sábado, 1 de mayo de 2021

Vaqueros y pizza.

 




Más de una ocasión en foros, páginas, blogs y demás del tema, ha salido la discusión, en cuanto a preferencias de ropa ¿falda/vestido o pantalones? Yo soy de los que piensa que todo tiene su encanto, en el momento adecuado y la circunstancia oportuna. En esto pasa, como en el desencadenante de los juegos, a veces lo ves venir, me refiero a que hay días que sabes, en el primer contacto, que lo está buscando y no va a parar hasta conseguirlo, así que voy a contar algo que liga ambos conceptos.

Era un viernes por la tarde, cada vez más largas de mitad de primavera, cuando a las 9 casi aún no se ha puesto el sol. Yo llevaba un rato ya en casa, me había dado una ducha y me había puesto cómodo. Escuché la cerradura abrir, sentado en el sofá haciendo la última cervecita y apareció ella, había estado de cañas con las compañeras, dejó el bolso, me dio un beso:

-¿Que tal el día?

-Bien ¿y tú?

-Bien pero cansada...

-Ya somos dos.

Se sentó en el sofá, bueno más bien se dejó caer, suspirando. Estuvo un rato en silencio, hasta que me dijo.

-¿Que te parece si pedimos  unas pizzas, para cenar?

-¿Otra vez?

-¿Cómo que otra vez?

-Hace dos semanas, el viernes también pedimos....

-Uyyyy, hace dos semanas, cualquiera diría que fue ayer.

-No, pero es muy casual, que cada semana que te toca hacer la cena, te lo montas, para liarme los viernes.

-Pues paso de cenar, además ya he picado algo con las compañeras y no tengo hambre.

-¿Para no tener hambre, me acabas de decir de pedir unas pizzas?

-Era por ti más bien....

-Vaya, gracias por tu preocupación, pero vamos si realmente te preocupara, lo suyo es que hicieras la cena, que te toca.

-Bueno y te más te da pedir una pizza.

-Y a ti que más te da, mover el culo y hacer algo de cenar, como hago yo la semana que me toca.

-Eres un idiota

-¿Que has dicho? -le dije clavando mis ojos con tono severo-

-Joder es que es verdad, es puta cabezonería tuya, solo por putearme.

-Señorita ese boca, está excediendo el límite de groserías que salen de ella y la actitud ni te cuento. Así que levanta y a la cocina, ya está bien.

-Pfffffffffff...voy a cambiarme primero.

-No, ahora.

-Joder, voy a ponerme cómoda, además no quiero mancharme estos vaqueros (llevaba unos vaqueros blancos muy ajustados).

-Te he dicho que no y no lo voy a repetir.

Hizo caso omiso, se levantó pero camino de la habitación, pero a mitad de camino la intercepté, la cogí del brazo, por debajo de la axila, forcejeamos un poco, pero la llevé de nuevo hasta el salón, me senté en el sofá y la dejé ahí delante de mi, de pie.

-¿Y ahora que pasa?

-¿Me lo estás preguntando en serio?

-Pues claro, no entiendo nada, ya voy a hacerte  la puta cena marqués, que más quieres.

Terminó de decir eso y ya no hubo más conversación la cogí de la oreja y la lleve al rincón.

-¿Te has propuesto dormir hoy con el culo rojo verdad? pues objetivo cumplido. Cómo te escuche algo más que respirar, mientras me calmo, te prometo que no te vas a ir a la cama con el culo rojo, te vas a ir a la cama con el culo morado ¿está claro?

No me contestó, ni me miró , empezó a frotarse la oreja, hasta que le puse las manos en la cabeza. Me senté, me encendí un cigarrillo a ver si así apagaba mi ánimo, en aquel momento muy caliente, suerte que la visión de su culo embutido en aquellos vaqueros que le hacían un culo precioso y que en un momento estaría en mis rodillas, me calmaron enseguida y me hicieron pensar en otros placeres. Cuando me terminé el cigarro la llamé. Se acercó, ya algo más dócil, el rincón va bien para bajar humos. Entonces le dije.

-Desabróchate los vaqueros.

Dio un paso atrás...

-¿Que haces?

-Es muy humillante

-¿Si, te parece humillante? ¿Y lo que acabas de decir no?

