies. Yo salí un momento al patio y volví con un puñado de leña, que dejé junto a la chimenea. Y empecé el ritual de encender la chimenea. 

- Joder no hay cobertura

- No me extraña con la que está cayendo.

- Que putada quería enviarle las fotos a María.

Se levantó y empezó a moverse buscando cobertura.

- Igual arriba 

Los peldaños de madera crujieron al ritmo de sus pasos. La escuchaba caminar por el suelo de madera, mientras yo soplaba intentando que el fuego se avivara. Cuando volvió a bajar, ya chisporroteaban tres grandes astillas de madera.

- Bueno esto ya está y deja el teléfono en cuanto pase la nevada seguro que vuelve la cobertura.

- Ahora, ahora....

Estaba apoyada en la puerta que daba al patio. 

- Joder no carga...

- Es que chica si hay poca cobertura las fotos pesan mucho, ya lo harás cabezona!!!!

Se le dije en plan jocoso, sin mala intención y su reacción fue tirarme el móvil, que cogí al vuelo.

- Se puede saber qué haces?

- Y tu? Yo no te ha faltado al respeto.

- No? Te parece que tirarme el teléfono no es faltar al respeto, si lo sé dejo que se estampe contra la chimenea. 

- Total sin cobertura no sirve de nada.

- Que te ha dado con la puñetera cobertura? Mejor si no hay así desconectamos. 

Me metí el teléfono en el bolsillo.

- Devuélveme el teléfono. 

- No, otra vez te lo pensarás dos veces antes de sacar la furia. Cuando estemos en casa ya te lo devolveré.

- Que te lo crees tú?

Se acercó con la intención de cogerme el teléfono, pero no la dejé. 

- Es mi teléfono joder!!!!

- Si no lo llego a coger al vuelo, no tienes teléfono, así que confiscado. 

Entonces cogió un atizador de la chimenea y le dió un golpe a la leña haciendo saltar un montón de chispas. 

- Hasta aquí hemos llegado. 

La cogí del brazo y empecé a soltarle azotes con ganas apuntando al culo y los muslos, que la hicieron saltar. 

-  Se acabó la tonteria. Aquí quietecita hasta que te tranquilices. 

La puse a un lado de la chimenea mirando la pared.

- Pon las manos en la espalda!!!!

Al hacerlo se llevó un docena más de azotes con la mano mirando la pared. 

- Y ahora cuando te calmes vamos a hablar muy en serio.

La dejé me fui a buscar una cerveza y me senté a mirar el fuego. Durante un rato estuvo en silencio, hasta que de repente, dijo.

- Devuélvemelo!!!

Levanté la vista y se había dado la vuelta de brazos cruzados. La miré y con voz suave le dije:

- Nena vale ya 

- Es mi teléfono joder.

- No habérmelo tirado.

- Es mío hago con el lo que quiero.

- Cuando me afectas a mí no. 

En ese momento saqué el teléfono del bolsillo mostrándoselo.

- Lo ves, pues no lo voy a llevar encima todo el rato, ni lo voy a esconder.

Me levanté y me fui a la repisa de encima de la chimenea. 

- Lo voy a dejar aquí, eso sí sólo vas a mirarlo si te portas bien y te doy permiso, está claro? Y date la vuelta y ponte a mirar un rato la pared en silencio a ver si te calmas, estamos?

- No puedes quitarme el teléfono

- Ya ves que si puedo y no te lo voy a decir más cuenta las piedras cara a la pared!!!

- Pues dame el teléfono. 

Y ya se acabó la paciencia, me fui para ella y la cogí de la oreja tirando para el sofá.

- Sueltas me haces daño!!!

- Si colaboras  será más fácil.

Con firmeza me fui hasta el sofá, la solté para sentarme y se quedó de pié con la mano en la oreja. 

- Tranquila que te aseguro que en un rato no te acordarás de la oreja. Ponte en mis rodillas.

- Pero por qué?

