La travesura pre-navideña había sido de las grandes y no iba a quedar en el olvido tan fácilmente. Tal y cómo le dije el día del severo castigo, se iba a pasar las navidades castigada y aprovechando que yo también tenía vacaciones idee un castigo diario.
Así que cada tarde después de comer, en vez de siesta o sofá, manta y tele. Tenía que ir a mi despacho y durante una hora copiar página a página: " el éxtasis de Santa Teresa" una magnífica obra con múltiples dobles lecturas. Además para hacerlo más ritual, antes debía cambiarse y ponerse la faldita escocesa, algo que yo sabía que aún aumentaba más esa parte ritual. Al terminar yo revisaba lo copiado, que tenía que estar en buena letra, sin faltas y con un texto copiado parecido siempre, si creía que había copiado menos cantidad de texto, se ganaba media hora más de seguir copiando. Por supuesto en todo momento la puerta del despacho permanecía abierta. Y sólo se libraría del castigo los días 25 de Diciembre y 1 y 6 de Enero.
Era el día 29, terminamos de comer y siempre le daba un tiempo de descanso, pasado el cual, la enviaba al despacho a cumplir el castigo.
- Nena ve a cambiarte, que es la hora.
- Puffff....
- Puffff, qué?
- Que ya son días, podrías ser un poco tolerante.
- Anda y tira que no cuela, ya deberías saber que cuando te anuncio un castigo se cumple siempre.
Se levantó rechistando, sólo entendí la parte que dijo:
- Y encima la puñetera falda...
Pero rechistando eso sí todo el rato, se fue a la habitación y la vi salir camino del despacho, con esa faldita a cuadros escoceses y meterse en el despacho.
Yo me quedé medio adormilado viendo la tele, hasta que sonó la alarma de mi teléfono y me despertó de mi sopor de tarde. Me levanté y fui al despacho. Allí estaba sentada con la libreta y el libro y la mirada perdida. Al entrar es cómo si yo también la hubiera despertado de la siesta. Cogí la libreta y vi que había copiado.
" Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal (26), lo que no suelo ver sino por maravilla (…). Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos (29), y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento".
- Esto? En una hora?
- Pufff es que me duele la cabeza...
- Vas a tener que estar un tiempo extra copiando.
- Santi...de verdad me duele la cabeza.
De repente sentí la vibración de un teléfono, dos toques de vibración. Evidentemente tenía prohibido llevarse el teléfono al despacho durante el castigo.
- Que ha sido eso?
- El que?
- Nena no me tomes el pelo. Dónde está tu teléfono?
- No sé en la habitación o en el comedor.
Ya vi en su cara, que me la estaba intentando dar con queso, llevé la mano y mi bolsillo saqué mi teléfono y marqué su número y la vibración era evidente y su cara roja también. Colgué.
- Levanta de la silla
Se levantó y no estaba el teléfono, pero la vibración venía de ahí. Con calma me senté.
- Levántate la falda
- Pero por qué? !!!!!
Cachete en el muslo y sus manos se fueron a la falda y la levantaron. Lo primero que me llamó la atención, era que había debajo, un culotte de lycra negro de estos de hacer deporte. La miré negando con la cabeza. Meti los dedos en la cintura del culotte y nada más empezar a bajarlo apareció ahí oculto el teléfono. Lo cogí y lo dejé en la mesa, para seguir bajándole el culotte hasta por encima de las rodillas. La miré.
- Así que te dolía la cabeza, pues yo tengo una solución muy eficaz para eso, que el culo te duela más.
La cogí de la mano la llevé al lado derecho de mis piernas y la "invité" a tumbarse en mi regazo. Nada más hacerlo le levanté la falda y la enrolle sin prisa sobre su propia cintura.
- Desde el día aquel que no te zurraba verdad?
- Si
- Ya veo que siete días son muchos días.
Con el brazo izquierdo la agarré con fuerza de la cintura y empecé a azotarla a mano directamente sobre el culo desnudo. Azotes rítmicos y constantes alternando nalga y nalga, que no se detuvieron hasta ponérselo ya con un buen color oro entre el rosa y el rojo. Entonces paré un momento.
- Pensabas que me la ibas a dar? O entiendo que tenías ganas de cobrar hoy?
No dijo nada, en esa posición si es en la cama o en el sofá, el culo queda levantado pero relajado, en cambio sobre una silla, queda más tenso y más levantado. Cuando seguí con la azotaina, el ritmo era mucho más rápido, intenso y caótico, insistiendo con varias palmadas en la misma nalga antes de cambiar. Estuve un largo rato y cuando digo largo, es largo, paré porque empezaba a picarme a mi la mano.
