sábado, 21 de agosto de 2021

Verbalizar.

 






La disciplina erótica es un juego, pero un juego al que se le puede sacar partido, real y tangible si se quiere obviamente. Algo que nos cuesta mucho a las personas es verbalizar esos pequeños errores del día a día que nos acaban afectando. No me estoy referiendo a temas de pareja, yo creo que un relación, hay temas que siempre se deben abordar desde un plano de igualdad y madurez, no cómo un juego. Me estoy referiendo sobre todo a gestionar la culpa y la frustración para con uno mismo y todos sabemos que nuestro peor juez y más cruel es nuestra  propia conciencia. A veces verbalizarlas ante un tercero, ayuda y mucho a no entrar en el bucle de la culpa y la frustración y una de las formas más eficaces para verbalizar es escribir y luego leer en voz alta y ante un testigo tu propia conciencia.

Os voy a contar, como empecé a jugar con este eficaz método.

La llegada del calor infernal y más cuando es de sopetón, nos suele sumir a todos en unos días de apatía e incluso malhumor, esa sensación incómoda, de la que no te puedes librar, hasta que no cae la noche, noche corta por cierto. Aquel año ya había sido muy raro en todos los aspectos, pandemia, encierros, restricciones....eso pasa factura y encima en apenas un par de semanas habíamos pasado de una primavera  muy suave al más rabioso verano. Todo eso se plasmo en unos días de un comportamiento insopotable, hasta que decidí tomar cartas en el asunto. Una tarde tras una discusión tonta, en la que claramente me buscó, buscó una reacción, le dije.

-Mañana, cuando llegue a casa, quiero un texto escrito sobre tu comportamiento y tu actitud de los últimos días y te advierto, si cuando llegue no lo has hecho, lo harás  de pie, porque va a ser imposible que te sientes.

Cuando se lo dije siguió un rato discutiendo con ella misma, lo cual no hacía más que sumar puntos a su más que previsible castigo. Pero también sabía que enfriar un poco, le vendría bien.

Al día siguiente todo fue normal, desayunamos juntos, nos fuimos a trabajar y antes de  irme le repetí.


-Espero no te olvides de los deberes.


Cuando llega el calor mi jornada laboral es intensiva, así que llego a casa antes, es imposible aguantar a jornada  partida. Así que llegué a casa pronto, ella también estaba ya en casa, le dí un beso y me fui directo a darme un ducha refrescante, la necesitaba. Al salir ella se había cambiado también, llevaba sólo una camiseta y una braguita, estaba descalza. No me ande con rodeos, al grano.

-¿Has hecho eso?

-No me ha dado tiempo.

-Vale, voy a al despacho a hacer unas cosas, en  un cuarto de hora, te quiero allí, con el texto escrito y que no te tenga que venir a buscar ¿Está claro?

Suspiró, dijo un "sí" no muy convincente y la dejé. Cuando entré en el despacho, únicamente preparé lo que creía que iba a usar y esperé que pasara el tiempo.

Puntualmente, un cuarto de hora más tarde abrió la puerta del despacho y allí me encontró, sentado frente a la mesa, en un taburete tipo bar, con el asiento redondo y alto, que no hacía presagiar nada bueno para su culo. Se acercó despacio y me dio sonrojada una hoja cuadriculada de un cuaderno, dónde había escrito un pequeño texto, se la cogí , lo leí y al terminar se la dí y le dije:

-Lee en voz alta.

Aún se sonrojó más, cogió la hoja, bajó la mirada y empezó a leer, con la cabeza baja, la voz siempre sale más dulce e infantil, sólo por la propia posición de la garganta.


-Sé que llevo unos días volviendo a las andadas, posponiendo las cosas hasta última hora, con lo que luego me agobio y tengo malhumor. No he cumplido con algunas de las tareas que me tocan, estoy irritable y susceptible. Sé que no es excusa, pero el calor me está afectando y te prometo cambiar mi actitud...

Dobló la hoja timidamente, juntó sus manos por delante como una niña, que está siendo regañada. La miré y le dije.