- Aún tienes la cara de preguntar?

Tirón y a mis rodillas, no se resistió más que de voz eso sí no paraba de quejarse e insistir con el puñetero teléfono, hasta que empecé a azotarla con más ganas que nunca y cuándo hubo recibido unos cuantos se quedó callada por fin. Generalmente empezaba de forma progresiva e iba aumentando con el tiempo, pero aquel día no, desde el principio mi mano se estrellaba contra su culo rápido y con toda la intensidad que podía, eso hizo que en poco rato me cansara, además las gruesas mallas térmicas que llevaba. Sin darle tiempo a nada.

- Levanta. 

Se levantó y empezó a frotarse el culo.

- Acércate

- Pffff hace frío.

- No te proecupes que te voy a dar calor.

En cuanto la tuve al alcance le bajé las mayas sin prisa hasta los tobillos. Al levantar la vista sorpresa.

- Y esto?

Le dije señalando unas braguitas de algodón a rayas blancas y rosas, que no se correspondían nada con su ropa interior habitual.

- Es que tenía que venir preparada para le frío.

- Bueno te aseguro que no te van a hacer falta.

Y se las bajé hasta los tobillos también. La cogí de la muñeca y la guié otra vez a mis rodillas, nada más ponerse levanté ligeramente mi pierna derecha, usando ese viejo truco de spanker de la pierna derecha apoyada sobre el pie plano y la derecha sobre la punta, elevando un poco más el culo que ya tenía un rosado uniforme. La sujeté de la cintura y mi mano empezó a caer en su piel desnuda. 

La imagen era bucólica, ella en mi regazo con el culo desnudo, el sonido de los azotes constantes y rítmicos y de fondo las llamas de la chimenea. No tardé mucho en ponérselo bien rojo y me detuve. 

Antes de hacerla levantar le dije:

- Tu actitud de esta tarde es totalmente inaceptable, infantil, impertinente, insolente y desafiante, no lo voy a permitir, así que el mensaje va a ser claro y sin lugar a dudas. Ahora te vas a levantar, vas a subir arriba y me vas a bajar el cinturón marrón y el cepillo. 

Le di un par de azotes antes que se levantará.

- Vamos, o se te va a enfriar el culo. 

Se levantó, ya no hubo protestas no desafíos, simplemente se dió media vuelta y caminó hasta la escalera, yo la seguí con la vista, la imagen de verla subir las escaleras con los leggins y las braguitas en los tobillos y su culo bien rojo era muy graciosa. 

Mientras la esperaba enrollé la manta en forma de rulo y la puse sobre el brazo del sofá. 

La escuché bajar, se acercó a mí con el cepillo en una mano y el cinturón doblado en la otra, se los cogí, dejé el cepillo en el sofá y tomé el cinturón, lo desdoblé y lo volví a doblar a mí medida, le indiqué la posición, doblada por encima del brazo del sofá, las piernas juntas y estiradas apoyando solo la punta de los pies en el suelo y el cuerpo descansado en el sofá. El brazo con la manta debajo hacía que el punto más alto de su cuerpo fuera el culo. 

Al colocarse empecé a pasar el cinturón por su piel.

- Estaba pensando en un número, pero se me ocurren números demasiado altos, así que sobre la marcha.

Sonó cómo un trueno el primer azote, el sonido del cuero, seguido de un suspiro. Los azotes fueron cayendo a distintos ritmos, a veces espaciados, otras seguidos y constantes, para volver a espaciarlos. No sé cuántos le cayeron pero más de 50 seguro, dejando grabado en su piel un bonito cuadrado que me cogía casi todas las nalgas de color rojo muy intenso. Dejé el cinturón y pasé mi mano por sus nalgas, muy calientes.

- Joder quema....

- Otro día me vuelves a tirar el teléfono...

- Pffffff 

- Y no creas que te vas a librar del cepillo, sólo que voy a ser bueno y te voy a dejar descansar un rato cara a la pared.

