sábado, 15 de mayo de 2021

Hay que leer.

 



Cuando en una pareja de "jugadores" se establece una nueva regla o norma, se produce un curioso fenómeno. Se produce una especie de kinesis y simbiosis entre ambos. O en otras palabras un movimiento que encuentra una resistencia. La norma sirve de estímulo, es excitante y poderosa, ya que lleva asociada siempre una carga de anticipación y es a la vez una provocación a las transgresión. Por eso es conveniente dialogar previamente la introducción de una nueva norma. Debe ser asumible, no debe interferir en la vida social, laboral, familiar y por supuesto deber ser transgredible sin peligro. En el momento que estableces una norma de mutuo acuerdo, sabes que tarde o temprano se incumplirá, por acción u omisión y que eso lleva aparejadas unas consecuencias, previsibles pero a la vez intrigantes. Toda norma es simbiótica desde el momento, que la potestad que se cumpla recae en ti, debes ser guardián y juez pero también estímulo y guía.

Ella llevaba tiempo avisándome ( las normas nuevas suelen seguir un proceso previo a implantarlas), que es una manera de seducirte para que te involucres. La frase clave era.

-Debería leer más

A la que seguían un montón de excusas, para no hacerlo por si misma. Eso es una forma de seducción, una forma de  pedirte que actues, de decirte; te he elegido a ti, ayúdame y a la vez dame la posibilidad de probarte.

A la cuarta o quinta vez de habérmelo dicho, hablamos. Este es el único proceso de negociación de una nueva norma. La norma se negocia antes porque una vez aceptada no hay marcha atrás, sólo consecuencias. Hablamos y llegamos a un acuerdo: un libro al mes, los primeros 3 los elegía yo y el resto ella. Aceptó, pero nunca hay que hacer caso de la primera aceptación, hay que repreguntar incluso varias veces, hasta que queda claro y no hay grietas, a partir de ese momento la norma entra en vigor, se pone la maquinaría en marcha, con sus resistencias, intrigas y retos.

A partir de ahí suele pasar (no siempre) que en un principio la norma se cumple a rajatabla, creo que esa sensación de estar siendo "una niña buena" tiene cierta atracción, pero llega un momento que deja de tenerla y la tentación de la transgresión y saber que hay detrás de ella empieza a ganar fuerza.

La norma era sencilla,  un libro al mes, y terminado el plazo, un día concertado, había un especie de examen oral sobre el libro. Me reservé elegir los tres primeros porque ya los había leído, a partir del tercero era muy posible, que yo también me viera afectado por la norma (algo habitual también aunque pueda parecer que no) y me viera obligado a leerlos para poder hacer el cuestionario sobre el libro. Este caso no fue excepción. Los dos primeros que elegí eran libros cortos, asequibles y de temas que sabía que le gustaban y la norma se cumplió a rajatabla, el placer de ser una niña buena.

El tercero era un poco especial, si bien el tema del que trataba, era "nuestro" tema, no era un libro convencional, era un PDF que además yo había traducido del inglés. Aún así aceptó y le pareció buena idea. Ya no había posibilidad de enmienda.

Más o menos a mitad de plazo, me pidió  un tiempo extra, que le concedí, dos semanas más de  margen, en las normas hay que tener mano izquierda y más cómo cuando hasta entonces, se estaban cumpliendo a rajatabla, pero esa petición me hizo sospechar, además a diferencia de los anteriores, rara vez la ví con la tablet en la cama leyendo, el hecho que fuera un libro físico no ayudaba al control, con los otros el marca páginas me iba informando del los progresos. 

Así fue pasando el tiempo hasta que llegó el día de final de plazo. Siempre coincidía con un viernes y después de cenar, llegaba el ritual, los rituales asociados a las normas le dan como más empaque, sin ser un fan de los roles a veces, un pseudo rol ayuda a meterse en el papel. El ritual era muy sencillo, ella permanecía de pie frente a  mi, mientras yo le pedía que me hiciera un resumen del libro oral y le hacía varias preguntas o le pedía opinión sobre ciertos pasajes, protagonistas, trama...

Cuando llegó el momento, empezó ya balbuceante  e insegura y me hizo un resumen corto, tipo sinopsis buscada en Google y aprendida de memoria, algo fallaba, así que empecé con las preguntas.