- No es justo que te duela más a mi que a ti. Levanta.
Se levantó, al hacerlo la falda cayó por delante. Yo también me levanté. Aparté la silla.
- Codos apoyados en la mesa, manos planas también, quiero ver ese culo bien presentado.
No dijo nada, obedeció. Antes que nada por el movimiento la falda se había movido algo, así que volví a enrollarla bien sobre su propia cintura. Antes de ir al cajón y sacar de el la regla de madera de 60 cm. La dejé sobre su espalda horizontal un momento, cogí el libro y lo puse frente a su cara abierto por una página y le dije.
- Empieza a leer con el primer azote y no pares de leer, hasta que no pare yo de azotarte.
Cogí la regla de su espalda. Se la pasé varias veces por el culo rojo ya, calculando bien el gesto y "plaffff" sonó el primer azote impactando en su piel, esperé un instante, hasta escuchar:
- Acá no hay sentir (uffff), sino gozar sin entender lo que se goza(Pffff). Entiéndese que se goza un bien(pfff), adonde junto se encierran todos los bienes (Pffff), más no se comprende este bien (pfff). Ocúpanse todos los sentidos en este gozo(Pffff), de manera que no queda ninguno desocupado para poder ocuparse en otra cosa exterior ni interiormente(Pfffff).
Cada suspiro era un azote y ahí hice una pausa, dejé la regla sobre su espalda otra vez y pasé toda mi mano por sus nalgas calientes. Ella paró de leer. Hasta que cogí la regla otra vez y le dije:
- Sigue leyendo alto y claro.
- Querría saber declarar( Pffff), con el favor de Dios (Pffff), la diferencia que hay de unión o arrobamiento o elevamiento (Pffff), o vuelo que llaman de espíritu o arrebatamiento, que todo es uno(Pfffff). Digo que estos diferentes nombres son la misma cosa y también se llama éxtasis (Pfffffffff).
Este segundo párrafo, los azotes fueron más intensos.
Volví a poner la regla sobre su espalda, pero está vez no acaricié su culo, simplemente pasé mi mano por su coño y sonreí.
- No te muevas, ahora vuelvo.
La dejé allí, fui a la cocina, directo a la nevera, abrí el cajón de la fruta y allí estaba en una bolsa una buen raíz de jengibre que debía estar ya bien madura. Seleccioné el tallo, más grueso y más largo, del grosor de mi pulgar y la largada del dedo corazón. Lo pelé, le di forma de bala, con un tope y con el me fui hasta el despacho.
Al entrar le quité la regla, que era mi testigo que no se movía.
-Apoya el pecho en la mesa.
Lo hizo.
- Las manos a las nalgas.
Ahí ya suspiró, sabía perfectamente cuál era la siguiente orden.
- Sepárame bien esas nalgas traviesas.
Le di su tiempo, hasta que lo hizo, entonces llevé la punta del jengibre a su estrecho y oculto agujero, lo paseé varias veces alrededor de él, hasta que empecé a hacer presión lenta y constante y fue entrando despacio, unos diez centímetros. Entonces le quité las manos, la ayudé a incorporarse. Cogí la silla, la puse frente a la mesa.
- Siéntate.
Me quedé mirando cómo se sentaba con absoluta dulzura y su cara al contactar su piel castigada con el asiento áspero de la silla. No tardaría mucho en hacer efecto el jengibre y el escozor que sentía por fuera también lo sentiría por dentro, y entonces le dije:
- Copia la página que has leído, cuando te azotaba, cuando estés vienes al salón con ella.
Ni diez minutos más tarde apareció en el salón, se la hice leer otra vez en voz alta frente a mí. También en esta segunda lectura hubieron muchos suspiros, esta vez era el jengibre.
Cuando terminó, le cogí la libreta, la dejé en el brazo del sofá, me levanté, la cogí de la mano y la llevé a la habitación. Allí la hice tumbarse boca abajo en la cama. Me senté a su lado y empecé a acariciarle las nalgas, que eran un mapa de distintas marcas, entonces le saqué el jengibre y suspiró aunque sus efectos aún durarían unos minutos más. Mi mano lentamente fue desviándose hasta su coño.
- Mmmm necesitas algo?
- Si
- Que necesitas
- Que me folles – su voz era de excitación animal
-¿Has sido una chica mala y quieres que te folle?
-Sí. Duro, como a las chicas malas
No tuvo que pedírmelo dos veces, nada me excita a mí tampoco más que follarmela así, tumbada totalmente boca abajo y con el culo rojo y caliente.

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