-Bueno, que sepas que el calor, no es algo que sólo te afecte a ti, nos afecta a todos, así que no me sirve de excusa, aunque por otra parte es bueno que verbalices tus errores y lo tendré en cuenta, pero creo necesario y urgente, disciplinarte como dios manda y espero que no caiga en saco roto y ver un cambio de actitud desde este momento. Así que no vamos a darle más vueltas ponte en posición (en ese momento me di unos golpecitos con las dos manos en el regazo)

 Se quejó un poco, el taburete es incómodo y humillante, los pies no tocan el suelo, debe agarrarse de las patas con las manos, lo cual le da un toque más infantil, además en esa posición es imposible tensar los glúteos.

Pero un tirón firme de la mano, y obediente se colocó despacio, ya que lleva un tiempo colocarse adecuadamente, nada más ponerse le levanté la camiseta, acaricié la parte baja de su espalda, húmeda de sudor. También le acaricio los muslos desde casi la rodilla hasta lo que resultó ser un culotte de deporte ajustado que dejaba ver el nacimiento de sus nalgas, todo el surco glúteo e incluso dos dedos de carne del culo, no pude evitar pasar la yema de mis dedos, por esa pequeña porción de sus nalgas sin cubrir, su piel reaccionó a mi estímulo erizándose. Hasta que de repente una sonora palmada cayó sobre una de sus nalgas, que hizo que se tuviera que agarrar con fuerza a las patas del taburete. Fue el pistoletazo de salida, a una lluvía de palmadas constantes y a buen ritmo bien repartidas por todo el culo, hasta que la pequeña porción que no tapaba el culotte, empezó a coger un tono rosado y me detuve.

La hice levantarse, no es bueno pasar mucho tiempo con la cabeza, más baja que el cuerpo, le hice poner las manos sobre la cabeza, mientras la hacía escuchar alli frente a mi y con el culo ya algo caliente, un discurso sobre actitudes y comportamiento dañinos hacia ella misma, haciendo que se ruborizara más, hasta que metí los dedos por la cintura del culotte para hacerlo bajar a medio muslo, no más. Entonces pasé un dedo, entre sus labios, tenía el interior de la vulva mojado, seguí un poco más hasta encontrar la piel rugosa de su culo, que también acaricié, hasta que de nuevo la cogí de la mano y la hice subir a su atalaya de la vergüenza sobre mis rodillas con los pies colgando y el culo sonrosado ya al aire. Empecé a azotarla de nuevo con la mano, la piel ya precalentada, absorbía mejor los impactos, más intensos y rapidos y el rosado se fue transformando en un rojo vivo e intenso. El ritmo es constante e implacable, su carne tiembla a cada nueva palmada, busco la uniformidad en el color, las niñas impertinentes acaban con el culo rojo, cuando lo consigo, me detengo bruscamente, la ayudo a subir un poco y apoyar las manos en la parte alta del taburete, su culo no queda tan expuesto pero los pies descansan al apoyarse en el suelo, tengo que dalearme un poco para observar mi obra, las piernas están ligeramente separadas, el culo rojo como un tomate maduro, y el surco de su sexo entreabierto brilla mojado. 

Apoyo el dorso de mi mano en una nalga y después en la otra, irónicamente le dijo.

-Estás caliente ¿y que te he dicho muchas veces de caminar descalza en casa?

No me contesta, pero yo sigo.

-Lo primero es que te puedes lesionar el pie, y lo segundo que te puedes resfríar, voy a tener que comprobar si tienes fiebre. Entonces se escucha la tapa de un estuche metálico abrirse, conoce ese sonido, es el del viejo termómetro de cristal y mercurio, que me regaló ella. Lo sacó y lo agito, cojo el bote de lubricante, le hecho una gota lo extiendo por todo el termómetro, con la mano libre, separo un poco una de las nalgas rojas e introduzco el termómetro en su culo, hasta la mitad más o menos, cambio de mano para sujetarlo y con la derecha empiezo a jugar en su coño, cada vez más mojado, igual si tienes fiebre, le digo irónicamente, mientras separo los labios externos para ver, el interior rojo y mojado de su vulva, el clítoris, parece una perla rosada, hinchado y sensible, paso la yema del dedo alrededor y su piel se vuelve a erizar, entonces sacó el termómetro, lo miro y digo.