-¿Que opinas de la estancia de la protagonista en Omán?

Por respuesta obtuve un suspiro y una serie de verborrea inconexa, que nada tenía que ver con la historia del libro. Entonces cambié de tono y ya no pregunté, afirmé.

-No te  has leído el libro ¿verdad?

Toda su actitud corporal en ese momento, me hizo ver que tenía razón, ella misma se delataba sin palabras.

-Responde

-No, no he tenido tiempo....

-Es una excusa muy mala

-Es verdad y lo sabes, ya has visto como han sido estás semanas.

-Iguales a las anteriores. Mira nena, no vamos a discutir, más que nada porque no hay nada que discutir. Fuiste tú quien elegiste tu posición, así que asume tu decisión y las consecuencias que se derivan. No hay más.

Bajó la mirada e hizo un último intento.

-Dame dos semanas más y te prometo que lo termino.

-Para terminarlo deberías haberlo empezado antes. No cuela.

No obtuve ninguna respuesta, así que sentencié.

-Debería castigarte ahora mismo, pero no lo voy a hacer, te voy a dar la oportunidad de redimir parte de tu castigo, mañana te vas a leer el capítulo de la estancia en Omán, tienes todo el día, es sábado y nada que hacer y luego decidiré, que castigo ¿está claro?

La respuesta fue un tímido si, le dije que se sentara, lo hizo puso sus pies en mi regazo y la estuve acariciando cómo si nada hubiera pasado, hasta que nos fuimos a dormir.

Yo sabía que su cabeza, en aquel momento era un hervidero de ideas y retrasar el castigo hacía que su mente aún estuviera más condicionada por la anticipación.

Al día siguiente hicimos vida normal de sábado, fuimos a hacer la compra, a tomarnos algo después, ya en casa mientras yo hacía la comida, ella recogía un poco el piso, nos sentamos a comer y luego una siesta, aún no había podido leer y fue al terminar la siesta cuando le dije.

-Ahora vas a leer, lo que te pedí aquí, pero antes ponte el "uniforme".

De repente le daba a todo un tono más formal, el uniforme como tal no existía, simplemente un faldita a cuadros escoceses y un polo, pero era ahondar más en la bajada de rango, la convertía en una adolescente que no había hecho sus tareas y tenía que terminarlas fuera de horario, bajo la mirada inquisidora del profesor severo, o sea; yo.

Cuando la vi aparecer con el simulacro de uniforme y la tablet en la mano, la invité a sentarse en la mesa del comedor y que empezase a leer. El capítulo es corto se lee en quince minutos, tardó el doble. A la media  hora me dijo.

-Ya está ¿sigo?

-No, no es necesario cierra la tablet y ven.

Lo hizo se acercó a mi, una mujer adulta, segura, de carácter, vestida con un uniforme más allá de la  fantasía erótica tan habitual en muchos hombres, para mi tiene un componente aún más importante: vulnerabilidad. Ya no era la niña buena y obediente, ahora era la jovencita traviesa a la espera de una corrección inevitable.

-¿Que opinas del capítulo?

-Bueno está bien, cree que refleja muy bien la represión sexual en los países árabes, en especial en las mujeres.

-¿Y no crees, que es precisamente esa represión la que hace, que se agudice el ingenio para burlar la norma?

-Si puede ser

-Fíjate que la protagonista va huyendo de su propia sexualidad y acaba por verla reflejada en cosas que nada tienen que ver. La propia norma le resulta erótica y sensual.

-Si, puede ser

-Que te parece la escena de los dátiles.

-Pufff sinceramente me he visto en la piel de ella y me ha perturbado mucho

-¿Verdad? y en cambio si lo piensas bien no tiene nada de erótico, simplemente es una occidental que no conoce las normas y aun así recibe una reprimenda, de su protectora, por su bien.

-Si

-El profeta dice, que no se pueden coger números pares, tienen que ser impares, no puede coger 4 dátiles, o 3 o 5....

-Ya, no lo sabía, me ha parecido interesante.

-No se si a tu culo, le va a parecer lo mismo, voy a seguir ese precepto para el y voy a usar con el un número impar de instrumentos.