-Joder, perdona ha sido una salida de tono

-Ya lo sé ya, por eso, por esa salida absoluta de tono, es por la que te vas a desabrochar los vaqueros....ahora!!!!!

-No....

-Y tanto que sí. Prefieres por las malas, ningún problema.

Estiré la mano, para agarrarla del cinturón, tiré con fuerza hacía mi, al lado derecho de mis piernas y de ahí a las rodillas, le sujeté con mi mano izquierda las manos detrás de la espalda y pasé mis piernas por encima de las suyas, para controlar aquella rebeldía.

-Me haces daño en las muñecas!!!!!!

-Te las voy a soltar, pero quiero verlas encima del brazo del sofá ¿estamos?

Se las solté y las llevó al brazo visibles, entonces cogí el cinturón y estiré de el hacia arriba, haciendo que los vaqueros se estiraran más aun. Y empecé a darle una lluvia de palmadas, la tela gruesa de los vaqueros amortigua bastante, así que no me hizo falta ser muy progresivo, las palmadas caían  sobre su culo a un ritmo constante y regular, sin variaciones, unos cinco minutos de zurra seguida, cuando paré le dije.

-Levanta

Se levantó e inconscientemente se empezó a frotar el culo,  le di un manotazo en la mano

-Esas manos al cinturón y desabróchate el pantalón.

Resopló, pero la cogí de las caderas y la puse frente a mi. Ya no dije más, bastó una mirada y empezó a desabrocharse el cinturón, cuando terminó me miró, mi cara decía que siguiera con los botones y cuando terminó me volvió a mirar.

-No sé a que esperas, bajátelos!!!!!!

Otro resoplido, un azote en el muslo y empezó a bajar los vaqueros lentamente, tan ajustados costaban, cuando los tuvo a medio muslo, la paré, la miré y llevé mi mano al triangulo de tela blanca del tanga que tapaba su sexo, pasé mi mano entre sus piernas, sonreí, la humedad mojaba la tela del tanga, entonces yo terminé el ritual, bajándole despacio el tanga, hasta donde estaban enrollados los vaqueros. La cogí de la muñeca, la llevé al lado de mis piernas y la puse de nuevo en mi regazo. Esta vez sin sujeciones. Sólo le dije.

-Las manos a la vista y no quiero que en ningún momento los pies dejen de tocar el suelo.

El siguiente sonido ya fue el de mi mano golpeando con saña su piel desnuda, ella sabe perfectamente que si me lo propongo me basta con la mano, para cocinar su culo a la perfección. Esta ligeramente rosado, pero es lo que tienen los vaqueros que amortiguan mucho. Piel contra piel ya es otra historia y un par de minutos después su culo tenia el color de una fresa madura, pero seguí, con alguna pequeña pausa y algún cambio de ritmo, pero unos diez minutos de azotaina se llevó. Cuando paré, el culo debía palpitarle y creo que hubiera podido freír un huevo en su piel, dejé que el aire acariciase y refrigerase un poco su piel, que había subido un tono, de fresa a cereza...Entonces la hice levantarse. Para evitar tentaciones nada más levantarse la hice ponerse las manos sobre la cabeza y sin levantarme le empecé a bajar los pantalones y el tanga hasta los tobillos.

Cuando terminé la operación que me llevó mi tiempo, bajar unos vaqueros ajustados de pitillo, es una tarea que requiere de su tiempo, cogí el teléfono inalámbrico y se lo dí.

-Pide las pizzas.  Te has salido con la tuya, ahora que sepas que voy a seguir cocinando tu trasero un rato.

Sabía que aquello la pertubaría mucho, tener que llamar por teléfono con los pantalones y el tanga en los tobillos y el culo rojo, caliente. hormigueante y si fuera poco, sintiendo la humedad entre sus piernas y teniendo que aguantar la compostura aunque fuera al teléfono.  Cuando colgó le pregunté

-¿Cuanto van a tardar?

-20 minutos.

-Perfecto, pues ya que no has querido cocinar, ve a por la cuchara de madera, ya sabes cual.

Suspiró, la miré y ya resignada fue andando torpemente hasta la cocina, con los pantalones en los tobillos, toda la dignidad y el orgullo de hacía un rato estaban ahí a la altura de sus pantalones.