-Pues no, no tienes fiebre de momento, más tarde volveré a comprobar por si acaso. 

La hago levantarse, le digo que las manos sobre la cabeza, para evitar tentaciones de frotarse. Cojo el taburete y lo pongo mirando a la esquina, le indico que se siente en el. Resopla, una mirada y se encamina hacia el taburete, se sienta, al no poder apoyar los pies en el suelo, todo el peso se apoya en el culo azotado, lo cual lo hace especialmente incómodo, para culos traviesos.

Me siento en la mesa y simplemente la observo en silencio. No se el tiempo que está, allí en su penitencia con ella misma y la pared, hasta que me levanto cojo la silla de la  otra esquina, la pongo en el centro del despacho, me siento y le dijo.

-Puedes levantarte, ve a  por el cepillo.


Se vuelve a quejar, pero un par de azotes cogiéndola del brazo en los muslos, anulan cualquier rebeldía, antes de ir le pido el culotte, se lo termina de quitar y me lo da. La espero sentado en la silla, cuando vuelve trae con ella el cepillo de madera cuadrado y me lo da. Lo hago sonar contra mi mano, antes de indicarle que se coloqué de nuevo en mis rodillas, ahora la posición es algo más cómoda, lo pies tocan el suelo y las manos también, paso el cepillo por la parte lisa, por sus nalgas rojas, hasta que empiezo a azotarla con el, el sonido sordo bastante diferente al más agudo de la mano, es el que domina ahora y los azotes, caen con precisión justo encima del surco glúteo, en la parte inferior del culo, sólo van dirigidos a esa zona, dibujando en ella dos círculos de un rojo escarlata. Sigo sin compasión hasta que noto alguna señal de incomodidad, entonces me detengo, ponga la palma de la mano en una nalga, después en la otra. Y le digo.

-Parece que ha subido la temperatura voy a comprobar de nuevo.

Tengo el termómetro a mis pies, lo cojo abro el estuche, lo agito de nuevo, separo sus nalgas y por segunda vez lo alojo en su culo, lo sostengo ahí metido hasta la mitad un par de minutos, mientras separo sus piernas y con los dedos de la otra mano empiezo a jugar en su sexo, cuando le saco el termómetro lo miro.

-Pues no, no tienes fiebre, tienes la fiebre de las niñas traviesas, pero aunque te castigue cómo una niña, cuando te portas como tal, eres una mujer y eso tiene que quedar claro. Abre más las piernas.

Lo hace entonces cojo sus manos y las llevo a sus nalgas bien cocinadas y calientes, ya sabe que tiene que hacer, separarlas para ofrecerme toda su intimidad, paso toda mi mano con los cuatro dedos juntos desde su pubis, hasta su culo, varias veces y de repente empiezo a darle azotitos, en su vulva, perineo y ano, son toquecitos más estimulantes que dolorosos, pero que consiguen su objetivo que la sangre fluya y se sensibilice, además de la perturbación mental. Cuando me detengo está tan mojada que sus muslos gotean, entonces dos dedos buscan su abertura vaginal y entran cómodamente, empiezan a moverse mientras el pulgar por libre masajea su ano haciendo círculos alrededor, hasta que empieza a hacer círcuos y presión a la vez, hasta hundirse en su culo, entonces empiezo a mover los tres dedos acompasados entrando y saliendo, cojo el cepillo con la otra mano y vuelvo a azotarla más suave, hasta que los gemidos son gritos y noto un chorro de líquido caliente mojar mi mano. Dejo el cepillo, bajo el ritmo de mis dedos, su respiración agitada, se muerde el labio  para no gritar más....Estamos los dos sudorosos...y le digo

-¿Que ha pasado? ¿has pedido el control y te has hecho pis en mi mano o que?

Coge aire y entre jadeos me dice.

-Si siempre me vas a castigar así, voy a tener que portarme mal a menudo

-Eso lo dices ahora verás, cuando se enfrié el culo. Vamos a la ducha va.

Nos levantamos, nos fundimos en un abrazo pegajaso y mis manos se van a su culo a frotarlo, así estamos unos minutos antes de seguir jugando en la ducha.


Fin


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