Se sonrojó al instante.

-¿Por qué supongo que entiendes, que esto merece de un castigo?

-Si....

-Bien, ve a buscar el cepillo cuadrado, el cinturón de los castigos severos y el tercero será mi propia mano.

No dijo nada, creo que a esas alturas estaba tan perturbada que simplemente obedeció sin rechistar. Al poco rato volvió con el cinturón en una mano y el cepillo en la otra, le dije que dejase el cinturón colgando en un silla y que me entregase el cepillo. Lo hizo, lo dejé en el brazo del sofá, entonces le ordené poner las manos sobre su cabeza y escuchar impasible, todo un discurso sobre el cumplimiento de las normas, la aceptación de las consecuencias a las transgresión y que por supuesto seguiría leyendo el libro, el próximo mes y que lo que iba a recibir era un castigo, pero también un estímulo. Cuando terminé mi exposición, le pedí que levantase la faldita a cuadros rojos y negros, lo hizo sonrojada otra vez, debajo llevaba un pequeño tanga blanco, sin decir nada metí los dedos por la goma y lo hice caer hasta los tobillos, la tomé de la muñeca la dirigí a la parte derecha de mis piernas y la hice caer en mi regazo.

Separé sus piernas ligeramente y levanté de nuevo la falda, dejando al descubierto su culo, acaricié la cara interna de sus muslos desde el final de la rodillas, hasta la ingle, para descubrir que ya estaba mojada, sonreí para mi, rodee su cintura con mi brazo izquierdo y la palma de mi mano derecha empezó a impactar con ritmo contra su carne temblorosa a cada azote, enseguida su piel cogió un tono rosado pálido. Siempre he creído que nada como la mano, el contacto directo y la posición otk. La mano es precisa, transmite y la posición es quizás la mas expuesta y vulnerable de todas, todo su intimidad expuesta en tu regazo al alcance de tu mano entregada. Seguí unos 5 minutos de azotaina a mano seguida y constante, en aquel momento el rosa pálido era ya un rojo brillante, rojo de calor y sangre fluyendo. Al parar, podía ver el brillo de su humedad entre sus labios, incluso con las piernas ligeramente separadas la rosa oculta entre sus nalgas. La tentación de detenerme ahí y empezar a profanar todos sus orificios con mis dedos estaba muy presente, y mi polla dura así lo expresaba, pero uno de los gajes del oficio es la contención: primero el castigo, después ya habría tiempo para el placer.

Cogí el cepillo y empecé a pasar la parte de madera suave pero fría y dura por sus nalgas calientes y enrojecidas, al notarlo se tensó un poco, teme especialmente la mordida sorda del cepillo, la sujeté aún más fuerte con el brazo izquierdo, incluso levantando un poco su cintura a la vez que empecé a usar el cepillo contra su piel desprotegida y caliente. No fui especialmente severo con el cepillo aquel día, a sabiendas que después vendría el final con el cuero abrasador del cinturón. Al terminar, empecé a jugar con el mango del cepillo entre sus labios,  cuando apunté la entrada de su coño, hice una ligera presión y entró, hasta el fondo, empecé a meterlo y sacarlo, despacio al principio pero cada vez más rápido, estuvo totalmente pasiva un instante, pero cuando empezó a gemir y moverse, paré, se lo quité y le dije.

-Vete un rato al rincón de rodillas, las manos por detrás sujetando la falda levantada.

Ahí noté el primer gesto de frustración o queja de todo el rato, pero me hizo caso aunque fuera contrariada.

Yo me levanté y fui a buscar aceite de coco, que dejé en la mesa, justo al lado de la silla de dónde colgaba el cinturón.

-Ven aquí

Se levanto la falda volvió a su posición y tapó su culo ya rojo intenso. 

-Ponte en el brazo del sofá

Mientras yo doblaba el ancho cinturón de cuero vuelto. Se colocó suavemente, inclinada sobre el brazo del sofá, con los codos y antebrazos apoyados en el asiento, las palmas de las manos planas, la espalda arqueada y la punta de los pies tocando el suelo. Me encanta esa posición, la encuentro sexy y expuesta. Nada más ponerse le levanté la falda, dejé que el aire fresco acariciara su piel caliente y me limité a observarla un momento. Hasta que acariciando su culo expuesto con la correa, le dije.