De vuelta me trajo la cuchara de madera de olivo, que habíamos comprado en una feria  medieval y que disimuladamente estaba en el bote de junto a otros utensilios de cocina de madera, aunque esta, especialmente brillante y nueva, el único uso que tenía era colorear su culo. Me la dio, le indiqué mis rodillas. Se colocó, le repetí las normas, manos a la vista y bajo ningún concepto los pies podía perder contacto con el cuelo. Con la cuchara en la mano empecé a pasarla suavemente por toda la piel, desde mitad de los muslos, hasta  el nacimiento de la espalda, en ambas mejillas. Hasta que empecé a darle golpecitos muy suaves bien repartidos, con el objeto de estimular la piel, estuve un rato así, hasta que de repente, los golpecitos, empezaron a ser golpes secos y continuos alternando cachete y cachete y bien repartidos, la dura madera de olivo empezó a dibujar pequeños círculos más rojos por todo el culo. Paré  un momento dejé la cuchara en sus muslos, la sujeté de la cintura levantándola un poco y sin soltarla cogí la cuchara con la otra mano y empecé a golpear con ganas, la zona del pliegue de las nalgas, al ritmo de tres azotes en cada mejilla un buen rato, hasta dejarle esa zona de un color granate mucho más oscuro que el resto. Cuando paré, suspiró aliviada, le dí un par de minutos de tregua, entonces solté la presa de mi brazo en su cintura, con la mano izquierda separé una de sus mejillas y le dí una docena de azotes en la cara interna de esa nalga que la hicieron retorcerse...ahora sabía que todavía le faltaba el mismo "tratamiento" a la otra mejilla, le di un descanso y procedí, una docena, ahí donde la piel esta siempre escondida y es más fina y sensible. Al terminar estaba agotada y la dejé recuperar el aliento...acariciando suavemente su piel con toda la mano. 

No sé el tiempo que pasó, en esos momento pierdo la noción del tiempo, me rescató el timbre del portero automático, la hice levantarse, debía ser el pizzero, fui al teléfono del portero y en efecto era el pizzero, le pedí que esperase un minuto. Fui de vuelta al salón, cogí una silla, la puse en la esquina, algo separada, la hice subirse de rodillas en el asiento de la silla, manos en la cabeza, codos apoyados en el rincón y al estar separada su culo quedaba bien expuesto, algo salido, entonces cogí la cuchara y puse todo el mando entre sus nalgas.

-Ahora voy a recoger las pizzas y pagar, si al volver la cuchara no está ahí, tendrás una ración extra.

La dejé ahí, de rodillas en la silla, con el culo rojo y marcado y la cuchara sujeta entre sus nalgas, el pizzero no la iba a ver, pero si estaría apenas a diez metro de ella. Lo hice subir, cogí las pizzas, le pagué y se cerró la puerta. Con las pizzas fui hasta el salón, allí estaba, con el culo y la cara rojas, pero la cuchara no se había movido. Yo mismo se la quité la ayudé a bajar y cenamos.

Ella cenó de pie, pero a mi lado, mientras le acariciaba el culo caliente. Cuando terminamos, le dije que se fuera a la habitación y me esperase desnuda boca abajo en la cama.

Yo recogí, cogí del congelador unos cubitos de hielo, los puse en un cuenco y me fui para la habitación, me senté en la cama y empecé a pasar un cubito por su piel castigada, al sentir el frío se estremeció, toda la piel se erizó...pero enseguida el efecto refrescante del hielo la hizo gemir, fundí  un cubito en cada nalga, el tercero ya fue a jugar por toda la cara interna de los muslos y por las zonas más íntimas de su sexo, el perineo y el ano, hasta que le dije.

-¿Sabes entre el esfuerzo en "corregirte" y la pizza me ha dado mucha sed?

Ya no dije nada más, y al frío del hielo, los sustituyó el calor húmedo de mi lengua y mi boca, recorriendo los mismos lugares ocultos que el hielo....

Continuará.

-


1 comentario:

  1. Hola Santi! Precioso relato, aunque, si ya has usado, (y bien usada), una cuchara de madera, no sé qué le deparará en la continuación...
    Me ha encantado la aceptación de "cocinar" el culo a una spankee, con tu permiso, te tomo la expresión.
    Gracias por tus relatos.

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