Le di un cachetito en el muslo o lo que es lo mismo la orden de levantarse. 

Se levantó.

- Venga a mirar la pared un rato, ya te avisaré cuando te toque el cepillo.

Se cruzó de brazos, se estaba revelando aún? Entonces vi que había dejado de nevar y se me ocurrió. La cogí del brazo y la llevé hasta la puerta del patio, antes de salir, me agaché y le subí las braguitas y los leggins hasta justo por debajo del culo, abrí la puerta cogiéndola del brazo otra vez caminamos por debajo del porche y justo donde terminaba había un banco cubierto de nieve nueva. 

- Siéntate ahí.

Me miró con cara rara.

- Siéntate y cuando te refresques te espero dentro. 

Me la quedé mirando, cómo sentaba su culo caliente con mucho cuidado sobre la fría nieve que cubría el banco, la primera expresión fue de cierto alivio...

- Te espero dentro tu decides.

Y allí la dejé con su culo fundiendo la nieve del banco.  Entre cogí una silla la puse frente a la chimenea y dejé el cepillo en el suelo.

No tardó en entrar.  Y se fue directa a la chimenea en busca de calor, la dejé un instante pero enseguida la llamé. Se acercó poniendo morritos. 

- No cuela nena, ya sabes dónde te quiero.

Y rendida se puso sobre mis rodillas en la silla. Nada más colocarse empecé a pasarle la mano por ambas nalgas, tenía el culo helado, mojado y eso sí rojo. 

- Voy a ser bueno y te voy a secar a mano, pero cuando termine te pediré el cepillo para terminar.

Empecé a azotarla con la mano, muy progresivamente, el frío ya hacía que los sintiera especialmente dolorosos, hasta que poco a poco su culo se fue secando y entrando en calor. Entonces le pedí el cepillo que estaba a mis pies. Lo cogió y me lo dio. Volví a levantar un poco mi pierna izquierda para dejar bien a mí alcance, la parte dulce del culo, que fue dónde le apliqué una buena dosis de cepillo. Al terminar volvía a tener el culo ardiendo.

- No sé si hacerte ir a sentar otra vez a la nieve.

- Al final me voy a resfriar....

- Si tienes razón, ponte otra vez en el brazo del sofá, que voy a buscar la crema.

Se levantó y yo también, recogí el cinturón y el cepillo, subí a por la crema y algo más. Al bajar volvía a estar sobre el brazo del sofá en posición.

Lo primero que hice fue bajarle las mallas y las braguitas hasta los tobillos otra vez. Y empecé a hacerle un suave masaje con crema en las pobres nalgas. En ello estaba cuando estornudó.

- Ya he hecho bien en cogerlo.

Saqué una cajita metálica de un bolsillo lateral, por el sonido sabía perfectamente que era el estuche del viejo termómetro de cristal. 

- No es cuestión que te resfries nena, así que vamos a comprobar, si coloboras será más fácil.

Ese colaborar significaba, que ella debía mantener separadas con sus manos las nalgas y exponerse lo más posible. Lo hizo, lubriqué un poco el termómetro, lo agité y llevé la punta despacio a su culo, al notar el cristal duro y frío se contrajo un poco, esperé que se relajara y el termómetro entró en su recto. Mientras esperaba me dio por llevar mis dedos a su coño y descubrir lo mojada que estaba.

- Mmmm cómo estamos no?

Su respuesta fue un suspiro, y mis dedos empezaron a moverse jugando en su sexo. Sin dejar de hacerlo, le quité el termómetro.

- Pues no tienes fiebre es sólo calor local y para eso tengo vacuna.

Mi mano dejó su coño, para desabrocharme el pantalón, bajarme el bóxer, guiar mi polla a su coño,  y follármela allí en el brazo del sofá con el culo en llamas, cómo las de la chimenea. 

Y ya no paramos de jugar el resto de la tarde, no podíamos hacer otra cosa, del teléfono ni se acordó.












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