-Vamos a seguir con los impares y encima de impar primo, así que van a ser 29, que vas a contar.

Yo sabía que 29 era un castigo severo con aquella correa ancha, pero entonces tendría claro cual sería la consecuencia de volver a retarme.

Levanté la correa por detrás de mi hombro y de un movimiento de antebrazo era prácticamente sólo dejarla caer con la inercia del antebrazo acompañando el golpe. Esperé a escuchar el número y volví a levantar la correa, a ese ritmo cadencioso fueron avanzando los números, hice alguna pausa más larga, en el número 11 y el 23....impares y primos también. En el 23 tenía el culo ya como un mapa, pero decidí mantenerme fiel a la palabra y le apliqué sin piedad los 6 restantes, que se convirtieron en un suplicio de movimientos y gemidos, con lo que tuve que espaciarlos más, para que recuperase la posición. Al llegar al 29...dejé la correa de nuevo en la silla, me apoyé en la mesa, observando un instante mientras recuperaba el aliento.

Pasados un par de minutos cogí el bote de aceite, pero antes de ponerle, mi mano fue directa a su coño y mientras lo frotaba le dije.

-Eres....cuanto más duro soy más te mojas

Arqueó más la espalda, como pidiendo que siguiera, pero no lo hice, cogí el aceite y muy despacio lo extendí por sus nalgas, dedicando un buen rato a ellas, finalmente dejé caer un chorro desde el centro de la espalda, para que resbalara, entre sus glúteos, llevé un dedo entre sus nalgas extendí bien el aceite alrededor de su estrecho y oculto agujero, hasta terminar con un dedo dentro, luego fueron dos, jugando, moviéndolos a la vez que echaba  más aceite y me desabrochaba el pantalón con la otra mano, mientras seguia con los dos dedos en el culo, me eché aceite con la otra mano en la polla, hasta dejarla bien aceitosa, entonces saqué los dedos y apunté la polla a su culo y haciendo presión suave pero constante se fue abriendo paso por su culo lubricado y ya dilatado por mis dedos.  Cuando entró toda, me quedé un rato ahí bien pegado a su culo que desprendía calor y como intentando que mi polla entrara un centímetro más en su culo, que la sintiera bien profunda. Entonces empecé a embestirla a golpes de riñón sujetándola con las dos manos  por la cintura, incluso moviéndola para que las embestidas fueran más violentas, mi pubis chocaba contra su culo magullado, cada vez más rápido y mas fuerte, no podía tocarse, sólo aguantar las embestidas, cuando noté el orgasmo subiendo por mi cuerpo un par de embestidas y la saqué de golpe para correrme en sus nalgas, en un orgasmo profundo e intenso, como hacía tiempo. Los dos nos quedamos jadeantes un par de minutos, ella sin moverse de su posición y yo apoyado en la pared.

Cuando recuperé el aliento, la ayudé a levantarse, la cogí de la mano y tiré de ella hasta la habitación, la puse frente al espejo hasta el suelo y le dí la vuelta.

-Mira bien las consecuencias de saltarte la norma...-le dije mientras le enrollaba la falda sobre su propia cintura-

Se giró, llevó una mano al muslo, no se atrevía a tocarse, tenía el culo como un cuadro abstracto, con distintos tonos de rojo, desde el más sutil, hasta zonas donde aparecían tonos violetas y azulados, todo ello salpicado de mi semen en sus nalgas, entonces de repente, la giré,  le dí un cachete en el muslo para que abriera las piernas y mirando al espejo empecé a jugar con su coño, separando los labios externos, pasando dos dedos por los lados del clítoris, la agarré con fuerza de la cintura, dos de mis dedos entraron en su coño y el pulgar presionaba y frotaba el clítoris la ritmo que los otros dos entraban y salían de su coño como una fuente, cerró los ojos echó la cabeza hacía atrás, y se corrió frente al espejo, en un orgasmo tan potente, que tuve que sujetarla, porque se le aflojaron las piernas, mientras un chorro de flujo resbalaba por sus muslos.

El mes siguiente leyó el libro.

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